Los descendientes de los pueblos prehispánicos, los “indios”, representan la mayoría de la población en países como Bolivia y Guatemala y minorías significativas en otros como Perú, Ecuador o Chile. La formación de los Estados nacionales de América Latina, que fue la desintegración de un territorio antes unitario repartido entre burguesías criollas gamonales, miopes y atrasadas, ha dejado sustancialmente irresuelta la “cuestión indígena”. Los indios en todos estos países representan el último peldaño de la sociedad.
Aunque los movimientos nacionalistas del siglo pasado hayan formalmente abolido el “pongueaje” (1), la servidumbre existe todavía en actividades como la zafra, la tala de árboles para madera etc., mientras en otras, particularmente la minería, los indios son utilizados como ejército industrial de reserva y sus territorios contaminados y devastados por multinacionales. Éstas son las bases materiales que permiten el surgimiento del indianismo que el actual Vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera (AGL) considerar como “la concepción más influyente en la actual vida política de Bolivia… [que] constituye el núcleo discursivo y organizativo de lo que hoy podemos denominar la “nueva izquierda” que ejerce el poder con el presidente Evo Morales”. (2)
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