Los condenados de la tierra de Frantz Fanon: una crítica marxista

El nombre de Frantz Fanon está íntimamente asociado a la lucha anticolonial de la posguerra, y su principal obra, Los condenados de la tierra, se cita regularmente como manual para la lucha antiimperialista en todo el mundo. En este artículo, Jorge Martín separa al verdadero Fanon de sus intérpretes poscoloniales, y explica tanto los puntos fuertes como los defectos de sus ideas.


Los condenados de la tierra de Frantz Fanon es un libro muy famoso e influyente, sobre todo en las universidades. Es común ver a Fanon y sus ideas planteadas como una «corrección» al marxismo en la cuestión de la lucha colonial, a menudo por personas que no han leído ni a Marx ni a Fanon. 

Pero si queremos entender realmente las ideas de Fanon y su relación con el marxismo, es necesario estudiar el contexto en el que se escribió Los condenados de la tierra, y comparar la perspectiva expuesta en el libro de Fanon con los acontecimientos posteriores. Y tal estudio sólo puede llevar a la conclusión de que, si bien contiene algunas ideas y advertencias muy interesantes, Los condenados de la tierra también contiene varios puntos erróneos sobre la estrategia revolucionaria y que no ofrecen un camino a seguir para los revolucionarios de hoy. 

Primeras influencias

Frantz Fanon nació en 1925 en Martinica, que hasta  hoy sigue siendo una colonia francesa. Fanon nació en lo que se podría describir como una familia de clase media, lo que le permitió recibir una buena educación. Asistió a una escuela secundaria privada donde se educó en los valores de la República Francesa -Libertad, Igualdad, Fraternidad- y se interesó en los clásicos franceses de la literatura, en los autores franceses de la Ilustración y en la Revolución Francesa. Todo esto conformó sus primeras ideas. Fanon también recibió la influencia de uno de los profesores de su lycée: el poeta Aimée Cesaire, que se había afiliado al Partido Comunista, como muchos otros intelectuales negros de su generación.

El gobierno francés capituló ante Alemania nazi en 1940, y sus colonias se dividieron entre los territorios que apoyaban al régimen de «Vichy», colaborador de los nazis y dirigido por el mariscal Pétain, y los que apoyaban a la «Francia Libre», dirigida por De Gaulle. En 1943, con 17 años, Fanon intentó sin éxito unirse a las fuerzas de la «Francia Libre» huyendo a Dominica, y en 1944 cruzó el Atlántico, desembarcando en Marruecos y viajando después a Argelia como parte del ejército de De Gaulle.

Gracias a su experiencia en el ejército, pronto se dio cuenta de que su visión idealizada de la República Francesa como país de la ilustración, la democracia y la igualdad no correspondía con la realidad. Incluso en las filas del ejército francés había racismo, discriminación y prejuicios. Los soldados estaban divididos en líneas étnicas en diferentes categorías y unidades. 

Tras la guerra, Fanón regresó a Martinica. En 1945 participó en la campaña de Aimée Cesaire para ser elegido diputado comunista. 

Estudios de psiquiatría

En 1946, Fanon viajó a Francia para terminar sus estudios de psiquiatría. Su libro, Piel negra, máscaras blancas, fue presentado originalmente como tesis para su licenciatura. Fue rechazado y luego publicado como obra independiente. Muchos intentan interpretar este libro como si fuera una obra de teoría política. En realidad, es un intento de analizar el impacto psicológico del racismo, tanto en la mente de los pueblos coloniales oprimidos como en la de los colonizadores. Por eso es muy apreciado en el mundo académico posmoderno, al que le gusta todo lo que sea oscuro y trate principalmente de la mente.

Decir, como muchos sostienen hoy, que el punto de vista de Fanon giraba en torno a la necesidad de «descolonizar la mente» es completamente falso. De hecho, si se lee lo que Fanon escribió realmente, sostiene que las personas cambian mediante la acción revolucionaria directa y que sólo un levantamiento violento contra el colonialismo puede cambiar a las personas que son súbditos coloniales. Precisamente lo contrario de lo que defiende hoy la academia posmoderna o «poscolonial». 

Tras finalizar sus estudios, trabajó en el hospital psiquiátrico de Saint-Alban, en Francia. Allí se hizo íntimo amigo y colaborador del director, Francesc Tosquelles, que había sido miembro del POUM durante la Revolución Española y se había exiliado en Francia. 

Tosquelles sostenía que no había que ver al paciente psiquiátrico de manera aislada ni intentar tratarlo sólo en función de los procesos químicos y psicológicos de su cerebro, sino que había que abordarlo también como una persona social; había que tener en cuenta el entorno y los antecedentes del paciente, no sólo para diagnosticarlo, sino también para tratarlo. Este planteamiento tuvo una gran influencia en Fanon, que cuestionó el enfoque racista dominante en psiquiatría sobre la existencia del llamado «síndrome norteafricano». 

Fanon aceptó un puesto como director de un hospital psiquiátrico en Blida-Joinville, Argelia, en 1953. Esta decisión no tuvo motivaciones políticas, simplemente el hecho de que era más fácil conseguir un puesto así en Argelia (que legalmente no era tratada como una colonia, sino como parte de Francia propia) que en la Francia metropolitana. 

La guerra de Argelia

En 1945, con la rendición de los nazis, estallaron en toda Argelia manifestaciones a favor de los derechos nacionales y democráticos que fueron brutalmente reprimidas, sobre todo en Sétif, Guelma y Kherrata, donde miles o quizá decenas de miles de argelinos fueron masacrados por el ejército francés y colonos armados. 

Escandalosamente, tanto el Partido Comunista francés como el argelino se pusieron del lado del Estado francés, calificando a los manifestantes argelinos de «matones» y «fascistas». Un miembro del PCF era ministro de la Fuerza Aérea, responsable del bombardeo aéreo de los manifestantes nacionalistas, y el PCF respaldó los «poderes especiales» para el gobierno francés en Argelia en 1956. Esto rompería definitivamente cualquier vínculo entre los partidos «comunistas» estalinistas y el movimiento de liberación argelino.

Bajo los golpes del régimen colonial, el propio movimiento de liberación se dividió acerca de la cuestión de la violencia, y una capa más combativa acabó cristalizada en el Frente de Liberación Nacional (FLN). El 1 de noviembre de 1954, el FLN llevó a cabo una serie de ataques contra la infraestructura colonial francesa, que marcaron el comienzo de la guerra de liberación nacional de Argelia. 

Fanon se unió al FLN en 1955, habiendo entrado en contacto a través de amigos y conocidos del hospital. Al principio, su función principal era proporcionar tratamiento médico y refugio a los combatientes del FLN en el hospital que dirigía, pero pronto la situación se hizo insostenible. En enero de 1956, escribió una carta de dimisión como médico y director del hospital y regresó a Francia, y después a Túnez, que era una de las bases del FLN en el extranjero. 

Ya convertido en una figura intelectual consolidada, en Túnez se convirtió en uno de los redactores de El Moudjahid, el periódico del FLN, donde escribió o coescribió muchos de los principales artículos, que se publicaban sin firmar. También fue nombrado embajador del Gobierno Provisional de la República Argelina (GPRA) en Ghana. Con este cargo, viajó a varias conferencias en países africanos, donde obtuvo una impresión de primera mano de la situación en estos nuevos Estados independientes.  

A finales de 1960, fue diagnosticado de leucemia y le dijeron que sólo le quedaban unos meses de vida. Tras infructuosos intentos de tratarle, murió en diciembre de 1961 en Estados Unidos a los 36 años de edad. 

Esto establece el contexto en el que se escribió Los condenados de la tierra, en la primavera y el verano de 1961. Fanon sabía que iba a morir y quería dejar por escrito algunas de sus últimas reflexiones, sobre lo que había visto en África, su experiencia en la Revolución argelina y las lecciones que de ella pudieran extraerse para otros movimientos similares. 

De hecho, el libro no fue escrito, sino dictado por Fanon, lo que se percibe en el estilo del texto. No contiene muchas referencias, ni hay muchas citas. Es sólo el discurso desnudo de un hombre moribundo, que está desesperado, enrabiado, y que quiere dejar algo por escrito sobre las cosas que realmente le preocupan. El carácter crudo del libro y su poderoso lenguaje tuvieron un gran impacto en otros revolucionarios de la época y siguen influyendo en movimientos de todo el mundo. Pero es necesario para cualquier revolucionario separar lo que es correcto en el libro de Fanon de lo que es falso. 

Internacionalismo

El título del libro procede de un verso de la letra original en francés de La Internacional, «Debout les damnés de la terre«. Sin embargo, Fanon no lo tomó directamente de La Internacional,sino a través del poema Sales nègres [Sucios Negros] del poeta haitiano Jacques Roumain, que también fue fundador del Partido Comunista de Haití. Sales nègres, escrito en 1945, es un poema sobre la rebelión de los pueblos coloniales junto con los trabajadores de los países avanzados y utiliza las palabras de la Internacional como grito de rebelión para acabar con el mundo de los banqueros y los capitalistas: 

será demasiado tarde les digo

porque hasta los tam-tam habrán aprendido el lenguaje

de la Internacional

porque habremos escogido nuestro día

el día de los sucios negros

de los sucios indios

de los sucios hindúes

de los sucios indochinos

de los sucios árabes

de los sucios malayos

de los sucios judíos

de los sucios proletarios

Y aquí estamos de pie

todos los condenados de la tierra

todos los justicieros

marchando al asalto de sus cuarteles

y de sus bancos

como un bosque de antorchas fúnebres

para acabar

de

     una

            vez

                  por

                          todas

con este mundo

de negros

de niggers

de sucios negros.

Fanon también discutió el vínculo entre la lucha de las masas oprimidas colonialmente y la del proletariado en los países imperialistas. Contrariamente a lo que plantean la mayoría de los teóricos postcoloniales, Fanon no sostuvo que la clase obrera de los países capitalistas avanzados no pudiera desempeñar un papel revolucionario. Se quejó amargamente de que la izquierda y los demócratas franceses, en particular los Partidos Socialista y Comunista, no cumplían con su deber de apoyar el movimiento de liberación argelino, por ejemplo en su famosa carta Los intelectuales y demócratas franceses y la revolución argelina (publicada como una serie de tres artículos en El Moudjahid en los números del 1, 15 y 30 de diciembre de 1957):

«Uno de los primeros deberes de los intelectuales y de los elementos democráticos de los países colonialistas es apoyar sin reservas las aspiraciones nacionales de los pueblos colonizados. Esta actitud se basa en consideraciones teóricas muy importantes: … la comunidad de intereses entre las clases trabajadoras del país conquistador y el conjunto de la población del país conquistado y dominado…»

Esta carta abierta termina con un claro llamamiento a la izquierda francesa, en el que vincula la lucha por las condiciones de vida y los derechos democráticos del pueblo francés con la lucha del pueblo argelino por la liberación nacional: 

El FLN se dirige a la izquierda francesa, a los demócratas franceses, y les pide que alienten todas las huelgas emprendidas por el pueblo francés contra el encarecimiento de la vida, los nuevos impuestos, la restricción de las libertades democráticas en Francia, todas ellas consecuencias directas de la guerra de Argelia. El FLN pide a la izquierda francesa que refuerce su acción de información y que siga explicando a las masas francesas las características de la lucha del pueblo argelino, los principios que la animan y los objetivos de la Revolución. El FLN saluda a los franceses que han tenido el valor de negarse a tomar las armas contra el pueblo argelino y que ahora están en la cárcel. Estos ejemplos deben multiplicarse…

En Los condenados de la tierra añade que la tarea de liberar a la humanidad, «a toda la humanidad, se llevará a cabo con la ayuda indispensable de los pueblos europeos», pero que para ello primero deben decidirse «despertar y desempolvarse».

El papel de la burguesía

A lo largo del libro, Fanon se muestra muy preocupado por el papel de la burguesía nacional en los países colonizados y este es uno de los puntos fuertes del libro. Describe a la burguesía nacional como traicionera; dice que nunca se le debe permitir llegar al poder porque si lo hace se convertirá en un agente del imperialismo. El único objetivo de la burguesía colonial es sustituir el dominio imperialista por el suyo propio. Fanon argumenta que no tiene ninguna de las características revolucionarias que la burguesía tuvo (y perdió) históricamente en Occidente, etc. En todo esto tiene toda la razón. 

Fanon hablaba por experiencia propia. Como representante del GPRA, vio exactamente este proceso en muchos de los nuevos países africanos independientes que visitó, y concluyó: «resulta trivial comprobar y decir que en la mayoría de los casos, para el 95 por ciento de la población de los países subdesarrollados, la independencia no aporta un cambio inmediato».

Fanon explica: 

“La burguesía nacional va a complacerse, sin complejos y muy digna, con el papel de agente de negocios de la burguesía occidental. Ese papel lucrativo, esa función de pequeño gananciero, esa estrechez de visión, esa ausencia de ambición simbolizan la incapacidad de la burguesía nacional para cumplir su papel histórico de burguesía … En sus inicios, la burguesía nacional de los países coloniales se identifica con la burguesía occidental en sus finales. No debe creerse que quema etapas. En realidad, comienza por el final. Ya está en la senectud sin haber conocido ni la petulancia, ni la intrepidez, ni el voluntarismo de la juventud y la adolescencia.”

A partir de esta premisa, Fanon extrajo conclusiones muy agudas: «En los países subdesarrollados, no se debe permitir que la burguesía encuentre las condiciones necesarias para su existencia y su crecimiento». Y añade: «La cuestión teórica que desde hace cincuenta años se plantea cada vez que se discute la historia de los países subdesarrollados -si se puede o no saltar la fase de la burguesía- debe responderse en el terreno de la acción revolucionaria, y no por la lógica.» 

Aunque Fanon parece rechazar aquí el papel de la teoría, su conclusión es, sin embargo, clara: «En realidad, la fase burguesa en la historia de los países subdesarrollados es una etapa inútil.” . E insiste: «Pero, una vez más, debemos oponernos vigorosa y definitivamente al surgimiento de una burguesía nacional».

En esto tiene toda la razón. Fanon no llegó a estas conclusiones a través de ninguna investigación teórica, sino más bien a través de su propia experiencia práctica. Esta imputación contra la burguesía nacional, la clase media y la dirección de los movimientos de liberación nacional fue escrita en 1961, poco antes de la independencia de Argelia. Es probable que Fanon no sólo se refiriera a lo que había visto en otros países africanos, sino también a lo que podía ver en el propio FLN de manera incipiente: elementos pequeñoburgueses que llegaban a la cima del movimiento, que ya se repartían el botín entre ellos y que no se preocupaban en absoluto por los condenados de la tierra que habían llevado a cabo la lucha. 

De hecho, la posición de Fanon sobre esta cuestión (el papel de la burguesía nacional en los países atrasados) se acerca a la elaborada por Trotski en La Revolución Permanente y también a la defendida en las tesis de la Internacional Comunista sobre las cuestiones colonial y oriental, adoptadas en 1920 y 1922. 

Tanto Lenin como Trotski insistían en que la burguesía de los países atrasados y oprimidos no desempeñaría, ni podría desempeñar, ningún papel progresista en la lucha contra el imperialismo. En su lugar, explicaban, las masas oprimidas, con la clase obrera a la cabeza, debían tomar el poder y derrocar al capitalismo.

Como dijo Lenin: «la Internacional Comunista habrá de promulgar, dándole una base teórica, la tesis de que los países atrasados, con la ayuda del proletariado de las naciones adelantadas, pueden pasar al régimen soviético y, a través de determinadas etapas de desarrollo, al comunismo, soslayando en su desenvolvimiento la fase capitalista.»

Pero hay diferencias importantes entre la concepción de Fanon de la revolución colonial y la planteada por Lenin y Trotski. Aquí es donde los defectos de Los condenados de la tierra se hacen más evidentes.

La clase obrera

Uno de los principales puntos débiles del libro es que Fanon no parte de un análisis científico detallado de la sociedad argelina y de su historia. Fanon hace un par de referencias a Marx y Engels en sus obras, pero está claro que nunca fue marxista. En Los condenados de la tierra sostiene que “los análisis marxistas deben modificarse ligeramente siempre que se aborda el sistema colonial». 

En realidad, como veremos, su ligera modificación se convierte en una desviación fundamental del análisis marxista. Su razonamiento para ello es que: «Cuando se percibe en su aspecto inmediato el contexto colonial, es evidente que lo que divide al mundo es primero el hecho de pertenecer o no a tal especie, a tal raza. En las colonias, la infraestructura es igualmente una superestructura. La causa es consecuencia: se es rico porque se es blanco, se es blanco porque se es rico.»

Este análisis de la sustitución de la raza por la clase en las sociedades coloniales le lleva además a concluir que «es evidente que en los países coloniales sólo el campesinado es revolucionario. No tiene nada que perder y tiene todo por ganar.» A lo que añade que también el lumpenproletariado es revolucionario: «Entonces los rufianes, los granujas, los desempleados, los vagos, atraídos, se lanzan a la lucha de liberación como robustos trabajadores», aunque más adelante él mismo admite que el lumpen puede ser utilizado por la reacción colonialista:

«El colonialismo va a encontrar igualmente en el lumpen-proletarit una masa considerable propicia a la maniobra. Todo movimiento de liberación nacional debe prestar el máximo de atención, pues, a ese lumpen-proletariat. Éste responde siempre a la llamada a la insurrección, pero si la insurrección cree poder desarrollarse ignorándolo, el lumpen-proletariat, esa masa de hambrientos y desclasados, se lanzará a la lucha armada, participará en el conflicto, pero al lado del opresor. El opresor, que jamás pierde la ocasión de hacer que los negros se peleen entre sí, utilizará con una singular alegría la inconsciencia y la ignorancia que son las taras del lumpen-proletariat. Esta reserva humana disponible, si no es organizada de inmediato por la insurrección, se encontrará, como mercenaria, al lado de las tropas colonialistas.»

Lenin y Trotski, y la Internacional Comunista bajo su dirección, insistieron en el papel dirigente del proletariado, incluso en los países atrasados y coloniales que, aunque debía participar en el movimiento general de liberación nacional, tenía que organizarse independientemente desde el principio.

Fanon teoriza que la clase obrera en un país como Argelia es de hecho «burguesa», una capa privilegiada sin la cual la sociedad colonial no podría existir. De ahí saca la conclusión de que los trabajadores tienen interés en mantener el colonialismo y, por tanto, no se puede confiar en ellos ni contar con ellos en la lucha por la liberación nacional: 

«Muchas veces se ha señalado: en los territorios coloniales, el proletariado es el núcleo del pueblo colonizado más mimado por el régimen colonial. El proletariado embrionario de las ciudades es relativamente privilegiado. En los países capitalistas, el proletariado no tiene nada que perder; eventualmente tendría todo por ganar. En los países colonialistas, el proletariado tiene mucho que perder. Representa, en efecto, la fracción del pueblo colonizado necesaria e irreemplazable para la buena marcha de la maquinaria colonial: conductores de tranvías, mineros, estibadores, intérpretes, enfermeros, etc… Son esos elementos los partidarios más fieles de los partidos nacionalistas y que, por el sitio privilegiado que ocupan en el sistema colonial, constituyen la fracción «burguesa» del pueblo colonizado. «

Las ideas de Fanon sobre el papel que desempeñan las diferentes clases en el movimiento revolucionario en los países capitalistas atrasados han sido refutadas en la práctica en muchas ocasiones en muchos países diferentes, incluso en la propia Argelia. Sí, la clase obrera argelina era muy pequeña en aquella época. Pero la clase obrera rusa también era pequeña en proporción al conjunto de la población en el momento de la Revolución Rusa de 1917 y, sin embargo, los bolcheviques se basaron en los obreros para dirigir una revolución exitosa.

La clase obrera argelina tenía una larga tradición revolucionaria: tradiciones combativas  y comunistas. Por ejemplo, en 1950, sólo 10 años antes de que Fanon escribiera estas líneas, hubo una huelga de estibadores franceses contra el envío de armas para la guerra colonial francesa en Indochina. El movimiento, convocado por el sindicato CGT, en realidad comenzó en el puerto de Orán, en Argelia, antes que en los puertos de la Francia metropolitana. Allí, 2.500 estibadores paralizaron completamente el puerto, impidiendo cualquier envío de armas para la guerra. En respuesta a la brutal represión policial, el movimiento se amplió hasta convertirse en una huelga general en toda la ciudad, en una lucha que duró semanas y que las autoridades coloniales fueron incapaces de sofocar. 

Aquí tenemos un maravilloso ejemplo del papel que desempeña la clase obrera en una sociedad capitalista, incluso en una sociedad atrasada y colonizada. Un pequeño grupo de trabajadores utiliza su poder para paralizar un sector clave de la economía, y luego reúne el apoyo de las masas, en este caso en un movimiento político antiimperialista. ¡Y estas son las capas descritas por Fanon como «la fracción burguesa del pueblo colonizado»! 

Incluso durante la guerra de liberación nacional argelina hubo varias huelgas generales importantes. En julio de 1956, el FLN convocó una huelga general nacional, no sólo en Argelia, sino también entre los trabajadores argelinos en Francia. La huelga tuvo un apoyo  masivo, no sólo entre los trabajadores sino también entre capas más amplias de la población, incluyendo el cierre de comercios y pequeños negocios, la participación de intelectuales de clase media y estudiantes, etc. 

En 1957, tras la derrota de la batalla de Argel (brillantemente retratada en la película homónima de Gillo Pontecorvo), el FLN convocó una huelga nacional de ocho días que paralizó a todo el país. La huelga fue dirigida principalmente por elementos de la clase obrera, pero implicó a todo el pueblo argelino, revelando el enorme poder de los trabajadores y también el apoyo masivo que tenía el movimiento de liberación. 

El problema de estas acciones fue que la dirección pequeñoburguesa del FLN concebía la actividad de los trabajadores nada más como un medio para ganar influencia en las negociaciones en las Naciones Unidas y presentarse como el único representante «legítimo» del pueblo argelino ante la llamada «comunidad internacional». En ningún momento la dirección del FLN consideró el movimiento huelguístico como una forma de preparar y organizar las fuerzas de la clase obrera hacia un levantamiento revolucionario de masas. 

La clase obrera desempeñó un papel muy importante en la guerra de liberación nacional argelina. Pero hay otro elemento. Había alrededor de 300.000 obreros argelinos en Francia, y muchos de ellos trabajaban en las grandes fábricas. En la fábrica de Renault Billancourt había 2.000 trabajadores argelinos, concentrados en las categorías peor pagadas, por ejemplo en la fundición, donde representaban cerca del 60% de la mano de obra. Los obreros argelinos en Francia jugaron un papel importante en la lucha de liberación nacional, organizando huelgas, financiando el movimiento, y fueron cruciales en la manifestación del 17 de octubre de 1961 en París, en la que murieron cientos de personas por la represión policial. 

Incluso en un país como Argelia en los años 50, donde la clase obrera representaba un pequeño porcentaje de la población, esta puede y debe desempeñar el papel principal en cualquier lucha revolucionaria, por dos razones principales. Primero, por la forma en que la clase obrera es capaz de desarrollar una conciencia colectiva como resultado de ser explotada por el mismo patrón en condiciones similares. 

En segundo lugar, porque la clase obrera de cualquier sociedad capitalista tiene el poder de detener la producción y paralizar la sociedad, un poder del que el campesinado y el lumpenproletariado carecen. En el centro de cualquier sociedad capitalista está la oposición entre trabajadores y capitalistas, siendo la extracción de plusvalía de la clase trabajadora el mecanismo a través del cual se acumula el capital.

Otras capas pueden desempeñar un papel importante en un movimiento revolucionario, especialmente en un país como Argelia, donde el campesinado constituía la mayoría de la población, pero sólo la clase obrera es capaz de proporcionar una dirección independiente que pueda derrocar tanto al imperialismo como a sus títeres burgueses en las colonias.

Toda la historia demuestra que el campesinado es incapaz de desempeñar un papel independiente en la lucha revolucionaria. Esto se debe a tres razones principales. En primer lugar, el campesinado como clase es muy heterogéneo, ya que se compone de diferentes capas, desde los campesinos sin tierra hasta los pequeños agricultores, pasando por los agricultores medios y ricos que emplean mano de obra asalariada. Esto significa que algunos campesinos explotan a otros campesinos. En segundo lugar, la principal característica que domina la perspectiva del campesino es su deseo de poseer tierras, resumido en el lema de «la tierra para el que la trabaja». Esto, con muy pocas excepciones, significa que el campesinado desarrolla una perspectiva individualista, estrechamente ligada a la cuestión de su propiedad individual. Finalmente, aunque un movimiento revolucionario conquiste el poder en las ciudades con la ayuda de un ejército campesino, los propios campesinos deben volver a su parcela. Por lo tanto, no pueden, como clase, detentar el poder. 

Violencia

Al principio del libro Fanon habla de la cuestión de la violencia, y tiene mucha razón en una cosa: la violencia de los oprimidos no puede compararse ni equipararse con la violencia de los opresores. Hay que entender que la violencia de los oprimidos es el resultado de décadas de represión brutal, injurias mezquinas y supresión del sentimiento nacional. En esto tiene razón. 

Pero se equivoca en dos aspectos con respecto a la violencia. Primero, cuando describe la violencia como una experiencia catártica necesaria, desde un punto de vista individual y colectivo: «Pero resulta que para el pueblo colonizado esta violencia, como constituye su única labor, reviste caracteres positivos, formativos. Esta praxis violenta es totalizadora… En el plano de los individuos, la violencia desintoxica. Libra al colonizado de su complejo de inferioridad, de sus actitudes contemplativas o desesperadas. Lo hace intrépido, lo rehabilita ante sus propios ojos». 

Esta exageración del papel de la violencia, que quizás refleja la formación de Fanon como psiquiatra, delata una grave debilidad en el análisis de Fanon. Es cierto que la mentalidad de los oprimidos cambia en el curso de una revolución y que la acción colectiva sirve para revelar la fuerza del movimiento de masas y crea confianza en sus propias fuerzas. Eso no requiere  que cada individuo mate a un agente del poder colonial o haga estallar una bomba. 

La aplicación incoherente de Fanon de un análisis de clase también le llevó a conclusiones completamente falsas. Después de haber hecho una crítica correcta del papel de la burguesía nacional en los países coloniales, luego argumenta que el problema radica en los métodos utilizados para lograr la independencia en países como Senegal. Allí, explica Fanon, la independencia se consiguió por medios pacíficos, negociaciones y compromisos. La independencia fue concedida por la antigua potencia colonial y por eso salió mal. 

Si, por el contrario, se utiliza la violencia revolucionaria para derrocar y expulsar a los colonialistas, argumenta Fanon, el «pueblo», tras haber llevado a cabo la lucha armada, seguiría teniendo el control del movimiento después de tomar el poder, y no permitiría el ascenso burguesía. «Aunque la lucha armada haya sido simbólica y aunque se haya desmovilizado por una rápida descolonización, el pueblo tiene tiempo de convencerse de que la liberación ha sido labor de todos y de cada uno de ellos, que el dirigente no tiene mérito especial. … Cuando han participado, mediante la violencia, en la liberación nacional, las masas no permiten a nadie posar como «liberador»” afirma. “Iluminada por la violencia, la conciencia del pueblo se rebela contra toda pacificación” 

Argelia demostraría que Fanon estaba equivocado. La revolución argelina, una vez conquistada la independencia en 1962, pasó por una primera fase muy radical de ocupaciones de tierras, ocupaciones de fábricas y autogestión obrera, y nacionalización de industrias. Muy pronto, sin embargo, esto fue completamente revertido por el golpe de Boumédiène en 1965 y el establecimiento de una dictadura burocrática y capitalista. Esto era exactamente contra lo que Fanon estaba advirtiendo y lo que quería evitar. 

El hecho de que la revolución argelina se llevara a cabo mediante la lucha armada, mediante la violencia, no impidió que se produjera esa misma degeneración. La cuestión crucial no era el grado de violencia utilizado en la lucha por la independencia, sino el carácter de clase y el programa de los dirigentes. La responsabilidad de ello recae principalmente en los Partidos Comunistas francés y argelino, que habían abandonado una clara posición leninista. 

Una teoría defectuosa conducirá a errores en la práctica, y Fanon cometió uno de esos errores como embajador del gobierno provisional argelino. En ese momento, Fanon estaba discutiendo con diferentes grupos de todo el continente que buscaban la ayuda de los argelinos para su lucha. En Angola, dos de estos grupos se pusieron en contacto con el FLN. Uno era la UPA (Unión de Pueblos de Angola) de Holden Roberto y el otro era el MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola). 

En lugar de fijarse en su política, su contenido de clase o cualquier otro factor de ese tipo, Fanon se concentró en una sola cosa: cuál de los dos grupos era el que quería iniciar la lucha armada lo antes posible. El MPLA quería hacer un trabajo preparatorio y construir bases en las ciudades antes de lanzarse a la lucha armada. Esto llevó a Fanon a elegir al peor de los dos grupos: la UPA de Holden Roberto.

Esta organización de base tribal, que ya estaba financiada por Estados Unidos, se convertiría en el FLNA, una de las principales fuerzas reaccionarias durante la guerra civil angoleña tras la independencia. Contaba con el apoyo de Estados Unidos, China y el reaccionario dictador zaireño Mobutu Sese Seko, y luchó en el mismo bando que los asesinos reaccionarios de la UNITA y la Sudáfrica del apartheid contra el MPLA y los cubanos en la famosa batalla de Cuito Cuanavale. Con la aprobación de Fanon y el apoyo del FLN argelino, la UPA lanzó una incursión armada chapucera y mal preparada en Angola desde el Congo en 1961, que condujo al desastre. 

Si se toma la violencia como único criterio, se cometerán todo tipo de errores. Habrá organizaciones que estén a favor de la violencia por todas las razones equivocadas, que tengan una perspectiva equivocada, una política equivocada. En este caso, Fanon acabó apoyando a un grupo que también contaba con el respaldo de la CIA, y que unos años más tarde estaría en el mismo bando que la Sudáfrica del apartheid. 

¿Capitalismo o socialismo?

Fanon también estaba muy confundido sobre qué tipo de sociedad crearía la Revolución argelina. ¿Socialismo? ¿Capitalismo? A lo largo del libro dice cosas diferentes sobre esta cuestión, contradiciéndose a sí mismo. En un momento dado dice: «la elección de un régimen socialista, de un régimen dirigido a la totalidad del pueblo, basado en el principio de que el hombre es el bien más precioso, nos permitirá ir más rápidamente, más armónicamente». Pero en otro pasaje dice: «La confrontación fundamental, que parecía ser la del colonialismo y el anticolonialismo, es decir, el capitalismo y socialismo, pierde importancia. Lo que cuenta ahora, el problema que cierra el horizonte, es la necesidad de una redistribución de las riquezas. La humanidad, so pena de verse sacudida, debe responder a este problema.». ¿Cómo puede haber redistribución de la riqueza si se evita la cuestión del capitalismo o del socialismo?

Y luego añade:

«Los países subdesarrollados, por el contrario, deben esforzarse por descubrir valores propios, métodos y un estilo específicos. El problema concreto frente al cual nos encontramos no es el de la opción, a toda costa, entre socialismo y capitalismo tal como son definidos por hombres de continentes y épocas diferentes.».

Así pues, lo que está diciendo es que el conflicto entre socialismo y capitalismo no era relevante para Argelia a mediados del siglo XX, como si fuera solo una cuestión de la Europa del siglo XIX. ¿Cuál era su alternativa a esta «falsa elección»? El Movimiento de Países No Alineados, fundado en la Conferencia de Bandung de 1955. En el contexto de la lucha entre el bloque diplomático en torno a la Unión Soviética estalinista y el bloque imperialista occidental, liderado por EEUU, una serie de países del Tercer Mundo intentaron equilibrarse entre ambos y tratar de ganar más autonomía. 

Aquello era similar a algunas de las ideas que flotan hoy en día sobre el carácter progresista de un «mundo multipolar». Pero debemos subrayar que el MNOAL y la Conferencia de Bandung no luchaban por la liberación nacional y no tenían ningún contenido progresista. Allí participaron todo tipo de países diferentes. Algunos, como Yugoslavia, habían abolido el capitalismo, pero otros eran monarquías reaccionarias semifeudales, como Arabia Saudí, Kuwait y Marruecos, algunos de ellos incluso estrechamente aliados del imperialismo estadounidense. Y se suponía que ésta era la alternativa a la «falsa elección entre socialismo y capitalismo».

Por supuesto, algunas de las limitaciones del pensamiento político de Fanon procedían de la traición del estalinismo. El estalinizado Partido Comunista de Francia había traicionado la Revolución argelina, la Unión Soviética no estaba promoviendo la revolución mundial, sino que promovía la «coexistencia pacífica». No era una propuesta muy atractiva, y él buscaba una especie de tercera vía. 

Desgraciadamente, esto llevó a Fanon a sacar algunas conclusiones extremadamente ingenuas. En el libro, sostiene que los países coloniales tienen que luchar por la liberación nacional mediante la lucha violenta y luego convencer a los países imperialistas de que les conviene permitir y ayudar al desarrollo nacional de esos países recién independizados:

«En la medida en que el Tercer Mundo está abandonado y condenado a la regresión, o al estancamiento en todo caso, por el egoísmo y la inmoralidad de las naciones occidentales, los pueblos subdesarrollados decidirán evolucionar en autarquía colectiva. Las industrias occidentales se verán rápidamente privadas de sus mercados de ultramar. Las máquinas se amontonarán en los depósitos y, en el mercado europeo, se desarrollará una lucha inexorable entre los grupos financieros y los trusts. Cierre de fábricas, lock-out o desempleo conducirán al proletariado europeo a desencadenar una lucha abierta contra el régimen capitalista. Los monopolios comprenderán entonces que su interés bien entendido consiste en ayudar y hacerlo masivamente y sin demasiadas condiciones a los países subdesarrollados. […]

«Por el contrario, debemos decir y explicar a los países capitalistas que el problema fundamental de la época contemporánea no es la guerra entre el régimen socialista y ellos. Hay que poner fin a esa guerra fría que no lleva a ninguna parte, detener los preparativos de la destrucción nuclear del mundo, invertir generosamente y ayudar técnicamente a las regiones subdesarrolladas

Distorsiones

En resumen, podemos decir que hay al menos dos puntos fuertes y muy importantes en Los condenados de la tierra. Primero, una crítica muy aguda y una advertencia contra la burguesía nacional de los países coloniales. Segundo, que la descolonización sólo puede ser llevada a cabo con éxito por las propias masas en una revolución. Esto se refleja en el hecho de que Fanon, una persona de clase media y educada de Martinica, en el Caribe, decidió unirse a la lucha en el país donde estaba establecido, y defendió el derecho del pueblo de Argelia a levantarse contra la violencia de los opresores. 

Pero en cuanto a que este libro sea una contribución útil o un proyecto de estrategia revolucionaria en los países dominados por el imperialismo, contiene muchas afirmaciones confusas y otras claramente erróneas y contraproducentes. 

Además, Fanon ha sido tergiversado hasta quedar irreconocible por los académicos de las universidades. Fanon es extremadamente popular en esos círculos, donde recogen los aspectos más oscuros de lo que dijo Fanon, tergiversan sus ideas, les dan la vuelta y las convierten en algo que es completamente incomprensible y que tiene muy poco que ver con lo que Fanon dijo o hizo en realidad. 

Por ejemplo; un grupo de académicos de una universidad canadiense organizó un seminario sobre Fanon en 2020 y escribió sobre «las geografías de Fanon»: 

«[A]través de sus textos, Fanon es el árbitro del conocimiento geográfico, y esta posicionalidad le proporciona una especie de precisión cartográfica que simultáneamente se aferra a, y colapsa, la colonialidad… Las geografías de Fanon no pueden ser teorizadas como encerradas o contenidas. Sus escritos pueden compartirse, debatirse y practicarse en colaboración, y este tipo de capacidad se presta a un sentido interdisciplinar y abierto del lugar». 

Es casi imposible entender una sola palabra de lo que aquí se quiere decir, y eso es intencional. 

No es casualidad que los académicos decoloniales posmodernos se basen tanto en Fanon, recogiendo los elementos más oscuros y confusos de su obra y haciendo especial hincapié en sus escritos sobre psiquiatría. Lo único que les preocupa es la «descolonización de la mente». Son perdedores de tiempo que giran en torno a la contemplación de sus propios procesos mentales internos. 

A diferencia de ellos, Fanon era un revolucionario. Insistió en que se le diera un papel de combatiente en el movimiento, lo que le negaron los dirigentes del FLN, que pensaban que podía desempeñar un papel más útil en otras funciones. Es como revolucionario como debe ser juzgado y es nuestro deber señalar los defectos de su punto de vista sobre la estrategia revolucionaria, así como sus puntos fuertes. 

¿Qué camino seguir?

Hoy en día, la inmensa mayoría de los antiguos países coloniales han logrado la independencia formal, pero como Fanon advirtió con clarividencia, bajo el dominio de sus burguesías «nacionales» siguen encadenados al imperialismo y las masas de trabajadores y campesinos siguen siendo oprimidas.

En los últimos años hemos visto valientes levantamientos de masas en un país tras otro, en Egipto y Túnez, en Sudán, en Líbano, en Irak, en Chile, en Ecuador, y muchos más. No faltan el heroísmo, el coraje y la voluntad de luchar por una auténtica liberación. 

Es necesario armar la vanguardia revolucionaria de estos países con una clara comprensión teórica del camino a seguir en términos de las fuerzas de clase implicadas en la revolución y del carácter que debe adoptar. Para ello, tenemos que volver a Lenin y a los primeros días de la Internacional Comunista. 

Los países dominados sólo pueden conseguir una auténtica liberación derrocando al imperialismo. Esta tarea no puede ser llevada a cabo por la burguesía nacional, que es incapaz y no está dispuesta a desempeñar ningún papel progresista (como Fanon señaló correctamente) y está atada de mil maneras diferentes al imperialismo extranjero. 

Sólo la clase obrera, a la cabeza de la nación, podrá romper las cadenas de la dominación imperialista. Las tareas democráticas nacionales se combinarán con las tareas socialistas expropiando no sólo a las multinacionales sino también a los capitalistas locales. Por último, la revolución no puede completarse dentro de las fronteras nacionales, sino que debe adquirir un alcance internacional. Sólo a través de la revolución socialista mundial podrán los países dominados por el atraso alcanzar un futuro de desarrollo económico y auténtica libertad. 

RECUADRO: El papel de los estalinistas en Argelia

El deplorable papel de los partidos comunistas estalinizados de Francia y Argelia tendría un impacto significativo y negativo en el curso de la Revolución argelina y en las ideas de Franz Fanon.

En 1941, cuando la Unión Soviética entró en la Segunda Guerra Mundial del lado de los aliados, el Partido Comunista de Francia y el Partido Comunista de Argelia abandonaron la consigna de la independencia de Argelia. La razón era que los imperialistas franceses eran, por supuesto, aliados de la URSS en el bando de la «democracia contra el fascismo» y defender la independencia de Argelia les habría molestado, así que no se podía. 

Esta era la traicionera política estalinista de los partidos comunistas de todo el mundo en aquella época. Esto tuvo un impacto terrible en la revolución argelina y significó que el Partido Comunista y las ideas comunistas en general no podían tener casi ningún impacto en el movimiento. 

El ejército alemán se rindió incondicionalmente a los Aliados el 8 de mayo de 1945. En Argelia, como en muchos otros lugares, hubo manifestaciones para celebrar la liberación de Francia y la derrota de los nazis. En algunas de estas manifestaciones, los argelinos que habían luchado en la guerra contra el fascismo acudieron con la bandera nacionalista argelina y con consignas contra la Alemania nazi, pero también con consignas anticoloniales y exigiendo la libertad de Messali Hadj, que era el líder histórico del movimiento nacional argelino y dirigente del proscrito Partido Popular Argelino (PPA). 

Hubo un incidente en la ciudad de Sétif, en el que la policía se enfrentó a una de esas manifestaciones, trató de llevarse la bandera argelina y abrió fuego, matando a algunos de los manifestantes y desencadenando acontecimientos que desembocaron en una horrible masacre. Durante unas semanas, en toda una serie de ciudades -Sétif, Guelma, Kherrata- los colonos blancos organizaron milicias armadas con el apoyo de las autoridades francesas y procedieron a una matanza de árabes argelinos. El ejército francés intervino para «restablecer el orden» llevando a cabo numerosas ejecuciones, utilizando el bombardeo aéreo contra las ciudades y pueblos argelinos menos accesibles y empleando la marina para bombardear Kherrata.

A día de hoy no está claro cuántos murieron en la brutal represión colonial francesa, pero las estimaciones oscilan entre 6.000 y 30.000 argelinos masacrados en estos «acontecimientos», tal y como se describen en la historia oficial francesa. 

Muchos argelinos pensaron que la liberación de la Alemania nazi significaba también democracia y libertad para Argelia y el fin del colonialismo. Pronto se dieron cuenta de que no iba a ser así. 

Por si esto no fuera suficiente, el Partido Comunista Francés (PCF) desempeñó un papel deplorable en la masacre. En aquella época, el PCF formaba parte del gobierno francés de unidad nacional y un miembro del PCF, Charles Tillon, era el Ministro de la Fuerza Aérea, por lo tanto, responsable directo del bombardeo aéreo de las aldeas argelinas. 

El periódico del PCF, L’Humanité, describió los hechos como provocados por «provocadores pro-Hitler». Es decir, el pueblo argelino que celebraba la victoria contra el nazismo y ondeaba la bandera de la libertad de Argelia formaba parte, según los dirigentes del PCF, ¡de una provocación pro-Hitler! 

El 11 de mayo, L’Humanité publicó una breve nota: «En Setif: ataque fascista el día de la victoria». Era una reproducción sin comentarios (pero con un titular claro) de una nota gubernamental: «Elementos perturbadores de inspiración hitleriana se lanzaron a la agresión armada en Setif contra la población que celebraba la capitulación de Hitler. La policía, ayudada por el ejército, mantiene el orden».

El 12 de mayo, el Partido Comunista distribuyó un folleto de advertencia en las ciudades de Argelia. Firmado por cinco representantes del Comité Central, exigía «dar muerte a los instigadores de la revuelta y a los matones que la han dirigido. No se trata de venganza ni de represalias. Se trata de medidas de justicia. Son medidas de seguridad para el país».

El Partido Comunista Argelino exigió en su periódico: «Hay que castigar inmediatamente a los organizadores de estos disturbios de forma rápida y despiadada, dar muerte a los instigadores de la revuelta y a los matones que la han dirigido».

En algunas de las ciudades afectadas, los dirigentes locales del PCA se unieron a las milicias de colonos franceses que llevaban a cabo las masacres, a pesar de que algunos de los que participaban en las manifestaciones pro argelinas eran también miembros del Partido Comunista. Esto creó una ruptura total entre el PCF y el movimiento nacional argelino. 

En 1956 se produjo otro incidente crucial cuando el Parlamento francés votó a favor de otorgar poderes especiales al gobierno para hacer frente a la revuelta argelina que había comenzado en 1954, y el PCF votó a favor. 

Este es el terrible historial del PCF estalinista en relación con la lucha de liberación argelina. Esto no habría pasado desapercibido para Fanon, alejándolo aún más del marxismo en sus ideas.

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