Editorial de «América Socialista -En Defensa del Marxismo» núm. 33 – ¿Eres comunista?

El presente número se centra en la lucha por el comunismo y pretende ofrecer una serie de lecciones importantes de la historia de la Unión Soviética y de la fracasada revolución alemana. Esto, esperamos, servirá para educar a una nueva generación de comunistas, que hoy se incorporan a la lucha.

La campaña «¿Eres comunista?” de la Corriente Marxista Internacional está dando resultados notables en todas partes.

Nuestro éxito es percibido por nuestros amigos, que naturalmente están encantados. También lo notan nuestros enemigos, cuyo disgusto aumenta enormemente porque, sencillamente, no pueden entenderlo.

Esta incomprensión no es difícil de explicar. No comprenden en absoluto la naturaleza del periodo que estamos atravesando y, en consecuencia, se encuentran en una profunda crisis.

Los reformistas y los estalinistas están en crisis. Y están unidos en su confusión desesperada a la miríada de sectas que pululan en la periferia del movimiento obrero.

Es precisamente su bancarrota ideológica la que ha metido en un lío a todos los autodenominados “realistas” de la izquierda. Su desprecio por la teoría les hace totalmente incapaces de comprender los procesos reales que operan en la sociedad y reaccionar ante ellos con eficacia.

En consecuencia, han extraído las conclusiones más pesimistas de la situación actual.

En todo este lamentable espectáculo de derrotismo, escepticismo y desmoralización, la Corriente Marxista Internacional destaca como una organización que se basa firmemente en el marxismo y el leninismo, y que presta seria atención a la teoría.

Nuestra fuerza reside en el poder de nuestras ideas. Lenin subrayó que sin teoría revolucionaria la construcción de una organización revolucionaria es imposible. Esta idea es correcta al mil por cien.

¿Qué es un comunista?

Una tendencia auténticamente revolucionaria es la que está codo con codo con los elementos más avanzados de los trabajadores y la juventud. Comparte sus experiencias, tanto las derrotas como las victorias. En esto, no somos diferentes de cualquier otro luchador de clase consecuente.

Sólo en un aspecto nos diferenciamos de todas las demás tendencias: en la claridad de nuestro programa y de nuestras perspectivas; en nuestra capacidad para comprender la naturaleza de la etapa por la que atravesamos y para prever con precisión la futura línea de marcha.

Marx y Engels lo explicaron muy clara y sucintamente en el documento fundacional de nuestro movimiento, El Manifiesto Comunista.

En la sección Proletarios y comunistas, leemos lo siguiente:

“¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general?

Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros.

No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.

Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto.

Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario.”

Revolucionarios y reformistas

Los comunistas entienden que sin la lucha diaria por avances bajo el capitalismo la revolución socialista sería imposible. La clase obrera en general sólo puede aprender de la experiencia de la lucha de clases.

Es nuestro deber desempeñar el papel más activo en esa lucha y ayudar a los trabajadores a sacar conclusiones revolucionarias de ella, ya que, en última instancia, la realización completa de la lucha por una vida mejor sólo puede lograrse mediante la toma del poder por la clase obrera y el derrocamiento de la dictadura de los bancos y los monopolios.

Como revolucionarios, nos oponemos al reformismo. Pero nuestra diferencia con los reformistas no es que ellos defiendan las reformas y nosotros no. Todo lo contrario. Lucharemos por cualquier reforma que tienda a mejorar la suerte de la clase obrera.

Nuestra crítica a los reformistas es precisamente que no llevan a cabo una lucha consecuente por las reivindicaciones más elementales de los trabajadores. Buscan pactar con la patronal, evitar el conflicto, frenar el movimiento y conciliar y rendirse a la primera oportunidad.

Internacionalismo

El Manifiesto también subraya que los comunistas son internacionalistas. El comunismo es internacional o no es nada. La lucha contra el capital trasciende todas las fronteras nacionales artificiales. Nuestra consigna es: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.

Esto es aún más necesario hoy que en la época de Marx. Defendemos la sagrada unidad de la clase obrera, por encima de todas las divisiones de nacionalidad, lengua, raza, color, sexo o religión.

Por esa razón, nos oponemos implacablemente al nacionalismo reaccionario, al racismo y también a la llamada política de identidad y a cualquier otra ideología venenosa que pretenda dividir al proletariado y desviar su atención de la lucha central: la lucha de clases para derrocar al capitalismo, que es la única manera de abolir todas las formas de opresión y explotación.

La gran Revolución de Octubre en Rusia se llevó a cabo bajo la bandera del internacionalismo proletario. Pero décadas de degeneración burocrática estalinista tuvieron un efecto fatal en los partidos comunistas a escala internacional. Los dirigentes de los partidos comunistas se apartaron de las ideas de Lenin, con resultados catastróficos.

Ahora no les queda nada del comunismo, salvo un nombre vacío. La mayoría han degenerado en meros reformistas. Esto ha provocado graves conflictos con las bases, que desean defender el verdadero comunismo. Ha llegado el momento de reclamar el retorno a una auténtica política comunista: el retorno a la política de Lenin.

Las condiciones actuales están maduras para ese cambio. La crisis mundial del capitalismo abre un nuevo y tormentoso periodo de lucha de clases que exige el retorno a una política internacionalista auténticamente revolucionaria y proletaria.

Etapas sucesivas de la revolución

El proceso revolucionario no surge de golpe, completamente armado, como Atenea de la cabeza de Zeus. Se despliega por etapas, siguiendo un proceso de aproximaciones sucesivas.

Como señala Trotsky en La Historia de la Revolución Rusa, este proceso se manifiesta en el ascenso y la caída de diferentes partidos y líderes, en los que, dice, el más radical siempre sustituye al menos radical.

La primera ola de radicalización que siguió al colapso de 2008 trajo al frente a lo que podríamos llamar los reformistas de izquierda, o al menos a algunos dirigentes que se expresaban en un lenguaje muy radical.

En Grecia, se produjo el repentino ascenso de SYRIZA y Alexis Tsipras. En el Estado español, hubo un desarrollo similar con Podemos y Pablo Iglesias. En Estados Unidos se produjo el movimiento de masas en torno a Bernie Sanders.

Y en Gran Bretaña, la elección de Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista impulsó a cientos de miles de personas a la actividad política y desquició a la burguesía, que pensó que había perdido el control del laborismo para siempre.

Las esperanzas de las masas se elevaron a las alturas, sólo para ser defraudadas. En todos los casos, a la hora de la verdad, los líderes de “izquierda” capitularon y el movimiento quedó destruido.

¿Cómo ha podido ocurrir? Por supuesto, no podemos ignorar los fallos individuales de estos líderes: su cobardía y capitulación. Pero esta no fue la verdadera razón.

En realidad, los reformistas de izquierda, por su propia naturaleza, son incapaces de llevar la lucha hasta el final. En última instancia, están de acuerdo con la derecha en el punto central: todos aceptan la inevitabilidad del capitalismo; aceptan el sistema existente.

Por esta razón, la traición es inherente a todas las variantes del reformismo, independientemente de los motivos y deseos personales de los individuos en cuestión. La capitulación de la llamada “izquierda” era, por tanto, inevitable y previsible de antemano.

La vacilación y la cobardía no son aquí una cuestión de psicología personal. Están enterradas profundamente en el ADN del reformismo de izquierdas, que siempre retrocede ante una lucha decisiva y se rinde ante la derecha.

Un periodo de selección

Los que tenían ilusiones en los reformistas de izquierda están ahora completamente desmoralizados. Se imaginan que todo está perdido y se pasan todo el tiempo lamentándose de la situación, que todos están de acuerdo en que es desesperada.

Muchos de la vieja generación están infectados por la enfermedad del escepticismo y el pesimismo, para la que no existe antídoto. En consecuencia, la mayoría de ellos no sirven para nada. Están completamente ciegos ante lo que ocurre realmente en la sociedad.

¿Cuál es entonces el verdadero significado del período que acabamos de vivir? Fue un período de preparación, en el que una capa importante de trabajadores y jóvenes pasó por la escuela del reformismo de izquierda y aprendió algunas dolorosas lecciones. Fue, por tanto, un proceso necesario de limpieza de ideas desacreditadas y de exposición despiadada de las limitaciones del reformismo de izquierda.

Pero esto estaba preparando el camino para el surgimiento de una auténtica tendencia comunista. Vemos claras pruebas de ello en muchos países, incluido Estados Unidos. Hay un número creciente de jóvenes en particular que miran más allá del reformismo de izquierdas, más allá de Bernie Sanders, más allá de Tsipras, más allá de Corbyn.

Como resultado, muchos de los jóvenes más avanzados ya no desean que se les asocie ni siquiera con la palabra “socialismo”, que identifican con una capitulación cobarde ante el sistema actual. Buscan una bandera limpia y una dedicación clara e inequívoca a la guerra de clases y a la revolución social. Quieren el comunismo, ¡nada más!

En la mayoría de los casos, han llegado a estas conclusiones instintivamente. No han leído los tres volúmenes de El Capital de Marx, o tal vez ni siquiera El Manifiesto Comunista. Pero son comunistas de alma y corazón, que desean fervientemente participar de forma activa y organizada en la lucha revolucionaria.

Sólo un pedante sin remedio se sentirá ofendido por su falta de educación marxista. Las ideas se pueden aprender fácilmente en los libros. Pero el mero aprendizaje de los libros nunca puede proporcionarnos el entusiasmo y el espíritu revolucionario, que es el alma ardiente del revolucionarismo proletario.

Se trata de un avance sumamente importante, con el que la CMI ha logrado conectar.

¿Por qué luchan los comunistas?

El período en el que hemos entrado será un período de tormenta y tensión. La situación objetiva no sólo está madura para la revolución socialista; está ya podrida. Pero debido a la debilidad del factor subjetivo, se prolongará en el tiempo, con muchos altibajos.

Habrá muchos avances y también muchas derrotas. Pero a través de todos estos acontecimientos, la clase obrera aprenderá. Se están preparando las condiciones materiales para un rápido cambio en la conciencia de las masas. Ya podemos ver pruebas de ello.

Si les pregunto por qué luchamos realmente, probablemente me responderán: luchamos por los puestos de trabajo, por la vivienda, por una buena sanidad y pensiones, etcétera.

Por supuesto, todas estas cosas son necesarias. Pero no son más que las condiciones básicas de la existencia. Ese es el primer paso para la creación de una nueva sociedad. Pero es sólo el primer paso. La verdadera transformación de la vida humana sólo se produce cuando se han conseguido estas cosas.

La polémica sobre la inteligencia artificial plantea el futuro del capitalismo en los términos más crudos. En el capitalismo, la introducción de nuevas tecnologías significará inevitablemente la destrucción de un gran número de puestos de trabajo, no sólo mecánicos, sino también de muchas ocupaciones cualificadas y semicualificadas. Amenaza el sustento de enfermeras, contables e incluso cirujanos. El resultado será una agitación social a gran escala.

Pero desde una perspectiva comunista, estas innovaciones tienen un significado totalmente distinto.

Desde hace 10.000 años, la cultura es monopolio de una ínfima minoría. La gran mayoría se ha visto reducida al papel de esclavos de una u otra forma: los “leñadores y aguadores”, por citar la Biblia.

Pero bajo un plan de producción socialista armonioso, la aplicación de la inteligencia artificial y otras nuevas tecnologías servirá para revolucionar las condiciones de vida. Se puede eliminar toda la monotonía del trabajo y reducir drásticamente la jornada laboral a un mínimo absoluto.

Esto proporcionará la base material real para lograr una auténtica emancipación de la raza humana. La reducción drástica de las horas de trabajo es la condición previa para una auténtica revolución cultural.

Por primera vez en la historia, las puertas se abrirán de par en par para que las masas puedan realmente conquistar los grandes tesoros de la cultura que les han sido escamoteados.

El gran socialista utópico francés, Charles Fourier, definió el socialismo como la realización del potencial de la raza humana. Por eso luchamos.

Nuestro objetivo es crear un paraíso en este mundo: un mundo nuevo, en el que la vida adquirirá un significado totalmente nuevo. Y por primera vez, hombres y mujeres podrán elevarse a su verdadera estatura.

Esa es la única causa por la que merece la pena luchar. Por eso somos comunistas.

Londres

9 de septiembre

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