Marx: El Capital, Capítulos 12-14 – Productividad, cooperación y división del trabajo

Anteriormente, en el capítulo 10, habiendo explicado que la fuente de las ganancias radica en el trabajo no remunerado de la clase trabajadora, Marx demostró cómo, extendiendo las horas de la jornada laboral, los capitalistas exprimen mayores ganancias a los trabajadores. Ahora Marx centra su atención en cómo los capitalistas aumentan sus ganancias manteniendo la misma duración de la jornada laboral.

Marx se refiere al primer método para incrementar los beneficios, que surge de una prolongación de la jornada laboral, como la producción de plusvalía absoluta. La plusvalía adicional obtenida dentro de una duración determinada de la jornada laboral, en cambio, Marx la denomina plusvalía relativa.

Plusvalía relativa y productividad

¿Cómo, entonces, hacen los capitalistas para producir un aumento de la plusvalía relativa? Para una duración determinada de la jornada laboral, el valor total producido también es un hecho, ya que el valor (valor de cambio) es el resultado del tiempo de trabajo necesario socialmente. Este tiempo de trabajo, como se explicó anteriormente en El Capital, se puede dividir en: el trabajo necesario, en el que el trabajador crea el valor necesario para cubrir el costo de su fuerza de trabajo; y el trabajo excedente, en el que el trabajador está efectivamente trabajando gratis para el capitalista, creando plusvalía.

La única forma de aumentar la cantidad de plusvalía sin alterar la duración de la jornada laboral, por lo tanto, es aumentar la relación entre el trabajo excedente y el trabajo necesario. Esto también se puede expresar en un aumento de la proporción s:v, o en otras palabras, en un aumento de la tasa de explotación, s/v. Pero aumentar esta relación sin cambiar el valor total producido (determinado por la duración de la jornada laboral) implica solo una cosa: una reducción de v, el valor de la fuerza de trabajo, el tiempo de trabajo necesario.

Esta reducción en el valor de la fuerza de trabajo, a su vez, significa una reducción en el valor de aquellos productos que forman los medios de subsistencia para los trabajadores, es decir, una reducción en el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir las mercancías consumidas por la clase trabajadora. Como señala Marx:

“… esto es imposible sin un aumento en la productividad del trabajo… por una alteración en las herramientas [del trabajador] o en su modo de trabajar, o ambos. Por lo tanto, las condiciones de la producción de su trabajo, es decir, su modo de producción, y el proceso de trabajo mismo, deben de ser revolucionados… para dotar a una determinada cantidad de trabajo del poder de producir una mayor cantidad de valor de uso «. (Karl Marx, Capital, Volumen Uno, Edición Penguin Classics, p431)

“Para ello, es indispensable que la capacidad productiva del trabajo aumente. […] cosa que solo se conseguirá cambiando sus instrumentos o sus métodos de trabajo, o ambas cosas a la vez. Ha de producirse, pues, una revolución en las condiciones de producción de su trabajo , es decir, en su régimen de producción, y por tanto, en el propio proceso de trabajo.[…] gracias al cual una cantidad más pequeña de trabajo adquiere potencia suficiente para producir una cantidad mayor de valores de uso.” (Karl Marx, El Capital Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1991, Traducción Wenceslao Roces, Tomo I, p.252)

“Las condiciones técnicas y sociales del proceso y, en consecuencia, el modo de producción en sí mismo, deben de ser revolucionados antes de que se pueda aumentar la productividad del trabajo. Entonces, con el aumento de la productividad del trabajo, el valor de la fuerza de trabajo descenderá y la parte de la jornada laboral necesaria para la reproducción de ese valor se acortará». (p432)

“Para conseguir esto, tiene que transformar las condiciones técnicas y sociales del proceso del trabajo y, por tanto, el mismo régimen de producción hasta aumentar la capacidad productiva del trabajo, haciendo bajar de este modo el valor de la fuerza de trabajo y disminuyendo así la parte de la jornada de trabajo necesaria para la reproducción de ese valor.” (p.252)

Por tanto, aumentando la productividad del trabajo, los capitalistas aumentan la plusvalía relativa y, por tanto, sus beneficios; y esto se hace desarrollando los medios de producción y revolucionando el proceso productivo con nuevas tecnologías y técnicas.

Orden en el caos.

Sin embargo, hay que separar el proceso general y el resultado general del razonamiento de los agentes individuales. Como explica Marx, «las tendencias generales y necesarias del capital deben distinguirse de sus formas de aparición». (p433). “No hay que confundir las tendencias generales y necesarias del capital con las formas que revisten.” (p.253) Mientras que un aumento general de la productividad conducirá a una disminución del valor de la fuerza de trabajo y, por tanto, a un aumento de la plusvalía relativa, este resultado general no es el motivo de las acciones del individuo capitalista.

El individuo capitalista no tiene la intención de abaratar el valor social de la fuerza de trabajo. Más bien, el capitalista aumenta la productividad dentro de su negocio para producir más por menos; para abaratar el costo de las mercancías que produce y así producir a un costo por debajo del promedio social. Al hacerlo, el individuo capitalista puede competir con sus rivales, vender a un precio inferior a sus competidores, capturar participación de mercado y obtener superbeneficios.

Las leyes de la competencia dentro del capitalismo, sin embargo, obligan a todos los capitalistas a actuar de manera similar. Cada intento particular de aumentar la productividad, que surge del motivo de la ganancia privada, contribuye, por tanto, a un proceso general de aumento de la productividad dentro de la sociedad.

“Si bien no es nuestra intención aquí considerar la forma en que las leyes inmanentes de la producción capitalista se manifiestan en el movimiento externo de los capitales individuales, se afirman como las leyes coercitivas de la competencia y, por lo tanto, entran en la conciencia del capitalista individual como motivos que los impulsan. Esto está claro: un análisis científico de la competencia sólo es posible si podemos captar la naturaleza interna del capital, así como los movimientos aparentes de los cuerpos celestes son inteligibles sólo para alguien que esté familiarizado con su movimientos reales, que no son perceptibles para los sentidos». (p433)

“Aquí no tratamos de analizar cómo se manifiesta en la dinámica externa de los capitales las leyes inmanentes de la producción capitalista, cómo se imponen como otras tantas leyes imperativas de de la concurrencia y cómo, por tanto, se revelan a la conciencia del capitalista individual como motivos propulsores; pero lo que desde luego puede asegurarse, por ser evidente, es que para analizar científicamente el fenómeno de la concurrencia hace falta comprender la estructura interna del capital, del mismo modo que para interpretar el movimiento aparente de los astros es indispensable conocer su movimiento real, aunque imperceptible para los sentidos.” (p.254)

Los capitalistas, sin embargo, están constantemente persiguiendo sus propias colas, porque las superbeneficios que obtienen individualmente a corto plazo del aumento de la productividad en su empresa se pierden tan pronto como este aumento en la productividad se generaliza, ya que la competencia obliga a otros a adoptar el mismos métodos.

“Esta plusvalía extra se desvanece tan pronto como se generaliza el nuevo método de producción, pues entonces se desvanece la diferencia entre el valor individual de la mercancía abaratada y su valor social. La ley de la determinación del valor por el tiempo de trabajo se hace sentir en el capitalista individual que aplica el nuevo método de producción obligándolo a vender sus bienes por su valor social; esta misma ley, actuando como ley coercitiva de competencia, obliga a sus competidores a adoptar el nuevo método”. (p436)

“Pero esta plusvalía extraordinaria desaparece tan pronto como el nuevo método de producción se generaliza, borrándose con ello la diferencia entre el valor individual de las mercancías producidas en condiciones de mayor baratura y su valor social. La misma ley de la determinación del valor por el tiempo de trabajo, que los capitalistas dotados de métodos nuevos perciben en el hecho de poder vender sus mercancías por menos de su valor social, obliga a sus competidores, por la fuerza de la concurrencia, a implantar los nuevos métodos de producción.” (p.256)

Las leyes de la competencia, por tanto, operan dialécticamente, imponiéndose como una fuerza sobre los capitalistas, pero surgiendo de las acciones e interacciones individuales de los propios capitalistas. Las voluntades accidentales de los capitalistas se establecen como una tendencia necesaria para incrementar la productividad; un (nuevo) orden emerge en la economía a partir del movimiento caótico y anárquico de los muchos individuos involucrados.

Este proceso, en el apogeo del capitalismo, fue responsable de un enorme desarrollo de las fuerzas productivas, aumentando la riqueza en la sociedad a un ritmo nunca antes visto en la historia. Sin embargo, es precisamente la naturaleza anárquica de este proceso lo que conduce a las contradicciones absurdas que vemos hoy bajo el capitalismo: de desempleo masivo junto a personas que tienen dos o tres empleos; de personas sin hogar junto a hogares vacíos.

El capitalismo ha desarrollado la ciencia y la tecnología a un nivel extraordinario; pero no puede utilizar este desarrollo en interés de la gente común. En lugar de aumentar el tiempo libre de la clase trabajadora, los aumentos de productividad en la sociedad simplemente han conducido a mayores ganancias para una pequeña élite.

“El acortamiento de la jornada laboral, por tanto, no es en modo alguno lo que se pretende en la producción capitalista, cuando el trabajo se economiza aumentando su productividad. Es sólo el acortamiento del tiempo de trabajo necesario para la producción de una determinada cantidad de mercancías lo que tiene como objetivo…El objetivo del desarrollo de la productividad del trabajo en el contexto de la producción capitalista es el acortamiento de la parte de la jornada laboral en la que el trabajador debe trabajar para sí mismo y, por tanto, la prolongación de la otra parte de la jornada, en que es libre de trabajar por nada para el capitalista». (p438)

“Como se ve, en la producción capitalista, la economía del trabajo mediante el desarrollo de su fuerza productiva no persigue como finalidad, ni mucho menos, acortar la jornada de trabajo. Tiende simplemente a acortar el tiempo de trabajo necesario para la producción de una determinada cantidad de mercancías. […] En la producción capitalista, el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo tiene como finalidad acortar la parte de la jornada durante la que el obrero trabaja para sí mismo, con el fin de alargar de de este modo la otra parte de la jornada, durante la cual tiene que trabajar gratis para el capitalista.” (p.257-258)

Cooperación

El capitalista, entonces, se esfuerza por revolucionar el proceso de producción, introduciendo nuevas tecnologías y técnicas más eficientes. Marx explica cómo, históricamente, el capitalismo ha logrado este aumento de productividad. Por un lado, hay una inversión constante en nueva maquinaria, herramientas y tecnología; Marx profundiza en esto en capítulos posteriores. Por otro lado, hay un cambio en los métodos y técnicas empleados en el proceso productivo, con un incremento de la eficiencia proveniente de nuevas formas de organización.

Históricamente, explica Marx, ha habido una gran mejora en la productividad general del trabajo gracias a reunir a muchos individuos bajo un mismo techo, integrando muchos trabajos individuales en un solo proceso de producción. Primero vemos los talleres, luego la fabricación y el surgimiento de la fábrica. Surgen las “economías de escala”, mejoras en la eficiencia gracias al uso comunitario de los recursos y la infraestructura, que sirven para reducir los costos. “El efecto es el mismo que si los medios de producción hubieran costado menos. En la aplicación de los medios de producción, esta economía surge íntegramente de su consumo conjunto en el proceso laboral por parte de muchos trabajadores”. (p442)

“El resultado es el mismo que si los medios de producción de la mercancía se produjesen más baratos. Esta economía en el empleo de los medios de producción proviene exclusivamente de su aplicación colectiva en el proceso de trabajo de muchos.” (p.261)

Es importante destacar que encontramos que la acción conjunta de muchos individuos en cooperación logra más que una simple multiplicación de sus esfuerzos aislados e individuales. Dialécticamente, como los órganos de un cuerpo que trabajan juntos para dar vida al cuerpo humano, encontramos que la cooperación en la producción significa un resultado que es más que una suma formal de sus partes.

“Así como el poder ofensivo de un escuadrón de caballería, o el poder defensivo de un regimiento de infantería, es fundamentalmente diferente de la suma de los poderes ofensivos o defensivos de los soldados individuales tomados por separado, la suma total de las fuerzas mecánicas ejercidas por los trabajadores aislados se diferencia de la fuerza social que se desarrolla cuando muchas manos cooperan en la misma operación indivisa …No solo tenemos aquí un aumento del poder productivo del individuo, mediante la cooperación, sino la creación de un nuevo poder productivo, que es intrínsecamente colectivo”. (p443)

“Del mismo modo que la fuerza de ataque de un escuadrón de caballería o la fuerza de resistencia de un regimiento de infantería difieren sustancialmente de la suma de fuerza de ataque y resistencia desplegadas por cada soldado, la suma mecánica de fuerzas de los diversos obreros es algo sustancialmente distinto de la potencia social de fuerzas que desarrollan muchos brazos coordinados simultáneamente en la misma operación indivisa […] La cooperación no tiende solamente a potencias la fuerza productiva individual, sino a crear una fuerza productiva nueva, con la necesaria característica de fuerza de masa.” (p.262)

Sin embargo, para que se produzca la cooperación en el lugar de trabajo, debe haber un plan colectivo de producción dentro del lugar de trabajo; un proceso común compuesto por individuos que actúan bajo una sola directiva. Esto, bajo el capitalismo, implica el empleo común de muchos trabajadores bajo un solo capitalista; y esto, a su vez, implica una cierta concentración de capital: la concentración de la propiedad de los medios de producción en un solo par de manos, sobre las cuales se pueden poner a trabajar muchos trabajadores.

“Como regla general, los trabajadores no pueden cooperar sin estar reunidos; su reunión en un solo lugar es una condición necesaria para su cooperación. Por lo tanto, los trabajadores asalariados no pueden cooperar a menos que sean empleados simultáneamente por el mismo capital, el mismo capitalista y, por lo tanto, a menos que él les traiga simultáneamente su fuerza de trabajo”. (p447)

“[…] siendo por tanto la aglomeración de obreros dentro de un cierto espacio condición indispensable para la cooperación, los obreros asalariados no pueden cooperar a menos que los emplee simultáneamente el mismo capital, el mismo capitalista, para lo cual éste ha de comprar, simultáneamente también sus fuerzas de trabajo.” (p.266)

“Por lo tanto, la concentración de grandes masas de medios de producción en manos de capitalistas individuales es una condición material para la cooperación de los trabajadores asalariados, y el grado de cooperación, o la escala de producción, depende del grado de esta concentración». (p448)

“La cooperación de obreros asalariados tiene pues, como condición material la concentración de grandes masas de medios de producción en manos de cada capitalista, y el alcance de la cooperación o la escala de la producción depende del grado de concentración de estos elementos.” (p.266)

Mientras tanto, la cooperación habilitada por esta concentración de capital permite al capitalista aumentar la productividad, reducir los costos, volverse más competitivo, ganar participación de mercado y, por lo tanto, aumentar aún más la concentración de capital. De ahí la tendencia dentro del capitalismo a que el libre mercado de competencia se convierta en su opuesto: el monopolio.

El capitalismo, por tanto, se basa en la cooperación de los trabajadores; sobre la unión de muchos trabajadores en un proceso social de trabajo. Este mismo proceso de cooperación que el capitalismo requiere en aras de las ganancias, sin embargo, también ayuda a forjar el arma que se necesita para derrocar el sistema capitalista: la organización de la clase trabajadora.

«A medida que aumenta el número de trabajadores que cooperan, también aumenta su resistencia al dominio del capital y, necesariamente, la presión ejercida por el capital para superar esta resistencia». (p449)

“Al crecer la masa de obreros empleados simultáneamente, crece su fuerza de resistencia, aumentando también, como es lógico, la presión del capital para vencerla”. (p. 267)

Al reunirse y liberarse de una vida de trabajo aislado, las condiciones de producción capitalista crean conciencia de clase y, a su vez, organización de clase. Y, como ocurre con la forma dialéctica en la que los esfuerzos combinados de muchos trabajadores logran más que la acumulación de sus esfuerzos individuales, es a través de su unidad y organización que la clase obrera se convierte en una fuerza imparable, capaz de transformar la sociedad.

El capitalismo, por tanto, al crear las condiciones para la organización de la clase trabajadora, crea sus propios sepultureros. De ahí el impulso actual de los capitalistas para tratar de evitar que los trabajadores se organicen, desde la abolición de la práctica sindical de controlar quien consigue empleo y evitar que se emplee mano de obra no sindicalizada hasta la necesidad de papeletas postales, en lugar de votos en el lugar de trabajo para convocar una huelga. De ahí también los constantes intentos de los capitalistas de atomizar y aislar a los trabajadores mediante la externalización, subcontratación, la privatización y el trabajo autónomo.

División de trabajo

La división del trabajo dentro de la sociedad no tiene su origen en el capitalismo, pero está presente incluso en las formas más primitivas de la sociedad. Como señala Engels en su obra “Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado”, la primera división del trabajo se desarrolla en la sociedad a partir de las diferencias fisiológicas entre los sexos. Como se discutió anteriormente, la división del trabajo dentro de la sociedad es el requisito previo para el desarrollo de la producción y el intercambio de mercancías. La división del trabajo en distintos productores, que producen para el intercambio y no para el consumo personal.

El capitalismo toma esta división del trabajo y la intensifica aún más: por un lado, el capitalismo aumenta la productividad del trabajo a través de una especialización cada vez mayor, dividiendo el proceso productivo en tareas repetitivas cada vez más pequeñas; por otro lado, a medida que la producción capitalista se expande, diferentes oficios y sectores, previamente aislados, se unen a un plan común de producción. De una manera dialéctica, aparentemente contradictoria, por lo tanto, el capitalismo divide a los trabajadores, solo para luego colocarlos uno al lado del otro nuevamente.

“El modo en el que surge la manufactura, su crecimiento a partir de trabajos manuales, es por tanto doble. Por un lado, surge de la combinación de varios oficios independientes, que pierden esa independencia y se especializan hasta tal punto que se reducen a operaciones meramente complementarias y parciales en la producción de una determinada mercancía. Por otro lado, surge de la cooperación de los artífices en un trabajo en particular; divide ese trabajo manual en sus diversas operaciones detalladas, aislando estas operaciones y desarrollando su independencia mutua hasta el punto en que cada una se convierte en función exclusiva de un trabajador en particular. Por un lado, por lo tanto, la manufactura introduce la división del trabajo en un proceso de producción o desarrolla aún más esa división; por otro lado, combina artesanías que antes estaban separadas. Pero cualquiera que haya sido su punto de partida particular, su forma final es siempre la misma: un mecanismo productivo cuyos órganos son seres humanos.” (p457)

“Como se ve, los orígenes de la manufactura y su derivación del artesanado son dobles. De una parte, la manufactura brota de la combinación de diversos oficios independientes y su aislamiento hasta el instante en que se convierten en otras tantas operaciones parciales y entrelazadas del proceso de producción de una misma mercancía. De otra parte, la manufactura brota de la cooperación de artesanos afines, atomizando su oficio individual en las diversas operaciones que lo integran y aislando éstas y haciéndolas independientes hasta el instante en que cada una de ellas se convierte en función exclusiva y específica de un obrero. Por tanto, de una parte la manufactura lleva la división del trabajo a un proceso de producción antes homogéneo, o la desarrolla; de otra parte, combina oficios hasta entonces separados. Pero, cualquiera que sea su punto especial de partida, su forma final es siempre la misma: la de un mecanismo de producción cuyos órganos son hombres.” (p.272-274)

El capitalismo, entonces, convierte al trabajador individual en un engranaje más de la máquina. La producción de mercancías no se convierte en el resultado de la producción individual, sino de la producción social y colectiva. El trabajador está aún más alienado de su trabajo; ningún trabajador puede señalar un bien y decir: «yo produje eso». “El trabajador especializado no produce productos. Es solo el producto común de todos los trabajadores especializados lo que se convierte en una mercancía». (p475)

¿Qué caracteriza, en cambio, la división manufacturera del trabajo? El hecho de que el obrero parcial no produce mercancías. Lo que se convierte en mercancía es el producto común de todos ellos.” (p.289)

Al mismo tiempo, la cooperación crea una disciplina entre los trabajadores, obligándolos a alcanzar un cierto ritmo y nivel de eficiencia para encajar con los demás agentes involucrados en el proceso común de producción. La voluntad individual está subsumida por las necesidades interdependientes del organismo productivo total. Por lo tanto, mientras que la ley del valor y el trabajo socialmente necesario opera a través de las fuerzas de competencia del mercado, es a través de la cooperación que el concepto de tiempo de trabajo necesario se impone en el lugar de trabajo.

“Es evidente que la interdependencia mutua directa de las diferentes partes del trabajo, y por tanto de los trabajadores, obliga a cada uno de ellos a dedicar a su trabajo no más del tiempo necesario. Esto crea una continuidad, una uniformidad, una regularidad, un orden e incluso una intensidad de trabajo, muy diferente de la que se encuentra en un trabajo independiente o incluso en una simple cooperación. La regla de que el tiempo de trabajo gastado en una mercancía no debe exceder la cantidad socialmente necesaria para producirla es una que parece, en la producción de mercancías en general, ser impuesta desde fuera por la acción de la competencia: para decirlo superficialmente, cada productor está obligado a vender su mercancía a su precio de mercado. En la manufactura, por el contrario, la provisión de una determinada cantidad del producto en un determinado período de trabajo es una ley técnica del propio proceso de producción”. (p465)

“Es evidente que esta interdependencia directa de los trabajos, y por tanto,de los obreros que la ejecutan, obliga a éstos a no invertir en su función más que el tiempo estrictamente necesario para realizarla, con lo que se establecen una continuidad, una uniformidad, una regularidad, una reglamentación y sobre todo una intensidad de trabajo completamente distinta a las de los oficios independientes e incluso a las de la cooperación simple. En el régimen de producción de mercancías, la concurrencia impone como norma imperativa la de que en la fabricación de una mercancía no se invierta nunca más que el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción , puesto que, para decirlo en términos superficiales, cada productor tiene que vender sus mercancías a los precios del mercado. En la manufactura, la fabricación de una cantidad determinada de productos en un tiempo determinado es una ley técnica del propio proceso de producción.”(p.280)

Contradicciones

La naturaleza anárquica del capitalismo, que opera ciegamente bajo la propiedad privada y las leyes de la competencia, crea sus propias contradicciones. Por un lado, la división del trabajo en la sociedad, es decir, la importancia relativa de las diferentes industrias y actividades, se regula a través de la mano invisible del mercado; mediante el intercambio de mercancías. Por otro lado, la división del trabajo dentro del lugar de trabajo está regulada y dirigida por un solo capitalista. Dentro del capitalismo, por lo tanto, vemos las tendencias contradictorias de la competencia dentro del mercado y, sin embargo, la organización y la planificación dentro de la empresa; una contradicción entre las necesidades de la sociedad y las necesidades del capitalista individual.

“La división del trabajo dentro de la sociedad está mediada por la compra y venta de los productos de diferentes ramas de la industria, mientras que la conexión entre las diversas operaciones parciales en un taller está mediada por la venta de la fuerza de trabajo de varios trabajadores a un capitalista, que lo aplica como fuerza de trabajo combinada. La división del trabajo dentro de la manufactura presupone una concentración de los medios de producción en manos de un capitalista; la división del trabajo dentro de la sociedad presupone una dispersión de esos medios entre muchos productores independientes de mercancías…

“…El sistema planificado y regulado a priori sobre el que se implementa la división del trabajo dentro del taller se convierte, en la división del trabajo dentro de la sociedad, en una necesidad a posteriori impuesta por la naturaleza, controlando el capricho desregulado de los productores, y perceptible en las fluctuaciones de la producción. El barómetro de los precios del mercado». (p476)

“La división del trabajo dentro de la sociedad se opera por medio de la compra y venta de los productos de las diversas ramas industriales, los trabajos parciales que integran la manufactura se enlazan por medio de la venta de diversas fuerzas de trabajo a un capitalista, que las emplea como una fuerza de trabajo combinada. La división manufacturera del trabajo supone la concentración de los medios de producción en manos de un capitalista; la división social del trabajo supone el fraccionamiento de los medios de producción entre muchos productos de mercancías independientes los unos de los otros. […] La norma que en el régimen de división del trabajo dentro del taller se sigue a priori, como un plan preestablecido, en la división del trabajo dentro de la sociedad sólo rige a posteriori, como una ley natural interna, muda, perceptible tan sólo en los cambios barométricos de los precios del mercado y como algo que se impone al capricho y a la arbitrariedad de los productores de mercancías.” (p.289-290)

Federico Engels, en su panfleto Del Socialismo utópico al socialismos científico ( Pequeña Biblioteca Marxista, Madrid, 1989), señaló la misma contradicción dentro del capitalismo entre el inmenso nivel de planificación que tiene lugar con cada empresa y negocio, la planificación que se pone en práctica para aumentar las ganancias, y la increíble anarquía que existe entre empresas y negocios. Esta contradicción, explicó Engels, es solo un reflejo de la contradicción entre la increíble naturaleza socializada de la producción bajo el capitalismo – en el que todos los productores son parte de un sistema mundial común de producción e intercambio de mercancías – y la propiedad privada de los medios de producción y apropiación privada de los productos de producción.

La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se manifiesta ahora como antagonismo entre la organización de la producción dentro de cada fábrica y la anarquía de la producción en el seno de toda la sociedad. (Engels, Socialismo: Utópico y Científico, Capítulo 3, énfasis en el original)

“La contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista se refleja ahora en el antagonismo entre la organización de la producción dentro de cada fábrica y la anarquía de la producción en el seno de toda la sociedad.” (Cap. III, p.91, énfasis en el original)

La ironía, señala Marx, es que son las mismas damas y caballeros que predican sobre la «libertad» y la «individualidad» los que, dentro de sus negocios, exigen todo lo contrario: organización, autoridad, y cooperación. Los defensores del libre mercado, los que se oponen con tanta vehemencia a cualquier plan de producción socialista dentro de la sociedad en su conjunto, son al mismo tiempo los más fervientes partidarios de un plan de producción dentro de la empresa. Por tanto, como siempre, vemos la total hipocresía de los burgueses, cuyas «libertades» y «derechos» son sólo libertades y derechos para ellos; la libertad burguesa para explotar el trabajo ajeno. Todos los demás deben aceptar su sometimiento a las necesidades del capital.

“La misma conciencia burguesa que celebra la división del trabajo en el taller, la anexión permanente del trabajador a una operación parcial y su total sujeción al capital, como organización del trabajo que aumenta su poder productivo, denuncia con igual vigor toda conciencia intento de controlar y regular socialmente el proceso de producción, como una incursión en cosas tan sagradas como los derechos de propiedad, la libertad y el «genio» autodeterminante del capitalista individual. Es muy característico que los entusiastas apologistas del sistema fabril no tengan nada más condenatorio que instar contra una organización general del trabajo en la sociedad que convertir a toda la sociedad en una fábrica». (p477)

“Por eso, la misma conciencia burguesa, que festeja la división manufacturera del trabajo, la anexión de por vida del obrero a faenas de detalle y la supeditación incondicional de estos obreros parcelados al capital como una organización del trabajo que incrementa la fuerza productiva de éste, denuncia con igual clamor, todo lo que suponga una reglamentación y fiscalización consciente de la sociedad en el proceso social de producción como si se tratase de una usurpación de los derechos inviolables de propiedad, libertad y libérrima “genialidad” del capitalista individual. Y es característico de esos apologistas entusiastas del sistema fabril, cuando quieren hacer una acusación contundente contra lo que sería una organización general del trabajo a base de toda la sociedad, digan que convertiría a la sociedad entera en una fábrica.” (p.290)

Es esta contradicción en el corazón del sistema capitalista —entre la producción socializada y la apropiación privada— la que finalmente convierte la progresividad inicial del capitalismo en su opuesto; en un sistema que ya no puede desarrollar o utilizar las fuerzas productivas de la sociedad. La competencia y la propiedad privada, habiendo proporcionado la fuerza motriz detrás del desarrollo de los medios de producción en el apogeo del capitalismo, ahora se presentan como enormes barreras para el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la industria; como enormes grilletes para el progreso de la sociedad y la humanidad, grilletes que periódicamente sumergen a la sociedad en un estado de crisis y barbarie.

Tenemos una increíble variedad de conocimientos científicos y tecnología al alcance de la mano y, sin embargo, el capitalismo no puede utilizarlos. Tecnologías como la impresión 3D, el aprendizaje automático y otras técnicas de automatización abren la posibilidad de revolucionar por completo la producción y, a su vez, la sociedad en su conjunto. Pero bajo el capitalismo, esto sigue siendo un mero potencial, con la aplicación de nueva maquinaria y tecnología que no conduce a un aumento del nivel de vida, sino simplemente a un desempleo cada vez mayor en un extremo y ganancias en el otro.

Dejamos la última palabra a Engels:

«Esta solución sólo puede consistir en reconocer de un modo efectivo el carácter social de las fuerzas productivas modernas y por lo tanto en armonizar el modo de producción, de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción. Para esto, no hay más que un camino: que la sociedad, abiertamente y sin rodeos, tome posesión de esas fuerzas productivas, que ya no admite otra dirección que la suya. El carácter social de los medios de producción y de los productos hoy reacciona contra los productores, perturba periódicamente toda producción e intercambio, actúa sólo como una ley de la naturaleza que actúa ciega, violentamente, destructivamente. Pero con la toma de control por parte de la sociedad de las fuerzas productivas, el carácter social de los medios de producción y de los productos será utilizado por los productores con un perfecto conocimiento de su naturaleza, y en lugar de ser una fuente de disturbios y colapsos periódicos, se convertirá en la palanca de producción más poderosa en sí misma». (Engels, Socialismo: Utópico y Científico, Capítulo 3, énfasis en el original)

“Esta solución sólo puede estar en reconocer de un modo efectivo el carácter social de las fuerzas productivas modernas y por lo tanto en armonizar el régimen de producción, de apropiación y de cambio con el carácter social de los medios de producción. Para esto, no hay más que un camino: que la sociedad abiertamente y sin rodeos, tome posesión de esas fuerzas productivas, que ya no admiten otra dirección que la suya. Haciéndolo así, el carácter social de los medios de producción y de los productos, que hoy se vuelve contra los productores, rompiendo periódicamente los cauces del régimen de producción y de cambio, y que sólo puede imponerse con una fuerza y eficacia tan destructoras como el impulso ciego de las leyes naturales, será puesto en vigor con plena conciencia por los productores y se convertirá, de causa constante de perturbaciones y de cataclismos periódicos, en la palanca más poderosa de la producción misma.” (Cap. III, p.100)

Compra América Socialista aquí