La tormenta que se avecina

Publicamos aquí el editorial de Alan Woods al número 29 de la revista América Socialista – En Defensa del Marxismo, que se centra en la crisis política en el Reino Unido.

Parte 1: Carta de Londres

Durante los meses calurosos y sofocantes del verano, es frecuente presenciar un fenómeno conocido como “relámpagos sin trueno”. Se ha hecho especialmente patente este año, en el que se han registrado temperaturas inusualmente altas en zonas de clima normalmente moderado, como el de las Islas Británicas.

Cuando esto sucede, la atmósfera se carga de electricidad y el aire húmedo se vuelve casi irrespirable. En las noches cálidas y húmedas, el cielo parece parpadear con luz; e incluso durante noches aparentemente despejadas e iluminadas por las estrellas, se pueden ver relámpagos. Uno espera el sonido del trueno. Sin embargo, ningún sonido acompaña al destello.

La carga eléctrica se va acumulando poco a poco, pero aún no ha logrado ese punto crítico en el que la tormenta por fin estalla, desatando toda su furia contenida. Por tanto, los relámpagos sin trueno no son todavía una tormenta. Pero siempre son heraldos silenciosos que anuncian su inminencia.

Existe un paralelismo exacto entre este fenómeno natural y la lucha de clases. Dondequiera que se mire, aumenta la sensación de que se acerca una tormenta, y con rapidez. Las contradicciones de la sociedad están produciendo tensiones cada vez más insoportables.

El aire estancado de aquello que se hace pasar por vida política se ha vuelto irrespirable para la gran mayoría, que ven que sus sentimientos de desesperación no encuentran ni un solo reflejo en ninguno de los partidos o instituciones existentes. La convicción de que la situación actual es absolutamente intolerable se hace más fuerte cada día que pasa. Tarde o temprano, algo tiene que ceder.

La psicología de las masas

La característica principal de la situación mundial actual es que el ritmo de la historia se ha acelerado enormemente. Sin embargo, la conciencia humana es muy conservadora. Siempre marcha a la zaga de los acontecimientos objetivos.

Este conservadurismo innato no acoge el cambio, y menos aún el cambio violento y revolucionario. Al contrario, lo teme y se resistirá a él hasta que las condiciones objetivas impidan aguantar más. Pero para superar la poderosa fuerza de la inercia y provocar un cambio tan drástico en la conciencia, será necesaria una serie de tremendas conmociones.

En 1938, Trotsky escribió: “Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse”. Esto es evidente para los marxistas en este momento, pero no lo es necesariamente para las masas de los países capitalistas avanzados.

El nivel de radicalización de la clase obrera depende de toda una serie de factores, incluido el período precedente a una recesión. Trotsky lo explicó muy claramente en su brillante artículo “El tercer período de los errores de la Internacional Comunista»,en el que criticaba duramente la idea planteada por los estalinistas en el infame “tercer período», y que todavía hoy repiten algunos insensatos ultraizquierdistas, de que las masas están siempre dispuestas a rebelarse y que sólo los aparatos burocráticos conservadores se lo impiden.

Trotsky desprecia esta idea y vale la pena citar ampliamente sus palabras:

“La radicalización de las masas aparece des­crita como un proceso continuo: las masas son hoy más revolucionarias que ayer, mañana serán más revolucio­narias que hoy. Semejante mecanicismo no corresponde al verdadero proceso de desenvolvimiento del proletariado ni de la sociedad capitalista en su conjunto..

“Los partidos socialdemócratas, sobre todo en la preguerra, vislumbraban un futuro con un continuo incremento de votos socialdemócratas, que aumentarían sistemáticamente hasta el umbral de la toma del poder. Para un pensador vulgar o un seudorrevolucionario, esta perspectiva mantiene toda su vigencia; sólo que en vez de hablar de un continuo incremento de los votos, habla de la continua radicalización de las masas. Esta concepción mecanicista se apoya también en el programa Stalin-Bujarin de la Internacional Comunista.

“Demás está decir que, desde la perspectiva de nuestra época de conjunto, el proletariado sigue un proceso que avanza hacia la revolución. Pero no se trata de una progresión ininterrumpida, como no lo es el proceso objetivo de agudización de las contradicciones capitalistas. Los reformistas sólo ven el ascenso del capitalismo. Los “revolucionarios” formales sólo ven sus bajas. Pero el marxista contempla el proceso en su conjunto, con todas sus alzas y bajas coyunturales, sin perder jamás de vista su dinámica principal: las catástrofes bélicas, las explosiones revolucionarias.

“El estado de ánimo político del proletariado no cambia automáticamente en una misma dirección. La lucha de clases muestra alzas seguidas de bajas, marejadas y reflujos, según las complejas combinaciones de las circunstancias ideológicas y materiales, tanto nacionales como internacionales. Un alza de las masas que no es aprovechada o es mal aprovechada se revierte y culmina en un período de reflujo, del que las masas se recuperan tarde o temprano bajo la influencia de nuevos estímulos objetivos. La nuestra es una época que se caracteriza por fluctuaciones periódicas extremadamente bruscas, por situaciones que cambian de manera muy abrupta, todo lo cual configura, para la dirección, responsabilidades muy arduas en lo que hace a la elaboración de una orientación correcta.

“La actividad de las masas propiamente dicha se manifiesta de distintas maneras, según las circunstancias. En algunas épocas se puede observar a las masas empeñadas por entero en la lucha económica, demostrando muy poco interés por las cuestiones políticas. O bien, luego de una serie de derrotas en la lucha económica, las masas pueden dirigir abruptamente su atención a la política. En ese caso -tal como lo determinen la situación concreta y la experiencia anterior de las masas-, su actividad política puede manifestarse en la lucha exclusivamente parlamentaria o en la extra-parlamentaria.” (Escritos, 8 enero 1930)

Estos renglones son sumamente importantes, pues muestran que es imposible deducir el estado en que se encuentra la conciencia del proletariado o el movimiento concreto de la clase a partir de afirmaciones generales sobre la época. Vemos aquí muy claramente el método de Trotsky, que no parte de fórmulas abstractas («la nueva época») sino de hechos concretos.

El 15 de noviembre de 1857, Engels se quejaba ante Marx en una carta: “Las masas deben haberse quedado condenadamente aletargadas después de una prosperidad tan larga”. Y añadía: “Se requerirá presión crónica por un tiempo para templar a la población. El proletariado entonces golpeará más fuerte, con mejor conciencia de su causa y más unidad…”

Estas palabras conservan hoy toda su fuerza. La psicología de las masas está condicionada por todo el período de las décadas pasadas. En los países capitalistas avanzados, los trabajadores se acostumbraron a un nivel de vida razonable, a un servicio de salud que funcionaba y a pensiones tras la jubilación. Todas estas cosas se daban por sentadas; parecían estar eternamente fijadas, se consideraban el estado normal de las cosas.

Sin embargo, en realidad no eran normales en absoluto, sino una anomalía histórica. Lo que estamos presenciando no es más que el proceso inevitable mediante el cual el sistema capitalista está volviendo a sus condiciones normales, que son mucho más parecidas a las que existían en la década de 1930 que durante el auge económico que se produjo tras la Segunda Guerra Mundial.

Ahora la clase obrera se enfrenta a una “nueva normalidad», que no tiene nada que ver con lo que había antes. Sí, en efecto, será necesario que se produzcan fuertes perturbaciones para sacudirlos de la vieja inercia. Pero estas perturbaciones ya se están produciéndo.

El ejemplo de Gran Bretaña es muy claro en este sentido. Ha pasado de ser lo que se consideraba el país políticamente más estable y conservador de Europa a ser uno de los más inestables y turbulentos. Y la causa fundamental de este dramático cambio se encuentra en los factores económicos.

La crisis del coste de vida

De repente, las viejas voces de confianza y optimismo se han acallado. En los últimos meses, incluso la mirada más somera a las páginas de la prensa financiera muestra que los estrategas del capital se encuentran invadidos por oscuros presentimientos. El centro de atención se ha desplazado al precio de la energía, que está disparándose a niveles sin precedentes.

Los precios del petróleo a nivel mundial están casi al doble de su nivel de enero de 2021. Pero la situación de los precios del gas natural es mucho peor. Los precios del gas natural al por mayor en Gran Bretaña y Europa ya cotizan cerca de 10 veces sus niveles normales. Una frase que se repite constantemente y que resume perfectamente los temores de los burgueses es “la crisis del coste de la vida”. Es el signo más evidente de la crisis orgánica del capitalismo.

En octubre, un hogar británico pagará más de 3.500 libras (4.200 dólares) al año por la energía, más del triple de la factura del año pasado. Pero algunos expertos advierten que las facturas típicas de gas y electricidad podrían aumentar hasta más de 7.000 libras al año en 2023. Y según un nuevo cálculo de Goldman Sachs, la inflación en Gran Bretaña aumentará hasta el 22,4% anual el próximo año.

Muchas familias del país ya se ven obligadas a elegir entre calentar sus hogares o alimentar a sus hijos. Esto ha provocado un temor entre millones de familias, incluyendo las que trabajan e igualmente estratos de la clase media.

Los cambios importantes en la conciencia de las masas se manifiestan ya en las cosas pequeñas. En los pubs y en las paradas de autobús, donde el tema principal de conversación era siempre el tiempo o el fútbol, ahora se habla del coste de la vida: la gente ya no confía en poder pagar sus facturas y alimentar a sus familias. Hay un sentimiento general de ansiedad, que se está transformando rápidamente en ira.

Esto es lo que Trotsky, en una frase brillante, llamó el proceso molecular de la revolución. Es precisamente el equivalente a la acumulación gradual de carga eléctrica que precede a una tormenta. Es el equivalente político de los relámpagos sin trueno.

Un invierno de descontento

Una ola de huelgas ya está arrasando en Gran Bretaña. Los combativos ferroviarios han encabezado el movimiento, seguidos por otros, como los trabajadores portuarios y de las comunicaciones, hasta los abogados criminalistas.

1.900 portuarios de Felixstowe, el puerto más grande de Gran Bretaña, realizaron un paro de ocho días, que causó graves problemas para la entrega de mercancías a las empresas y los supermercados. Ahora se han programado más huelgas, e incluso es probable que las aprueben los profesores, los funcionarios y las enfermeras, entre otros.

En Escocia, los recolectores de basura ya han salido a la huelga, dejando ciudades como Edimburgo hundidas bajo una montaña de basura, que ha ofendido las narices de los muchos turistas desprevenidos que habían venido a la capital escocesa para experimentar el mundo de la cultura en el célebre Festival de la ciudad, pero en su lugar se encontraron con un mundo de basura apestosa y ratas bien alimentadas.

Mientras escribo estas líneas, veo que a los recolectores de basura se les acaba de ofrecer un nuevo aumento de sueldo y los dirigentes sindicales instan a que lo acepten, así que para cuando usted lea esto, la huelga habrá terminado casi con toda seguridad. Pero los efluvios de la basura en descomposición permanecerán durante algún tiempo, aportando una metáfora sumamente apropiada sobre la verdadera relación entre la cultura y un sistema social en descomposición.

Cada vez se incorporan más sectores a la lucha. Incluso el tradicionalmente poco combativo Colegio Real de Enfermería (RCN, por sus siglas en inglés) se está preparando para consultar a sus miembros sobre si estarían dispuestos a ira a la huelga. Aún más sorprendentes son las escenas de abogados criminalistas, con sus túnicas negras y pelucas blancas, participando en en los piquetes, coreando eslóganes y manifestándose contra el gobierno.

Lo que resulta impresionante es el nivel de apoyo público que han recibido las huelgas. Los esfuerzos del gobierno conservador y de sus medios de comunicación a sueldo para azuzar el sentimiento contra la huelga ferroviaria entre los viajeros frustrados han fracasado. Casi todos los entrevistados expresaron su simpatía y apoyo a los huelguistas.

En respuesta a los planes del gobierno para eliminar 91.000 puestos de trabajo de los funcionarios públicos, el Sindicato de Servicios Públicos y Comerciales (PCS) insta al Congreso de Sindicatos (TUC) a “apoyar la acción industrial destinada a evitar los recortes de puestos de trabajo y a coordinar dicha acción con otros sindicatos en conflicto cuando sea posible”.

Aunque todo el mundo intenta evitar las palabras “huelga general», la idea de que es necesario unir a los diferentes trabajadores en huelga es cada vez más evidente. El movimiento en dirección a una huelga general adquiere cada día más impulso.

El Partido Conservador

En sus recientes declaraciones públicas, incluso dirigentes sindicales derechistas pueden hacer alusión a la idea de una huelga general. Pero en realidad, les aterra, porque supondría el peligro de perder el control de sus bases. Estas insinuaciones pretenden asustar al gobierno para que haga concesiones que harían innecesaria cualquier acción seria.

Por desgracia para ellos, el Partido Conservador está ahora dirigido por su facción más ignorante y cortoplacista, representada por la Sra. Liz Truss. La comprensión de la realidad de la nueva líder tory es prácticamente inexistente. Cree que puede derrotar a los sindicatos, igual que Margaret Thatcher derrotó a los mineros y habla con un lenguaje de guerra de clases abierta.

Todo esto es música para los oídos de los tenderos, los estafadores de la bolsa, los agentes inmobiliarios, los coroneles retirados del ejército y los vendedores de coches de segunda mano y otras gentes similares que constituyen la base del Partido Tory. Pero las amenazas de la nueva líder tory de limitar el derecho de huelga no han conseguido intimidar a los sindicatos. Más bien ha alimentado el sentimiento general de ira e injusticia. La nueva secretaria general de Unite, Sharon Graham, a la cabeza de un sindicato con 1,4 millones de afiliados, respondió advirtiendo:

“Si colocan nuestras actividades legítimas fuera de la ley, no esperen que juguemos conforme a las reglas”.

En otras palabras: no nos presionen hasta el punto de que no tengamos otra alternativa que convocar una huelga general.

Los ministros tories que aún poseen un atisbo de inteligencia se habrán alarmado ante el alcance de la posible huelga, reflejada en las mociones de la conferencia anual del TUC. Obviamente, han estado presionando a la Sra. Truss para que tome medidas que suavicen el golpe del aumento del coste de la energía.

Así, la Sra. Truss se ha visto obligada, muy a su pesar, a tomar medidas para cancelar o atenuar los aumentos ante el temor de las consecuencias sociales y políticas. Apenas había cruzado el umbral del Número 10 de Downing Street que ya anunciaba planes para congelar las facturas energéticas en un nivel medio del £2.500 al año durante dos años. Pero en la medida en que el actual precio máximo ya representa un aumento del 54%, fijar el nuevo máximo en £2.500 en realidad no representa congelar los precios sino un aumento sustancial, que muchos hogares no pueden pagar.

Y la pregunta clave es ¿quien va a pagar por esta congelación de precios? Truss se ha negado de manera desafiante a introducir un impuesto especial sobre los beneficios obscenos de las empresas energéticas. El dinero por lo tanto habrá que pedirlo prestado. Pero endeudarse de manera sustancial en un momento en que los tipos de interés están subiendo, puede colocar al gobierno, rápidamente, en dificultades. La deuda nacional – que ya es enorme – aumentará hasta nuevos niveles insostenibles.

En la medida en que el dinero del endeudamiento hay que devolverlo sobre la base de la recaudación de impuestos, este plan implica una enorme transferencia de riqueza – £150.000 millones o más – de los contribuyentes a las empresas suministradoras de energía. Eso significa que en los meses y años que se avecinan, las familias y los negocios serán castigados con facturas más altas, tipos de interés y costes hipotecarios más altos, además de recortes a servicios públicos vitales.

En otras palabras, estas medidas solo servirán para acumular nuevas contradicciones. El Reino Unido se tambalea de forma imparable en dirección a una recesión, la cual todos los economistas coinciden en que será la peor de todas las economías del G20, con la excepción de Rusia. Gran Bretaña se encontrará en el peor de los mundos: una profunda crisis económica junto a una espiral de inflación.

Por lo tanto, cualquier cosa que haga la Sra Truss ahora, será un error.

La tormenta en ciernes

El problema al que se enfrenta Gran Bretaña y todos los demás países se plantea de manera sencilla. La clase dominante no tiene más alternativa que colocar todo el peso de la crisis sobre las espaldas de la clase obrera. Pero los trabajadores no pueden permitirselo.

¿Acaso las contradicciones en Gran Bretaña conducirán a una huelga general? No es posible responder de forma definitiva a esta pregunta. Depende de que se den un conjunto de circunstancias imposibles de predecir. Los dirigentes del TUC nunca se inclinarían voluntariamente por el camino de una huelga general. Pero esa decisión puede no estar totalmente en sus manos.

En 1972, el gobierno tory de entonces y el TUC estuvieron a punto de trastabillar hacia una huelga general, por factores fuera de su control. Algo así podría volver a suceder. Una cosa está muy clara. Las contradicciones que se han ido acumulando durante un largo periodo se acercan ahora al punto crítico en el que la cantidad se transforma en calidad.

Es posible medir los grados de calor y frío con la ayuda de un termómetro. Desgraciadamente, aún no se ha inventado un instrumento semejante para medir el grado de ira y descontento de las masas. Puede que los hogares de millones de trabajadores estén helados, pero a la clase dirigente le espera un invierno muy caluroso.

Que el escenario está preparado para una explosión sin precedentes de la lucha de clases, no solo en Gran Bretaña sino en otros países de Europa – Francia, Alemania e Italia, sin ir más lejos. Las situaciones insurreccionales pueden estallar como un relámpago en un cielo azul claro. Lo hemos visto muy claramente en el caso de Sri Lanka.

La tormenta que se anunció tan claramente en el verano está a punto de estallar.

¡Atentos a los acontecimientos!

Londres

3 de septiembre de 2022

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