Indianismo y marxismo en Bolivia

Los descendientes de los pueblos prehispánicos, los “indios”, representan la mayoría de la población en países como Bolivia y Guatemala y minorías significativas en otros como Perú, Ecuador o Chile. La formación de los Estados nacionales de América Latina, que fue la desintegración de un territorio antes unitario repartido entre burguesías criollas gamonales, miopes y atrasadas, ha dejado sustancialmente irresuelta la “cuestión indígena”. Los indios en todos estos países representan el último peldaño de la sociedad.

Aunque los movimientos nacionalistas del siglo pasado hayan formalmente abolido el “pongueaje” (1), la servidumbre existe todavía en actividades como la zafra, la tala de árboles para madera etc., mientras en otras, particularmente la minería, los indios son utilizados como ejército industrial de reserva y sus territorios contaminados y devastados por multinacionales. Éstas son las bases materiales que permiten el surgimiento del indianismo que el actual Vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera (AGL) considerar como “la concepción más influyente en la actual vida política de Bolivia… [que] constituye el núcleo discursivo y organizativo de lo que hoy podemos denominar la “nueva izquierda” que ejerce el poder con el presidente Evo Morales”. (2)

“Raza antes que clase”

La autodenominada Nueva Izquierda a la que el Vicepresidente de Bolivia hace referencia ha sido determinante en dar al indianismo un nuevo ímpetu, autoridad política y base ideológica, intentando construir un puente entre éste y el marxismo. Pero el indianismo nace y se desarrolla en el seno mismo del movimiento indígena, del que inspiró y promovió la organización política autónoma y el protagonismo que se reveló determinante en el nuevo ciclo de luchas de clases que se abrieron en Bolivia a partir, particularmente, de la segunda mitad de los años ’90.

En realidad para los indianistas radicales es incorrecto hablar de “lucha de clases”, ni siquiera de “socialismo comunitario”, expresión con la cual se quiere denominar una supuesta confluencia entre marxismo e indianismo. La perspectiva indianista es la de una lucha de emancipación nacional, de descolonización, muy bien expresada en este pasaje de La Revolución India de Fausto Reinaga, posiblemente el principal ideólogo del indianismo en el siglo pasado:

“El indio no es una clase campesina explotada; es una Nación oprimida y esclavizada. El problema del indio no es una cuestión de clase explotada, que puede ser resuelta por una revolución socialista o comunista al estilo occidental, digamos al estilo ruso o cubano; no. El indio es una Nación y como tal está oprimida por otra Nación Somos raza antes que clase”.

Reinaga, que fue militante del PIR3, del MNR (4) y fundador el Partido Indio de Bolivia, da en este pasaje una idea clara de su concepción de la Revolución India como “lucha entre civilizaciones”, animada por las corrientes más reaccionarias del mismo pensamiento europeo (Nietzsche, Splenger, el nazismo y el racismo) al que se pretende expulsar del corazón del indio. Cuando García Meza, el último y más sanguinario de los dictadores de Bolivia, tomó el poder con un golpe de estado militar un 17 de julio de 1980, Reinaga le dirigió estas palabras densas de misticismo, idealismo y ceguera política: “Ahora García Meza… puede… ser el Salvador de Bolivia, de América, de Europa….del mundo”. (5)

El movimiento indígena y el indianismo durante y después de Reinaga se ha dividió en diferentes tendencias con estrategias diferenciadas y también según el énfasis puesto en los aspectos sociales y económicos de la cuestión indígena. Mientras por ejemplo Reinaga apoyaba el golpe de García Meza, el otro cofundador del Partido Indio de Bolivia, Jenaro Flores –destacado dirigente de la CSUTCB (6) – se convertía en la clandestinidad en el primer y único indígena-campesino que haya ascendido a la dirección de la Central Obrera Boliviana. Flores y su movimiento katarista (de Túpac Katari) expresaba los problemas más marcadamente socioeconómicos de los indígenas poniendo su militancia sindical al lado del movimiento obrero al servicio de la búsqueda de una solución a los mismos.

Sin embargo en las palabras de Reinaga –que fue muy prolífico literariamente– se evidencian claramente las características propias del indianismo, que es una forma peculiar de nacionalismo que combina la reivindicación de la autodeterminación y la independencia política de las naciones o nacionalidades indígenas con una crítica radical a la civilización occidental y al Estado nación, considerado como ultimo disfraz de la misma dominación colonial iniciada con la ocupación española de América Latina.

Esta crítica reconstruye una identidad indígena basada en la idealización del pasado prehispánico, recordado como construcción autónoma de un socialismo basado en la propiedad colectiva de la tierra y el trabajo comunal que sobreviviría en las comunidades agrarias actuales. Una identidad que debe reafirmarse planteando el retorno a la organización social incaica, o a través de una hegemonía ejercida en clave anticapitalista por la civilización indígena. ¿Es este el camino para la emancipación real de los indígenas y para el socialismo?

Movimiento indígena y burguesía liberal

La lucha contra la opresión nacional indígena no pasó solo por rebeliones y levantamientos anticoloniales, sino también por intentos frustrados de negociaciones de los indígenas con las minorías criollas o de integración del movimiento indígena con el insurgente movimiento obrero. Ejemplos de aquello fueron el papel de los indígenas en la guerra por la independencia (7) o la participación del “temible Willka” en la Guerra Federal (8), la Revolución del 52, y el mismo proceso político que vive actualmente Bolivia.

La guerra por la independencia fue prontamente usurpada por una burguesía gamonal, que fundaba su poder en el latifundio y la servidumbre y cuidaba celosamente sus pequeñas parcelas de poder, preparando las bases para que los Estados nacionales que se iban conformando tras la derrota del Imperio español, capitulasen prontamente frente al imperialismo británico en primer lugar y norteamericano después.

En su famoso libro Las venas abiertas de América Latina Eduardo Galeno avanza la hipótesis que los Estados Unidos de América pudieron desarrollarse autónomamente porque al ser pobres en recursos no “actuaron nunca como agentes coloniales de la acumulación capitalista europea”(9). Sin embargo, esta teoría –solo parcialmente cierta– es incompleta. Los EEUU, al independizarse liberándose de la obligación de tributar a la potencia colonial, unificaron las enormes potencialidades económicas y sociales de un territorio inmenso.

En América Latina en cambio, una burguesía encomendera, parasita y gamonal desmembró un territorio aun más grande y poderoso, condenando a los nuevos Estados fruto de este miope egoísmo a la monoproducción, al monocultivo, a la dependencia y la guerra fratricida. Por esto hoy ninguno de los problemas de América Latina podrán realmente solucionarse sin una verdadera integración latinoamericana, que en las condiciones actuales y por el parasitismo y conservadurismo orgánico de las burguesías nacionales solo puede llevarse a cabo mediante una Federación Socialista de América Latina.

La participación indígena en la lucha anticolonial fue recompensada rápidamente despojando a los indígenas de sus tierras. En 1875, a solo 50 años de la independencia y tras un periodo tumultuoso de luchas intestinas entre distintas facciones de la clase dominante, es promulgada la Ley de Exvinculacion que impone la titulación individual de la tierra. La ley cuyo objetivo oficial era “modernizar” el agro pauperizó ulteriormente a los indígenas. Millones de hectáreas de tierra comunitaria fueron expropiados a favor de terratenientes gamonales, se destruía la red de supervivencia indígena, la comunidad agraria o ayllu, mientras que se mantenían vigentes el pongueaje y las demás formas de servidumbre.

La revolución de 1952

Será solo después de la Revolución del 52, cuando las milicias mineras derrotan al ejército regular y Bolivia vive una situación de dualidad de poderes, cuando los indígenas empiezan a ver afirmados algunos de sus derechos básicos. La Revolución acaba con el pongueaje, proclama el derecho universal al voto y a la educación, promulga una reforma agraria que rompe el latifundio y permite la titulación colectiva (comunitaria) de la tierra.

El proceso de incubación de las organizaciones sindicales y políticas del movimiento obrero había arrastrado al movimiento indígena impulsando su propia organización. Indígenas como Fausto Reinaga o Jesús Gualavisi en Ecuador, fueron parte del proceso de fundación de los partidos comunistas de los respectivos países. Elizandro Perez, fundador de la escuela de Warisata (10), fue un destacado militante del Partido Socialista Obrero Boliviano del otrora militante del Partido Obrero Revolucionario Tristán Maroff.

Posiblemente el momento más alto de la unión obreroindígena fue en el quinto congreso de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia celebrado en Atocha antes de la Revolución de 1952, en que por primera vez en la historia fueron formalmente y oficialmente invitados a participar delegados campesino-indígenas. El hecho no es motivo de sorpresa. La casi absoluta totalidad de los mineros eran y siguen siendo indígenas, miembros de comunidades “prestados” de manera temporánea o permanente al trabajo en interior mina.

La reforma agraria de 1953

Sin embargo la Revolución de 1952 no encierra solo las gestas épicas del movimiento obrero boliviano, sino también los errores de sus dirigentes sindicales y políticos. La revolución fue usurpada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario, quien trabajó conscientemente para descarrillarla y reconstruir el Estado burgués y sus estructuras (el ejército, el parlamentarismo etc.) derrotadas por las milicias mineras, con la complicidad de las vacilaciones y las equivocaciones de las direcciones de los partidos obreros.

El Partido Comunista de Bolivia defendía el carácter democrático burgués y agrario de la revolución boliviana. A pesar que algunos de sus destacados dirigentes se interesasen por los aspectos históricos, políticos y sociales de la cuestión indígena, todos quedaron aferrados al esquema estalinista de la “revolución por etapa”, según la cual era necesario primeramente un período de desarrollo democrático-burgués (capitalista) que rompiese las estructuras feudales que impregnaban la economía, la sociedad y la política, antes de poder plantear la cuestión del socialismo.

Los estalinistas bolivianos clamaban por el derecho indígena “a intervenir en forma activa dentro de los ritmos de la vida nacional” (11). Sin embargo al defender el carácter democrático-burgués de la revolución de 1952, consideraban que ésta debía limitarse a implementar la reforma agraria que incorporase a los indígenas en la vida nacional y al torbellino del desarrollo capitalista, según el mismo esquema liberal en boga en años anteriores. Por esto apoyaban al gobierno del MNR incluso cuando este los perseguía.

La reforma agraria que realizó la revolución lleva la firma de Fausto Reinaga. Pero sobre bases capitalista no solucionó ninguno de los problemas indígenas. Antes de 1953 la propiedad comunal sumaba poco más de 7 millones de hectáreas (21,92% de la superficie total) repartidas entre 3.779 ayllus, que concentraban el 4% de los propietarios. Entre 1953 y 1993 la propiedad comunal ha ascendido a 12,2 millones de hectáreas que sin embargo representan hoy el mismo 21% de la tierra atribuida al 44% de los beneficiarios. Mientras tanto la empresa agropecuaria y la pequeña propiedad concentran el 68% de la tierra. (12) La reforma agraria sobre bases capitalista no solucionó el tema de la pobreza en las comunidades, más bien ocasionó fenómenos de mercantilización y subdivisión de la tierra (microfundio). Los indígenas alejados de la posibilidad de acceder a insumos y comerciar sus productos, condenados a territorios insuficientemente productivos, fueron abandonando las áreas rurales. Todavía en 1976 el 58,26% de los habitantes de Bolivia vivían en áreas rurales, principalmente indígenas. En 2001 este porcentaje se redujo al 37,58% y ahora bordea el 30% (13). Tampoco los idiomas indígenas tuvieron reconocimiento con la excepción de logros como el de la escuela de Warisata.

La izquierda revolucionaria y la cuestión indígena

El otro principal partido de la izquierda boliviana, el Partido Obrero Revolucionario, en aquel entonces sección boliviana de la 4ª Internacional, vinculaba y sigue vinculando la solución de la cuestión indígena a la revolución social dirigida por el proletariado. Sin embargo su actuación tras victoria revolucionaria de abril de 1952 y el haber totalmente desdeñado cualquier tipo de reivindicación democrática que pudiese atraer y movilizar a los indígenas no le
permitió constituirse a los ojos de estos últimos como una alternativa seria a liberales y estalinistas.

El POR comenzó perdiendo militancia a favor del MNR y de su ala izquierda, encarnada en la figura del dirigente sindical minero Juan Lechín. En un primer tiempo su estrategia se concentró en la defensa incondicional de la revolución boliviana y de su gobierno transitorio (14), e intentos poco creíbles y practico de dotar desde afuera a la izquierda del MNR de un programa. Cuando era ya tarde lanzó una ofensiva sin una clara perspectiva política –la huelga general de 1956– que dividió al movimiento obrero y preparó la “normalización” de la COB bajo la disciplina del MNR y la definitiva derrota de la revolución con el golpe de Barrientos.

Como el propio Guillermo Lora (15) afirma el gobierno “revolucionario” del 1952 no era más que un prisionero de la COB (16). Sin embargo el POR nunca levantó la única consigna posible para solucionar a favor del movimiento obrero la situación de dualidad de poderes entre el gobierno del MNR y las milicias obreras: que todo el poder pasase a la COB para el fiel cumplimiento de su programa revolucionario, plasmado en las Tesis de Pulacayo. Tampoco dio batalla para que la COB adoptase una autentica democracia obrera basada en delegados elegidos y revocables en cualquier momento por las bases, para que fuese esta a controlar realmente a la burocracia sindical involucrada en el gobierno y no el MNR a través de la burocracia a controlar la COB. Se limitó a la presión y al asesoramiento a Lechín.

La «nueva izquierda”

El desencuentro entre marxismo e indianismo, como lo denominó Álvaro García Linera, y el giro nacionalista en el movimiento indígena ese explica en este pequeño recuento histórico. En las últimas décadas una generación de intelectuales y activistas políticos, principalmente sociólogos, ha intentado recuperar el marxismo, vituperado por los indianistas radicales, a la causa de la emancipación indígena–.

Esta generación vivió la gran derrota histórica de la Marcha por la Vida (17), el periodo de reflujo y recomposición de la clase obrera boliviana combinado con el ascenso del movimiento indígena, que pocos años después se canalizará por un lado en el Ejército Guerrillero Túpac Katari y el MIP de Felipe Quispe (18), por el otro en el Movimiento Revolucionario Túpac Katari de Liberación de Víctor Hugo Cárdenas, primer indio Vicepresidente en alianza con el MNR de Gonzalo Sánchez de Lozada. Fue natural que esta combinación de factores llevase esta nueva generación a una revisión crítica de la experiencia de la llamada “izquierda tradicional”. Sin embargo en su travesía del desierto de la desarticulación del movimiento obrero, esta generación de “neomarxistas” se perdió fácilmente persiguiendo un espejismo.

Raúl Prada Alcoreza por ejemplo describe así las diferencias entre esta Nueva Izquierda y la izquierda tradicional boliviana:

“Se puede decir que es la primera vez que un proyecto político, con características indígenas y populares, llega al poder, accede al gobierno, e intenta transformaciones estructurales. Esto no había ocurrido con el proyecto obrerista; éste no logró ser hegemónico, tampoco logró resolver el problema del poder en el campo de las fuerzas concurrentes. Ahora bien, son varios aspectos que diferencian a este nuevo proyecto anticapitalista y anticolonial del proyecto de la izquierda tradicional, incluyendo el triunfo político y la hegemonía lograda por los movimientos sociales y naciones y pueblos indígenas originarios. Estas diferencias deben interpretarse a partir de la comprensión de la constitución diferencial de sujetos; el sujeto obrero si bien logra centralidad, la centralidad minera, y ejercer el poder dual, en determinadas circunstancias, no logra ser un sujeto irradiante en toda la sociedad ni logra, como dijimos, construir una hegemonía. El sujeto indígena en realidad atraviesa toda la sociedad por la composición de la población, mayoritariamente indígena; en esta condición logra interpretar mejor la complejidad de una formación social abigarrada, replanteando la lucha anticapitalista desde la perspectiva de la guerra anticolonial.” (19)

Y Álvaro García Linera sobre la derrota histórica de la Revolución de 1952:

«Pareciera que los obreros quedaran perplejos y atemorizados ante la magnitud de la obra a acometer, dudarán de su capacidad para seguir asumiendo la conducción directa de la producción satisfactoria del porvenir, y entregarán esta responsabilidad en las élites que consuetudinariamente han desempeñado el control de la ‘política’, de la economía, del ‘país’. Que esta restauración de las jerarquías institucionales del Estado venga por obra de los propios sujetos que acaban de abrogarlas, en el fondo habla del poderío de las percepciones culturales, morales e instrumentales engendradas en el pasado y que ahora revalidan materialmente su eficacia guiando el comportamiento colectivo frente al poder.”(20)

Los dos autores buscan las respuestas a sus preguntas en el terreno equivocado. Las revoluciones son lucha viva entre clases sociales organizadas en gremios, sindicatos y partidos. Como dijimos en 1952 los trabajadores no encontraron en ninguna de sus organizaciones una alternativa política real al MNR capaz de orientarlos y de extender su influencia a las demás clases sociales oprimidas, más bien todas las organizaciones del proletariado capitularon de una manera u otra a la influencia del nacionalismo burgués.

La izquierda tradicional, como se dice, pagó sus errores y traiciones en los años siguientes con una serie innumerable de escisiones grandes y pequeñas, cuando, con el definitivo fracaso de la revolución estos errores se hicieron evidentes frente a capas amplias del proletariado y de la militancia política. Sin tomar en cuenta estos datos objetivos cualquier discurso sobre “hegemonía” y “percepciones culturales” se pierde en el más insulso y banal precepto liberal: “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Esta forma de abordar las cuestiones explica los resultados ambiguos de esta generación en su infatuación por el indianismo.

¿Socialismo primitivo?

Esta “Nueva Izquierda” ha cuestionado tanto al estalinismo como al POR una incapacidad y en su aproximación a la cuestión indígena y su sustancial
subestimación. Desde el punto de vista teórico cuestionan, correctamente, el esquematismo histórico estalinista, la idea que fuese necesario en primer lugar un periodo de desarrollo capitalista que proletarizase a los indios antes de poder plantear el objetivo último del socialismo y que las comunidades indígenas no estuvieran preparadas para el socialismo. Al POR le critican el obrerismo y el haber reducido la comunidad indígena agraria en un supuestamente confuso “pre-capitalismo”, que según Álvaro García Linera sería nada más que una manera de repetir, con formulas distintas, el mismo esquematismo histórico.

¿Qué fue entonces el Imperio incaico? No se trata evidentemente de una pregunta escolástica, la idealización del pasado “socialista” indígena es el principal sustento del nacionalismo indígena y del supuesto anti capitalismo de su civilización. Álvaro García Linera responde a esta pregunta reintroduciendo la categoría marxista de “modo de producción asiático”(21) que esquemáticamente podemos decir describe un tipo de formación social caracterizada por a) por la ausencia legal de propiedad siendo su base la propiedad tribal o común creada en la mayoría de los casos por una combinación de manufactura y de agricultura dentro de la pequeña comunidad, que así se vuelve completamente autosuficiente; b) por una elevada organización/división común del trabajo; c) por la existencia de un estado centralizado y jerárquico, representación despótica de la unidad de las comunidades llamada a administrar el excedente de la producción convirtiéndolo en las obras viales y de irrigación necesarias a la reproducción de la comunidad; d) por tener sus centro en el campo y no en las ciudades que son relegadas a lugar donde el jefe del Estado y sus sátrapas cambian sus ingresos (el producto excedente) por trabajo; e) por una relación natural del individuo con la comunidad, siendo los individuos accidentes
meras partes espontáneamente naturales de la misma. (22)

La categoría de Modo de Producción Asiático describe perfectamente lo que era el Imperio Incaico, una sociedad donde si bien no existía propiedad privada y el excedente de la producción era redistribuido entre las diferentes comunidades, existían sin embargo profundas diferencias sociales. El poder de la casta burocrática sobre el pueblo crecía de manera desmesurada tanto que a partir del noveno Inca Pachakutec el ejército fue profesionalizado y definitivamente liberado de cualquier trabajo manual, mientras se prohibían al pueblo los platos raros, ornamentos y joyas. La nobleza gozaba de muchos privilegios, inclusive el de formar su propio ayllu o comunidad. A la llegada de los españoles esta casta de privilegiados sumaba unos 10 mil sobre 16 millones de habitantes.

El socialismo comunitario

El Imperio fue de alguna manera la natural evolución de las comunidades agrarias por las necesidades de obras viales, de riego, dotación de tierras, acopio y redistribución de la producción a gran escala, necesidades a su vez determinadas por un particular estadio de desarrollo de las fuerzas productivas y de la agricultura principalmente. Sirve de poco especular sobre cual podría haber sido el desarrollo de semejante formación social, si se estaba encaminando hacia una diferenciación de clase, una sociedad esclavista o hacia la ruina por su lentitud en desarrollar las fuerzas productivas. Lo más importante es notar como su supervivencia más allá de sus límites históricos fue objetivamente producto de la ocupación española y del parasitismo de la burguesía criolla. Los españoles utilizaron todos los sistemas de trabajo comunitario para la explotación colonial y la burguesía republicana bajo la mentira de una modernización forzosa solo buscó fortalecer su posición gamonal.

La ambigüedad en todo el discurso de la “Nueva Izquierda” y su indianismo es justamente en el atribuir a la comunidad agraria, a su misma supervivencia, un valor cultural antes que histórico. La civilización indígena seria portadora de valores intrínsecamente y a-históricamente anticapitalistas, que le permitirían ser el punto central de apoyo de una hegemonía y liderazgo en la lucha de los oprimidos de Bolivia. Álvaro García Linera por ejemplo considera el “socialismo comunitario” como “la expansión de nuestra comunidad agraria con sus formas de vida privada y comunitaria, trabajo en común, usufructo individual, asociatividad, revocatoria, universalizado en condiciones superiores”. He aquí, en el terreno teórico, la explicación de los retrasos y las contradicciones de la lucha indígena en la época de Evo Morales y el MAS.

Lucha indígena: una perspectiva marxista

En el Manifiesto del Partido Comunista Marx y Engels describían el socialismo reaccionario como “una mezcla de lamento, eco del pasado y rumor sordo del porvenir; un socialismo que de vez en cuando asestaba a la burguesía un golpe en medio del corazón con sus juicios sardónicos y acerados, pero que casi siempre movía a risa por su total incapacidad para comprender la marcha de la historia moderna”. Creemos que este pasaje describe bien al indianismo, tanto en su vertiente nacionalista cuanto en su nuevo trajeque la “Nueva Izquierda” le ha cortado.

Bolivia es un país capitalista atrasado. El 80% de sus exportaciones son materias primas sin valor agregado. La agricultura, inclusive la agroindustria en el Oriente, sigue aferrada al sistema del chaqueo, tala y quema. Su dependencia económica del capital imperialista se manifiesta en las capitulaciones del gobierno a las multinacionales del gas y la minería, a las que se les permite penetrar en territorios indígenas, en áreas protegidas. O a intereses de multinacionales como Monsanto, que ahora podría monopolizar la comercialización de semillas transgénicas en Bolivia, cuyo uso podría permitirse a partir de leyes que se están discutiendo con el objetivo de la soberanía alimentaria. Esta es la dramática marcha de la historia moderna.

Mientras escribimos termina en La Paz la fiesta del Señor del Gran Poder, una gran entrada folclórica presentada por el alcalde paceño como “la fiesta de la opulencia”. En esta fiesta ricos comerciantes aimaras gastan el equivalente con que otros aimaras y quechuas o guaraníes viven por un año o una vida. Cualquier turista podrá ver el lujo de los trajes lucidos y compararlo con los vestidos artesanales de las mujeres quechuas arrinconadas al borde de las calles limosneando. En las comunidades agrarias, particularmente de Oruro o Chuquisaca, existen fuertes presiones hacia la titulación individual de la tierra, considerada por los campesinos más pobres como única forma
para equilibrar un acceso a la tierra desigual, mientras diferentes estudios evidencian el surgimiento de un campesinado intermediario, mercantil, indígena. Mientras tanto, la ciudad de El Alto, en un 75% aimara y principalmente pobre y proletaria, ha jugado un papel clave en todos los levantamientos revolucionarios que Bolivia ha vivido en los últimos años.

Esta es la situación de los indígenas hoy. El nacionalismo indígena propugnado por Reinaga que solo busca solucionar la cuestión nacional boliviana atribuyendo a los indígenas el papel de nación constitutiva de Bolivia, sin modificar su condición social, ha fracasado históricamente. La “autodeterminación indígena” que el imperialismo alienta (23) sirve para alejar el movimiento indígena de su aliado natural, el movimiento obrero. Y es impracticable en Bolivia como quedó gráficamente demostrado cuando se dibujaron las circunscripciones electorales especiales indígenas de las que fueron excluidos quechuas y aimaras que representan la mitad de la población boliviana y habitan todo su territorio indistintamente.

El socialismo comunitario como expansión de la comunidad agraria a toda la sociedad es una utopía reaccionaria. Porque esta comunidad agraria sufre por su escasa productividad, las presiones del latifundio, del capital industrial encarnado en los bancos y del capitalismo en general. La comunidad agraria no debe ser expandida sino liberada. Expulsando a multinacionales, expropiando bancos, industrias y tierra para encaminar a Bolivia hacia su emancipación real. La misma construcción de un “Estado plurinacional” o se basa en una igualdad económica real entre las nacionalidades que componen Bolivia o será simplemente relativismo cultural, folclore, que hará resurgir el nacionalismo más reaccionario en el movimiento indígena.

Como marxistas apoyamos natural e incondicionalmente toda lucha del movimiento indígena para su emancipación real, por la defensa de su cultura, idioma y costumbres originarios. Pero esta solo será posible eliminando a las raíces las desigualdades que condenan a los indígenas al papel de último peldaño de la sociedad, es decir, poniendo fin al capitalismo y a la dominación imperialista. Como escribía Mariátegui “la reivindicación indígena carece de concreción histórica mientras se mantiene en un plano filosófico o cultural. Para adquirirla -esto es para adquirir realidad, corporeidad,- necesita convertirse en reivindicación económica y política”.

Notas a pie de página

  1. El pongueaje es una forma de servidumbre semifeudal en uso en Bolivia hasta su abolición después de la Revolución de 1952. La comunidad indígena en su conjunto y cada indio (llamado pongo, como un primate, un simio) estaban obligados periódica y gratuitamente a servir a un terrateniente a cambio del permiso de cultivar una parcela de tierra.
  2. Álvaro García Linera, Marxismo, nacionalismo e indianismo, en los Cuadernos de Pensamiento Político Latinoamericano del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), n.2, abril de 2008.
  3. Partido de la Izquierda Revolucionaria, referente de la IIIª Internacional (estalinista) en Bolivia por una década, desde el año de su fundación en 1940 hasta 1950, cuando sustancialmente de una escisión del mismo fue fundado el Partido Comunista de Bolivia.
  4. Movimiento Nacionalista Revolucionario, partido fundado en 1942 por un grupo de jóvenes parlamentarios exponentes de la pequeña burguesía urbana influenciados por ideas fascistas y nacionalsocialistas (nazis). Por una serie de circunstancias históricas – la traición estalinista del levantamiento revolucionario de julio de 1946, la persecución que los militantes “movimientistas” sufrieron por los gobiernos que defendían los intereses del gran capital minero en Bolivia etc. – este partido atrajo una importante militancia obrera y estuvo entre los protagonistas de la Revolución de 1952, conformando su gobierno revolucionario que la descarrilló. A finales de los años ’50 y en los años siguientes vivió una serie de escisiones en líneas de clase, perdiendo en primer lugar a toda la burocracia de la Central Obrera Boliviana quien, a la cabeza de Lechín, dirigente histórico de la COB, conformó el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacional (PRIN).
  5. Fausto Reinaga, La revolución boliviana y las FFAA, 1980.
  6. Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia.
  7. Una de las principales guerrillas que surgieron en Bolivia tras los gritos libertarios de 1809 incluía un ejército de entre 2mil y 3mil indígenas militando a las órdenes de Manuel Asencio de Padilla. Otro destacado líder de la guerrilla fue el poeta y guerrillero quechua Juan Huallparimachi.
  8. La Guerra Federal o Guerra Civil de 1898 fue un enfrentamiento interno de Bolivia que culminó con el traslado de la sede del gobierno desde Sucre a La Paz. En la guerra el Partido Liberal a la cabeza del General Pando se sirvió del ejército indígena de 5000 hombres de Pablo Zarate Willka para derrotar a los Conservadores, quienes defendían el carácter unitario de Bolivia con capital en Sucre y el mantenimiento de la paz con Chile. Willka quien participó a la guerra con la promesa de abolir la Ley de Exvinculación que despojaba a los indígenas de sus tierras comunitarias, fue en cambio encarcelado y asesinado por Pando a finalizar la guerra.
  9. E. Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Edición Siglo XXI México, p.78: “Los colonos de Nueva Inglaterra, núcleo original de la civilización norteamericana, no actuaron nunca como agentes coloniales de la acumulación capitalista europea; desde el principio, vivieron al servicio de su propio desarrollo y del desarrollo de su tierra nueva. … Las trece colonias del norte tuvieron, bien pudiera decirse, la dicha de la desgracia. Su experiencia histórica mostró la tremenda importancia de no nacer importante. Porque al norte de América no había oro no había plata, ni civilizaciones indígenas con densas concentraciones de población ya organizada para el trabajo, ni suelos tropicales de fertilidad fabulosa en la franja costera que los peregrinos ingleses colonizaron.
  10. La escuela-ayllu de Warisata fue fundada un 2 de agosto de 1931, en esa comunidad paceña. Su objetivo y su modelo pedagógico no era el de la enseñanza “para” los indios, sino “de” los indios, es decir a partir de su idioma y valores. En la escuela se enseñaba el castellano pero también quechua y aimara, literatura clásica y popular indígena y además había talleres de trabajo practico comunitario y una sección agropecuaria en que, siempre comunitariamente, se cultivaban especie autóctonas y se criaban camélidos.
  11. Abelardo Villalpando, La cuestión del indio, 1938. Villalpando fue candidato a la vicepresidencia para el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR), referente de la IIIª Internacional estalinista, y dos veces diputados para el PCB. Fue también prefecto en Potosí en 1947, cuando el entonces PIR por lealtad al gobierno burgués de Hertzog, preparó y ejecutó desde la prefectura una masacre de mineros en huelga por el salario.
  12. La reconducción comunitaria de la reforma agraria, estudio del Ministerio de Desarrollo rural, 2006.
  13. Fuente, censos del Instituto Nacional de Estadística, www. ine.gob.bo
  14. Tesis política de la 10ª Conferencia Nacional del POR, junio de 1953.
  15. Líder y principal teórico del POR desde 1953 hasta su muerte en 2009.
  16. Guillermo Lora, La revolución boliviana.
  17. Marcha por la Vida fue el nombre dado a la huelga general proclamada por la COB a partir de la promulgación del Decreto Supremo 21060 que – para hacer frente a una superinflación del 26000% – entre otras medidas privatizó la minería al costo del despido de decenas de miles de mineros, hasta aquel entonces el sector incluso numéricamente más consistente del proletariado boliviano.
  18. El MIP fue fundado el año 2000 por Felipe Quispe, ya fundador de los Ayllus Rojos y del Ejercito Guerrillero Túpac Katari y ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia. Su programa planteaba un retorno al Collasuyu y al trueque, la “liberación” y autogobierno de las comunidades rurales (las ciudades según Quispe podían quedar con la “otra Bolivia” blanco-mestiza). En las elecciones de 2002 obtuvo el 6,1% de los votos y 6 diputados. En las elecciones de 2006 perdió su personería jurídica al no alcanzar el 3% de los sufragios (2,2%).
  19. Raúl Prada Alcoreza (ex asambleísta constituyente y miembro del Círculo Epistemológico La Comuna), Diferencias con la izquierda tradicional, en http://www.bolpress.com/art. php?Cod=2011021304
  20. Álvaro García Linera, Reproletarización.
  21. Álvaro García Linera, Marxismo y mundo agrario.
  22. En cursiva citaciones de Marx, Formaciones económicas precapitalistas.
  23. Véase a propósito la Declaración de las Naciones Unidad sobre los derechos de los pueblos indígenas” que afirma “Artículo 3 = Los pueblos indígenas tienen derecho a la libre determinación. En virtud de ese derecho determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural. Artículo 4 = Los pueblos indígenas, en ejercicio de su derecho de libre determinación, tienen derecho a la autonomía o al autogobierno en las cuestiones relacionadas con sus asuntos internos y locales, así como a disponer de los medios para financiar sus funciones autónomas. Artículo 5 = Los pueblos indígenas tienen derecho a conservar y reforzar sus propias instituciones políticas, jurídicas, económicas, sociales y culturales, manteniendo a la vez su derecho a participar plenamente, si lo desean, en la vida política, económica, social y cultural del Estado”.
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