La crisis economica mundial está sacudiendo la conciencia de la clase obrera en todo el mundo. En ninguna parte es más cierto esto que en el país más rico y poderoso del planeta: Estados Unidos. Después de décadas de relativa paz entre las clases, la lucha de clases ha regresado al orden del día.
La inestabilidad en la bolsa está teniendo un impacto muy real e inmediato en la economía real y sobre la vida de los trabajadores, que serán los que sufrirán la crisis del sistema. Siempre sucede lo mismo: en los tiempos de boom, el rico se beneficia y en las épocas duras, la clase obrera y los pobres tienen que pagar la factura y ajustarse aún más el cinturón.
En 2008 se han perdido unos 2 millones de empleos. El mercado inmobiliario ha colapsado y el desempleo es el más elevado desde principios de los años ochenta y será aún peor. 6 billones de dólares en precios inmobiliarios y 8 billones de dólares en acciones simplemente han desaparecido. Las ventas al por menor durante las vacaciones cayeron tanto un 4 por ciento, la peor caída en décadas. Las tres grandes del automóvil están al borde del colapso e incluso el fabricante japonés Toyota, que ha hecho grandes negocios en el mercado norteamericano a costa de las empresas estadounidenses, ha dado pérdidas por primera vez desde 1941. Incalculables miles de millones de dólares de los contribuyentes se han transferido para rescatar a los bancos y aseguradoras privadas sin pedir responsabilidad alguna. Lejos de revigorizar la economía salvando empleos y poniendo fin a los desahucios, cientos de miles han perdido sus casas y se han disparado los despidos en masa, todo mientras los altos ejecutivos rescatados se embolsaban la friolera de 1.600 millones de dólares en salarios, primas y beneficios. Esto realmente es el pan de cada día bajo el capitalismo.
Ésta podría ser la peor crisis desde la Gran Depresión, un período en la historia de EEUU que provoca escalofríos en la columna vertebral tanto de los trabajadores como de la clase dominante. En muchos sentidos, la crisis actual ya es peor que el gran crack de 1929. La distribución de la renta en EEUU hoy es casi idéntica a la que existía en 1928, cuando el 1 por ciento más rico de los norteamericanos disponían del 24 por ciento de la renta nacional. Hoy esa cifra es del 23 por ciento y, por supuesto, la cantidad total de dinero es mucho mayor. También debemos recordar que la propia Gran Depresión realmente no llegó hasta dos o tres años después del crack de Wall Street. La crisis actual está lejos de haber terminado. No podemos decir por anticipado la profundidad que tendrá o cuánto durará, pero los indicios apuntan a que podría ser realmente peor.
Y el aspecto más preocupante para los trabajadores norteamericanos es que hemos vivido en lo mejor que puede ofrecer el capitalismo. ¡Ese era el boom! ¡Esos eran los “buenos tiempos”! Incluso entonces, la brecha entre ricos y pobres ha continuado ampliándose en el país más rico del planeta. No es de extrañar que los estadounidenses anhelen desesperadamente el cambio.
La crisis económica de los años treinta llevó a un auge masivo de la lucha de clases. La crisis actual no será distinta. Las contradicciones acumuladas inherentes al sistema, exacerbadas por una alucinante expansión del crédito, el endeudamiento y la burbuja inmobiliaria, ahora están saliendo a la superficie. Ya podemos ver ejemplos de cómo van a ser las cosas para los trabajadores norteamericanos cuando se den cuenta de manera dolorosa de que las ilusiones en el “sueño americano” en realidad son una pesadilla.
La elección de Barak Obama es uno de estos ejemplos y marca un punto de inflexión claro en la historia del país y del mundo. Después de que se anunciara su victoria, se pudo sentir un suspiro de alivio colectivo con estallidos espontáneos de alegría por todo el país. Cientos de miles de personas salieron a las calles de Nueva York, Chicago, Saint Louis y San Francisco, muchos de ellos bailando e incluso llorando de gozo. Algunos lo han comparado a las celebraciones del Año Nuevo y las caras de las personas, sobre todo los jóvenes y afro americanos, brillaban con orgullo y esperanza. Estas escenas se repitieron por todo el mundo, dando rienda a la frustración contra la política del gobierno Bush. Durante ocho largos años el mundo no ha sido un lugar muy agradable.
Y aún así, una semana después de las elecciones, sólo el 16 por ciento de los norteamericanos pensaban que el país iba bien. El 83 por ciento decía que las cosas iban muy mal. Son los niveles más altos de todos los tiempos. El pesimismo es peor que en ningún otro momento desde la Segunda Guerra Mundial, más que incluso en la época del Watergate.
Durante la campaña, Obama ofreció “un nuevo tipo de política”. Esto fue lo que inspiró colas de cinco horas de espera en algunos colegios electorales el día de las elecciones y en muchas zonas la participación más alta en un siglo. El día de las elecciones en el aire se respiraba un espíritu de esperanza e historia. Fue un acontecimiento histórico. Por primera vez, un afro americano había sido elegido presidente de la nación más poderosa del planeta. Muchos creen que esto significa el final del racismo en EEUU. Nada más lejos de la realidad. El racismo es un producto del sistema capitalista y continuará mientras exista el sistema.
Para los marxistas, el color de la piel del presidente no es lo que determina nuestra actitud hacia él. Lo que importa son los intereses de clase que uno u otro político representan. Pero la victoria de Obama demuestra que los estadounidenses estaban tan hartos de la política de Bush y compañía, que incluso aquellos con prejuicios racistas preferían votar a un “negro” antes que a un republicano. Sin embargo, no es casualidad que recogiera más donaciones económicas empresariales que su rival republicano, John McCain, o que las bolsas mundiales subiesen ante la noticia de su victoria. Él es el candidato elegido por las grandes empresas para que se ocupe de los tiempos duros que se avecinan. Aún así, dentro de los límites del actual sistema electoral, su decisiva victoria, representa la aspiración de un giro significativo y saludable a la izquierda.
Personas que antes no tenían ningún interés en la política de repente sentían que había algo por lo que merecía la pena votar y salir a las calles. Fue tal el apoyo y entusiasmo generado en la campaña electoral, que si Obama hubiera ganado el voto popular, pero perdido el voto electoral y, por tanto, las elecciones, sin duda habría provocado disturbios en las calles.
El cineasta Michael Moore expresó los sentimientos de millones de trabajadores norteamericanos cuando calificó la victoria de Obama como el final de 28 años de gobierno de republicanos y de demócratas que actúan como republicanos. ¡Por fin! Los años de guerra de Bush, terrorismo, Enron, Katrina, espionaje doméstico, despidos de masas y deslocalizaciones, redadas y deportaciones de trabajadores inmigrantes, ataques a los sindicatos y declive de las condiciones de vida han terminado. ¿O no?
Como hemos explicado una y otra vez, en todo lo fundamental, Obama representa los mismos intereses que Bush y McCain. La única diferencia real es su mayor encanto, elocuencia e intelecto. Un político astuto que conoce muy bien qué intereses debe defender y para los que ha sido elegido, como Bill Clinton antes que él, será utilizado para llevar a cabo ataques contra la clase obrera de los que los Bush no podrían salir impunes, aunque con una sonrisa amable en su cara y con brillo en los ojos.
A pesar de los bonitos discursos sobre el cambio y un nuevo tipo de política, el dinero una vez más fue la medida real del valor de los candidatos y de la oportunidad de ganar. Al principio, Obama se había comprometido a la financiación pública de su campaña. Pero cuando fue evidente que realmente tenía una oportunidad seria de ser nominado por los Demócratas, cambió su rumbo y fijó los ojos en los millones que podían llegar de contribuciones privadas, contribuciones que por supuesto vienen con condiciones.
Por primera vez en la historia de EEUU, los candidatos presidenciales recaudaron más de 1.000 millones de dólares. Obama consiguió un total de 640 millones de dólares, 150 millones sólo en septiembre. John McCain recibió “sólo” 360 millones de dólares. Es un marcado retroceso respecto a la suerte de los últimos dos candidatos presidenciales, cuando los republicanos recaudaban mucho más que los demócratas. Las empresas norteamericanas no son tontas. Saben donde están sus intereses. Si quieres saber a qué intereses servirá Obama durante su presidencia, sólo necesitas seguir la pista del dinero. Digamos que los cientos de miles de pequeños donantes no recibirán invitaciones a los banquetes de la Casa Blanca.
El Partido Republicano de McCain era considerado responsable de la guerra de Iraq y de la crisis económica, y desde el principio se enfrentó a una lucha cuesta arriba para superar ese pesado bagaje. Su edad y sus estrafalarias payasadas en el escenario no le ayudaron nada. Ni su elección de una caricatura de parodia nocturna como candidata a vicepresidenta. Así que recurrió a un viejo truco en la política norteamericana: acusa a tu contrincante de ser socialista o comunista. Hace sólo unos años esta táctica habría tenido un efecto decisivo, o por lo menos importante.
Pero el fantasma comunista que agitó McCain no dañó en lo más
mínimo a Obama. A la mayoría de las personas sólo les provocó risa. Por un lado, entendían que Obama no es ni por imaginación un socialista. Por el otro lado, la propia palabra “socialismo” ya no tiene las mismas connotaciones “malignas” que hace sólo un año. En el contexto de la creciente crisis económica, la palabra “socialismo” de nuevo ha entrado en el vocabulario común.
En cuanto a Obama, ha dejado abundantemente claro que no es un socialista. Sus planes de sanidad, educación y económicos no tienen nada que ver con el auténtico socialismo. Durante toda su campaña ha apelado consistentemente a la ubicua “clase media”, sin apenas mencionar a los trabajadores y, prácticamente, ignorando a los pobres. El único “socialismo” que apoya Obama es el “socialismo de Wall Street”. Los más de 700.000 millones de dólares del rescate son un ejemplo de “socialismo al revés”, una limosna masiva a los ricos, que tendrá que pagar más tarde la clase obrera bien con impuestos más elevados, o incluso con más recortes de nuestra calidad de vida. Lo que sí es cierto es que los estadounidenses ahora están más abiertos a la idea del auténtico socialismo. El interés en las obras de Marx ha aumentado dramáticamente en la medida que los trabajadores y los jóvenes buscan una solución a sus problemas. Esto tiene implicaciones importantes para el futuro.
¿Qué tipo de presidencia podemos esperar con Obama? Puede que haya inspirado mucho y prometido cosas en la campaña electoral, pero si leemos entre líneas, está claro que ha sido cuidadoso y se ha comprometido muy poco. En realidad, incluso antes de ser elegido, se desdijo de muchas de sus promesas, para rebajar las expectativas. Los asesores de Obama y los medios de comunicación comprenden las expectativas que ha generado y se han dado prisa para enfriar el ambiente de exaltación que le llevó al poder. La noche electoral, los analistas de MSNBC ya expresaban su preocupación por que sus seguidores pudiesen “desen- cantarse”. Uno de los asesores veteranos de Obama dijo al periódico británico The Times que las primeras semanas después de las elecciones serán cruciales, “para que el enorme ambiente de júbilo y euforia no se convierta en desesperación”.
Según el discurso de aceptación de Obama, todos deberíamos dejar a un lado nuestras diferencias, trabajar más duro, basarnos en nosotros mismos, no esperar demasiado del gobierno (a menos que seas un ejecutivo empresarial, ¡por supuesto!), ajustarnos los cinturones, hacer más sacrificios y ser todos amigos.
Corrección
Superficialmente, la idea de la “unidad nacional” suena agradable y apela a millones de personas cansadas de la guerra, el racismo, el sexismo, la homofobia y la división. Pero bajo el capitalismo, la “unidad nacional” significa subordinar los intereses de la mayoría de clase obrera a los intereses de un puñado de capitalistas. Puede que todos seamos “norteamericanos”, pero en absoluto somos completamente “iguales”. La sociedad estadounidense está dividida en clases y estas clases tienen diferencias opuestas e irreconciliables. Una clase explota y vive del trabajo de la otra. Una clase concentra la gran mayoría de la riqueza en sus manos mientras millones apenas tienen nada. Una clase domina la política del país y controla su gobierno. Una clase hace e impone todas las leyes para defender sus intereses.
Y si el “partidismo” es “mezquino”, “inmaduro” y “venenoso” ¿para qué continuar la farsa de tener dos partidos políticos de la clase dominante cuando en realidad son dos alas del mismo partido? Obama y los que le rodean saben que en el orden del día hay grandes explosiones de la lucha de clases. Su tarea es mantener esa lucha dentro de límites “seguros. Esta es su tarea histórica poco envidiable.
Por lo tanto debe hacer algunos cambios cosméticos. Debe por lo menos dar la apariencia de que está haciendo algo nuevo y diferente. Después de ocho años de Bush y compañía, habrá una especie de
luna de miel mientras los estadounidenses esperan y ven qué pueden esperar en los próximos meses y años. Incluso antes de que ocupe el cargo, su tasa de aprobación superaba el 80 por ciento, la mayor de cualquier presidente de la historia moderna. Es probable que anule algunas de las muchas leyes de Bush y posiblemente las reducciones de impuestos para los ricos y así dar la apariencia de “cambio”. La realidad de la crisis presupuestaria podría incluso obligarle a reducir algunos programas militares. Podría incluso poner en práctica algunos planes modestos para mejorar la sanidad, crear algunos empleos y reparar la infraestructura del país. Muchos darán la bienvenida a este alivio de las cadenas, pero no cambiará nada fundamental. Sus nombramientos en el gabinete son una señal de que todo seguirá igual en Washington. Quiere extender la guerra en Afganistán y no descarta la invasión norteamericana de Pakistán. En cuanto a América Latina, su posición en todo lo fundamental es una continuación de la Doctrina Monroe que ha dirigido la política norteamericana en la región durante casi doscientos años. En otras palabras, la guerra de la clase dominante contra los trabajadores en casa y en el extranjero continuará la mayor parte como antes.
Incluso si Obama en determinado momento se ve obligado a implantar alguna política similar al “New Deal” (como resultado de la presión desde debajo de las masas y la amenaza de la revolución social), sólo podría ser a costa de aumentar el déficit, que llevaría a más complicaciones en el futuro. No hay una salida sencilla para el capitalismo y el imperialismo norteamericano. Todo lo que hagan para intentar restaurar la estabilidad económica sólo puede incrementar la inestabilidad social y política, y viceversa. Nosotros decimos: ¡que paguen los ricos! ¿Por qué la clase obrera debe pagar la crisis de los empresarios?
Hace mucho que pronosticamos que el verdadero perdedor en estas elecciones sería la clase obrera. Sin embargo, por el momento, millones de trabajadores y jóvenes se sienten los vencedores. Los últimos años han sido duros. Pero nos mantuvimos en nuestra posición. Lo hemos dicho antes y lo decimos de nuevo: mientas los dos partidos capitalistas continúen dominando la política norteamericana, la clase obrera nunca verá representados sus intereses en Washington. Por eso los sindicatos deben romper con los Demócratas y construir un partido obrero de masas. El potencial para este partido es enorme. Este partido no permanecería mucho tiempo como tercer partido. Queremos que se convierta en el primer partido, que los demócratas y los republicanos luchen por el tercer puesto, o que completen su fusión en un único partido.
Obama fue elegido sobre todo en base a lo que la gente quiere ver en él, no lo que realmente representa. “Esperanza” y “cambio” son palabras poderosas en estos tiempos de agitación e incertidumbre. Pero más pronto que tarde, se revelarán los verdaderos colores de Obama. En un futuro no demasiado lejano, un número cada vez mayor de sus seguidores comenzarán a sentirse confusos y traicionados, intensamente decepcionados y después furiosos. Buscarán respuestas y una salida de la crisis a la que se enfrentan, estarán cada vez más abiertos a las ideas del marxismo revolucionario y el socialismo. La campaña de Obama ha desatado unas fuerzas que llevaban mucho tiempo dormidas bajo la superficie de la sociedad norteamericana. El potencial revolucionario en las entrañas del imperialismo se podía ver en las multitudes y en las caras de los miles que celebraron su victoria.
La mayoría de los trabajadores y jóvenes tendrán que aprender el duro camino, a través de su experiencia, comprender que Obama es incapaz de defender sus intereses. La gran mayoría no aprende de los libros, de la historia o la teoría. La vida enseña, no obstante, es una profesora maravillosa y la clase obrera tiene que aprender algunas lecciones amargas sobre cómo funciona realmente el capitalismo, o más bien, cómo no funciona. Con la economía empeorando y la situación internacional aún más inestable, la gente esperará de Obama resultados rápidos. Si no cumple, cada vez estarán más abiertos a la formación de un partido obrero de masas basado en los sindicatos. También aprenderán a ocuparse ellos mismos de las cosas, como los trabajadores de Republic Windows en Chicago (el lugar natal de Obama).
Por primera vez desde los años treinta los trabajadores en EEUU ocuparon una fábrica. Frente a la posibilidad de perder no sólo sus empleos, sino también sus salarios, sus indemnizaciones de despido y los beneficios, 250 trabajadores, la mayoría de ellos inmigrantes hispanos, ocuparon su fábrica durante casi una semana. El apoyo popular fue tal, a pesar de la casi total inactividad de la dirección de los trabajadores, que el Bank of America tuvo que garantizar los préstamos a la empresa para pagar a sus trabajadores y sus deudas. Incluso Obama tuvo que dar un apoyo cauteloso a estos trabajadores, aunque utilizó el episodio para justificar la necesidad de bancos fuertes. Aunque los trabajadores perdieron sus empleos, el resultado fue percibido por millones de trabajadores como una victoria parcial. Este acontecimiento puede animar a otros trabajadores del país a seguir el ejemplo de los trabajadores de Republic.
La industria automovilística, por ejemplo, está contra la pared y el ejemplo de los trabajadores de Republic seguro que hace pensar a los cientos de miles de trabajadores del automóvil que se enfrentan a un futuro sombrío. Debemos recordar que los trabajadores del automóvil fueron los primeros en ocupar fábricas en los años treinta. Un movimiento generalizado de ocupaciones de fábrica en EEUU, puede no ser algo a la vuelta de la esquina, sino las semillas plantadas para la recuperación de las tradiciones combativas de la clase obrera norteamericana y su resurgimiento en el próximo período.
El magnífico movimiento de los trabajadores inmigrantes en la primavera de 2006 es otro ejemplo de lo que está por venir. Después de décadas de explotación y discriminación, millones de hombres, mujeres y niños tomaron las calles para exigir sus derechos. El movimiento, finalmente, fue cooptado por el Partido Demócrata y sacado de las calles. Pero las contradicciones fundamentales no se han resuelto. Tarde o temprano, el movimiento estallará de nuevo, incluso a un nivel superior. No hay alternativa. La situación para la mayoría de los inmigrantes es aún peor en sus países de origen.
Un viejo refrán dice que cuando la economía norteamericana se constipa, la economía mexicana coge una neumonía. Por ejemplo, entre 2000 y 2001, cuando estalló la burbuja de Internet y la economía estadounidense se desaceleró del 3,7 al 0,8 por ciento, la economía mexicana pasó de un 6,6 por ciento a cero, con efectos devastadores sobre la vida de millones de personas. ¿Pero qué sucede si es la economía norteamericana la que pilla una neumonía? La profundización de la crisis financiera estadounidense ya está teniendo un violento efecto arrollador sobre el
mundo, y México estará entre los más duramente afectados.
En tiempos de crisis económica, los trabajadores inmigrantes están entre los más golpeados. Ya están mal pagados y con pocos sino ningún derecho laboral o protección legal, están entre los primeros despedidos y les estafan el dinero que les deben por el trabajo realizado, son cazados como animales y deportados en miles en las redadas cada vez más numerosos llevadas a cabo por la Agencia de Inmigración y Aduanas. Los trabajadores inmigrantes son utilizados como chivos expiatorios de la crisis económica, para desviar la atención de la verdadera causa de la crisis económica, de los millones de desahucios y despidos: del propio sistema capitalista. También son castigados por atreverse a levantarse en la “primavera inmigrante” de 2006.
Desde el 1 de octubre de 2007 hasta el 31 de agosto de 2008, la Agencia de Inmigración y Aduanas ha llevado a cabo 1.172 redadas en centros de trabajo en todo EEUU. Cientos de redadas en casas y barrios no incluidas en estas cifras. Sólo en una redada, en Postville, Iowa, detuvieron a 389 inmigrantes, preparar y dirigir sólo esta redada costó más de 5.2 millones de dólares, no incluía los gastos del Departamento de Trabajo o del fiscal general federal (más de 13.300 dólares por detenido). No es otra cosa que una campaña de terror (utilizando dinero de los impuestos de los trabajadores norteamericanos) contra una de las capas más vulnerables de la clase obrera. Aún así, millones de mexicanos y otros latinoamericanos no tienen elección sino emigrar a EEUU. Simplemente porque la situación a la que se enfrentan en sus países es incluso más espantosa. Cuando se profundice la crisis, millones más se verán obligados a huir del callejón sin salida que al que ha llevado el capitalismo a la mayoría de los países de América Latina.
Hemos entrado en un período de inestabilidad sin precedentes a escala mundial. Desde Venezuela y Bolivia a México y El Salvador (y por supuesto Cuba), América Latina está en primera línea de la revolución mundial. Todas las contradicciones de ese continente estallaran en la potencia más poderosa del planeta en la frontera mexicano-estadounidense. Las redadas, deportaciones, aumento de las patrullas fronterizas, muros y puestos de control, los centros de detención masivos y también los golpes preventivos contra la revolución latinoamericana, que no respetará las fronteras artificiales dibujadas por el imperialismo. No hay nada que una más a los capitalistas de ambos lados de la frontera que el miedo a la unidad internacional de la clase obrera.
Durante décadas, a muchos les parecía que la clase obrera norteamericana estaba algo así como “sobornada” por la burguesía. Las ilusiones en el “sueño americano” eran fuertes y las organizaciones obreras adoptaron una política abiertamente pro-capitalista. Pero este período de la historia comienza a frenarse con un chirrido. El proceso de transformación de la conciencia se acelerará, especialmente en EEUU. De una parte a otra de las Américas, en los próximos años en el orden del día estará la profundización de la lucha de clases. El sueño de Bolívar de una América unida se convertirá en realidad en el próximo período histórico. Desde Alaska a Tierra del Fuego, finalmente una Federación Socialistas de las Américas unirá a los trabajadores y campesinos del continente, como parte de una Federación Socialista Mundial.