¿A dónde va Cuba? ¿Hacia el capitalismo o el socialismo?

El 13 de Septiembre, un comunicado de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) publicado en Granma anunció una serie de cambios profundos en la economía del país. Estas medidas son el resultado de la crisis económica que está afectando a Cuba, que ha sido golpeada fuertemente por la recesión del capitalismo mundial. Esto subraya la dependencia de Cuba del mercado mundial y la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país. Posteriormente, el 1º de noviembre, se presentó el “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social” como documento base para el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba a celebrarse en abril del 2011, y que elaboran y detallan estos cambios.

La más llamativa de las medidas anunciadas en el comunicado de la CTC fue el recorte de 500.000 empleos en el sector estatal para marzo del 2011, como parte de un proceso de reducción de un millón de empleos. Cerca del 85% de los trabajadores cubanos –5 millones– están empleados en el sector estatal, así que esto significaría el despido del 20% en total y de un 10% en los próximos 6 meses. El comunicado además explicaba que estos trabajadores tendrían que cambiar al sector no estatal. Esto se haría a través de un incremento en las licencias para el empleo por cuenta propia y para negocios familiares, mediante la conversión de algunas pequeños negocios y unidades empresariales en cooperativas, la cesión de locales y negocios estatales a los trabajadores para que las gestionen como negocios privados, etc.

Pérdida de empleo

En el pasado, los trabajadores que eran despedidos recibían su salario básico completo hasta que fuesen colocados en otro trabajo. Pero ahora este subsidio del 100%, será limitado únicamente a un mes, después del cual el trabajador recibirá un beneficio únicamente del 60% de su salario básico, que se prolongará proporcionalmente al tiempo de su último empleo: aquellos que han trabajado hasta 19 años, por un mes, o dos meses para aquellos que han trabajado entre 20 y 25 años, tres meses para aquellos que acumulan entre 26 y 30 años y un máximo de cinco meses para aquellos que han trabajado más de 30 años.

Además, aquellos que permanezcan en el sector estatal, tendrán su paga ligada a la productividad, una medida que ya había sido anunciada por Raúl Castro, pero que no había sido implementada en todas las empresas, debido a la profunda crisis que atraviesa la economía Cubana.

El comunicado también repetía temas tocados previamente por Raúl Castro acerca de la necesidad de “reducir los abultados gastos sociales” y que los “gratuidades indebidas” y “subsidios excesivos” tienen que ser eliminados. Esto parece anunciar una completa revisión de la asistencia social del sistema estatal, pasando de prestaciones universales a prestaciones según las necesidades de las personas. Esto probablemente signifique la eliminación de la libreta de abastecimiento, que da a todos los cubanos acceso a una canasta básica de productos fuertemente subsidiados, principalmente alimenticios. La expansión de las licencias de trabajo por cuenta propia realmente significará la legalización de una situación de facto, en la cual muchos cubanos están siendo forzados a recurrir al mercado negro.

Trabajo por cuenta propia

Por primera vez, los pequeños negocios privados tendrán permitido contratar trabajadores asalariados, y tendrán que pagar contribuciones a la seguridad social por los trabajadores que empleen. Aquellos que se aprovechen de la expansión de licencias para el trabajo por cuenta propia y negocios familiares tendrán que pagar a un nuevo sistema de impuestos, incluyendo el 25% de contribuciones a la seguridad social e impuestos sobre los beneficios de entre 40% (para restaurantes) a 20% para aquellos que renten habitaciones.

El Estado espera incrementar los ingresos por impuestos de los trabajadores autónomos y pequeños negocios en un 400%. Ya existen en Cuba 170.000 cuenta propistas trabajando legalmente y hay probablemente la misma cantidad en el mercado negro. Esto es una caída desde el pico máximo de 210.000 durante la apertura de la economía en los inicios de la década de 1990.

Los salarios en Cuba son relativamente bajos, pero los cubanos reciben vivienda, transporte, educación y asistencia sanitaria gratuita o muy subsidiada, y alimentación subsidiada por medio de la libreta de abastecimiento. El problema es que el salario mínimo no le alcanza a los cubanos para vivir y tienen que comprar un gran porcentaje de sus productos básicos en pesos convertibles (CUC), cuyo tipo de cambio es 1 por cada 24 pesos cubanos que es la moneda en que reciben su salario.

Las tiendas que venden en pesos convertibles son manejadas por el Estado y operadas en base a altos márgenes de beneficios como una forma de recuperar las divisas que los cubanos obtienen a través de remesas del extranjero y de sus tratos legales, semi-legales o ilegales con los turistas.

Otras medidas anunciadas recientemente incluyen la extensión del tiempo de arrendamiento de la tierra a inversionistas extranjeros de 50 a 99 años. Esta medida fue tomada para dar “más seguridad y garantías a los inversionistas extranjeros” particularmente en la industria turística. Ya hay conversaciones con compañías canadienses para construir resortes de lujo con campos de golf de 18 hoyos en la isla.

Cuba a merced del mercado internacional

Éstas medidas, así como otras que ya han sido anunciadas o que están en el tintero, amenazan con incrementar la desigualdad, desarrollar la acumulación de capital privado, minando seriamente la economía planificada e inician un proceso muy fuerte hacia la restauración del capitalismo. Todas estas medidas son el resultado de la grave crisis económica que Cuba ha enfrentado los últimos dos años.

Como ya habíamos explicado en un artículo anterior (1), la economía cubana es extremadamente dependiente del mercado mundial y, como resultado, sufre fuertemente los movimientos de la economía capitalista. En primer lugar, el precio del petróleo y la comida aumentaron masivamente en 2007-08. Cuba importa cerca del 80% de toda la comida que consume, un total de 1.500 millones de dólares, principalmente de los Estados Unidos. Luego, el precio del níquel colapsó de un máximo de $24 dólares por libra hasta $7 dólares por libra a inicios del 2010. Como resultado de estos factores, los términos de intercambio cayeron en un 38% en el 2008.

La recesión mundial también afectó negativamente a la industria turística y las remesas de los cubanos en el extranjero, que suponen $1.100 millones de dólares. A todos estos factores negativos tenemos que añadir la devastación causada por los huracanes en 2008 que causaron pérdidas cercanas a $10.000 millones.

Cuba depende fuertemente de las exportaciones de servicios profesionales (principalmente médicos a Venezuela) para sus ingresos en divisas, que a su vez le permiten adquirir mercancías en el mercado mundial. Esta exportación de servicios médicos genera $6.000 millones al año, tres veces más a los ingresos generados por el turismo.

La combinación de todos estos factores arrojaron un déficit comercial record de 11.700 millones de dólares en el 2008 (un 70% más que en el 2007) y un déficit por cuenta corriente de 1.500 millones de dólares en el mismo año (en comparación con un superávit de $500 millones de dólares en el 2007). Cuba no es miembro de ninguna institución financiera internacional y en el contexto de la crisis crediticia mundial y el bloqueo de los Estados Unidos, resultó imposible obtener ninguna línea adicional de crédito. Esto llevó a Cuba a suspender pagos ante los acreedores foráneos a mediados del 2008 (la deuda externa de Cuba era de 17.820 millones de dólares en el 2007, cerca del 45% del PIB).

Después de un crecimiento sostenido en 2003-07, llegando a puntos máximos de 11,2% y 12,1% en 2005 y 2006, la tasa de crecimiento, se contrajo rápidamente al 4,1% en el 2008 y 1,4% en el 2009. En 2008 el Estado tuvo el déficit fiscal más grande de la década, alcanzando el 6,7% del PIB, lo que le obligó a aplicar un programa de ajustes, incluyendo una reducción masiva de las importaciones (incluyendo comida).

Todas estas cifras pintan un cuadro de una economía cubana con una base muy débil y fuertemente dependiente del mercado mundial. En resumen, se puede decir que Cuba exporta materias primas (níquel), productos agrícolas (azúcar), pero sobretodo servicios profesionales (médicos), y recibe ingresos del turismo y remesas. Con las divisas que ingresa, tiene que importar casi todo: desde comida hasta bienes manufacturados, por no hablar de bienes de capital.

Esto demuestra, no de forma teórica, sino en el frío lenguaje de la economía, la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país. Esto no fue posible en la Unión Soviética, que, después de todo, era un país que se extendía sobre un continente completo y con recursos naturales enormes. Esto, si cabe, menos posible en una pequeña isla a 90 millas de la potencia imperialista más poderoso de la tierra.

Colapso del estalinismo

Lo que es realmente sorprendente es el hecho de que la Revolución cubana haya resistido tras el colapso del estalinismo en la Unión Soviética, de la cual era completamente dependiente desde un punto de vista económico (esto está explicado con más detalle en 50 años después – ¿hacia dónde va la revolución cubana?). Esto es una prueba de las profundas raíces que tiene la revolución cubana en la población. El llamado Periodo Especial mostró la determinación de un pueblo en su conjunto a no dejarse esclavizar de nuevo.

Entonces, ¿qué actitud deberíamos de tomar ante estas propuestas? Es cierto que, en sí misma, la apertura de pequeños negocios no es una medida negativa. Una economía planificada no necesita nacionalizar todo, hasta la última peluquería. Esto fue siempre una caricatura estalinista. En Cuba la nacionalización de todas las pequeñas y medianas empresas se llevó a cabo como parte de la “Ofensiva Revolucionaria” en 1968, cuando 58.000 pequeños negocios, principalmente en las ciudades, fueron expropiados. Vendedores de helados, peluquerías, reparadores de calzado, etc., todo fue nacionalizado.

Esta fue una medida completamente innecesaria, que sólo tuvo como resultado la creación de una capa burocrática adicional para supervisar y manejar estas minúsculas unidades productivas. En la transición hacia el socialismo, es inevitable que algunos elementos de capitalismo continúen existiendo junto a los elementos de economía planificada socialista. Esto incluye una cierta cantidad de pequeños negocios, tiendas, pequeñas parcelas campesinas, etc.

En sí mismo, esto no debería plantear ningún riesgo al socialismo, siempre y cuando las palancas claves de la economía permanezcan en manos del Estado, y el Estado y la industria en manos de la clase trabajadora. Bajo estas condiciones, y sólo bajo estas condiciones, un pequeño sector privado podría y debería ser permitido, siempre y cuando el Estado mantenga un firme control sobre las palancas dominantes de la economía.

En la década de los 20, la Revolución Rusa se vio obligada a hacer concesiones a la producción privada (principalmente en agricultura) y ofreció concesiones al capital extranjero, a través de la Nueva Política Económica (NEP). Lenin estaba dispuesto a incluso arrendar parte de Siberia al capitalismo extranjero. Dada la extrema pobreza del joven Estado Soviético, los Bolcheviques no tenían medios para desarrollar el enorme potencial minero de esa enorme región.

A cambio de inversión y tecnología extranjera, de las cuales carecía la revolución, Lenin estaba dispuesto a permitir que inversionistas extranjeros abrieran fábricas y minas en territorio soviético, empleando trabajadores y generando beneficios, a condición de que respetaran las leyes de trabajo soviéticas y pagaran impuestos. Pero la condición principal para hacer tales concesiones era que la clase trabajadora, bajo el liderazgo del Partido Bolchevique, mantuviera el control del Estado. En realidad, estas ofertas fueron rechazadas porque los imperialistas estaban decididos a derrocar al Estado soviético y no a comerciar con él.

Sin embargo, tales analogías históricas tienen límites muy definidos y pueden prestarse a equívocos. La verdad es siempre concreta. No se trata de repetir formulas generales acerca de la economía de transición, sino de analizar hechos tendencias concretas. Tenemos que hacernos la siguiente pregunta: en el contexto histórico dado, ¿cuáles serán los resultados de esta política en Cuba?

El primer problema es que Cuba tiene una base económica extremadamente débil. El segundo es que se encuentra a unas cuantas millas de la más poderosa economía capitalista del mundo. El tercero es que, como resultado de la administración burocrática, las empresas estatales están en muy malas condiciones. Por último, pero no menos importante, los trabajadores no sienten que ellos controlen las industrias en las que trabajan y, por lo tanto, no están interesados en cuestiones como la productividad, eficacia, etc. Hay un sentimiento generalizado de malestar y descontento que puede llevar a un ambiente de alienación que puede plantear el peligro más serio para el futuro de la revolución.

Todos están de acuerdo en que la situación actual no puede continuar, que “algo debe de cambiar” y “algo se debe de hacer”. La pregunta principal es ¿qué hacer?

¿Funcionarán estas medidas?

La idea de que los problemas de la economía cubana pueden resolverse promoviendo el sector privado es un error muy grave, y uno que puede poner en serio peligro el futuro de la revolución. Esto lo demuestra la experiencia. Ya ha habido algunos casos piloto de privatización de pequeños negocios, incluido el arrendamiento de varias peluquerías en la capital y de una compañía de taxis a sus trabajadores.

Los resultados han sido desiguales. Algunas peluquerías no han sido capaces de generar los beneficios suficientes para cubrir el alquiler y los impuestos que deben pagar al Estado, otras han prosperado. Los taxistas de una empresa en la que ahora se les fuerza a alquilar los autos, se han quejado de que tienen que trabajar durante largas horas sólo para cubrir lo el pago de ese alquiler.

No está muy claro cómo estos negocios serán capaces de obtener créditos o con qué eficiencia podrán obtener suministros e insumos, etc. La experiencia de cooperativas de campesinos y productores agrícolas privados no ha sido muy exitosa, porque tenían que tratar con un sistema estatal extremadamente burocratizado para la compra de sus productos, retrasos en los pagos, problemas para obtener fertilizantes y semillas, etc.

Un documento oficial explica que muchos de estos negocios nuevos colapsarán en un periodo de un año. ¡Esto no da mucho margen para el optimismo! A diferencia de las reformas en la década de los 90, en esta ocasión a los negocios privados se les permitirá contratar trabajadores asalariados. Esto creará una capa legal de pequeños capitalistas privados: estamos hablando de 250.000 nuevas licencias además de las 170.000 existentes. Es inevitable que esta capa desarrolle sus propios intereses y puntos de vista.

Se abrirá un abismo entre el sector privado y el público. En una situación donde el Estado no es capaz de producir bienes manufacturados de calidad, el sector privado tenderá a crecer a expensas del sector estatal. En otras palabras, los elementos capitalistas crecerán y los elementos socialistas se replegarán. La idea de que el Estado puede mantener a los capitalistas bajo control es utópica. En la medida en que el sector privado se vuelva más fuerte, los elementos del mercado se afianzarán más.

Dos corrientes contradictorias y mutuamente excluyentes existirán codo con codo. Tarde o temprano una de ellas prevalecerá. ¿Cuál? Prevalecerá aquel sector que logre atraer mayor inversión productiva y, bajo esta premisa, logre desarrollar un nivel mayor de productividad del trabajo y mayor eficacia. Los movimientos actuales para relajar las restricciones a la inversión extranjera significarán un incremento rápido en el flujo de capital extranjero hacia el sector privado, empezando por el turismo y expandiéndose hacia otros sectores claves.

La batalla entre las dos corrientes no se ganará con discursos ideológicos y exhortaciones, sino por el capital y la productividad. Aquí el peso demoledor de la economía capitalista mundial será decisivo. El peligro principal de la economía planificada no proviene de unos cuantos taxistas o peluquerías privadas, sino de la penetración del mercado mundial en Cuba y de esos elementos de la burocracia que, en privado, están a favor de la economía de mercado en oposición a una economía planificada socialista.

Hablemos francamente: hay una fuerte corriente entre economistas cubanos que abogan por estas medidas porque están a favor de abandonar la economía planificada, y de introducir mecanismos de mercado a todos los niveles y abrir el país a la inversión privada en todos los sectores. Es decir a favor del capitalismo.

Esta gente básicamente está proponiendo una “vía china”, aunque, debido a las enormes críticas que se han desarrollado en Cuba contra China entre intelectuales de izquierda, ellos prefieren hablar del “modelo vietnamita”. El cambio de terminología es irrelevante. Una rosa con cualquier otro nombre huele igual de bien. ¡Y el capitalismo con cualquier otro nombre huele igual de mal!

Independientemente de cómo quieran llamar a su modelo, los propósitos son claros. “El Estado no deberá planificar la economía, sino regularla”, “la industria y la agricultura deberán abrirse a la inversión extranjera”, etc. No dudamos que algunos proponen estas medidas con buenas intenciones. Pero el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, y la restauración del capitalismo sería un infierno para el pueblo de Cuba, aunque algunos todavía no se den cuenta.

Hace tiempo que Fidel Castro rechazó el “modelo chino” porque éste era sólo otro nombre para la restauración del capitalismo. Pero incluso si consideráramos esta opción, inmediatamente se volvería claro que no puede aplicarse a Cuba. Las condiciones concretas son completamente diferentes. Cuba es una pequeña isla con una población pequeña y pocos recursos. China es un territorio vasto con más de mil millones de habitantes, muchos recursos y una fuerte base industrial.

El enorme campesinado Chino ha provisto a las empresas capitalistas chinas de una vasta reserva de mano de obra barata, que ha suministrado constantemente a las fabricas de Guandong con obreros que trabajan prácticamente bajo condiciones de esclavitud, por salarios muy bajos. La única cosa que una variante cubana podría compartir es esto último: los salarios bajos.

Una Cuba capitalista no se asemejaría ni a China ni a Vietnam, sino más bien a El Salvador o Nicaragua después de la victoria de la contrarrevolución. Pronto se revertiría a una situación similar a la existente antes de 1959 –una de miseria, degradación y dependencia semi-colonial–. E independientemente de las intenciones de sus responsables, las medidas que han empezado a aplicarse desatarán un fuerte movimiento hacia la restauración del capitalismo, que destruiría todas las conquistas de la revolución. Es el inicio de una pendiente resbaladiza, y una vez que comience será difícil de detener.

Corrupción y burocracia

Pero, algunos dirán, ¡no podemos continuar como antes! No, no podemos. Pero antes de recetar la medicina, es necesario primero tener el diagnóstico preciso de la enfermedad. Si pensamos que el problema tiene que ver con la nacionalización de los medios de producción, entonces, tendríamos que estar a favor de la privatización y la economía de mercado. Pero nosotros no aceptamos que ese sea el caso.

La superioridad de una economía nacionalizada y planificada se demostró con los éxitos colosales de la URSS en el pasado. Estos éxitos fueron socavados por las distorsiones burocráticas derivadas del estalinismo y por la corrupción, estafa y mala administración que son consecuencia inevitable de un régimen burocrático. Durante un largo periodo de tiempo, estas aberraciones cancelaron los logros de la economía planificada hasta minarla completamente. Esto es lo que llevó al colapso de la Unión Soviética, y no ningún defecto inherente a una planificación centralizada.

Todos aquellos que en Cuba se consideren comunistas y estén preocupados al ver cómo los triunfos de la revolución se encuentran en peligro, deberían estudiar las lecciones de la degeneración de la Revolución Rusa. Fue la existencia parasitaria de una burocracia, consecuencia misma del aislamiento de la Revolución en un país atrasado, lo que al final desembocó en la restauración del capitalismo acompañado de un colapso social catastrófico. La planificación burocrática de la economía llevó al derroche, la mala administración y la corrupción. Finalmente, la burocracia decidió convertirse a sí misma en dueña de los medios de producción.

El problema de la corrupción y la burocracia en Cuba fue ya denunciado por el propio Fidel Castro, en un importante discurso a estudiantes universitarios en 2005. Más recientemente, el tema fue abordado de forma muy precisa por Esteban Morales, director honorario del Centro de Estudios de Estados Unidos de la Universidad de La Habana. En un artículo publicado en la página web de la Unión Nacional de Escritores y Artistas (UNEAC), Esteban Morales identificó claramente la principal amenaza contrarrevolucionaria hoy en día en Cuba:

“Cuando observamos detenidamente la situación interna de Cuba hoy, no podemos tener duda de que la contrarrevolución, poco a poco, va tomando posiciones en ciertos niveles del Estado y del Gobierno. Sin duda, se va haciendo evidente, de que hay gentes en posiciones de gobierno y estatal, que se están apalancando financieramente, para cuando la Revolución se caiga, y otros, que pueden tener casi todo preparado para producir el traspaso de los bienes estatales a manos privadas, como tuvo lugar en la antigua URSS.”

Explicó además que el problema del mercado negro y la corrupción no es tanto que haya gente en las calles ofreciendo los productos que no hay en las tiendas, sino quienes los proveen de éstos. En un artículo posterior, Morales explica:


“Los verdaderos corruptos no son los que venden leche en polvo, ni siquiera los que venden bienes duraderos a las mismas puertas de los supermercados, sino los que desde sus cargos en el gobierno y en el estado, controlan y abren los almacenes.”

Morales explica cómo la corrupción en todos los niveles de la burocracia es, de hecho, más peligrosa que los llamados disidentes, los cuales no tienen raíces o apoyo entre la población, ya que:

“Ese mismo pueblo, que la disidencia no logra mover ahora, si se ve afectado por un ambiente de corrupción, desconfianza en la dirección del país e inmoralidades en el manejo de sus recursos (porque los recursos son del pueblo, y eso no es solo discurso) en medio de un ambiente de crisis económica, no superado, se desmoraliza y aflojan su resistencia en el combate político.”

Poco después de la publicación de su artículo original, titulado Corrupción: ¿La verdadera contrarrevolución?, Morales fue expulsado del Partido Comunista, a pesar de las protestas de los miembros de su agrupación local.

Como él mismo explica, Esteban Morales es un comunista convencido, con más de 50 años de lucha en su haber. Posteriormente escribió otro artículo donde denunció estos métodos, ya que los mismos tienen un efecto desmoralizante entre los revolucionarios y comunistas. Insistió en ligar el problema de la corrupción a la cuestión de la burocracia e hizo un llamado a las filas del Partido para lanzar una campaña contra ambas.

Argumentó que las organizaciones del Partido no deberían limitar sus acciones y discusiones a su área local, sino abordar el problema en su conjunto. De la presente situación dice que:

“Impide que las organizaciones de base del Partido se proyecten críticamente hacia arriba, lo cual es también muy importante en términos del control de la actividad de los órganos superiores por los de la base”. Continúa señalando que “Lo más importante del Partido, es su militancia, no los órganos de dirección a ningún nivel. Esa deformación costó muy caro en la URSS”.

Claramente, Morales apunta a uno de los aspectos centrales de los problemas que enfrenta la Revolución Cubana. Cuando Raúl Castro se puso al frente, abrió un debate a nivel nacional acerca del futuro de la Revolución. Cientos de miles, millones de personas, participaron en el debate y contribuyeron con sus ideas de cómo mejorar la Revolución. Éste fue un debate que generó un entusiasmo genuino. Sin embargo, no hubo mecanismo real a través del cual, la gente que participó pudiera decidir el resultado de dicho debate. Se hicieron miles de propuestas, que fueron enviadas hacia arriba, pero nadie supo nada más al respecto. En realidad, más que un proceso de decisión genuino, fue una consulta, lo cual es bastante diferente.

La falta de una auténtica democracia obrera, en donde los trabajadores participan directamente en la administración del Estado y la economía, es una de las principales amenazas a la Revolución. Trae desmoralización, escepticismo, cinismo y generalmente mina el entusiasmo revolucionario del pueblo. Si esto se combina con una situación en la cual las necesidades básicas no son satisfechas, el poder adquisitivo de los salarios disminuye y todo el mundo es conscientes de la corrupción y el robo que ocurre en la cúpula del Estado, entonces, esto se convierte en un peligro contrarrevolucionario de primer orden.

Finalmente se ha convocado el VI Congreso del Partido Comunista, después de un largo intervalo de 12 años desde el V Congreso en 1997. Este retraso ya de por sí es un síntoma preocupante. Hay muchos miembros del Partido que comparten la preocupación de Esteban Morales. Temen que sectores de la burocracia dirijan al país a la restauración del capitalismo, tal como sucedió en la URSS. Hay muchos indicadores de este fermento hacia la izquierda en Cuba.

¿Cuál es el camino a seguir?

Está claro que el status quo no se puede mantener indefinidamente, pero, ¿las medidas tomadas son un paso adelante o un paso atrás? Uno podría decir que, bajo condiciones desfavorables, la Revolución debe estar dispuesta a dar un paso hacia atrás. Y es costumbre referirse a Lenin y la NEP en este contexto. Como una proposición general, sin duda es correcto decir que a veces es necesario retroceder. Pero un general que retrocede, debe ser muy cuidadoso en no convertir una retirada en una derrota. Y lo que es completamente inaceptable es confundir una retirada táctica con una rendición absoluta.

Los Bolcheviques nunca tuvieron la falsa ilusión de que era posible construir el socialismo en la Rusia atrasada. Lenin señaló muchas veces que para poder consolidar los triunfos de la Revolución y avanzar al Socialismo, era indispensable la victoria de la Revolución Socialista en uno o varios de los países avanzados de Europa. Ello habría sido posible de no ser por la cobardía y la traición de los líderes socialdemócratas europeos. Pero una vez que la Revolución Rusa quedó aislada en condiciones de atraso espantoso, el retroceso era inevitable.

Las medidas defendidas por Lenin fueron claramente explicadas como un revés temporal, debido al retraso de la revolución mundial, y no como el camino hacia adelante. Los Bolcheviques, encabezados por Lenin y Trotsky, continuaron insistiendo en la necesidad de que la revolución internacional ayudara a la Rusia Soviética y lucharon contra el creciente proceso de burocratización de las instituciones del Estado y por mantener la democracia obrera. Todas sus esperanzas se basaban en la perspectiva de la revolución socialista internacional.

No es un accidente que Lenin y Trotsky pusieran tanta atención a la construcción de la Tercera Internacional (Comunista). Una actitud nacionalista estrecha era completamente ajena a sus perspectivas. De la misma forma, el Ché Guevara representó el espíritu internacionalista de la Revolución Cubana. El Ché comprendió que, en última instancia, la única forma de salvar a la Revolución Cubana era extendiendo la revolución a América Latina, una causa por la cual estuvo dispuesto a sacrificar su vida.

Las condiciones objetivas para la victoria de la revolución socialista en América Latina son hoy mil veces más avanzadas que en 1967. La revolución venezolana, junto con la cubana, se han convertido en un punto de referencia para la revolución en Bolivia, Ecuador y otros países. La iniciativa tomada por el Presidente Chávez de lanzar la Quinta Internacional, con el objetivo de derrocar el imperialismo y el capitalismo, debería recibir el apoyo más entusiasta de los revolucionarios cubanos. ¡Ésta es la esperanza para el futuro!

En nuestra opinión, la única salida para la Revolución Cubana es el internacionalismo revolucionario y la democracia obrera. La suerte de la revolución cubana está íntimamente ligada al destino de la revolución venezolana y a la de América Latina en primera instancia, y a la revolución mundial, de manera general.

No se trata de “exportar un modelo”, sino de dar apoyo activo a las fuerzas revolucionarias que luchan contra el imperialismo y el capitalismo en América Latina y más allá. En lugar de hacer concesiones a las tendencias capitalistas, la revolución cubana debería estar argumentando a favor de la expropiación de la oligarquía, los capitalistas y el imperialismo, como la única salida en Venezuela, Bolivia, etc. Ésta es precisamente la lección que puede sacarse de la experiencia viva de la propia revolución cubana. Sólo la expropiación del imperialismo y de los capitalistas cubanos permitió el avance de la revolución después de 1959.

¡Pero una política internacionalista no resolverá las necesidades del pueblo cubano aquí y ahora! ¡Claro que no! No somos utópicos. Tampoco confundimos estrategia con táctica. Es necesario combinar la política internacionalista revolucionaria con medidas concretas para resolver los problemas económicos en Cuba. La cuestión es: ¿cómo se conseguirá esto? En nuestra opinión, las medidas propuestas no proveerán una solución duradera. Éstas pueden conseguir, temporalmente, aliviar o eliminar la escasez y el bloqueo, pero sólo a costa de generar contradicciones nuevas e insolubles en el mediano y largo plazo.

Puede ser que un sector de la sociedad cubana dé la bienvenida a las reformas propuestas, con la idea de que “algo se tenía que hacer”. Pero cuando los efectos comiencen a sentirse, esa opinión cambiará. La única forma de mejorar la productividad laboral es haciendo sentir a los obreros que ellos están a cargo, es decir, introduciendo las más amplias medidas de democracia obrera en la industria, sociedad y Estado.

El pueblo cubano ha mostrado repetidamente que está dispuesto a hacer sacrificios para defender la revolución. Pero es fundamental que los sacrificios sean los mismos para todos. ¡Abajo los privilegios! Debemos regresar a las reglas simples de la democracia soviética, mismas que Lenin propuso en El Estado y la Revolución, no para el comunismo ni el socialismo, sino para el día después de la revolución: que todos los funcionarios sean electos y sujetos a revocabilidad, que ningún funcionario tenga un salario más alto que el de un obrero cualificado, que haya rotación de todos los puestos después de un tiempo determinado (si todos somos burócratas, nadie es burócrata), ningún ejército permanente, sino el pueblo armado.

El Ché insistió en la importancia del elemento moral en la producción socialista. Eso es cierto obviamente, pero sólo se puede garantizar en un régimen de control obrero, cuando todo trabajador se siente responsable de la toma de decisiones que afectan a la producción y a todos los aspectos de la vida. Sin embargo, dados los serios problemas que existen, algunos incentivos materiales serán necesarios.

El principio básico, en esta etapa, seguirá siendo: de cada cual, según su habilidad; para cada cual, según el trabajo realizado. Esto implica la existencia de diferencias salariales, como fue también el caso de Rusia inmediatamente después de la Revolución. Pero tendría que haber un tope en dichos diferenciales, que deberían tender a reducirse en el futuro, conforme la producción incrementara, y con ella la riqueza y el bienestar social.

Pero el incentivo más grande es claramente cuando los trabajadores sienten que el país, la economía y el Estado les pertenece, y eso sólo se puede lograr si son los trabajadores mismos los que toman las decisiones y los funcionarios electos les rinden cuentas. Sólo sobre estas bases se podrá defender la base socialista de la revolución cubana y derrotar la contrarrevolución capitalista.

¿Cuál es la alternative?

Cuando los líderes del Partido Comunista en China comenzaron con su programa de reformas, no necesariamente tenían un plan acabado de a dónde iba. Justificaban las medidas sobre la base de la “eficiencia” y la “productividad”, “los resultados”. Pero la introducción de algunas reformas de mercado en un inicio ha llevado, durante un largo periodo de tiempo, a la restauración del capitalismo, con un incremento masivo en la desigualdad, la destrucción del sistema de bienestar social, etc.

Quienes se vieron beneficiados por este proceso, no fueron los obreros ni los campesinos, sino los burócratas. Por eso no es ninguna sorpresa que algunos sectores de la burocracia en Cuba miren hacia China como un modelo. Algunos pueden estar impresionados por el crecimiento del PIB en China, obviando las contradicciones sociales masivas que se han acumulado. En cualquier caso, la aplicación de la “vía china” en Cuba no generaría un crecimiento económico, sino más bien un rápido y catastrófico colapso de la economía planificada. Multinacionales de España, Canadá, Brasil, México y otras, que ya están operando en Cuba, están observando este proceso y tomando posiciones. ¿Qué es lo que realmente buscan? Materias primas, mano de obra barata y el clima favorable de la isla, es decir, buscan la recolonización de Cuba.

Sectores importantes de la clase dominante en Estados Unidos ya se preguntan si el bloqueo es la política más inteligente para socavar a la revolución cubana o si, más bien, están perdiendo oportunidades de inversión frente a multinacionales de otros países. La restauración del capitalismo en Cuba arrojaría a la isla de vuelta a la década de 1930, dominada por el capital extranjero y convertida en patio de recreo para turistas de los países avanzados. Pero esto no es algo inevitable.

En Cuba hay muchos que, correctamente, están preocupados por la situación actual, pero que no quieren una solución en dirección al mercado. Si se presenta una alternativa clara basada en el internacionalismo revolucionario y la democracia obrera, ésta agruparía a miles de comunistas, veteranos, intelectuales, jóvenes y trabajadores honestos que no están dispuestos a dejar que la revolución sea destruida, ya sea por el imperialismo o por fuerzas interiores. Para avanzar, ¡primero necesitamos regresar al programa de Lenin!

Nota a pie de página

  1. Ver 50 años después – ¿hacia dónde va la revolución cubana? http://www.marxist.com/hacia-donde-va-la-revolucion-cubana. htm
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