Lenin siempre comprendió la relación entre la lucha por la liberación nacional y la revolución socialista mundial. Sin su defensa de principios del derecho de las naciones a la autodeterminación, los bolcheviques nunca habrían logrado tomar el poder en Rusia, que estaba compuesta por más de 130 grupos nacionales reconocidos.
Tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, se estaba produciendo un inmenso despertar nacional en las colonias y semicolonias dominadas por el imperialismo. Lenin reconoció el enorme potencial revolucionario de estos movimientos y condenó la hipocresía de los partidos de la llamada Internacional Socialista, que hablaban de boquilla de la igualdad y la «fraternidad» de las naciones, mientras apoyaban tácitamente a sus propias clases dominantes imperialistas.
En este contexto, Lenin preparó sus «Esbozos de la tesis sobre las cuestiones nacionales y coloniales» en junio de 1920. Éstas se sometieron a debate en el II Congreso de la Internacional Comunista, al que asistieron 30 delegados de países coloniales y semicoloniales, entre ellos China, India, México y Palestina.
Publicamos aquí el esbozo de la tesis de Lenin porque ofrecen el resumen más claro posible del genuino enfoque marxista de la lucha de las naciones oprimidas contra el imperialismo. Hoy en día, las tesis siguen ofreciendo una guía vital para los comunistas que luchan por la aniquilación del imperialismo en el contexto de un fermento revolucionario en todo el mundo.
5 de junio de 1920
1. A la democracia burguesa le es propio, por su naturaleza misma, un modo abstracto o formal de plantear el problema de la igualdad en general, incluida la igualdad nacional. La democracia burguesa proclama, a título de igualdad del individuo en general, la igualdad formal o jurídica entre el propietario y el proletario, entre el explotador y el explotado, con lo que hace víctimas del mayor engaño a las clases oprimidas. La idea de la igualdad, que es de por sí un reflejo de las relaciones de la producción mercantil, es transformada por la burguesía en una arma de lucha contra la supresión de las clases, so pretexto de una pretendida igualdad absoluta de las personas. El verdadero sentido de la reivindicación de igualdad no consiste sino en exigir la supresión de las clases.
2. De acuerdo con su tarea fundamental de luchar contra la democracia burguesa y denunciar su falsedad e hipocresía, el Partido Comunista, intérprete consciente de la lucha del proletariado por derrocar el yugo de la burguesía, debe considerar también fundamental, en lo que respecta al problema nacional, no principios abstractos o formales, sino: 1) apreciar con exactitud la situación histórica concreta y, ante todo, la situación económica; 2) destacar los intereses de las clases oprimidas, de los trabajadores, de los explotados, distinguiendolos con absoluta claridad del concepto general de intereses de toda la nación en su conjunto, que significa los intereses de la clase dominante; 3) establecer asimismo una neta diferencia entre naciones oprimidas, dependientes, carentes de igualdad de derechos, y naciones opresoras, explotadoras, soberanas, en oposición a la mentira democrática burguesa que encubre la esclavización colonial y financiera -propia de la época del capital financiero y del imperialismo- de la inmensa mayoría de la población de la Tierra por una insignificante minoría de países capitalistas adelantados y muy ricos.
3. La guerra imperialista de 1914-1918 ha puesto de relieve con particular claridad ante todas las naciones y ante las clases oprimidas del mundo entero la mendacidad de la fraseología democrática burguesa, demostrando en la práctica que el Tratado de Versalles, dictado por las decantadas «democracias occidentales», constituye una violencia aún más feroz e infame sobre las naciones débiles que el Tratado de Brest-Litovsk, impuesto por los junkers alemanes y el kaiser. La Sociedad de Naciones, así como toda la política de posguerra de la Entente, revela con mayor evidencia y de un modo más tajante aún esta verdad, intensificando por doquier la lucha revolucionaria, tanto del proletariado de los países avanzados como de todas las masas trabajadoras de las colonias y de los países dependientes, y acelerando el desvanecimiento de las ilusiones nacionales pequeñoburguesas sobre la posibilidad de la convivencia pacífica y la igualdad de las naciones bajo el capitalismo.
4. De los principios básicos expuestos más arriba se deduce que la piedra angular de toda la política de la Internacional Comunista, en lo que al problema nacional y colonial se refiere, debe consistir en unir a los proletarios y a las masas trabajadoras de todas las naciones y de todos los países para la lucha revolucionaria conjunta por el derrocamiento de los terratenientes y de la burguesía. Porque solo una unión de este tipo garantiza el triunfo sobre el capitalismo, sin el cual es imposible suprimir la opresión y la desigualdad nacionales.
5. La situación política mundial ha puesto ahora a la orden del dia la dictadura del proletariado, y todos los hechos de la política internacional convergen de modo inevitable en un punto central, a saber: la lucha de la burguesía mundial contra la República Soviética de Rusia, que agrupa necesariamente a su alrededor, de una parte, los movimientos de los obreros de vanguardia de todos los países en pro del régimen sovietico y, de otra parte, todos los movimientos de liberación nacional de las colonias y de los pueblos oprimidos, los cuales se convencen por amarga experiencia de que para ellos no existe otra salvación que la victoria del Poder de los Soviets sobre el imperialismo mundial.
6. Por lo tanto, en la actualidad no hay que limitarse a reconocer o proclamar simplemente la necesidad de una unión más estrecha entre los trabajadores de las distintas naciones, sino que es preciso aplicar una política que convierta en realidad la alianza más estrecha de todos los movimientos de liberación nacional y colonial con la Rusia Soviética, haciendo que las formas de esta unión estén en consonancia con el grado de desarrollo del movimiento comunista en el seno del proletariado de cada país o del movimiento democratico burgues de liberación de los obreros y campesinos en los países atrasados o entre las naciones atrasadas.
7. La federación es la forma de transición a la unidad completa de los trabajadores de las diversas naciones. Ha revelado ya en la práctica su conveniencia tanto en las relaciones entre la República Socialista Federativa Soviética de Rusia y las otras repúblicas soviéticas (de Hungría, de Finlandia y de Letonia, en el pasado, y de Azerbaidzhán y de Ucrania, en el presente) como dentro de la misma RSFSR, en lo referente a las naciones que antes carecían de Estado propio y de autonomía (por ejemplo, las repúblicas autónomas de Bashkiria y de Tartaria en la RSFSR, fundadas en 1919 y 1920, respectivamente).
8. En este sentido, la tarea de la Internacional Comunista consiste en seguir desarrollando estas nuevas federaciones, que surgen sobre la base del régimen sovietico y del movimiento sovietico, y en estudiar y comprobar su experiencia. Al reconocer la federación como forma de transición a la unidad completa, es necesario tender a estrechar cada vez más la unión federativa, teniendo presente, primero, que sin la alianza más estrecha de las repúblicas soviéticas es imposible salvaguardar su existencia, cercadas por las potencias imperialistas del mundo entero, incomparablemente más poderosas en el sentido militar; segundo, que es imprescindible una estrecha alianza económica de las repúblicas soviéticas, sin lo cual no es posible restablecer las fuerzas productivas destruidas por el imperialismo ni asegurar el bienestar de los trabajadores, y tercero, que la tendencia a crear una economía mundial única, regulada de acuerdo con un plan general por el proletariado de todas las naciones, se ha revelado ya con plena nitidez en el capitalismo y deberá desarrollarse, sin duda alguna, hasta realizarse por completo en el socialismo.
9. En el terreno de las relaciones dentro del Estado, la política nacional de la Internacional Comunista no puede circunscribirse a un simple reconocimiento formal -puramente declarativo y que, en la práctica, no obliga a nada- de la igualdad de las naciones, cosa que hacen los demócratas burgueses, ya se presenten sin rebozo como tales o se encubren con el título de socialistas, a semejanza de los socialistas de la II Internacional.
No basta con que en toda la labor de agitación y propaganda de los partidos comunistas -tanto desde la tribuna parlamentaria como fuera de ella- se denuncien implacablemente las continuas violaciones de la igualdad de las naciones y de las garantías de los derechos de las minorías nacionales en todos los Estados capitalistas, a despecho de sus instituciones «democráticas». Ademas de eso, es preciso: 1) explicar de manera constante que solo el regimen sovietico puede proporcionar realmente la igualdad de derechos de las naciones, uniendo primero a los proletarios, y luego a toda la masa de los trabajadores, en la lucha contra la burguesia, y 2) que todos los partidos comunistas presten una ayuda directa al movimiento revolucionario en las naciones dependientes o que no gozan de igualdad de derechos (por ejemplo, en Irlanda, entre los negros de EE.UU., etc.) y en las colonias.
Sin esta última condición, de suma importancia, la lucha contra la opresión de las naciones dependientes y de las colonias, lo mismo que el reconocimiento de su derecho a separarse y formar un Estado aparte, siguen siendo un rótulo falaz, como vemos en los partidos de la II Internacional.
10. El reconocimiento verbal del internacionalismo y su sustitución efectiva, en toda la propaganda, la agitación y la labor práctica, por el nacionalismo y el pacifismo pequeñoburgueses es el fenómeno más común no solo entre los partidos de la II Internacional, sino también entre los que abandonaron esta organización y, con frecuencia, incluso entre los que ahora se llaman comunistas. La lucha contra este mal, contra los prejuicios nacionales pequeñoburgueses más arraigados, pasa tanto más al primer piano cuanto mayor es la actualidad de la tarea de transformar la dictadura del proletariado, convirtiéndola de nacional (es decir, existente en un solo país e incapaz de determinar la política mundial) en internacional (es decir, en dictadura del proletariado existente, por lo menos, en varios países avanzados y capaz de influir de manera decisiva en toda la política mundial). El nacionalismo pequeñoburgués llama internacionalismo al mero reconocimiento de la igualdad de derechos de las naciones (que tiene un carácter puramente verbal), manteniendo intacto el egoísmo nacional, en tanto que el internacionalismo proletario exige: 1) que los intereses de la lucha proletaria en un país sean subordinados a los intereses de esta lucha a escala mundial; 2) que la nación que ha triunfado sobre la burguesía sea capaz y esté dispuesta a hacer los mayores sacrificios nacionales en aras del derrocamiento del capital internacional.
Así pues, en los Estados ya completamente capitalistas, en los que actúan partidos obreros que son la verdadera vanguardia del proletariado, la tarea esencial y primordial consiste en combatir las deformaciones oportunistas y pacifistas pequeñoburguesas de la concepción y la política del internacionalismo.
11. En lo que respecta a los Estados y las naciones más atrasados, donde predominan las relaciones feudales o patriarcales y patriarcal-campesinas, es preciso tener presente, en particular:
Primero, la necesidad de que todos los partidos comunistas ayuden al movimiento democratico burgues de liberación en dichos países; el deber de prestar la ayuda más activa incumbe, en primer término, a los obreros del país del que la nación atrasada depende en el aspecto financiero o como colonia;
Segundo, la necesidad de luchar contra el clero y demás elementos reaccionarios y medievales, que tienen influencia en los países atrasados;
Tercero, la necesidad de luchar contra el panislamismo y otras corrientes semejantes, que tratan de combinar el movimiento de liberación contra el imperialismo europeo y norteamericano con el fortalecimiento de las posiciones de los kanes, de los latifundistas, de los mulahs, etc.;
Cuarto, la necesidad de apoyar especialmente en los países atrasados el movimiento campesino contra los terratenientes, contra la gran propiedad agraria, contra toda manifestación o reminiscencia del feudalismo, y esforzarse por dar al movimiento campesino el carácter más revolucionario, estableciendo la alianza más estrecha posible entre el proletariado comunista de Europa Occidental y el movimiento revolucionario de los campesinos en Oriente, en las colonias y en los países atrasados en general; es preciso, en particular, orientar todos los esfuerzos a aplicar los postulados fundamentales del régimen sovietico en los países en que predominan las relaciones precapitalistas, creando «Soviets del pueblo trabajador», etc.;
Quinto, la necesidad de combatir con decision la tendencia a teñir de color comunista las corrientes liberadoras democraticas burguesas en los paises atrasados; la Internacional Comunista debe apoyar los movimientos nacionales democraticos burgueses en las colonias y en los paises atrasados solo a condicion de que los elementos de los futuros partidos proletarios -comunistas no solo de nombre- se agrupen y eduquen en todos los paises atrasados para adquirir plena conciencia de la mision especial que les incumbe: luchar contra los movimientos democraticos burgueses dentro de sus respectivas naciones; la Internacional Comunista debe concluir una alianza temporal con la democracia burguesa de las colonias y de los paises atrasados, pero no fusionarse con ella, sino proteger a toda costa la independencia del movimiento proletario, incluso en sus formas mas rudimentarias;
Sexto, la necesidad de explicar y denunciar inflexiblemente ante las grandes masas trabajadoras de todos los países, y en particular de los atrasados, el engaño a que recurren de modo sistemático las potencias imperialistas, las cuales crean, bajo el aspecto de Estados independientes en el terreno político, Estados que dependen de ellos por completo en el sentido económico, financiero y militar; en la presente situación internacional, las naciones dependientes y débiles no tienen otra salvación que la unión de repúblicas soviéticas.
12. La opresión secular de las colonias y de los pueblos débiles por las potencias imperialistas ha despertado en las masas trabajadoras de los países oprimidos tanto rencor como desconfianza hacia las naciones opresoras en general, incluido también el proletariado de estas naciones. La vil traición al socialismo por la mayoría de los líderes oficiales de este proletariado durante los años de 1914 a 1919, cuando, invocando «la defensa de la patria», encubrieron al estilo socialchovinismo la defensa del «derecho» de «su propia» burguesía a oprimir a las colonias y expoliar a los países dependientes en el sentido financiero, no ha podido menos de acentuar esta desconfianza, legítima en extremo. Por otra parte, cuanto más atrasado es un país, tanto más fuertes son en él la pequeña producción agrícola, el estado patriarcal y el aislamiento, que infunden de manera inevitable un vigor y una firmeza singulares a los más profundos prejuicios pequeñoburgueses, a saber: los prejuicios del egoísmo nacional y de la limitación nacional. La extinción de esos prejuicios pequeñoburgueses más arraigados, a saber: los prejuicios de egoísmo nacional, de estrechez nacional. La extinción de esos prejuicios es necesariamente un proceso muy lento, puesto que sólo pueden desaparecer después de la desaparición del imperialismo y el capitalismo en los países avanzados y una vez que cambie radicalmente toda la base de la vida económica de los países atrasados. De ahí surge el deber, para el proletariado comunista consciente de todos los países, de demostrar circunspección y atención particulares frente a las supervivencias de los sentimientos nacionales en los países y en las nacionalidades que han sufrido una prolongadísima opresión; asimismo es su deber hacer ciertas concesiones con el fin de apresurar la desaparición de esa desconfianza y esos prejuicios. La causa del triunfo sobre el capitalismo no puede tener su remate eficaz si el proletariado, y luego todas las masas trabajadoras de todos los países y naciones del mundo entero, no demuestran una aspiración voluntaria a la alianza y a la unidad.