Este texto es la introducción a una nueva colección de escritos sobre el anarquismo de varios autores (Plekhanov, Engels, Lenin, Trotsky, el propio Alan Woods y otros) editada en Estados Unidos por Wellred con el fin de contribuir al debate que se ha abierto entre sectores amplios de la juventud que han participado en el movimiento de protesta “Ocupa Wall St” (Occupy Wall St). Aunque Alan Woods, al responder a las ideas del anarquismo, utiliza muchos ejemplos específicos de ese movimiento y de los EEUU, pensamos que el texto tiene una relevancia que va más allá.
El período actual es el período más tormentoso y convulso de la historia. La globalización ahora se manifiesta como una crisis global del capitalismo. Dada la profundidad de la crisis y deterioro de las condiciones, los acontecimientos se están desarrollando muy rápidamente. El escenario está listo para un renacimiento general de la lucha de clases, y de hecho, este proceso ya ha comenzado.
La manifestación más llamativa de la nueva situación es el surgimiento de un movimiento de protesta en todo el mundo que rechaza el capitalismo en todos sus aspectos. Un número creciente de gente está reaccionando en contra de la flagrante injusticia del orden existente: el desempleo, que condena a millones a la inactividad forzada; la desigualdad flagrante, que concentra la riqueza a niveles obscenos y empobrece a la inmensa mayoría de la población mundial; y las interminables guerras, el racismo, y las restricciones a “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
El uno por ciento más rico de los EE.UU. posee el 34,6% de la riqueza en patrimonio neto total; el 19% siguiente posee el 50,5%; el 80% inferior posee sólo el 15%. En riqueza financiera, las cifras son aún más sorprendentes: 42,7%, 50,3% y 7,0% respectivamente. Estas estadísticas son del 2007, pero los datos completos más recientes muestran que la recesión se ha traducido en una
caída masiva de un 36,1% de la riqueza familiar promedio en comparación con 11,1% para el uno por ciento, aumentando aún más la brecha entre los obscenamente ricos y el resto de nosotros –el 99%–.
La recesión de 2008-09 ha supuesto un incremento aún mayor de la desigualdad: un mayor enriquecimiento de los súper ricos y más pobreza para los más pobres. El espectáculo repugnante de los banqueros ricos escapando de la crisis con miles de millones de dólares de dinero público, mientras que más de 10 millones de hipotecas no van a poder ser pagadas y los desempleados esperan en colas de distribución de alimentos, está alimentando el fuego de la indignación generalizada.
En circunstancias “normales” la mayoría de la gente no protesta. Siguen siendo espectadores pasivos de un drama histórico que se representa delante de sus ojos, en el que no desempeñan ningún papel, pero que determina su vida y su destino. Pero de vez en cuando, los grandes acontecimientos, como una guerra o una crisis económica, sacuden a la gente de su aparente apatía. Comienzan a pasar a la acción, se interesan por la política y tratan de recuperar el control sobre sus vidas.
Tales momentos en la historia tienen un nombre: se les llama revoluciones. Tal fue la revolución americana de 1776, la Revolución Francesa de 1789-1793, los movimientos revolucionarios en Europa en 1848, la Comuna de París de 1871, las revoluciones rusas de 1905 y 1917, la revolución española de 1931-37, y más recientemente, las revoluciones de Egipto y Túnez.
Los acontecimientos que se están desarrollando ante nuestros ojos poseen muchas de las características de las primeras etapas de una situación revolucionaria. Muchas personas que hasta el momento tuvieron poco o ningún interés en la política ahora se encuentran en las calles para protestar y manifestarse en contra de un orden social y político que se ha vuelto intolerable.
Hay un viejo refrán: “La vida enseña”. Esto es muy cierto. Los trabajadores y estudiantes en la plaza Tahrir en Egipto aprendieron más en 24 horas de lucha, que en veinte años de existencia “normal”. Del mismo modo, la experiencia de los participantes en el movimiento Occupy en los EE.UU. y otros países se está comprimiendo en el tiempo. No serán necesarios 20 años para que puedan absorber las lecciones. La gente está aprendiendo rápido.
En estas condiciones, las ideas del liberalismo, el anarquismo y el socialismo están reviviendo, ya que la juventud y los trabajadores buscan una explicación de la crisis y un camino hacia adelante. Los heroicos “días de gloria” de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW) capturan la imaginación de muchos jóvenes en su lucha por formar sindicatos en sus lugares de trabajo de salario mínimo. Nuevas capas de la juventud redescubren a escritores anarquistas como Proudhon, Kropotkin, Bakunin y Durruti. Una nueva generación lee con entusiasmo a autores como Howard Zinn, Michael Albert, y Noam Chomsky, que denuncian ferozmente al imperialismo y el capitalismo.
En la medida en que abren los ojos de la gente en cuanto a la naturaleza antidemocrática y de explotación de la sociedad capitalista, el creciente interés en estas ideas es muy positivo. El anarquismo es atractivo para muchos jó
venes debido a su simplicidad: un rechazo visceral a cualquier cosa que tenga que ver con el status quo. Pero después de un examen más profundo, estas ideas revelan una ausencia generalizada de contenido real y de profundidad de análisis. Por encima de todo, hay muy poco en el camino de una solución realmente viable a la crisis del capitalismo. Después de leer su material, uno inevitablemente se queda con la duda: “¿pero qué va a reemplazar al capitalismo, y cómo podemos llevarlo a la práctica, a partir de las condiciones realmente existentes hoy en día?”
Es la opinión de este autor de que sólo las ideas del marxismo pueden proporcionar una guía teórica para la acción que en pueda aprovechar de manera práctica la energía del movimiento para la transformación revolucionaria de la sociedad. No se trata del estalinismo – esa caricatura burocrática, antidemocrática y totalitaria del socialismo; ni del “marxismo” académico sin vida, mecánico y determinista, – sino el auténtico marxismo: las herramientas más modernas, dinámicas, y más amplias de análisis social desarrolladas por la humanidad hasta el momento. Sólo estas ideas pueden proporcionar no sólo un análisis, sino también una solución revolucionaria socialista a la crisis a la que se enfrenta la clase obrera mundial.
La publicación de este volumen constituye un importante paso adelante en el armamento teórico de una nueva generación de luchadores de clase en los EE.UU. La cuestión del marxismo contra el anarquismo ha sido muy discutida. No es casualidad que a medida que la lucha de clases surge de nuevo a la superficie, los viejos debates se están reactivando. Muchas personas recién despertando a la vida política se imaginan que están involucrados en algo totalmente nuevo y original, pero como dice la Biblia, no hay nada nuevo bajo el sol. Y a pesar de que no lo saben, muchos de estos debates ya han tenido lugar en el pasado.
Hay muchas ideas falsas acerca de la historia, génesis, y el contenido real tanto del marxismo como del anarquismo. Podemos y debemos aprender de la experiencia colectiva de nuestra clase, de lo que ha funcionado y lo que no ha funcionado. Esta colección de escritos tienen la intención de clarificar el punto de vista marxista sobre las limitaciones del anarquismo, y la necesidad de un partido, teoría, programa, perspectivas, organización, democracia interna y rendición de cuentas.
Los límites de la espontaneidad
Los millones de personas que han salido a las calles y plazas de España y Grecia para oponerse a la política de recortes y austeridad no confían en los políticos y dirigentes sindicales. ¿Y quién puede culparlos? Tanto en Grecia y España, los gobiernos que llevaron a cabo estos ataques se suponía que eran “socialistas”. Las masas depositaron su confianza en ellos, y fueron traicionadas. Muchos han llegado a la conclusión de que para defender sus intereses no deben dejar las cosas a los políticos, sino actuar por sí mismos.
Esto demuestra un instinto revolucionario correcto. Los que se burlan del movimiento como “meramente espontáneo” muestran su ignorancia de la esencia de una revolución, que es precisamente la intervención directa de las masas en la política. Esta espontaneidad es una fuerza enorme, pero en un momento determinado se convertirá en una debilidad fatal del movimiento.
Aquellos que critican el movimiento de protesta porque carece de un programa claro muestran su ignorancia de lo que es una revolución. Este tipo de enfoque es digno de un pedante y un snob, pero nunca de un revolucionario. Una revolución, por su esencia misma agita la sociedad hasta lo más profundo, despertando incluso los sectores y capas más atrasadas y “apolíticas” a la acción directa. Exigir de las masas una perfecta comprensión de lo que se necesita es pedir un imposible.
Por supuesto, el movimiento de masas necesariamente sufre de confusión en sus etapas iniciales. Las masas sólo pueden superar estas deficiencias a través de su experiencia directa de la lucha. Pero si queremos tener éxito, es absolutamente necesario ir más allá de la confusión inicial y la ingenuidad, para crecer y madurar, y sacar las conclusiones correctas.
Los dirigentes “anarquista” – sí, los anarquistas también tienen dirigentes o personas que aspiran a dirigir – que creen que la confusión, una organización amorfa, y la falta de definición ideológica, son a la vez positivas y necesarias, juegan un papel pernicioso. Es como tratar de mantener a un niño en un estado de infantilismo, para que nunca sea capaz de hablar, caminar y pensar por sí mismo.
Muchas veces en la historia de la guerra, un gran ejército compuesto por soldados valientes, pero sin entrenamiento ha sido derrotado por una fuerza más pequeña de tropas profesionales disciplinadas y bien entrenados dirigidas por oficiales calificados y con experiencia. Ocupar las plazas es un medio de movilizar a las masas a la acción. Pero en sí mismo no es suficiente. La clase dominante, inicialmente, puede no ser capaz de desalojar a los manifestantes por la fuerza, pero puede darse el lujo de esperar hasta que el movimiento comience a apagarse, y luego actuar con decisión para poner fin a los “disturbios”.
No hace falta decir que los marxistas siempre estarán en la primera línea de cualquier batalla para mejorar las condiciones de la clase trabajadora. Vamos a luchar por cualquier conquista, no importa cuán pequeña sea, porque la lucha por el socialismo sería impensable sin la lucha del día a día por mejoras bajo el capitalismo. Las masas pueden descubrir su propia fuerza y adquirir la confianza necesaria para luchar hasta el final, sólo a través de una serie de luchas parciales, de carácter defensivo y ofensivo. Hay ciertas circunstancias en que las huelgas y manifestaciones de masas pueden obligar a la clase dominante a hacer concesiones. Pero en las condiciones que prevalecen hoy, esto no es el caso.
Para tener éxito es necesario llevar el movimiento a un nivel superior. Esto sólo es posible mediante la vinculación con firmeza al movimiento de los trabajadores en las fábricas y los sindicatos. La consigna de la huelga general ya ha pasado a primer plano en forma embrionaria. Pero incluso una huelga general en sí misma no puede resolver los problemas de la sociedad. Llegado cierto punto, debe estar vinculada a la necesidad de una huelga general indefinida, que directamente plantea la cuestión del poder estatal.
Dirigentes confusos y vacilantes no son capaces de producir más que derrotas y desmoralización. La lucha de los trabajadores y la juventud sería infinitamente más fácil si fueran conducidos por personas valientes y con visión de futuro. Pero dirigentes de ese calibre no caen del cielo. En el curso de la lucha, las masas pondrán a prueba todas las tendencias y dirigentes. Pronto descubrirán las deficiencias de esas figuras accidentales que aparecen en las primeras etapas del movimiento revolucionario, al igual que la espuma que aparece en la cresta de la ola, y que desaparecerán cuando las olas rompan en la orilla, al igual que la espuma.
Estos movimientos espontáneos son la consecuencia de décadas de degeneración burocrática y reformista de los partidos y sindicatos tradicionales. En parte, representan una reacción saludable, como Lenin escribió en el Estado y la Revolución, refiriéndose a los anarquistas. Movimientos como los indignados en España surgen porque la mayoría de los trabajadores y los jóvenes sienten que nadie les representa. Ellos no son anarquistas. Revelan confusión y la falta de un programa claro. Pero ¿de dónde iban a sacar ideas claras?
Estos nuevos movimientos son una expresión de la profunda crisis del sistema capitalista. Por otro lado, los nuevos movimientos mismos no han comprendido la gravedad de la situación. Por toda su energía y brío, estos movimientos tienen sus limitaciones, que rápidamente saldrán a la luz. La ocupación de plazas y parques, a pesar de que puede ser una declaración potente, en última instancia no conduce a ninguna parte. Para lograr una transformación radical de la sociedad son necesarias medidas más radicales.
A menos que el movimiento alcance un nivel superior, en un determinado momento, se desplomará, dejando a la gente decepcionada y desmoralizada. Sobre la reflexión de su experiencia, un número creciente de activistas llegarán a ver la necesidad de un programa revolucionario coherente. Es el argumento de este escritor que esto sólo el marxismo lo puede proporcionar.
¿Necesitamos una dirección?
El argumento de que no necesitamos partidos ni dirigentes es falso hasta la médula. En realidad no es ni siquiera lógico. No es suficiente rechazar algo que no te gusta. Tienes que decir lo que vas a poner en su lugar.
Si el zapato me aprieta el pie, la respuesta no es ir descalzo, sino conseguir un zapato que ajuste. Si la comida es mala, la conclusión no es que hay que dejar de comer por completo, sino que necesitamos comida decente, sabrosa y sana. Si no estoy satisfecho con mi médico, busco uno mejor. ¿Por qué debería ser diferente con un partido o una dirección?
La actual dirección de la clase obrera es muy mala. Estamos de acuerdo con los anarquistas en esto. Pero la conclusión no es que no necesitamos ningún tipo de dirección, sino que hay que luchar para sustituir a la actual dirección por una que realmente represente los intereses y las aspiraciones de la clase obrera. Estamos a favor de la transformación revolucionaria de la sociedad. Las condiciones objetivas para esa transformación están más que maduras. Creemos firmemente que la clase obrera es capaz de llevar adelante esa tarea. Entonces, ¿cómo podemos dudar de que los trabajadores sean capaces de transformar sus propias organizaciones en herramientas de combate para cambiar la sociedad? Si no pueden lograr ni siquiera eso, ¿cómo van a poder derrocar el capitalismo en su conjunto?
Muchos jóvenes, cuando miran a las organizaciones existentes de la clase obrera, los sindicatos y en especial los partidos de masas de los trabajadores, son repelidos por sus estructuras burocráticas y la conducta de sus dirigentes, que están constantemente codeándose con los banqueros y los capitalistas. Parece que son sólo otra parte del establishment. En los EE.UU. todavía no hay ni siquiera un partido obrero de masas. Así que no es de extrañar que muchas personas rechacen todos los partidos e incluso dicen rechazar por completo la política.
Sin embargo, esto es una contradicción en términos. El movimiento Occupy sí es profundamente político. Al rechazar los partidos políticos existentes, inmediatamente se presenta como una alternativa. Pero, ¿qué tipo de alternativa? No es suficiente decir: “Estamos en contra del sistema actual, porque es injusto, opresivo e inhumano” Es necesario proponer un sistema alternativo que sea justo, igualitario y humano.
A pesar de que son aún muy débiles, las tendencias anarquistas han aumentado recientemente como consecuencia de la bancarrota de los dirigentes reformistas de las organizaciones obreras de masas. El oportunismo monstruoso de los dirigentes de los trabajadores da lugar a estados de ánimo de extrema izquierda y anarquistas entre una capa de la juventud. Como Lenin dijo una vez, el ultra izquierdismo es el precio que el movimiento tiene que pagar por el oportunismo.
A primera vista la idea parece atractiva: “¡Mira a los dirigentes sindicales! Son sólo un montón de burócratas y arribistas que siempre nos venden. ¡No necesitamos dirigentes! ¡No necesitamos organización!” Por desgracia, sin organización no podemos lograr nada. Los sindicatos pueden estar lejos de ser perfectos, pero es todo lo que tienen los trabajadores para evitar que los capitalistas les aplasten.
Los patronos entienden el peligro que representan para ellos los sindicatos. Es por eso que siempre están tratando de socavar los sindicatos, restringir sus derechos, y destruirlos por completo. Podemos verlo con las leyes antisindicales, tales como la Ley Taft-Hartley, que han restringido seriamente el derecho de los trabajadores a la huelga. Scott Walker, el gobernador republicano de Wisconsin, introdujo una legislación antisindical para desarmar a los trabajadores frente a los recortes salvajes. En Ohio, un intento similar fue derrotado en un referéndum, porque los trabajadores entendieron la necesidad de defender a los sindicatos.
“¡Pero los dirigentes sindicales son burócratas! ¡Siempre están tratando de llegar a acuerdos con los patrones! “ Tal vez sea así, pero ¿qué alternativa proponeis? ¿Podemos prescindir de los sindicatos? Esto reduciría la clase obrera a una colección de átomos aislados a merced de los patrones. Marx señaló hace mucho tiempo que, sin organización, la clase obrera no es más que materia bruta para la explotación. La tarea no es tirar al bebé junto con el agua del baño, sino transformar a los sindicatos en organizaciones combativas, militantes y clasistas.
Más que en cualquier otro período en la historia, la dirección de las organizaciones de los trabajadores ha sucumbido a la presión de la burguesía. Han abandonado las ideas sobre las que se fundó el movimiento y se han divorciado de la clase que se supone que representan. Ellos representan el pasado, no el presente ni el futuro. Las masas los empujarán hacia la izquierda o les barrerán del camino en el tormentoso período que ahora se abre.
Sin la ayuda de los reformistas, estalinistas y de los dirigentes sindicales colaboradores de clases, no sería posible mantener el sistema capitalista por mucho tiempo. Esta es una idea importante en la que tenemos que hacer hincapié continuamente. Los dirigentes de los sindicatos y los partidos reformistas en todos los países tienen un poder colosal en sus manos – mucho mayor que en cualquier otro momento en la historia.
En última instancia, la burocracia sindical es la fuerza más conservadora de la sociedad. Utilizan su autoridad para apoyar el sistema capitalista. Es por eso que Trotsky dijo que la crisis de la humanidad se reduce a una crisis de dirección del proletariado. El destino de la humanidad depende de la resolución de este problema. Pero el anarquismo no es capaz de resolver este problema, ya que ni siquiera acepta que el problema existe.
Es necesario luchar para expulsar a los burócratas y arribistas de sus cargos, para purgar las organizaciones obreras de los elementos burgueses y sustituirlos por hombres y mujeres que realmente están dispuestos a luchar por la clase obrera. Promover el abstencionismo, negarse a luchar por un cambio de dirección, es abogar por la perpetuación del dominio de la burocracia, es decir, la perpetuación de la esclavitud capitalista. Como explicó Trotsky, negarse a luchar por el poder político o sindical significa dejar el poder en las manos de aquellos que ahora lo detentan.
“¿Una gran unión?”
La IWW (Trabajadores Industriales del Mundo) hizo un trabajo excepcional antes de la Primera Guerra Mundial, organizando a los sectores no organizados de la clase obrera, los trabajadores del campo y los trabajadores no calificados, los trabajadores portuarios, a los leñadores y los inmigrantes. El lema “Una Gran Unión” sirvió como un punto de encuentro inspirador en la oposición al sindicalismo de oficio y conservador de la antigua AFL (Federación Americana del Trabajo).
Los “wobblies”, como se les conocía, dirigieron huelgas importantes, empezando por la de Goldfield, Nevada en 1906 y la huelga de la fábrica de trenes Pressed Steel Carl de 1909 en McKees Rocks, Pensilvania, la huelga textil de Lawrence in1912 y la huelga de la sedera de Paterson
in 1913. A menudo se enfrentaron a represión feroz, golpes y linchamientos. Joe Hill (Joel Hägglund), el “bardo de los wobblies” que escribía versos y canciones inspiradoras, fue acusado de asesinato y ejecutado por el estado de Utah en 1915 con “pruebas” circunstanciales muy débiles. En el congreso fundacional de la IWW, Bill Haywood, el entonces Secretario General de la Federación de Mineros del Oeste, dijo: “Este es el Congreso Continental de la clase obrera. Estamos aquí para confederar a los trabajadores de este país en un movimiento de la clase obrera que tendrá por objetivo la emancipación de la clase obrera de la esclavitud capitalista”. (Actas de la Primera Convención de los Trabajadores Industriales del Mundo)
La IWW fue consecuentemente revolucionaria y se basaba en la doctrina más intransigente de lucha de clases. Nunca fue una organización anarquista, pero carecía de una ideología coherente y consistente. Se podría decir que su ideología era una extraña mezcla de anarco-sindicalismo y marxismo. Esta contradicción salió a relucir rápidamente en uno de los primeros debates. Daniel de León, el pionero marxista de América, fue miembro fundador de la IWW en 1905. Pero no estaba de acuerdo con los líderes de la IWW en su oposición a la acción política.
Mientras que De León abogó por el apoyo a la acción política a través del Partido Laborista Socialista (SLP), otros dirigentes, incluyendo Big Bill Haywood, argumentaron en contra y a favor de acción directa. La facción de Haywood prevaleció, y como resultado el preámbulo se modificó para impedir “la afiliación a cualquier partido político.” Los seguidores de De León salieron de la IWW en señal de protesta. Eso fue un error, porque la propia experiencia hizo cambiar incluso a gente como Big Bill Haywood.
De hecho, la IWW tomó prestadas muchas ideas del marxismo. Los dos principales ejes de su plataforma, la doctrina de la lucha de clases y la idea de que la emancipación de los trabajadores debe ser la tarea de los propios trabajadores, provenían directamente de Marx. La verdad es que la IWW era más que un sindicato. Era al mismo tiempo, un sindicato industrial combativo y una organización revolucionaria – un partido revolucionario embrionario. Esto se demostró muy pronto por los tormentosos acontecimientos que rodearon la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa.
La IWW era internacionalista hasta la médula. Ellos se opusieron a la Primera Guerra Mundial, al igual que los bolcheviques rusos. Un periódico de la IWW, el Trabajador Industrial, escribió poco antes de la declaración de guerra por parte de los EE.UU.: “!Capitalistas de los Estados Unidos, vamos a luchar contra ustedes, no para ustedes! No hay poder en el mundo que puede obligar a la clase obrera a luchar si esta se niega.” La organización aprobó una resolución contra la guerra en su convención en noviembre de 1916. Lenin tuvo un vivo interés en la IWW, principalmente por este motivo.
La Guerra y la Revolución Rusa demostraron que la acción política no era simplemente una cuestión del parlamento y de los votos, sino la máxima expresión de la lucha de clases. La IWW no podía ignorar la política. La entrada de América en la guerra en 1917, que desató una ola feroz de la represión estatal en contra de la IWW y todos los que se opusieron a la guerra, demostró la necesidad de luchar contra el poder centralizado de la clase dominante. Y la Revolución Bolchevique mostró cómo el viejo poder estatal podría ser derrocado y reemplazado por el Estado democrático de los propios trabajadores.
Cuando los obreros rusos tomaron el poder estatal en sus propias manos y utilizaron ese poder para expropiar a los capitalistas, eso tuvo un profundo efecto en las filas de los wobblies. Algunos de sus líderes más destacados, como Big Bill Haywood, James Cannon y John Reed empezaron a cuestionar muchas de sus viejas creencias. Comprendiendo la necesidad de una organización política revolucionaria, se unieron al bolchevismo.
Los mejores elementos de la IWW se unieron al joven Partido Comunista Americano. En abril de 1921 Haywood dijo en una entrevista con Max Eastman, publicada en El Libertador: “Me siento como si siempre hubiera estado allí”, me dijo. “¿Recuerdas que solía decir que todo lo que necesitábamos era cincuenta mil auténticos IWW, y luego alrededor de un millón de miembros que los respaldaran? Bueno, ¿no es una idea similar? Por lo menos siempre me di cuenta de que lo esencial era contar con una organización de los que saben”.
El hecho de que la degeneración estalinista de la revolución rusa posteriormente distorsionó el desarrollo del Partido Comunista no quita nada a los valientes pioneros que iniciaron la tarea de organizar a la vanguardia revolucionaria en los EE.UU. enfrentándose a la represión más terrible.
Los que se negaron a hacer la transición al marxismo llevaron a la IWW a un callejón sin salida del que nunca se recuperó. El dogma anti-político estéril le condenó al aislamiento de los grandes acontecimientos históricos que estaban teniendo lugar a escala mundial. En el momento de su decimoquinto aniversario en 1920, la IWW ya había entrado en un declive irreversible. En 2005, en el centenario de su fundación, la IWW tenía unos 5.000 miembros, en comparación con 13 millones de miembros de la AFL / CIO.
La idea de “Una Gran Unión” sigue siendo atractiva para muchos. Los trabajadores jóvenes, en particular, están comprensiblemente frustrados con las interminables divisiones y luchas internas en los sindicatos dominantes hoy, o no están en absoluto afiliados a ninguno. Sin embargo, a pesar de los heroicos esfuerzos de los wobblies por organizar un puñado de cafeterías y restaurantes de comida rápida, la creación de un sindicato ganando a un afiliado nuevo cada vez nunca alcanzará sus objetivos. Para ello son necesarios los vastos recursos de los principales sindicatos. Cambiar la política de la dirigencia sindical actual requerirá una lucha política dentro de los sindicatos de la AFL-CIO y “Change to Win”, no al margen de estos. Además, la única manera de lograr esto es realmente a través de la llegada al poder político de la clase obrera, la expropiación de los capitalistas, y la aprobación de leyes que garanticen a todos los trabajadores derechos sindicales, salarios y beneficios Esto sentaría las bases para la realización de “Una Gran unión”, ya que cientos de millones de trabajadores se organizarían en una federación sindical masiva.
Incluso en su declive, la IWW desempeñó un papel fundamental en inspirar el desarrollo del sindicalismo industrial moderno, lo que dio lugar a la creación del CIO en la década de 1930. Ese fue un logro tremendo. Sin embargo, aunque en sus filas hay algunos trabajadores muy combativos, hoy en día la IWW es sólo una sombra de sí misma.
La historia de la IWW es una fuente inagotable de inspiración para los jóvenes de hoy. Reconocemos plenamente el papel pionero desempeñado por la IWW en los primeros años y abrazamos de todo corazón su conciencia de clase militante y sus tradiciones revolucionarias. Somos conscientes de que sus tendencias “anarco-sindicalistas” eran sólo una manifestación superficial – la cáscara externa de un bolchevismo embrionario. Estamos orgullosos de reclamar la IWW como una parte importante de nuestro patrimonio histórico.
¿No a los dirigentes?
A primera vista, parece una idea atractiva. Si todos los dirigentes se venden, ¿por qué no prescindir de dirigentes? Sin embargo, esta noción no resiste el más mínimo análisis crítico. Incluso en una huelga de media hora en una fábrica hay una dirección. Alguien tiene que ir a la oficina del jefe a plantear las reivindicaciones de los trabajadores. ¿A quien elegirán los trabajadores para este papel? ¿Van a dejarlo a la casualidad, o tal vez sacar un nombre de un sombrero?
No, es un asunto demasiado serio para ser dejado al azar. Los trabajadores elegirán a la persona que saben que va a defender sus intereses: un hombre o una mujer que tenga la experiencia necesaria, la inteligencia y el coraje para representar a los que le eligieron. Estos son los dirigentes naturales de la clase obrera, y están presentes en cada lugar de trabajo. Negar esto es negar los hechos de la vida, conocidos por todos los trabajadores.
Aunque no ha habido muchas huelgas masivas victoriosas en el período reciente en los EE.UU., sin embargo, muchos trabajadores tienen por lo menos la experiencia de haber participado en una huelga. Pero ¿cuántos trabajadores han vivido la experiencia de una huelga general revolucionaria o una insurrección de masas? Muy pocos tienen esa experiencia, y por tanto no pueden sacar conclusiones y aprender de las lecciones de las mismas. Esto sólo es posible desde el punto de vista de la teoría y la experiencia del pasado de nuestra clase.
En el mundo animal, la experiencia acumulada de generaciones pasadas se transmite a través del mecanismo de transmisión genética. El animal sabe instintivamente cómo reaccionar en una situación dada. Pero la sociedad humana es diferente de cualquier otro colectivo animal . Aquí la cultura y la educación juegan un papel más importante que la genética. ¿Cómo se transmiten las lecciones de las generaciones pasadas a las nuevas generaciones? No existe ningún mecanismo automático para esto. La transmisión debe realizarse a través del mecanismo del aprendizaje. Y esto lleva su tiempo.
Lo que es cierto de la sociedad en general, también es cierto para la clase obrera y la lucha por el socialismo. El partido revolucionario es el mecanismo por el cual las lecciones del pasado se transmiten a las nuevas generaciones en una forma generalizada (la teoría). Este es el equivalente de la información genética. Si la información genética es correcta y completa, dará lugar a la formación de un ser humano sano. Si se distorsiona, será un aborto.
Lo mismo sucede con la teoría. Una teoría que resuma bien la experiencia del pasado puede ser de gran ayuda al permitir a la nueva generación evitar los errores del pasado. Pero una teoría errónea sólo causará, confusión, desorientación, o algo peor. Si somos serios acerca de la revolución, debemos abordarla de manera seria, no superficial y aficionada. Las cuestiones de estrategia y táctica deben ocupar un lugar central en las consideraciones de los marxistas. Sin táctica, hablar de la construcción del movimiento revolucionario es charla ociosa: es como un cuchillo sin hoja.
La concepción de estrategia revolucionaria se deriva de la influencia de la terminología militar. Hay muchos paralelismos entre la lucha de clases y una guerra entre las naciones. Con el fin de derrocar a la burguesía, la clase obrera y su vanguardia, debe poseer una organización poderosa, centralizada y disciplinada. Sus cuadros dirigentes deben poseer los conocimientos necesarios sobre cuándo avanzar y cuando retirarse, cuando a dar la batalla y cuando evitarla.
Este tipo de conocimiento requiere, además de la experiencia, un estudio cuidadoso y detallado de batallas pasadas, victorias y derrotas. En otras palabras, presupone un conocimiento de la teoría. Una actitud descuidada o desdeñosa de la teoría es inadmisible, porque la teoría es, en parte, la generalización de la experiencia histórica de la clase obrera de todos los países.
Pero, ¿acaso no es posible improvisar e inventar nuevas ideas sobre la base de nuestra experiencia viva de la lucha de clases? Sí, por supuesto, es posible. Sin embargo, habrá que pagar un precio. En una revolución, los acontecimientos se mueven muy rápidamente. No hay tiempo para improvisar e ir dando tumbos como un hombre ciego en un cuarto oscuro. Cada error que cometemos se paga, y nos puede costar muy caro.
Al negar la importancia de la organización y la dirección, los anarquistas desean mantener el movimiento en un estado embrionario, desorganizado y poco profesional. Pero la lucha de clases no es un juego de niños y no debe ser tratada infantilmente. El filósofo americano George Santayana dijo una vez, muy sabiamente: “Aquellos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla.” La historia de los movimientos revolucionarios nos ofrece un rico tesoro de ejemplos, que merecen un estudio cuidadoso, si no queremos repetir los trágicos errores y derrotas del pasado.
El movimiento está todavía sólo al principio del principio. Y en el principio existe, naturalmente, una gran cantidad de confusiones, vacilaciones, e indecisión. El movimiento Occupy, sin embargo, contiene muchos elementos contradictorios en su interior. Hay quienes desean abolir el capitalismo, y otros que sólo buscan su reforma aplicando medidas como modificar el sistema tributario y la regulación de los bancos.
La necesidad de la teoría
Por el contrario, los gobernantes de la sociedad son implacables y decididos. Pueden contar con décadas de experiencia en el manejo de las protestas y los movimientos de oposición. Combinan las distorsiones de los medios y la violencia policial cada vez más militarizada, con métodos más sutiles: el chantaje, el soborno, el engaño y los provocadores policiales. El Estado tiene a su disposición los servicios de un ejército de burócratas encallecidos, políticos cínicos, abogados inteligentes, periodistas mentirosos, académicos eruditos, y sacerdotes astutos: todos unidos para defender el status quo en el que todos ellos tienen un interés personal.
Los marxistas apoyamos de todo corazón el movimiento Occupy y la búsqueda colectiva de soluciones a la crisis del capitalismo. Representa un nuevo despertar social y se refleja en un renovado interés en las ideas y la teoría. Sin embargo, hay algunos que se burlan de la idea misma de la teoría. “¡No necesitamos anticuadas teorías políticas!” , dicen. “Estamos comprometidos en un gran experimento y vamos a improvisar y desarrollar nuestras ideas a medida que avanzamos.” Estas palabras, superficialmente atractivas, ocultan una profunda contradicción.
En la vida real, ninguna persona seria adoptaría una actitud de este tipo en sus asuntos diarios. Imagínese ir al dentista con un dolor de muelas y el dentista dice: “En realidad, nunca he estudiado odontología, pero abre la boca de todos modos y voy a ver lo que hago.” !Saldría corriendo por la puerta! ¿O a un fontanero llama a la puerta y dice: “No sé nada de fontanería, pero déjame poner mis manos en su sistema séptico.” Le echarías de la casa.
Pero aunque insistimos (¡con toda la razón!) en una actitud seria y profesional hacia todos los aspectos en nuestra vida diaria, cuando se trata de la lucha revolucionaria contra el capitalismo, se nos pide que abandonemos nuestras facultades críticas. De repente, todo vale. Una idea es tan buena como cualquier otra, no importa cuán irrelevante o loca sea. Todo se reduce a una asamblea permanente de un núcleo endurecido de activistas, que queda así degradado al nivel de un mentidero impotente.
Tal cosa no representa ninguna amenaza para el sistema capitalista. No es más que una pequeña molestia. Incluso se ha sugerido seriamente que los banqueros y los capitalistas, en vez de dispersar violentamente las protestas, deberían participar en los debates, estableciendo así un diálogo amistoso con los jóvenes disidentes, y demostrarles que los explotadores no son realmente tan malos después de todo.
De esta manera el movimiento de protesta perdería su carácter revolucionario. Sería integrarse gradualmente en el sistema que se supone estamos desafiando. A los portavoces más combativos de las protestas les llevaron a un lado y tratarán de comprarles con halagos, puestos de trabajo, y carrera profesional: “!qué joven tan inteligente! ¿Sabes? ¡Casi me convences! Ya sabes, necesitamos jóvenes capaces como tú en los negocios…” Lo hemos visto muchas veces.
Con el fin de evitar estos problemas, la comprensión de la teoría y las lecciones del pasado es una condición previa esencial para el éxito. Aunque la mayoría de la gente tendrá que pasar por un doloroso proceso de aprendizaje por ensayo y error, los marxistas se basan en las lecciones del pasado. Podemos decir lo que ha funcionado y lo que no y aplicar este conocimiento a la situación actual. Todavía cometeremos algunos errores, y no es tan simple como buscar la respuesta en un libro de recetas revolucionario, pero realmente no tenemos necesidad de reinventar la rueda; ¡ya fue inventada hace mucho tiempo!
¿Reformismo o revolución?
En el pasado, los reformistas en realidad tenían la posibilidad de negociar algunas migajas adicionales para los trabajadores de la mesa de los capitalistas. Sin embargo, la crisis del capitalismo implica necesariamente la crisis del reformismo. El camino a seguir exige una lucha seria contra el reformismo, una lucha por la regeneración de las organizaciones de masas de la clase obrera, comenzando con los sindicatos. Deben convertirse en organizaciones de lucha de la clase obrera.
Los marxistas no nos oponemos a las reformas. Por el contrario, vamos a luchar tenazmente por todas y cada una de las reformas que puedan ayudar a mejorar la vida de la mayoría. Sin embargo, en las condiciones actuales, no hay reformas significativas que se puedan ganar sin una lucha sin cuartel. Los días en que los trabajadores podrían obtener aumentos salariales significativos simplemente amenazando con ir a la huelga ya se terminaron. Los empresarios dicen que no pueden permitirse ni siquiera mantener el nivel actual de los salarios, y mucho menos hacer concesiones adicionales. Los días en que los dirigentes sindicales de derecha podrían llegar a un acuerdo cómodo con los empresarios y el Estado han pasado a la historia.
Al criticar las actuales políticas de los dirigentes sindicales, es necesario proponer otras políticas mejores. Pero el movimiento de protesta aún no ha desarrollado una alternativa clara al reformismo. Los intentos de limitar la especulación mediante la imposición de un impuesto sobre las transacciones financieras no es una alternativa al sistema capitalista, sólo un intento a medias de reformar un sistema que no puede ser reformado. Esto no es más que otro tipo de reformismo. Es significativo que incluso algunos políticos capitalistas apoyan un impuesto de ese tipo. Eso es suficiente para demostrar que dicha medida no representa amenaza alguna para el capitalismo. A largo plazo no resolvería nada en absoluto.
Aquellos que sueñan con una solución a la crisis a través de reformas están viviendo en el pasado, en una fase del capitalismo que ha dejado de existir. ¡Son ellos, no los marxistas, los que son utópicos! Lo que necesitamos es combatividad y un renacimiento de la lucha de clases. Pero en último análisis, la lucha combativa no es suficiente. En condiciones de crisis capitalista, incluso los avances de la clase obrera no son permanentes.
Lo que los empresarios conceden con la mano izquierda se lo quitarán con la derecha, y viceversa. Los incrementos salariales se vean anulados por aumentos de la inflación o impuestos. Las fábricas cierran y el desempleo aumenta. La única manera de garantizar que las reformas no se revierten es luchando por un cambio radical en la sociedad. Por otra parte, incluso la lucha por las reformas sólo puede tener éxito en la medida en que adquiere el alcance más amplio y más revolucionario. Toda la historia demuestra que la clase dominante sólo hace concesiones significativas cuando teme perderlo todo.
No es suficiente simplemente decir “no”. Tenemos que ofrecer una alternativa. Así como necesitamos una alternativa viable al capitalismo, necesitamos también una alternativa viable a la vieja dirección reformista. Debemos
luchar contra la dirección burocrática derechista de las organizaciones obreras. Debemos luchar por una ruptura con los Demócratas y los Republicanos y la formación de un partido obrero basado en los sindicatos. Pero para ello, es absolutamente necesario organizar, educar y formar cuadros revolucionarios que hayan sacado las conclusiones correctas de toda la historia de la lucha de clases nacional e internacional.
La teoría y la práctica del anarquismo
Es cierto que en las filas de los anarquistas ha habido muchos combatientes valientes. Esto fue especialmente cierto en España en la década de los años 20 y 30 del siglo pasado. Pero tomada en su conjunto, la historia del anarquismo en los últimos cien años muestra claramente que es un callejón sin salida. El hecho más llamativo es el contraste entre la teoría y la práctica. Trotsky dijo que las teorías del anarquismo son como un paraguas lleno de agujeros: inútil, precisamente, cuando llueve. Esto se puede demostrar una y otra vez.
Como teoría, el anarquismo es confuso y superficial. Bakunin formuló sus ideas sobre la base del plagio de los socialistas utópicos del siglo XIX, en particular, de Proudhon. Por otra parte, en la práctica, Bakunin contradijo esas mismas ideas. Mientras predicaba la “libertad”, dentro de su propia organización, introdujo un centralismo despiadado. Bakunin (o el “Ciudadano B” como se le conocía) ejerció una dictadura tiránica personal sobre su organización. En sus polémicas contra Marx, no dudó en utilizar los métodos más viles, incluyendo el antisemitismo. Esto se explica más en detalle en el artículo de Marx contra Bakunin, incluido en este volumen.
De mucho mayor interés son los escritos de Kropotkin, un hombre de ideas que escribió una de las mejores historias de la Revolución Francesa, muy admirada por Trotsky. No obstante, hay que señalar que Kropotkin olvidó por completo de sus ideales anarquistas en 1914, cuando apoyó a los Aliados en la Primera Guerra Mundial, y no fue el único.
En Francia, antes de la Primera Guerra Mundial, los anarco-sindicalistas lograron dominar la principal confederación sindical. Su eslogan principal era la huelga general, que consideraban como una panacea. Esto era un error. A pesar de que la huelga general es una de las armas más poderosas en el arsenal de la lucha de clases, no puede resolver la cuestión central: la cuestión del poder estatal.
Una huelga general – en contraste con una huelga general de un día, que en realidad no es más que una manifestación – plantea la cuestión del poder. Plantea la cuestión: ¿quién dirige la sociedad, ustedes o nosotros? Por lo tanto, lógicamente, debe conducir a la toma del poder por la clase obrera, o de lo contrario terminará en derrota. Si la clase obrera no toma el poder estatal, entonces todo el aparato coercitivo del ejército, policía, tribunales, leyes, etc. siguen en manos de los capitalistas. Esto es algo que los anarquistas nunca pudieron entender, ya que para la mayoría de ellos, la cuestión del poder estatal es irrelevante, o simplemente puede ser abolida de un día para otro. Los anarquistas pueden “ignorar” el estado, ¡pero el estado sin duda no ignora a los trabajadores que luchan por cambiar la sociedad!
Por desgracia, la cuestión del Estado, de quién gobierna la sociedad, no es tan fácil de eliminar. No puede pasarse por alto. Vamos a plantear la cuestión en concreto. Si todos los trabajadores van a la huelga, ¿qué pasará? Toda la industria, el transporte y las comunicaciones se paralizarán. Las fábricas, tiendas y bancos cerrarán. ¿Y luego qué? Los capitalistas pueden darse el lujo de esperar. Ellos no están en peligro de morir de hambre. Pero la clase obrera no puede esperar indefinidamente. Se pueden ver obligados a volver al trabajo por hambre. Y si esperar a que el movimiento se agote no es suficiente, el Estado tiene muchas reservas de la represión que puede usar para completar el trabajo. Esto ha ocurrido más de una vez en la historia. Está ocurriendo ahora con el movimiento Occupy.
En otras palabras, si no está vinculada a la perspectiva de la toma del poder por parte de la clase obrera, la cuestión de la huelga general es simplemente demagogia vacía.
Entonces, ¿qué pasó con los anarcosindicalistas en Francia en la práctica? En 1914, tan pronto como Francia entró en la Primera Guerra Mundial, los dirigentes anarco-sindicalistas sindicales de inmediato abandonaron sus bellas palabras acerca de una huelga general y entraron en un gobierno de coalición con los partidos burgueses, la Unión Sagrada (L’Union Sacrée), que jugó un papel rompehuelgas durante la guerra.
Este contraste entre la teoría y la práctica, entre las palabras y los hechos, fue absolutamente típico de la historia del anarquismo desde su inicio y tuvo sus consecuencias más trágicas en España en el período revolucionario de la década de los 30.
El anarquismo en España
En España, los anarquistas tenían detrás de ellos a la flor y nata de la clase obrera. En sus filas había muchos luchadores de la clase valientes y dedicados. El sindicato anarquista, la CNT, era con diferencia la mayor organización de los trabajadores en España. Los trabajadores anarquistas se destacaban por su coraje y combatividad. Sin embargo, la revolución española de 1931-37 demostró la total bancarrota del anarquismo como guía para los trabajadores en el camino hacia una sociedad socialista.
En el verano de 1936, cuando Franco declaró un levantamiento militar fascista contra la República, los trabajadores de Barcelona, en su mayoría organizados en la CNT, tomaron por asalto los cuarteles del ejército. Armados sólo con armas improvisadas, aplastaron a los fascistas antes de que pudieran unirse al golpe de Franco. Con esta valiente acción impidieron la victoria de los fascistas en 1936. Como resultado de esta insurrección, los obreros anarquistas tenían el control completo de Barcelona. Eligieron a los comités para dirigir las fábricas bajo control obrero y establecieron milicias obreras. El viejo estado burgués había dejado de existir. El único poder era el de la clase obrera.
Hubiera sido muy fácil para elegir delegados de las fábricas y las milicias a un comité central, que podría haber proclamado un gobierno obrero en Cataluña, apelando a los obreros y campesinos en el resto de España a seguir su ejemplo.
Pero la dirección de los anarquistas no lo hizo, sino que se negó a formar un gobierno obrero en Cataluña cuando tuvo la oportunidad. Incluso cuando Lluís Companys, el presidente del viejo Gobierno burgués de Cataluña (la Generalitat), los invitó a tomar el poder, se negaron a hacerlo. Esto fue fatal para la revolución. Poco a poco, la burguesía y los estalinistas reconstruyeron el viejo poder estatal en Cataluña, y lo utilizaron para desarmar a las milicias populares y aplastar los elementos de poder obrero.
Y entonces, ¿qué hicieron los dirigentes anarquistas? Las mismas damas y caballeros que se habían negado anteriormente a formar un gobierno obrero más adelante entraron en el gobierno burgués y ayudaron a hacer naufragar la revolución. En realidad hubo ministros anarquistas en el gobierno burgués nacional en Valencia y en el gobierno regional de Cataluña. En la práctica, la dirección de la CNT sirvió como un “tapadera roja” para el gobierno burgués. Estas acciones contribuyeron poderosamente a la derrota de la revolución española, y el pueblo de España pagó el precio con cuatro décadas de barbarie fascista.
Esto no fue la consecuencia de unas pocas “manzanas podridas” en la dirección anarquista, sino que se deriva de las debilidades inherentes en la teoría y la práctica anarquistas. Sin una firme brújula teórica que te guie a través de la tormenta y la tensión de una revolución, las decisiones se improvisan sobre la marcha. El “pragmatismo” y la demagogia vacía dominan. Y sin una estructura organizativa fuerte, centralizada, democrática y responsable ante la base, los dirigentes no están bajo el control de la militancia y la organización no puede actuar como un todo unido, y por ello más potente.
Hubo una notable excepción a la regla, y fue José Buenaventura Durruti, un luchador revolucionario extraordinario que organizó un ejército basado en las milicias obreras. Este ejército entró en Aragón y libró una guerra revolucionaria contra el fascismo, convirtiendo cada pueblo en un bastión de la revolución. Pero Durruti sólo pudo lograr estas cosas en la medida en que rompió con los viejos dogmas de los anarquistas y en la práctica se acercó al marxismo revolucionario – al bolchevismo.
Aunque los trabajadores de base anarquistas eran, sin duda, sinceros y valientes, el balance de toda la experiencia histórica del anarquismo fue completamente negativo. Por eso hoy, el anarquismo ha sido casi totalmente erradicado como una tendencia en el movimiento obrero, y sobrevive sólo en los márgenes del movimiento estudiantil y de protesta, donde sólo sirve para sembrar la confusión, como veremos más adelante.
El anarquismo en el movimiento anti-capitalista
¿Qué efecto tiene la teoría y la práctica del anarquismo en el movimiento anti-capitalista?
El primer problema es la negativa a aceptar la toma de decisiones por mayoría. Es una proposición elemental de la democracia que la minoría debe aceptar la decisión de la mayoría. Los anarquistas se oponen a esto, ya que, para ellos representa la “tiranía” de la mayoría sobre la minoría.
Por desgracia, ya que rara vez es posible en cualquier colectivo lograr el 100% de satisfacción para todo el mundo, siempre habrá alguien que no esté satisfecho si su particular punto de vista no es aceptado por la mayoría. ¿Pero cuál es la alternativa? La única alternativa es la política del consenso. ¿Qué significa esto en la práctica?
Si hay, por ejemplo, un centenar de personas en una asamblea, y 99 votos en favor de una proposición, y sólo una persona vota en contra, ¿que debería ocurrir? De acuerdo con el principio democrático, el punto de vista de los 99 gana y la persona disidente acepta la decisión. Él o ella no está obligada a cambiar sus puntos de vista, y podrá reservarse el derecho a seguir defendiendo su punto de vista y tratar de conseguir que la mayoría cambie de opinión. Pero mientras tanto, la decisión de la mayoría se mantiene.
Además de tener sentido desde el punto de vista estrictamente democrático, este procedimiento tiene la ventaja de que nos permite pasar de la discusión a la acción. Esto es en el fondo una cuestión de clase. El procedimiento democrático es bien conocido por trabajadores y sindicalistas. Se puede ver en cada huelga. La disciplina que se impone a los trabajadores a través del sistema capitalista – a través de la división del trabajo y la reglamentación de la producción – es la misma disciplina que los trabajadores usan contra los empresarios a través de la organización en sindicatos y partidos políticos de la clase trabajadora.
En contraste con los trabajadores, las clases medias están acostumbradas a los métodos individualistas y tienen una mentalidad individualista. Una asamblea de los estudiantes puede debatir durante horas, días y semanas sin llegar nunca a una conclusión. Disponen de mucho tiempo y están acostumbrados a ese tipo de cosas. Sin embargo, una asamblea masiva de fábrica es un asunto totalmente diferente. Antes de una huelga, los trabajadores discuten, debaten, y escuchan opiniones diferentes. Pero al final del día, la cuestión debe decidirse. Se pone a votación y la mayoría decide.
Esto es claro y evidente para cualquier trabajador. Y nueve de cada diez veces, la minoría voluntariamente acepta la decisión de la mayoría. Una vez que la decisión de huelga se ha tomado, todos los trabajadores la acatan. En la mayoría de los casos, incluso los que argumentaron en contra de una huelga la van a apoyar, e incluso desempeñar un papel activo en los piquetes.
¿Qué pasa con el método anarquista del consenso? En la práctica esto significa que si una sola persona no está de acuerdo, no se puede llegar a ninguna decisión. Esto significa la tiranía de la minoría sobre la mayoría, cuyos derechos están siendo negados. Incluso puede significar la dictadura de un solo individuo, todo lo contrario de la democracia desde cualquier punto de vista. Esto no tiene absolutamente nada que ver con la democracia o el socialismo, sino que es una clara expresión de individualismo y el egoísmo pequeñoburgués.
Para ver a dónde puede conducir este método, volvamos al ejemplo de una huelga. Siempre hay unos pocos individuos que tratarán de ir a trabajar a pesar de que sus compañeros de trabajo han decidido paralizar la producción. Se quejan de que sus derechos individuales han sido violados por la “tiranía de la mayoría”. Esta es la misma lógica detrás de la llamada legislación del “derecho al trabajo”. La prensa burguesa siempre les presenta como “luchadores por la libertad y los derechos del individuo.” Los trabajadores, sin embargo, tienen otro nombre para estos grandes individualistas: se les llama traidores de la clase y esquiroles.
Aquí, en pocas palabras, tenemos que la diferencia entre el punto de vista proletario-revolucionario, basado en la voluntad colectiva de los trabajadores, y el punto de vista del individualismo pequeñoburgués.
Una receta para la impotencia
La experiencia reciente del movimiento de protesta ofrece muchos ejemplos del papel negativo de los métodos anarquistas. Para ilustrar este punto en concreto, he tomado una muestra aleatoria de comentarios escritos por los participantes en el movimiento Occupy, todos ellos de la página web Reddit.
Un participante escribió: “Así que fui a nuestra reunión local de Ocupar Wall Street que se llama Ocupar Victoria ‘. Allí descubrí que los anarquistas no son capaces ni organizar una manera de salir de una caja, aunque su vida dependiera de ello. “
Otra persona dijo lo siguiente: “A pesar de ser dirigido por un comité auto-nombrado, el grupo local de Ocupar Wall Street funciona sobre la base de lo que ellos llaman ‘toma de decisiones basada en el consenso’ que es donde si una sola persona no está de acuerdo entonces puede descarrilar toda la conversación y continuar debatiendo, debatiendo, debatiendo hasta que todos estén de acuerdo.
“En otras palabras: La dictadura del mínimo común denominador.
“Se tardó una hora y media antes de que nadie fuera informado de lo que estábamos incluso pensando en hacer este sábado. Hasta que fuimos informados al azar / por accidente, de lo que estaba pasando, tuvimos un desfile interminable de discursos pelusa ultra-izquierdistas, los ‘momentos de silencio para reflexionar sobre nuestros sentimientos’, debatiendo sobre si debemos o no permitir tomar fotografías, discusiones sobre el papel de la policía, sobre si deberíamos o no apoyar de manera oficial una declaración en solidaridad con los pueblos de las primeras naciones, etc .. fue un desastre total y una pérdida de tiempo y en las 2 horas que estuvimos allí, en esencia no se logró nada excepto que se repartieron algunos carteles para que la gente que los pegara.
“La única decisión concluyente a la que llegamos fue que ‘continuaríamos la discusión en el sitio web’.”
Este es un ejemplo típico de cómo la “política de consenso” sirve para paralizar el movimiento de protesta, para reducirlo a un mero mentidero y evitar dar un solo paso adelante. Simplemente porque que un pequeño grupo no está satisfecho, la reunión está condenada a dar vueltas y vueltas en círculos: “¡Tenemos que discutir más! ¡Tenemos que discutir más! “ Y como resultado en realidad nunca hacemos nada. Es como un hombre que trata de saciar su sed bebiendo agua salada.
Otra persona hizo la siguiente observación: “Uno de los problemas con el consenso es que en realidad se encubre las opiniones disidentes. Debido a que todo el mundo debe estar de acuerdo, o por lo menos fingir estar de acuerdo, no se puede continuar expresando claramente puntos de vista discrepantes, por temor a molestar el “consenso”. Se termina por convertirse en una guerra de desgaste – a ver quien está dispuesto a aguantar más tiempo a su posición – y necesariamente aleja a un número cada vez mayor de personas, ya que la mayoría de la gente no tiene tiempo ni ganas de aguantar este tipo de procesos.
“En la práctica, el consenso termina siendo la dictadura de la minoría, – a veces una minoría de uno -sobre la mayoría. Es completamente antidemocrático y entorpece la organización y el desarrollo político.
“Permite que un par de personas descarrilen el proceso. En la democracia se pueden escuchar todas las voces, pero que una pequeña minoría esté en desacuerdo de manera vehemente no es un argumento para que se les de la prerrogativa de detener la toma de decisiones.
“Además, si una o dos personas tienen una fuerte objeción ética a una propuesta, eso sugiere una diferencia de principio con el grupo más amplio, que plantea la cuestión de si es lógico que ellos pertenezcan a ese grupo en primer lugar. “
Frustración
Este tipo de cosas, naturalmente, genera frustración entre aquellos para quienes el movimiento de protesta debe ser más que una tertulia. Lamentablemente, la experiencia será muy familiarizar para muchos de los participantes en el movimiento de protesta. Aquí hay otro relato, esta vez de Florida:
“Es exactamente lo mismo con Ocupar Florida. El administrador auto-nombrado / voluntario que dirige el grupo de Facebook de la sección local de este movimiento sin dirigentes habla por todo el grupo, y la ideología de este dictador es que el problema se reduce al corporativismo. El capitalismo ni siquiera se discute como posible culpable.
“Yo interrumpí diciendo: ‘Es el sistema, estúpido. Lo siento, pero no creo que combatir el corporativismo es suficiente cuando… “
“El dictador responde con: ‘¡No me llames estúpido! Y después no te disculpes…‘”
Estas contradicciones sangrantes son reconocidas por los anarquistas honestos, como muestra el siguiente comentario:
“Soy anarquista y estoy totalmente de acuerdo contigo. Yo tuve exactamente la misma experiencia en una protesta local. Pasamos más de dos horas discutiendo la formación de grupos de trabajo, y la mayor parte de la discusión fue una meta-discusión sobre cómo debemos discutir la formación de grupos de trabajo. Al final, se me acabó el tiempo y tuve que irme, y en realidad estaba casi contento de tener que irme porque ese proceso de organización era como extraer una muela.”
Otro usuario de Reddit dio rienda suelta a la sensación de frustración que sienten muchos: “¿Todos los grupos anarquistas son así de puñeteramente inútiles? ¿Alguien más tuvo una experiencia similar?»
El punto de la democracia es justamente el gobierno de la mayoría. Como alguien con ingenio observó: “Si todo el mundo debe estar de acuerdo en todo, tal vez deberíamos cambiar el lema a: “¡Somos el 100%!” Con todas sus limitaciones, el sistema democrático es el único que permite una verdadera participación de las masas. Tiene que haber un debate pleno y libre, en el que se exprese libremente cada punto de vista. Pero a riesgo de degenerar en una mera tertulia, el debate debe terminar en una votación en la que la mayoría debe decidir, y la minoría debe aceptar la decisión de la mayoría.
La imposición del consenso conduce inevitablemente a la inacción, la frustración, la pérdida de tiempo y, finalmente, a un abandono de la participación. Muchas personas que participaron de las primeras reuniones de Occupy se alejan y abandonan los comités organizadores, ya que se sienten frustrados con los debates y discusiones interminables que no van a ninguna parte.
Los métodos que parecían tan democráticos, que supuestamente iban a incentivar la máxima participación, al final sólo consiguen alejar a la gente y debilitar el movimiento. Es necesario un método diferente, un método auténticamente democrático que permita a todos expresar su opinión libremente, pero que al final del día conduzca a decisiones claras y acciones positivas.
Camarillas autoproclamadas
El bolchevique ruso Bujarin bromeó una vez que el anarquismo tiene dos reglas: la primera regla es que no se debe formar un partido, la segunda regla es ¡que nadie tiene que obedecer la primera regla! Aunque, en teoría, estos métodos anarquistas son ultra-democráticos, en la práctica producen la peor clase de la burocracia: el gobierno de las camarillas autoproclamadas. El carácter contradictorio de esta posición está claro incluso para los elementos más reflexivos entre los anarquistas:
“Soy anarquista y estoy de acuerdo con la crítica de la toma de decisiones por consenso. Permitir que todos los miembros de un grupo grande tengan un derecho de veto es paralizante. Asambleas de masas, sobre todo sin un orden del día bien establecido, tienden a desviarse del tema.
“He estado en reuniones de activistas compuestas en su mayoría por anarquistas, en las que se utilizó el consenso en la toma de decisiones. Hubo problemas, pero el grupo trató por todos los medios estar al corriente de estas cuestiones y se las arregló para hacer las cosas. Aprendí una serie de cosas de esta experiencia.
“Aunque obviamente, no había dirigentes oficiales del grupo, surgió una dirección de facto de 3 personas, que dominaron el discurso y la toma de decisiones, simplemente por ser más viejos, más experimentados, y con más confianza. Había incluso una persona (un hombre blanco, sorpresa, sorpresa) que particularmente dirigía el grupo. Se dramatizó mucho al respecto de esto, y yo estaba realmente feliz de que la gente estuviera dispuesta a discutir los efectos de la raza, clase y género en la toma de decisiones y el liderazgo, pero sin embargo el grupo se derrumbó debido a todo el descontento.
“Este era un grupo de 9 personas, e incluso para esa cantidad limitada de personas había muchas dificultades para conseguir trabajar juntos a través de la toma de decisiones por consenso. Parecía como si un montón de cosas se aprobaban, simplemente porque los miembros más jóvenes, menos seguros estaban demasiado nerviosos como para objetar o para detener una decisión. Una vez más, los aplaudo por tratar de ser conscientes de estos problemas, pero los problemas persistieron, a menudo ocultos a excepción de comentarios en pequeños grupos de miembros.”
Los métodos anarquistas de organización, invariablemente, se convierte en su contrario. La tendencia “antilíder, “anti-centralista” y “anti-burocrática” resulta ser el sistema más burocrático y antidemocrático de todos. Hemos visto esto muchas veces. Detrás de la aparentemente democrática anarquía de una asamblea sin forma, sin reglas, sin estructura, y (teóricamente) sin dirigentes siempre hay alguien que toma decisiones. Pero este “alguien” no es elegido por nadie, ¿”Elecciones? ¿Por mayoría de votos? !Dios nos libre! “ – Y por lo tanto no es responsable ante nadie.
Detrás de las escenas, estos tipos de organización “no burocráticas” están dirigidas por camarillas autoproclamadas de individuos (muy a menudo anarquistas). Esto, en la práctica, es la peor forma de la burocracia – una burocracia irresponsable que puede hacer lo que le gusta porque no hay un método democrático formal de control. La cuestión del Estado es uno de los puntos que tradicionalmente han dividido el marxismo y el anarquismo. ¿Qué es el estado? El marxismo explica que el Estado es producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase en la sociedad. Surge dónde, cuándo, y en la medida que los antagonismos de clase no pueden conciliarse. Al mismo tiempo, la propia existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.
El estado
Resumiendo su análisis histórico del estado, Federico Engels dijo:
“Así, pues, el Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la sociedad; tampoco es “la realidad de la idea moral”, “ni la imagen y la realidad de la razón”, como afirma Hegel. Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del “orden”. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado.” (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado)
El Estado moderno es un monstruo burocrático que devora una cantidad colosal de la riqueza producida por la clase obrera. Los marxistas y los anarquistas están de acuerdo que el Estado es un instrumento de opresión monstruoso que debe ser eliminado. La pregunta es: ¿Cómo? ¿Por parte de quién ¿Y qué lo reemplazará? Esta es una cuestión fundamental para cualquier revolución. En un discurso sobre el anarquismo durante la Guerra Civil Rusa, Trotsky resumió muy bien la posición marxista sobre el Estado:
“La burguesía dice: no toqueis el poder del Estado, es el sagrado privilegio hereditario de las clases educadas. Pero los anarquistas dicen: no lo toqueis, ya que es un invento infernal, un aparato diabólico, no hay que tener nada que ver con él. La burguesía dice, no lo toqueis, es sagrado. Los anarquistas dicen: no lo toqueis, porque es pecado. Ambos dicen: no lo toqueis. Pero nosotros decimos: no os conformeis con tocarlo, tomadlo en vuestras manos, y ponedlo a trabajar en vuestro propio interés, por la abolición de la propiedad privada y la emancipación de la clase obrera”. (Leon Trotsky, How The Revolution Armed, Vol. 1, 1918. Londres: New Park, 1979)
El marxismo explica que el Estado, en última instancia, se compone de cuerpos de hombres armados: el ejército, la policía, los tribunales y las cárceles. Es un instrumento de la clase dominante para la opresión de otras clases. Contra las ideas confusas de los anarquistas, Marx argumentó que los trabajadores necesitan un estado para vencer la resistencia de las clases explotadoras. Pero ese argumento de Marx ha sido distorsionado tanto por la burguesía como por los anarquistas.
La Comuna de París de 1871 fue uno de los episodios más grandes y más inspiradores de la historia de la clase obrera. En un gran movimiento revolucionario, la clase obrera de París sustituyó al Estado capitalista con sus propios órganos de gobierno y mantuvo el poder político hasta su caída unos meses más tarde. Los trabajadores parisinos lucharon, en circunstancias extremadamente difíciles, para poner fin a la explotación y la opresión, y reorganizar la sociedad sobre una base completamente nueva.
La Comuna fue un episodio glorioso en la historia de la clase obrera mundial. Por primera vez, las masas populares, con los trabajadores a la cabeza, derrocaron al viejo Estado y por lo menos comenzaron la tarea de transformar la sociedad. Sin un plan claramente definido de acción, dirección ni organización, las masas mostraron un asombroso grado de valentía, iniciativa y creatividad. Sin embargo, en último análisis, la falta de una dirección audaz y con visión de futuro y un programa claro condujo a una terrible derrota.
Marx y Engels siguieron los acontecimientos en Francia muy de cerca y se basaron en esa experiencia para establecer su teoría de la “dictadura del proletariado”, que es simplemente un término más preciso científicamente para “el dominio político de la clase obrera.” Marx y Engels hizo un balance exhaustivo de la Comuna, destacando sus avances, así como sus errores y deficiencias. Estos pueden casi todos se remontan a los fallos de la dirección. Los dirigentes de la Comuna eran un grupo mixto, que iba desde una minoría de marxistas a elementos que estaban más cerca de reformismo y el anarquismo. Una de las razones del fracaso de la Comuna fue que no se lanzó una ofensiva revolucionaria contra el gobierno reaccionario que se había instalado en Versalles. Esto le dio tiempo a las fuerzas contrarrevolucionarias para reagruparse y atacar París. Más de 30.000 personas fueron masacradas por la contrarrevolución. La Comuna fue enterrada literalmente bajo un montón de cadáveres. Resumiendo la experiencia de la Comuna de París, Marx y Engels explicaron:
“La Comuna ha demostrado, sobre todo, que ‘la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines’” (Prefacio a la edición alemana de 1872, El Manifiesto Comunista)
¿Estalinismo o comunismo?
La burguesía y sus apologistas quieren confundir a los trabajadores ya los jóvenes, tratando de identificar la idea del comunismo con el monstruoso régimen burocrático y totalitario de la Rusia estalinista. “¿Quieres el comunismo? ¡Aquí está! ¡Eso es el comunismo! ¡El Muro de Berlín es el comunismo! ¡Hungría 1956 es el comunismo! ¡Los gulags soviéticos son el comunismo! “ Por desgracia, los anarquistas también se hacen eco de estos argumentos.
Esto es una calumnia estúpida. El estado obrero establecido por la Revolución Bolchevique no fue ni burocrático ni totalitario. Por el contrario, antes de que la burocracia estalinista usurpara el control de las masas, era el Estado más democrático que jamás haya existido. Los principios básicos del poder soviético no fueron inventados por Marx o Lenin. Se basaban en la experiencia concreta de la Comuna de París, elaborados posteriormente por Lenin.
Las condiciones básicas para la democracia de los trabajadores fueron expuestos en una de las obras más importantes de Lenin: El Estado y la Revolución. Aquí se establecen las siguientes condiciones para un estado obrero, para la dictadura del proletariado en sus inicios:
- Elecciones libres y democráticas con derecho a revocación de todos los cargos públicos.
- Ningún cargo público puede recibir un salario más alto que un trabajador cualificado.
- No al ejército permanente o fuerza de policía, sino el pueblo en armas.
Gradualmente, todas las tareas administrativas deben ser realizadas por todos. “Cada cocinero debe ser capaz de ser primer ministro – Cuando todo el mundo es un ‘burócrata’, por turnos, nadie es un burócrata”.
Estas fueron las condiciones que Lenin estableció, no para el socialismo o el comunismo desarrollados, sino para el primer periodo de un estado obrero – el período de la transición del capitalismo al socialismo.
La transición hacia el socialismo – una forma superior de sociedad basada en la verdadera democracia y la abundancia para todos – sólo puede lograrse mediante la participación activa y consciente de la clase obrera en la gestión de la sociedad, de la industria y del Estado. No es algo que capitalistas de buen corazón o mandarines burocráticos tengan la amabilidad de conceder a los trabajadores desde arriba. Toda la concepción de Marx, Engels, Lenin y Trotsky se basaba en este hecho.
Bajo Lenin y Trotsky, el Estado soviético fue construido para facilitar la incorporación de los trabajadores a las tareas de control y contabilidad, para asegurar el progreso ininterrumpido de la reducción de las “funciones especiales” de la burocracia y del poder del Estado. Se establecieron limitaciones estrictas sobre los salarios, el poder y los privilegios de los funcionarios con el fin de evitar la formación de una casta privilegiada.
Los soviets de diputados obreros y soldados eran asambleas electas compuestas, no de políticos profesionales y burócratas, sino de trabajadores, campesinos y soldados comunes y corrientes. No era un poder ajena sobre la sociedad, sino un poder basado en la iniciativa directa de los de abajo. Sus leyes no eran como las leyes dictadas por un poder estatal capitalista. Era un tipo completamente diferente de poder del que generalmente existe en las repúblicas parlamentarias democrático-burguesas del tipo que aún prevalece en los países avanzados de Europa y América. Este poder era del mismo tipo que la Comuna de París de 1871.
Como explicó Lenin:
“Las características fundamentales de este tipo [de poder] son:
- La fuente de poder no es una ley previamente discutida y promulgada por el parlamento, sino la iniciativa directa del pueblo desde abajo, en sus áreas locales – “toma” directa, para usar la expresión actual;
- El reemplazo de la policía y el ejército -instituciones divorciadas del pueblo y dispuestas contra el pueblo- por el armamento directo de todo el pueblo; el orden bajo tal poder es mantenido por los obreros y campesinos armados mismos, por el pueblo armado mismo;
- Los funcionarios, la burocracia, son igualmente reemplazados por el gobierno directo del pueblo o al menos ubicados bajo control especial; ellos no sólo serán funcionarios elegidos sino que también serán sujetos a revocación a la primera demanda del pueblo; ellos son reducidos a la posición de simples agentes; de grupo privilegiado con “empleos” remunerados en una alta y burguesa escala, se convertirán en trabajadores de una especial “rama del servicio”, cuyas remuneraciones no excederán el pago ordinario de un obrero competente.
“Esto, y esto solo, constituye la esencia de la Comuna de París como un tipo especial de Estado.» (Lenin, El poder dual, Abril 1917)
Lenin hizo hincapié en que el proletariado sólo necesita un Estado que es “organizado de tal modo, que comience a extinguirse inmediatamente y que no pueda sino extinguirse” Un auténtico Estado de los trabajadores no tiene nada en común con el monstruo burocrático que existe hoy, y mucho menos el que existía en la Rusia estalinista.
La primera Unión Soviética no era, de hecho, un estado en absoluto en el sentido de que normalmente lo entendemos, sino sólo la expresión organizada del poder revolucionario de los trabajadores. Para usar la frase de Marx, se trataba de un “semi-Estado”, un estado diseñado de tal manera que eventualmente se extinguiría y se disolvería en la sociedad, dando paso a la administración colectiva de la sociedad para el beneficio de todos, sin fuerza ni coerción. Eso, y sólo eso, es la auténtica concepción marxista de un estado obrero.
¿Violencia o no-violencia?
La cuestión del Estado, naturalmente, está vinculada a la cuestión de la violencia. La clase dominante tiene a su disposición un vasto aparato de coerción: el ejército, la policía, los servicios de inteligencia, los tribunales, las prisiones, los abogados, jueces y funcionarios de prisiones. Muchos de los manifestantes han recibido recientemente una valiosa educación en la teoría marxista del Estado – en el extremo de la porra de un policía.
Esto no debería sorprendernos. La historia demuestra que ninguna clase dominante jamás renuncia a su riqueza, poder y privilegios sin una lucha, lo que por lo general significa una lucha sin tabúes. Cada movimiento revolucionario se van a enfrentar a este aparato de represión estatal.
¿Cuál es la actitud de los marxistas hacia la violencia? La burguesía y sus defensores siempre acusan a los marxistas de promover la violencia. Esto es muy irónico, teniendo en cuenta los vastos arsenales de armas que la clase dominante ha acumulado, los ejércitos de soldados fuertemente armados, policías, cárceles, y así sucesivamente. La clase dominante no es en absoluto contraria a la violencia per se. De hecho, su gobierno se basa en la violencia en muchas formas diferentes. La única violencia que la clase dominante aborrece es cuando las masas pobres, oprimidas y explotadas tratan de defenderse de la violencia organizada del Estado burgués. Es decir, está en contra de cualquier acto de violencia dirigido contra su dominio de clase, poder y propiedad.
No hace falta decir que nosotros no abogamos por la violencia. Estamos dispuestos a utilizar hacer todas y cada una de las posibilidades que nos da la democracia burguesa. Pero no debemos hacernos ilusiones. Por debajo de la fina capa de democracia está la realidad de la dictadura de los bancos y las grandes corporaciones.
Mientras que a la gente se le dice que puede decidir democráticamente la dirección del país a través de elecciones, en realidad, todas las decisiones importantes son tomadas por los consejos de administración. Los intereses de un puñado de banqueros y capitalistas tienen un peso mucho mayor que los votos de millones de ciudadanos de a pie.El verdadero significado de la democracia burguesa formal es el siguiente: cualquier persona puede decir (más o menos) lo que le parezca, siempre y cuando las grandes empresas decidan lo que realmente sucede.
Esta dictadura de las grandes empresas normalmente se oculta detrás de una máscara sonriente. Pero en los momentos críticos, la máscara sonriente de la “democracia” se desliza para revelar la cara fea de la dictadura del Capital. La pregunta es si nosotros, el pueblo, tenemos el derecho a luchar contra esta dictadura y tratar de derrocarla.
La respuesta se dio hace mucho tiempo cuando el pueblo estadounidense se levantó, armas en mano, para defender sus derechos contra la tiranía de la Corona Inglesa. Está consagrado en la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense, que defiende el derecho del pueblo a portar armas como una garantía de la libertad. Los “padres fundadores”, defendieron los derechos de los pueblos a la insurrección armada contra un gobierno tiránico. La Constitución de New Hampshire de 1784 nos dice que “la no-resistencia contra el poder arbitrario, y la opresión, es absurda, servil y destructiva del bien y la felicidad de la humanidad.”
Cada revolución en la historia – incluyendo la Revolución Americana – demuestra la exactitud de las palabras de Marx cuando escribió que “la fuerza es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva.” Sin embargo, en la declaración programática primera del marxismo, los Principios del Comunismo, Engels escribió lo siguiente:
“XVI. ¿Será posible suprimir por vía pacífica la propiedad privada?
“Sería de desear que fuese así, y los comunistas, como es lógico, serían los últimos en oponerse a ello. Los comunistas saben muy bien que todas las conspiraciones, además de inútiles, son incluso perjudiciales. Están perfectamente al corriente de que no se pueden hacer las revoluciones premeditada y arbitrariamente y que éstas han sido siempre y en todas partes una consecuencia necesaria de circunstancias que no dependían en absoluto de la voluntad y la dirección de unos u otros partidos o clases enteras. Pero, al propio tiempo, ven que se viene aplastando por la violencia el desarrollo del proletariado en casi todos los países civilizados y que, con ello, los enemigos mismos de los comunistas trabajan con todas sus energías para la revolución. Si todo ello termina, en fin de cuentas, empujando al proletariado subyugado a la revolución, nosotros, los comunistas, defenderemos con hechos, no menos que como ahora lo hacemos de palabra, la causa del proletariado. “. (Engels, Principios del comunismo.)
El hecho es que una vez que la clase obrera se organiza y moviliza para cambiar la sociedad, ningún Estado, el ejército o la policía la puede detener. Nueve de cada diez veces, cualquier tipo de violencia que surge durante una situación revolucionaria la inicia la clase dominante, desesperada por mantenerse en el poder. Por lo tanto, el peligro de la violencia es inversamente proporcional a la voluntad de la clase obrera a luchar para cambiar la sociedad. Como los antiguos romanos solían decir: Si vis pacem para bellum, si quieres la paz, prepárate para la guerra.
Sin embargo, eso no quiere decir que abogamos por actos esporádicos de violencia por parte de grupos o individuos: disturbios sin sentido, rotura de escaparates, incendios, etc Este tipo de cosas a veces reflejan la ira genuina y la frustración de la gente, especialmente los jóvenes desempleados y desposeídos, contra la pura injusticia de la sociedad de clases. Pero este tipo de acciones no conducen a nada positivo. Se limitan a alienar a las capas más amplias de la clase obrera y dar a la clase dominante una excusa para dar rienda suelta a toda la fuerza del Estado, con el fin de aplastar al movimiento de protesta en su conjunto.
Hay una fuerza en la sociedad que es mucho más fuerte incluso que el Estado o ejército más poderosos, es decir el poder de la clase obrera, una vez que se organiza y moviliza para cambiar la sociedad. ¡No gira una rueda, no suena un teléfono, ni brilla la luz de una bombilla sin el permiso de la clase obrera! Una vez que este enorme poder se moviliza, no hay fuerza en la tierra que pueda detenerlo.
Existen poderosas organizaciones sindicales que serían más que capaces de acabar con el capitalismo, si los millones de trabajadores que representan fueran movilizados con ese fin. El problema, una vez más, se reduce a un problema de dirección de la clase obrera y sus organizaciones.
¿Qué hacer?
La dirección de las organizaciones de masas, comenzando con los sindicatos, se encuentra en un lamentable estado por todas partes. Se abre un panorama no sólo de grandes batallas, sino también de derrotas de la clase obrera como resultado de la mala dirección. Es comprensible que algunos jóvenes, repelidos por el papel de la dirección actual, mire a las ideas anarquistas como una solución.
En la mayoría de los casos, sin embargo, quienes se describen como anarquistas no tienen conocimiento alguno de las teorías o de la historia del anarquismo. Su anarquismo no es realmente anarquismo en absoluto, sino una reacción saludable contra la burocracia y el reformismo. Cuando dicen: “!estamos en contra de la política!” lo que quieren decir es: “!estamos en contra de las políticas existentes, que no representan las opiniones de la gente común!” Cuando dicen: “!no necesitamos partidos ni dirigentes!” quieren decir: “no necesitamos los partidos y dirigentes políticos actuales que están alejados de la sociedad y sólo defienden sus propios intereses y los de los ricos que les respaldan”.
Este “anarquismo” es en realidad sólo la cáscara externa de un bolchevismo inmaduro, del marxismo revolucionario. Estos son jóvenes sinceros que desean transformar la sociedad con todo su corazón. Muchos de ellos llegarán a comprender las limitaciones de las ideas anarquistas y los métodos y buscarán una alternativa revolucionaria más eficaz. La falta de una dirección adecuado y un programa claro de acción ya se está sintiendo por parte de un número creciente de activistas en el movimiento Occupy.
A través de la experiencia dolorosa, la nueva generación de trabajadores y jóvenes está empezando a comprender la naturaleza de los problemas a los que se enfrentan y poco a poco empieza a entender la necesidad de soluciones radicales. Los mejores elementos están empezando a darse cuenta de que la única manera de salir del callejón sin salida es a través de la reconstrucción revolucionaria de la sociedad de arriba a abajo.
No será fácil de lograr esto, pero en cualquier caso, nada que valga la pena en la vida es fácil. El primer paso y más importante es decir que no a la sociedad existente, sus instituciones, sus valores y su moralidad. En muchos sentidos, este es el paso más sencillo. No es difícil protestar y rechazar. Pero lo que también es necesario es decir positivamente qué hay que hacer.
Esto subraya la necesidad de claridad de ideas, programas y tácticas. Los errores en la teoría, inevitablemente, conducen a errores en la práctica. Esto no es un ejercicio académico. La lucha de clases no es un juego, y la historia está llena de ejemplos donde la falta de claridad política dio lugar a las consecuencias más trágicas. España en la década de 1930 es un ejemplo de ello.
Las primeras etapas de la revolución, inevitablemente, van acompañadas por la ingenuidad y todo tipo de ilusiones. Pero estas ilusiones serán destruidas por los acontecimientos. El movimiento está procediendo por ensayo y error. Se necesita tiempo para aprender. Si ya existiera un partido marxista, con raíces en las masas y autoridad política, el proceso de aprendizaje, sin duda, sería mucho más corto, y habría menos derrotas y reveses. Pero este partido no existe todavía. Tiene que ser construido al calor de los acontecimientos.
La confusión, la falta de un programa, y el debate interminable no son un sustituto para la acción positiva. Si el movimiento Occupy quiere lograr sus objetivos, tiene que armarse con ideas claras y un programa revolucionario coherente. Eso sólo lo puede proporcionar el marxismo. Los trabajadores y los estudiantes han demostrado el ingenio y la iniciativa más tremenda. Todo depende ahora de la capacidad de los elementos más revolucionarios de los trabajadores y los jóvenes para sacar todas las conclusiones necesarias. Armados con un verdadero programa revolucionario socialista, serían invencibles.
¡Lucha por el socialismo!
¿Es realmente cierto que no hay alternativa al capitalismo? ¡No, no es cierto! La alternativa es un sistema basado en la producción para las necesidades de la mayoría y no los beneficios de unos pocos, un sistema que reemplace el caos económico y la anarquía por la planificación armoniosa, que sustituya el dominio de una minoría de parásitos ricos con el dominio de la mayoría que produce toda la riqueza de la sociedad. El nombre de esta alternativa es el socialismo.
El verdadero socialismo no tiene nada en común con la caricatura burocrática y totalitaria que existía en la Rusia estalinista. Se trata de una verdadera democracia basada en la propiedad, control y gestión de las palancas clave de las fuerzas productivas por parte de la clase obrera.
Algunos piensan que es una utopía sugerir que el género humano puede tomar el control de su propio destino y dirigir la sociedad sobre la base de un plan democrático de producción. Sin embargo, la necesidad de una economía socialista planificada no es un invento de Marx o de cualquier otro pensador. Se deduce de la necesidad objetiva. La posibilidad del socialismo mundial se deriva de las condiciones actuales del propio capitalismo. Todo lo que se necesita es que la clase obrera, que constituye la mayoría, se haga cargo de la gestión de la sociedad, expropiar los bancos y los monopolios gigantes, y movilizar el enorme potencial productivo no utilizado para empezar a resolver los problemas a los que nos enfrentamos.
Con el fin de que la humanidad puede ser libre para desarrollar todo su potencial, es necesario liberar la industria, la agricultura, la ciencia y la tecnología de las restricciones sofocantes del capitalismo. Una vez que las fuerzas productivas estén libres de estas limitaciones asfixiantes, la sociedad sería capaz de satisfacer de inmediato todas las necesidades humanas y preparar el camino para un avance gigantesco para la humanidad.
Invitamos a todos aquellos que estén interesados en la lucha para cambiar la sociedad a unirse a nosotros, a discutir, debatir nuestras diferencias, y poner a prueba la viabilidad de las ideas y programas en la práctica de la lucha de clases. Sólo de esta manera podemos poner fin a la confusión reinante y lograr la claridad ideológica y la cohesión organizativa que son necesarios para lograr la victoria final.