México: El movimiento estudiantil de 1968

En este extenso artículo, publicado orginalmente en el número 17 de América Socialista en el 50 aniversario de 1968, Ubaldo Oropeza hace un balance exhaustivo del movimiento estudiantil mexicano de ese año, que culminó en la masacre de la plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre. El documento fue escrito originalmente para el Comité de Lucha Estudiantil Politécnico, una organización que hunde sus raíces en aquella lucha de hace cincuenta años y que todavía existe hoy en día. La extraordinaria movilización de los estudiantes mexicanos, que salieron por cientos de miles a reclamar sus derechos, amenazaba con extenderse a la clase obrera y ese fue el motivo de la sangrienta represión que desató el régimen.

“…las perspectivas de desarrollo del movimiento que ustedes encabezan están en los trabajadores (…) cuando en las grandes manifestaciones que ustedes realizan, el pueblo les lanza desde los edificios pedazos de plástico o de papel para cubrirse de la lluvia; cuando gentes pobres, que muestran en su indumentaria que apenas disponen de lo necesario para sobrevivir, se acercan a los manifestantes, los aplauden, acoge su propaganda y trata de corresponder repartiendo entre ellos pan o fruta, cuando esto sucede, es porque el pueblo, aún sin el control de sus organizaciones, aún sin la posibilidad de hacer oír su gran voz, buscan los canales para expresarles su apoyo (…) ¡Oíd al pueblo, estudiantes!” (Periodista mexicano Víctor Rico Galán, carta al movimiento del 68 desde la cárcel de Lecumberri)

“Parecía que la huelga hubiese querido tener unas cuantas experiencias al azar para abandonarlas pronto e irse. Pero no era sino una apariencia. En realidad la huelga iba a desplegarse en toda su amplitud (…) La huelga domina la situación y sintiéndose en terreno seguro, anula todas las decisiones tomadas hasta entonces por el espíritu de moderación (…) A medida que el número de huelguistas aumenta, su seguridad se hace mayor.” (León Trotsky, 1905) 

Introducción

Dentro de unos días se estarán cumpliendo 50 años de lo que se reconoce como el movimiento estudiantil del 68, en el cual miles de jóvenes salieron a las calles a luchar por derechos democráticos que los gobiernos autoritarios de la burguesía no les respetaban. Es el periodo en que el corporativismo obrero tenía bajo su control a más de 3 millones de trabajadores, cuando las organizaciones juveniles habían sido cooptadas, ya sea por soborno o por represión, por el partido en el poder (PRI) y cuando a nivel internacional, ante los fulgores de la revolución en Francia, se había llegado a tocar la cabeza de algunos dirigentes estudiantiles.

La fuerza y velocidad con que se desenvolvió la movilización sorprendió no solo al gobierno, sino al mismo movimiento. Todas las escuelas de la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Chapingo e incluso muchas de las escuelas privadas en el Distrito Federal fueron puestas bajo control de los comités de huelga formados a partir del decreto de la huelga indefinida.

El apoyo de los trabajadores no tardó en llegar, los sindicatos democráticos como el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) o las corrientes sindicales que años atrás habían dado luchas por la democracia sindical apoyaron de forma entusiasta este movimiento. Sin embargo este apoyo no pasó de ahí, un apoyo, cuando lo ideal hubiera sido la formación de un pliego petitorio único para engarzar la lucha conjunta de los trabajadores y jóvenes. El apoyo debió de convertirse en lucha única.

La respuesta del Estado desde el primer momento fue la represión. La misma noche del 26 de julio se habló de mil detenciones, esto era el preludio de un trágico final. Sin embargo, como sucede en muchas ocasiones, la represión lo único que consiguió fue que el movimiento tomara más fuerza y que los estudiantes se levantaran como gigantes para contestar las agresiones.

Esta dinámica de represión y resguardo, la necesidad de empujar la lucha más allá de los estudiantes y la necesidad de contra informar toda la basura que los medios de comunicación lanzaban contra el movimiento dio como resultante la necesidad de un órgano de dirección que pudiera ser el portavoz del movimiento. El Comité Nacional de Huelga (CNH) se conformó a partir de representantes elegidos por asamblea de cada una de las escuelas en huelga. Este también tomaba las decisiones sobre los lineamientos a seguir del movimiento y además planteaba el punto de vista general de la lucha.

La fuerza del movimiento ante la violencia del Estado en más de un enfrentamiento dejó claro que los golpes no harían que la huelga terminara. Los estudiantes más jóvenes conformaban brigadas de información que en varias ocasiones, y bajo la presión de las circunstancias, se transformaron en brigadas de autodefensa. Los Comités de Lucha dieron muestras de valentía impresionante cuando en una plaza o en los camiones el ejército o el cuerpo de granaderos los quería detener. Pero el ejemplo más emblemático es la defensa que hicieron los jóvenes del Casco de Santo Tomás.

Los alrededores de esta escuela se convirtieron en un campo de batalla la tarde-noche del 23 de septiembre, no se sabe exactamente los muertos que resultaron de esta batalla pero, sin lugar a dudas, no solo hubo bajas por parte del estudiantado.

El 2 de octubre, por la mañana, se realizaban pláticas entre representantes de los estudiantes y el gobierno. Por parte del CNH había toda la disposición de ir al diálogo público y destrabar el conflicto, esto, a pesar de que la violencia estatal había arrojado ya varios muertos y la toma de Ciudad Universitaria (CU) y el Poli. Como muestra de voluntad para resolver el conflicto, el CNH suspendió una movilización que estaba prevista para ese mismo día por la tarde de la Plaza de las Tres Culturas al Casco de Santo Tomás.

A las 5 de la tarde se citó a un mitin para dar a conocer las propuestas del gobierno y trazar un plan de acción para los siguientes días. La asistencia era de más de 5 mil jóvenes, trabajadores, amas de casa, etc. Lo ocurrido después es de todos conocido, una brutal represión que dejó cientos de muertos, tal vez 500. Los muertos y las detenciones provocaron un estado de shock, el miedo se apoderó de muchos de los que lograron escapar y esto mismo les llevó a la clandestinidad.

El golpe fue devastador, pocas semanas después el CNH votó el levantamiento de la huelga y la desarticulación de esta instancia para conformar y fortalecer, según fuera el caso, los comités de lucha por escuela.

Estos acontecimientos, que ahora se dicen o se escriben pronto, fueron los causantes de las libertades democráticas y de expresión de las que ahora gozamos. El movimiento de los estudiantes fue la inspiración del movimiento obrero que durante la década de los setenta dio una batalla por la democracia sindical conocida como la “Insurgencia Obrera”.

Pero lo más importante que dejó este movimiento fue la experiencia a futuras generaciones. Esos aciertos y errores que se cometieron los tenemos que comprender para no repetirlos. Quien no conoce la historia esta condenado a repetir los mismos errores, esta es una ley de la misma historia.

En el siguiente documento ahondaremos sobre la dinámica de este movimiento, sus orígenes y las resultantes de la represión ejercida por el Estado y sacaremos las lecciones necesarias para enfrentar las próximas batallas y salir victoriosos.

Quienes escribimos este documento somos parte ahora mismo de la única organización que ha sobrevivido el paso de los 40 años: el Comité de Lucha Estudiantil de la ESIME (CLESIME). Este es, pues, un pequeño tributo a todos nuestros muertos que a diario pisan las aulas de las universidades exigiendo levantar su bandera, así también para todos aquellos compañeros que con su esfuerzo y dedicatoria han mantenido vivo el maravilloso local estudiantil del CL.

Por nuestra parte queda el compromiso de no dejar morir la memoria histórica y de sacar las conclusiones de nuestras luchas. Nuestro compromiso es luchar por la conformación de una organización permanente, combativa y de clase, con fuertes raíces entre los trabajadores que dé la lucha incansable por transformar esta sociedad. Estas son las conclusiones más importantes del 68.

El contexto internacional

El año 1968 a nivel internacional estuvo marcado por uno de los picos más altos del boom capitalista de la posguerra, este boom vino acompañado por un desarrollo de las fuerzas productivas. En específico en Europa la reconstrucción trajo consigo la inversión de fuertes sumas de dinero en medios de producción. La correlación de fuerzas había fortalecido enormemente a la clase obrera, esto era totalmente desapercibido para la gran mayoría de los dirigentes de “izquierda”.

En America Latina existía una naciente generación de jóvenes que estaban inspirados por los acontecimientos de la revolución cubana de 1959 y en el ejemplo del Che; ambos eran baluarte del activismo en las universidades. Los movimientos de liberación nacional y contra las intervenciones imperialistas también jugaron un papel muy activo en la agitación política. Uno de los movimientos más emblemáticos por la resonancia que tuvo a nivel internacional fue el que provocó la intervención imperialista en Vietnam. Estas movilizaciones no sólo arrastraron nuevas capas a la lucha política sino que en muchas ocasiones fungieron como accidentes que aprovechó la necesidad para materializar verdaderas movilizaciones de masas que, como en el caso de Francia, terminarían en procesos revolucionarios.

Gracias a este boom, la burguesía se daba el lujo de agitar sobre una nueva “gran sociedad” en la cual las libertades democráticas serían resueltas, por lo menos en EEUU. Sin embargo, incluso en los mismos EEUU, todas esas libertades se arrancaron con luchas en las calles en las que el movimiento luchó de forma encarnizada, con revueltas en más de 100 ciudades norteamericanas por los derechos civiles.

En ese año pudimos ver movilizaciones de masas en gran cantidad de países. En un primer momento fueron encabezadas por la juventud pero en algunos casos trascendieron de forma espectacular. La recuperación del capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial fortaleció también a la clase obrera, en número y en confianza. Miles de hijos de trabajadores entraron a las universidades públicas que se masificaron prácticamente en todos los países.

Estos cambios sociales crearon las bases para movilizaciones masivas en donde las principales consignas eran el reclamo de más participación en la sociedad, derechos democráticos y de expresión. En muchos otros lugares, principalmente en donde los trabajadores se pusieron a la cabeza, los procesos rebasaron los marcos de la lucha por la democracia hasta convertirse en verdaderas revoluciones que reclamaban un gobierno de los trabajadores y la democracia obrera, tal fue el caso de Francia y Checoslovaquia.

La primavera de Praga

El movimiento que sacudió la Checoslovaquia estalinista fue una lucha muy importante de los trabajadores por deshacer el control burocrático y dar pasos hacia una verdadera democracia obrera.

En aquel año, el ambiente entre los intelectuales era de crítica hacia la burocracia checa y rusa. Por ejemplo, la Unión de Escritores apoyó una moción en contra de la censura lo cual aceleró una serie de crisis que se venían desarrollando por la cada vez más apretada situación económica que estaba a punto de estallar en una crisis. Este fermento entre los intelectuales rápidamente se contagió a los estudiantes quienes salieron a las calles a protestar. Las movilizaciones fueron reprimidas duramente, sin embargo el coraje de la juventud se impuso y lejos de amedrentar a los estudiantes estos exigieron al gobierno que se informara del objetivo de las manifestaciones y de la represión de la cual habían sido presa, si esto no era asegurado por el gobierno los estudiantes amenazaban con ir a las fábricas a informar ellos mismos.

La respuesta de la burocracia desde un primer momento fue temerosa, lejos de cerrar los ojos comenzaron a dar tímidas respuestas a los jóvenes. En el seno de la misma burocracia estas movilizaciones catalizaron un proceso de ruptura, el sector de los “reformistas”, encabezado por Dubcek tomó la fuerza suficiente para echar a Novotny del gobierno.

Dubcek no era un dirigente que quería empujar a las masas hacia una revolución política, muy por el contrario, buscaba de forma persistente el mantener, y en ningún momento poner en juego, los intereses de la burocracia estalinista checa. Las medidas que quería implementar en primer momento, medidas puramente económicas, iban en el sentido de poder dar compensaciones económicas a la burocracia administrativa a partir del rendimiento de las diferentes industrias. Estas medidas iban en detrimento de las empresas que no “eran rentables”, es decir, todas aquellas que de alguna forma eran conquista de los trabajadores pues con esto se podía justificar el cierre de estas ramas de la producción y el despido de miles de trabajadores.

Esta política es clásica de un Bonapartista que intenta balancear entre las diferentes alas de la burocracia; por un lado, defiende la diferenciación salarial a partir de las bonificaciones a administradores de fábricas para que, con esto, pueda contrapuntear a la otra ala (la burocracia estatal).

El miedo que tenía la burocracia no era a la radicalización de los intelectuales, ni siquiera a la de los estudiantes, sino a que este ambiente entre la intelectualidad llegara a los trabajadores. Dubcek tenia mucho miedo de que una oleada de movilizaciones por parte de los trabajadores lo pusieran en la misma situación que la de Hungría en 1956, cuando los trabajadores se organizaron en verdaderos órganos de poder obrero y lucharon por la democracia obrera.

Así que la burocracia checa se vio en la necesidad de dar concesiones a los intelectuales, se firmaron una serie de decretos en donde se daba apertura a la libertad de expresión, etcétera.

El problema que tenía la burocracia era que si no daba concesiones el ambiente de radicalización se extendería, pero de igual forma pasaría si esta daba las concesiones. Los trabajadores checos, al ver que se abría una oportunidad para echar a la burocracia salieron a las calles de forma espectacular. El ambiente era tal que las discusiones políticas se desarrollaban en todas partes, en fábricas, en mercados y plazas públicas. Incluso dentro del Partido Comunista los debates eran muy intensos.

La burocracia soviética estaba muy preocupada de lo que pasaba en Checoslovaquia, no solamente porque las reformas que se estaban dando en este país podrían desatar en Rusia una serie de peticiones parecidas a las de los intelectuales checos sino también porque las reformas estaban, lejos de detener el proceso, alentando el debate entre los trabajadores.

A pesar de las reformas que la burocracia checa dio al movimiento, ésta agitaba con todas sus fuerzas sobre la “lastimosa experiencia húngara en el 56” para atemorizar a los trabajadores.

El debate entre los trabajadores había llegado a niveles bastante elevados, uno de los diarios checos publicó, por esas fechas, una serie de notas donde hablaba de la necesidad de la democracia obrera.

El Kremlin tuvo que tomar una firme decisión miles de soldados rusos y tropas del Tratado de Varsovia invadieron Checoslovaquia, ellos prefirieron que los medios de comunicación occidentales lanzaran una campaña de desprestigio sobre la burocracia soviética que dejar que el proceso siguiera adelante en Praga. La consigna favorita para la intervención, igual que en Hungría, fue la de que el movimiento estaba dirigido por “desestabilizadores que lo que quieren es la restauración capitalista”. Nada más lejos de la realidad.

Mientras que los reformistas como Dubcek no querían cuestionar los privilegios de la burocracia, las masas lo que querían era democracia obrera, era en realidad el inicio de una revolución política contra de la burocracia que amenazaba con extenderse hacia la URSS.

La cobardía de la burocracia checa quedó muy clara con su actitud hacia la ocupación: no movieron un solo dedo, e incluso hicieron todo lo posible por desmovilizar a las masas. Si estas hubieran tenido a verdaderos dirigentes revolucionarios al frente, que hubiesen rescatado las tradiciones del partido bolchevique, la ocupación se hubiera transformado en una guerra de liberación en donde el ejército ruso, con una campaña de agitación y confraternización, se hubiera dividido, sin embargo esto es de lo que justamente carecían las masas checas. La falta de una dirección verdaderamente revolucionaria fue el talón de Aquiles de este periodo, en todos los lugares en donde los jóvenes y trabajadores salieron a luchar, una y otra vez la dirección fue la clave para no ir más lejos.

La revolución francesa del 68

En mayo del 68 se recuerda la mayor huelga general de la historia moderna de la humanidad, los trabajadores franceses salieron a las calles de forma impresionante y paralizaron prácticamente todo el país, se tomaron fábricas, se controlaron precios, etcétera. En realidad mayo fue de los trabajadores franceses.

Los jóvenes suelen ser un barómetro muy sensible de lo que pasa en la sociedad. Lo que comenzó con una serie de movilizaciones estudiantiles y tomas de universidades en toda Francia ante la respuesta de las autoridades universitarias quienes cerraron la universidad de la Sorbona además de que intentaron, mediante la policía, desocupar los patios de esta universidad. Todo ello fue lo que prendió la chispa de la revolución el 3 de mayo.

El conflicto se extendió hasta el Barrio Latino donde los enfrentamientos entre los estudiantes y habitantes del barrio contra la policía duraron prácticamente toda la noche. El 10 por la noche nuevamente hubo un revuelta en el Barrio Latino, las barricadas montadas por los jóvenes fueron arrancadas con suma violencia por parte de la policía, los arrestados eran cuantiosos.

Aunque en un primer momento las direcciones de los sindicatos y los partidos de los trabajadores no quería sumarse a las manifestaciones, la presión de las bases de los sindicatos y en general de toda la población hizo que el día 11 convocaran a una huelga general para el 13 de mayo la cual fue todo un éxito. La marcha de ese día aglomeró a más de un millón de personas.

En el momento en que los trabajadores entraron a la escena no fue simplemente como meros espectadores. A pesar de que en Francia se vivía una situación económica buena los empresarios franceses habían aplicado una serie de políticas anti-obreras que sometían a presiones despiadadas a los trabajadores. Debajo de la superficie existía mucho descontento entre la clase obrera.

La huelga del 13 marcó un punto de inflexión en el movimiento, los dirigentes por su parte pensaban que con estas movilizaciones le sacarían la presión a la olla, sin embargo, la realidad fue un poco más allá que estas perspectivas. La huelga se extendió de forma brutal, aunque la militancia de los trabajadores sindicalizados no rebasaba los 3 millones, los obreros que se sumaron a la huelga fueron más de 10 millones.

“El 14 de mayo, un día después de la manifestación de masas en París, los trabajadores ocuparon Sud-Aviation en Nantes y la fábrica de Renault en Cléon, seguidos por los trabajadores de Renault en Flins, Le Mans y Boulogne-Billancourt. Comenzaron huelgas en otras fábricas por toda Francia, además de RATP [transporte público de la región de París] y SNCF [ferrocarriles]. No se distribuían los periódicos. El 18 de mayo, los mineros del carbón dejaron de trabajar y el transporte público se paralizó en París y en otras ciudades importantes. Los ferrocarriles nacionales fueron los siguientes, seguidos por el transporte aéreo, los astilleros, los trabajadores del gas y la electricidad (que decidieron mantener el suministro doméstico), los servicios postales y los ferris que cruzan el Canal de la Mancha.” (Alan Woods, La revolución francesa de mayo del 68)

El comité de huelga se convirtió prácticamente en el dueño y señor de Francia, este determinaba, junto con los campesinos, el precio de las mercancías, controlaba el suministro de gasolina, etcétera. Se organizaban guarderías públicas y comedores públicos para que comieran los hijos de los huelguistas, las mujeres crearon comités de huelguistas para coordinar la alimentación. El ambiente de debate y participación era tal que en el Barrio Latino jóvenes católicos ocuparon la iglesia para exigir un debate en lugar de la misa.

Una medida muy importante de los trabajadores fue la de tratar de detener los medios de comunicación de la burguesía, algunas radiodifusoras se fueron a huelga y en algunos periódicos burgueses las noticias tenían que pasar el control editorial de los trabajadores en huelga, también exigían que se publicaran las resoluciones de su sindicato.

Frente a este maravilloso movimiento de las masas, el gobierno estaba prácticamente suspendido en el aire, habían noticias de que el ejército y la policía estaban divididos con respecto al conflicto revolucionario, el Estado no podía utilizarlos para reprimir el movimiento porque esto hubiera significado la fractura total de las fuerzas armadas y que con esto una buena parte de los soldados y policías pasaran con todo y sus armas de lado de los trabajadores.

La trampa del régimen era un referéndum que el presidente De Gaulle quería realizar, sin embargo sólo se quedó en un proyecto porque la acción contundente de la clase obrera se lo impuso.

El gobierno Francés creó los Comités de Defensa Republicana como un intento de movilizar a la clase media contra los trabajadores, sin embargo la decisión y contundencia de los obreros era avasalladora, las clases medias se había vuelto para apoyarles en su lucha.

A pesar de que la correlación de fuerzas era enormemente favorable para los trabajadores, las direcciones de los sindicatos y la dirección estalinista del Partido Comunista Francés (PCF) dio la oportunidad para que la burguesía se recompusiera, en la Enciclopedia Británica podemos leer: «De Gaulle parecía incapaz de controlar la crisis o comprender su naturaleza. Sin embargo, los dirigentes comunistas y sindicales le proporcionaron un respiro, se opusieron a ningún levantamiento más allá, evidentemente temían la pérdida de sus seguidores ante sus rivales más extremistas y anarquistas».

Los dirigentes sindicales y el Partido Comunista tomaron con las dos manos la propuesta que les hizo el gobierno de adelantar las elecciones con tal de terminar la movilización, cada uno de estos esquiroles fue a su fábrica a convencer a los trabajadores de que era necesario regresar al trabajo y aceptar el aumento salarial o la semana de vacaciones que el gobierno prometía.

Una verdadera organización revolucionaria hubiera dirigido a los trabajadores a dar el golpe de gracia al Estado capitalista, prácticamente el poder lo tenían los trabajadores, un llamado serio a las fuerzas armadas hubiera sido necesario para atraerse a una capa del ejército los cuales hubieran formado las bases, junto con los trabajadores, para un Estado de los trabajadores pero nuevamente la reaccionaria política de los dirigentes del PCF jugaron un papel nefasto para desviar a las masas de su tarea fundamental, la toma del poder.

El contexto nacional en México (El periodo pos cardenista y el periodo estabilizador)

Los acontecimientos antes mencionados tuvieron un efecto en la juventud mexicana, sin embargo el proceso de lucha que se vivió en el país tiene otros orígenes y son varias las razones que pueden explicar las movilizaciones de la juventud. Uno de los más conocidos es el de la necesidad de la democracia frente a un estado autoritario. El régimen presidencialista no concedía prácticamente un respiro a la oposición, los sindicatos estaban atados de pies y manos al Estado y las corrientes o sindicatos que daban la lucha contra ese control eran duramente reprimidos.

Este periodo también está caracterizado por lo que se le llama el milagro mexicano y el periodo estabilizador, los cuales sentaron una serie de condiciones económicas que permitieron un incremento en los niveles de vida de los trabajadores, al igual que una inversión en gasto social por parte del Estado, esto fue una tibia comparación con lo que en Europa se llamó estado de bienestar donde se invirtieron grandes sumas de dinero en desarrollo social y que permitió a los trabajadores europeos una estabilidad económica relativamente buena.

Pero tenemos que explicar, incluso, un poco más atrás las razones de este periodo. El gobierno de Lázaro Cárdenas en los años 30 realizó una serie de reformas a favor de los trabajadores, sin embargo los presidentes que le siguieron se caracterizaron por todo lo contrario. Las políticas dictaminadas por Ávila Camacho eran encaminadas a minar todas las reformas progresistas del periodo cardenista. Entre el 50 y 60% de la inversión pública se destinó a favorecer la iniciativa privada.

En el plano sindical este periodo se caracterizó por afianzar la incorporación de los sindicatos al Estado misma que había iniciado Cárdenas. El Partido Comunista dejó en bandeja de plata todas las posiciones que tenía dentro de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y ésta pasó al control, primero, de Lombardo Toledano y, después, a manos de Fidel Velazquez, iniciándose una purga brutal de todos aquellos trabajadores honestos que querían utilizar a esta central como una herramienta de lucha.

La coyuntura internacional de la Segunda Guerra Mundial permitió la expansión de exportaciones y un desarrollo del mercado interno, esto fue muy importante para dar concesiones por parte del Estado a los agremiados de sindicatos incorporados al mismo.

La llegada de Miguel Alemán a la presidencia significó el ascenso de esa burguesía desarrollada bajo los auspicios de la revolución. Él representaba a una parte de la burocracia y acaparadores de la revolución que se hicieron ricos durante este periodo.

A lo largo del gobierno de Miguel Alemán la industria se desarrolló y la economía siguió creciendo, al mismo tiempo miles de campesinos emigraban del campo a la ciudad para incorporarse al mercado de trabajo en expansión. La industria se diversificó y la prosperidad reinaba.

Al mismo tiempo esta industrialización modificó la correlación de fuerzas en la sociedad, los campesinos, que eran una enorme mayoría apenas años atrás, ahora gradualmente eran rebasados por los trabajadores en la ciudad. Miles de jóvenes se incorporaban a la busca de educación a la que antes, en el campo, no se aspiraba. En este periodo la gran mayoría de los estudiantes del Politécnico eran jóvenes de provincia que en muchas ocasiones pasaban condiciones penosas para poder estudiar.

En el periodo conocido como desarrollo estabilizador (1940-70)  la economía crecía a un ritmo promedio de 6.2 por ciento y a un 1 por ciento per cápita, sin embargo como los bienes de capital eran principalmente del extranjero las importaciones crecieron de forma espectacular y con ellas el endeudamiento externo.

Por más que el gobierno intentó implementar medidas proteccionistas para no frenar el crecimiento industrial, dada la dependencia de los bienes de capital, estos intentos no fructificaban en mucho, con esto se siguió incrementando las importaciones. Nunca se trató de impulsar la generación de tecnología, así las expectativas de crecimiento quedaban más sujetas al exterior. El recurso del gobierno fue la devaluación de la moneda que causó estragos en los salarios reales de los trabajadores.

Las luchas previas al movimiento estudiantil en el movimiento obrero

Esta fue precisamente una de las causas para que los trabajadores salieran a las calles. La devaluación de 1954 creó las bases materiales para que las masas salieran a movilizarse, este proceso se desarrolló, principalmente, en los sectores de los ferrocarrileros los cuales, a partir del 58, encabezaron una lucha que comenzó con la conformación de la Gran Comisión pro Aumento General de Salarios y que terminó por la democratización del sindicato de ferrocarrileros.

La experiencia de la Gran Comisión, como una instancia independiente y democrática, tuvo grandes repercusiones en la organización de la oposición a la dirección “charra” (burocrática) del sindicato. Cada uno de los miembros que conformaron esta comisión regresaron a sus centros de trabajo bajo la dinámica de poder organizar la lucha por mejoras salariales y contra la dirección del sindicato que quería pactar con el gobierno un aumento inoperante además de la necesidad de la democracia obrera.

El 26 de julio de 1958 se iniciaron una serie de paros para luchar por el aumento y por la destitución de sus delegaciones corporativas, estas luchas terminaron en una victoria al pasar por encima del Comité ejecutivo de Samuel Ortega. Los representantes electos de forma democrática llamaron a la VI Convención Sindical Extraordinaria donde fue nombrado un nuevo comité ejecutivo, a la cabeza de este estaba Demetrio Vallejo. A pesar de que los charros intentaron declarar inexistente esta dirección esta fue ratificada por las bases.

El movimiento democrático se mantuvo hasta febrero del 59, mes en el que iniciaron una serie de provocaciones por parte de la empresa y que el sindicato respondió con el emplazamiento a huelga. Dicha huelga se desarrolló, sin embargo las amenazas de la intervención del ejército y la policía fueron muchas, lo que obligó a que la dirección del sindicato reculara levantando así la huelga para el mes de marzo. El 25 y 26, estallaron las huelgas pospuestas por el sindicato. La Secretaria del Trabajo declaró inexistente la huelga y el 28 el ejército ocupó las instalaciones provocando la encarcelación de miles de rieleros.

Este movimiento terminó en una derrota desastrosa y con el encarcelamiento y despido de cerca de 9 mil ferrocarrileros. La principal causa de la derrota fue la visión de la dirección dentro del sindicato que pensó que existía un ala progresista dentro de la burguesía y el gobierno misma que podría ayudar a que se resolviera el conflicto y la falta de decisión al actuar para sumar a más sindicatos en apoyo a la lucha ferroviaria. Los dirigentes pensaban que si tomaban medidas radicales estas empujarían al ala reaccionaria de la burguesía a sobreponerse sobre el ala progresista.

Poco antes de la lucha ferrocarrilera se desarrollaron una serie de movilizaciones, de igual forma iniciadas por la demanda de aumento salarial, por los trabajadores de Telégrafos. Las movilizaciones se incrementaron por la orden de traslado de 27 trabajadores, los más radicalizados, a otras instalaciones. La huelga estalló el 6 de febrero de 1958 pero ya no solo por el aumento de salarios sino por la destitución del administrador central de la oficina de telégrafos. Los dirigentes charros del sindicato desconocieron el movimiento y lanzaron injurias contra sus dirigentes quienes llamaron a desafiliarse del sindicato charro y a formar otro sindicato democrático. Esta huelga duró 16 días y los trabajadores regresaron a laborar bajo la promesa presidencial de satisfacer sus demandas.

Otro de los acontecimientos bastante importantes de las luchas previas al 68 es el de los profesores de la sección IX del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) en la Ciudad de México, los cuales salieron a las calles en 1958 protagonizando una de las movilizaciones más grandes de la época reclamando aumento salarial. Los profesores se lanzaron a un paro por el aumento del 40% de su salario, los maestros tomaron por un mes los patios de la SEP y al final se logró un aumento de $150 pesos mensuales. La expresión más acabada de la lucha se expresó dentro del Movimiento Revolucionario del Magisterio que, al igual que la lucha ferrocarrilera, logró ciertos éxitos, sin embargo estas luchas no nada mas se daban contra las políticas impuestas por el Estado, sino contra la parte charra de los sindicatos, este movimiento también sufrió una represión cruenta y fue prácticamente imposible un repliegue organizado.

Cabe destacar que en todas estas luchas las directrices del Partido Comunista Mexicano chocaron de forma sistemática con el movimiento y el interés de los trabajadores. Una gran parte de la dirección ferrocarrilera pertenecía al PCM y su política era la de ver a un sector progresista en la burguesía. Esta política fue fatal para el movimiento ferrocarrilero. Frente a la lucha de los maestros su política fue aún más ruin donde, en un primer momento, atacó al movimiento “en defensa de la unión sindical” y apoyó a la dirección charra del SNTE.

La década de los 60 se desarrolló en un ambiente de relativa estabilidad en el sector obrero, la represión a los casos antes mencionados hundieron en un reflujo al movimiento de los trabajadores que terminó hasta 1971. La única excepción fue la del movimiento de los médicos y estudiantes de medicina del DF, los cuales salieron a movilizarse de forma bastante combativa a mediados de los 60, esta lucha, al igual que los demás, comenzaron por una situación económica y terminaron reclamando el derecho a una organización sindical democrática.

“Desde 1962 hasta 1968 las fuerzas populares viven un periodo de relativo estancamiento. Naturalmente, la situación no es homogénea y, en algunos estados y en ciertos sectores se mantiene la actividad; así, por ejemplo, se presentan movimientos estudiantiles y populares en provincia: Morelia, Sonora, Puebla, Durango, Nuevo León, etc.; en el DF estalla el movimiento de médicos y en varios estados se dan fuertes movimientos campesinos como los que dirige Rubén Jaramillo en Morelos o Genaro Vásquez en Guerrero. Sin embargo, la clase obrera, que había jugado un papel principal en los últimos años de la década anterior, vive un reflujo generalizado que solo se remontara definitivamente en 1971. El movimiento estudiantil en el DF, pese a la huelga de 1966, se mantiene en general estancado hasta 1968. Finalmente, el movimiento campesino, pese a que sostienen luchas aisladas no cobre el carácter de un movimiento nacional sino hasta 1972-73” (Armando Bartra, El movimiento comunista después de 1958)

La experiencia emanada en este periodo por la mayoría debería haber sido la necesidad de agruparse en una organización política que pudiera romper el aislamiento de las luchas y hacerlas trascender de las consideraciones económicas transformándolas en luchas políticas. La necesidad de un partido de los trabajadores era, a todas luces, uno de los puntos centrales del fracaso de estas luchas, sin embargo las conclusiones que sacaron jóvenes y trabajadores involucrados en estas luchas no fueron estas, sino todo lo contrario, el ejemplo mostrado por la burocracia estalinista del Partido Comunista hacía que los trabajadores y la juventud sacaran la conclusión contraria, este efecto se cristalizó en una crisis, se podría decir, permanente de la década de los 60 por parte del PCM.

El gasto público y la masificación de las universidades para los hijos de los trabajadores

Después de esta escalada de violencia que sufrieron los trabajadores el gobierno cambió de táctica, comenzó a dar de alguna forma ciertas concesiones al movimiento, esto ayudó a desactivar las protestas de los demás sectores que se estaban gestando. Hubo una serie de concesiones selectivas que llevó a la modificación de la Ley Federal del Trabajo y el aumento en el gasto social y educación.

Barry Carr escribe lo siguiente con respecto a la inversión en la educación de este periodo: “En el caso de los estudiantes y los recién radicalizados trabajadores de la salud, la base de la que surgían los nuevos protagonistas era la rápida expansión del gasto estatal en educación y salud. En 1960 había un estudiante de educación superior por cada 333 personas; en 1970 por cada 125 personas; en 1977 una de cada 55 personas estaba en la educación superior. Las cifras correspondientes al Distrito Federal son todavía más impresionantes: 1 de cada 111 (1960); 1 de cada 66 (1970), y 1 de cada 33 (1977).” (Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX)

Estas cifras indican que fue un proceso de masificación en las escuelas, miles de hijos de trabajadores y campesinos que emigraban a la ciudad para buscar trabajo en el proceso de industrialización se incorporaban a las escuelas superiores. Los jóvenes que se incorporaban principalmente a escuelas como la Universidad y el Politécnico, (la UNAM contaba, en 1968, con más de 200 mil estudiantes y el IPN con más de 100 mil), no escapaban del ambiente general de asfixia que se viva en la sociedad, algunos de ellos seguramente eran hijos de ferrocarrileros, telefonistas, metalúrgicos o de cualquier otro trabajador que había sido víctima de la brutalidad del gobierno cuando demandaban democracia sindical y cuestionaban el status quo existente.

Estos jóvenes que emergieron del “desarrollo estabilizador” exigían un lugar en el marco del sistema, sin embargo el sistema no estaba interesado, ni en escuchar, ni en dar ningún tipo de espacio. Si bien hasta el momento los problemas del Estado con respecto a las masas se había arreglado con la incorporación del movimiento de los trabajadores a éste, y por medio de la violencia había aplastado las voces de la democracia sindical, el movimiento de los jóvenes que se avecinaba provocaría una grieta que rompería o marcaría un punto de ruptura con respecto al corporativismo mexicano y la apertura democrática de la sociedad

Caracterización del Estado mexicano

Antes de seguir adelante nos gustaría hacer una caracterización del Estado que en ese momento se erigía, si bien hemos dicho que el presidencialismo era totalmente autoritario no podemos agotar la caracterización con estas palabras.

Para nosotros, los marxistas, el Estado no es árbitro entre las clases, es decir, un aparato que se alza por encima de la sociedad sin tomar en cuenta la correlación que existe entre las clases en pugna en la sociedad, tampoco es independiente de las clases. Por el contrario, un Estado es el garante de que en determinada sociedad la clase dominante, en este caso la clase burguesa, pueda hacer valer sus leyes, su moral sus tradiciones y principalmente que le garantice mantener su régimen de explotación.

Ahora, un Estado también se puede transformar según las circunstancias que se vivan en la sociedad, sin que este cambie la base económica sobre la que se respalda. Para el capitalista el Estado perfecto es el que, por vías de la “democracia”, pueda mantener su régimen de explotación, sin embargo cuando los trabajadores y la juventud salen a cuestionar su extrema pobreza en la que los hunde este sistema los capitalistas no dudan ni un segundo en transformar ese Estado “democrático” en una dictadura sangrienta.

En nuestro país, una de las condiciones para la consolidación de Estado capitalista fue la incorporación a este de las organizaciones obreras más importantes, especialmente la CTM, esto en un periodo en el que por una parte los trabajadores no tenían la suficiente fuerza o por lo menos una dirección que fuera capaz de llevar los trabajadores al poder, y por el otro lado existía una burguesía nacional que no tenía la suficiente fuerza ni confianza para poder aplastar el movimiento de los trabajadores y así erguirse como una fuerza absoluta en la sociedad.

El papel fundamental del presidente Cárdenas fue ese, él se balanceaba entre las clases en pugna, apoyó a los trabajadores en huelga, las manifestaciones, nacionalizó la industria petrolera y los ferrocarriles, sin embargo también se apoyó en los sectores populares para fortalecer una burguesía nacional frente a las potencias imperialistas. Cárdenas retomó la demanda popular de la educación y la utilizó como un instrumento de cualificación de la mano de obra para los capitalistas. A este tipo de estado Trotsky lo caracterizó como un bonapartismo sui generis:

“En los países industrialmente atrasados, el capital extranjero juega un rol decisivo. De aquí la debilidad relativa de la burguesía «nacional» respecto del proletariado «nacional». Esto da origen a condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el doméstico, entre la débil burguesía nacional y el proletariado relativamente poderoso. Esto confiere al gobierno un carácter bonapartista «sui generis», un carácter distintivo. Se eleva, por así decir, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar ya convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y arrojándolo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial o bien maniobrando con el proletariado y hasta llegando a hacerle concesiones, obteniendo así la posibilidad de cierta independencia respecto de los capitalistas extranjeros. La política actual está en la segunda etapa; sus más grandes conquistas son las expropiaciones de los ferrocarriles y de las industrias petroleras. (León Trotsky. Sobre la liberación nacional. Ed. Pluma. Bogotá. 1980)

El incorporar a los sindicatos como parte del Estado fue un duro golpe para los trabajadores que, aunque en aquel momento no se sintió, a lo largo de las diferentes décadas dejó sin posibilidad de una herramienta de lucha organizada de los trabajadores. El papel sicológico también acostumbró a los trabajadores a negociar antes que a luchar por sus derechos. Todo esto se dio en un periodo de boom económico que permitió mantener a los dirigentes de los sindicatos muy bien atemperados a los designios de las clases poseedoras quienes mantuvieron rígidas normas para evitar las movilizaciones y en su caso la represión abierta hacia los movimientos independientes o democráticos.

Algunas reformas dentro del periodo cardenista fueron progresistas y ayudaron a solucionar ciertos problemas que cruzaban los trabajadores, sin embargo, lo que se tiene que reconocer es que la estructura que organizó Cárdenas alrededor del Estado y los trabajadores les sirvió mucho más a la postre a la burguesía porque ha partir de esto se pudo mantener durante aproximadamente 60 años más bajo el régimen priista, incluso ahora vivimos parte de las secuelas de esa política.

Este mismo Estado se mantuvo después de que Cárdenas abandonara el poder pero el apoyo al movimiento de masas se desvaneció. Los presidentes en turno mantuvieron una política muy rígida en términos de mantener controlado al movimiento de masas y con pequeñas concesiones selectivas además de mucha más represión.

Las luchas previas al 68 dentro de las universidades

El movimiento estudiantil del 68 no fue el único dentro de las universidades en la década de los 60 aunque sí tuvo repercusiones más generales y de alcance a nivel nacional. Los movimientos previos en diferentes estados de la república fueron más profundos y en algunos casos dieron pie a luchas de toda la población contra los gobernadores. Este capítulo reveló cómo los sucesos del movimiento estudiantil del 68 no cayeron de un cielo claro y azul, detrás de ellos se gestaron cientos de conflictos con características diferenciadas pero cuyas demandas y trayectoria general apuntaba a la apertura democrática de la juventud en la vida social.

Aunque las luchas estudiantiles no se remontan a la década de los 60, sería imposible hablar de cada uno de los diferentes conflictos tanto en el Politécnico como en la UNAM y demás estados de la república. En este caso sólo nos centraremos en los años previos al movimiento estudiantil del 68.

En Morelia comienza una lucha bastante intensa desde principios de 1961 que concluyó con la intervención militar en las universidades y con la represión generalizada del pueblo michoacano en 1967. Tal vez este movimiento fue uno de los más importantes en extensión y profundidad, fueron muchas y muy variadas las causas que propiciaron la movilización de los estudiantes. En 1966 comenzó la lucha contra el aumento de tarifas de transporte urbano, la represión causó la muerte de uno de los estudiantes en un mitin el 2 de octubre, el sepelio fue acompañado de una huelga en las escuelas y una masiva movilización. Los trabajadores y campesinos michoacanos respondieron de tal manera que en pocos días toda la población exigían la desaparición de poderes, las manifestaciones fueron cada vez mayores. La única respuesta del estado era la difamación.

La burguesía sacó al ejército a las calles para demostrar su fuerza. El 8 de octubre el ejército tomó la universidad y se intensificaron las detenciones y cateos, el mitin de respuesta de los jóvenes fue disuelta por la caballería resultando más de 600 presos.

Fue en este estado, en 1963, donde se fundó la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), organización democrática e independiente del Estado que movilizó y organizó a grupos en varias partes del país, se puede decir que fue la única organización antes del 68 que tuvo una filiación nacional y con fuertes tradiciones entre los estudiantes de diferentes estados de la república, incluso en febrero del 68 esta organización convocó a la “marcha por la libertad”, su exigencia era la liberación de los presos políticos estudiantiles de todas las regiones del país. Dicha movilización se realizó del 3 al 10 de febrero y su recorrido inició en Dolores Hidalgo para terminar en Morelia, sin embargo esta manifestación fue detenida por el ejército.

En Guerrero también hubo movilizaciones importantes de los estudiantes en el 61, 66 y 68, la efervescencia que se respiraba entre los estudiantes del sureste era tal que la policía tuvo que tomar la universidad de Chilpancingo, los detenidos y heridos eran cuantiosos.

En Puebla, en la Universidad Autónoma, el proceso de 1964 fue aún más allá cuando los estudiantes y los lecheros se unieron y arrastraron a más sectores de los trabajadores. Frente a las fuertes movilizaciones de la población el gobernador, Nava Castillo, tuvo que renunciar. Aunque esta fue la lucha más importante hasta ese momento, en 1961 también se desarrollaron movilizaciones de masas. Fue también en este estado donde se vio una más de las tácticas de represión del Estado. El Frente Universitario Anticomunista era una organización paramilitar que se dedicó a hostigar y asesinar a activistas de izquierda de la UAP. Al año siguiente se dio el cambio del rector. José F Garibay quedó al frente de la universidad, sin embargo su política reaccionaria desató nuevamente la movilización y nuevamente los grupos de choque participaron activamente para romper la huelga de los estudiantes. En el 67 se produjeron incidentes armados dentro de la organización estudiantil, el Directorio Estudiantil. Los enfrentamientos que fueron causados por el rector obligaron a la discusión en el Consejo Universitario. Finalmente el rector fue llamado a renunciar.

En el 66 hubo movilizaciones muy importantes en Ciudad Victoria, Tampico y Ciudad Madero, en Tamaulipas; estas se dieron por el secuestro de un profesor del Instituto Tecnológico de Ciudad Madero.

En Sinaloa miles de estudiantes salieron a las calles a protestar por la reelección del rector, esta lucha terminó exigiendo una reforma universitaria en la cual se pudiera dar más apertura a la participación de los jóvenes en las decisiones de la universidad. El movimiento, al igual que en muchas otras ocasiones, fue duramente reprimido. Además, la campaña de descrédito contra dirigentes del movimiento que pertenecían al PCM creó un clima anticomunista.

En otro de los estados del norte, Sonora, las movilizaciones estudiantiles pusieron a la orden del día, en mayo del 67, la lucha contra las imposiciones de un candidato a la gubernatura del estado. Los jóvenes sonorenses salieron a las calles en contra de la política del PRI y contra el gobernador, Encinas Johnson. Los jóvenes no se quedaron de brazos cruzados frente a la represión del Estado y comenzaron una serie de actos violentos como la quema de comandancias, ataques de casas de funcionarios del estado, etcétera. Los choques contra la “ola verde”, grupo de choque paramilitar, se sucedieron de forma vertiginosa. La demanda más importante de todo el pueblo era la desaparición de poderes y la caída del gobernador.

En este mismo año los estudiantes salieron a protestar en Tabasco y en Veracruz donde los estudiantes demandaban elecciones democráticas en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, entre otras cosas. En Durango los estudiantes demandaron la nacionalización del cerro de Mercado. También hubo la huelga nacional de escuelas de Agronomía iniciada en Ciudad Juárez.

En la Universidad Autónoma de Nuevo León los estudiantes no se quedaron atrás y protestaron por el “plan Elizondo”, a mediados del 68, el cual constaba de un aumento de cuotas a los jóvenes. El Consejo Estudiantil Universitario fue la organización que se puso al frente. Esta lucha dio confianza para que años más tarde se desarrollaran una serie de movilizaciones de izquierda exigiendo derechos democráticos, no solo de los estudiantes, sino de trabajadores y demás.

En Villahermosa Tabasco, en el 68, se desataron movilizaciones por el mejoramiento de la universidad Benito Juárez; la huelga estalló al no haber respuesta por parte del gobierno quien respondió con grupos de choque. A consecuencia de este ataque un joven murió ahogado. Al igual que en otros estados, el movimiento creció con el apoyo del pueblo y la lucha se intensificó, la renuncia del gobernador era la principal consigna sin embargo la violencia gubernamental fue tan grotesca que a orillas del río Grijalva fueron asesinados docenas de estudiantes que intentaban cruzar el río para escapar. La policía siguió cazando a los estudiantes para terminar con la “ola roja”. Esta fue la represión más fuerte a los estudiantes hasta antes de los acontecimientos en la plaza de las tres culturas.

En 1967 estalla la huelga en la Escuela de Agricultura Hermanos Escobar, apoyada por estudiantes del Politécnico y de la Universidad de Chapingo.

En la Ciudad de México también se dieron una serie de movilizaciones de diferentes magnitudes y por estudiantes de diferentes facultades, principalmente de la UNAM, la Escuela Nacional de Maestros y escuelas preparatorias, entre otras. En realidad la situación fue de mucha tensión, mientras los estudiantes reclamaban la democratización dentro de los cuerpos autoritarios de las universidades el Estado contestaba por igual a todas las demandas, la represión.

Inicia el movimiento

Igual que en muchas otras ocasiones, la necesidad hizo uso de la casualidad. El 22 de julio una riña entre pandillas de la preparatoria Isaac Ochotorena, incorporada a la UNAM, y de la Voca 2 y 5 del Poli, se desarrolló de forma inesperada en las inmediaciones de de la Plaza de la Ciudadela. El origen de este pleito era totalmente intrascendente, el resultado de un partido de futbol.

Al día siguiente, las instalaciones de las antes citadas escuelas del Politécnico fueron apedreadas por pandillas de las escuelas preparatorias de la Universidad. La intervención de la policía no fue para tratar de controlar el conflicto sino para intervenir en él de forma brutal. Para el día 24, las vocacionales 2 y 5 son tomadas por la policía. La FNET (Federación Nacional de Estudiantes Técnicos), organización estudiantil controlada por el PRI, llamó a una movilización para el 26 de julio contra la represión y la desocupación policial de las vocacionales. En la facultad de Ciencias Políticas y Sociales se lanzó el llamado a la huelga.

El 26 de julio se cruzaron dos manifestaciones, por un lado la convocada por la FNET con las demandas mencionadas y, por el otro lado, la que encabezaba la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), organización dirigida por el Partido Comunista, y que desde 1960 realizaba la manifestación en esa fecha por la conmemoración del asalto al Cuartel Moncada, reivindicando el triunfo de la revolución Cubana. Las dos movilizaciones se cruzaron y, aunque había intenciones de la FNET de desvincular las manifestaciones y armar fisuras artificiales entre las dos instituciones, los estudiantes se unieron. Así, en contingente unánime, se movilizaron con rumbo al Zócalo donde la policía no sólo les impidió el paso sino que utilizó, sin ningún empacho, las armas. Los enfrentamientos se sucedieron por todo el centro de la ciudad resultando de ellos detenidos, muertos y desaparecidos. Así se inició una de las épocas más convulsivas de movilización estudiantil y represión sangrienta a nivel nacional.

A esas mismas horas en las que se efectuaban los enfrentamientos fueron tomados, por la policía, el edificio del Partido Comunista y las imprentas de su periódico La voz de México. Hubo cientos de detenidos, no solo militantes comunistas sino en general. Cualquiera que pareciera estudiante y pasara por la zona del conflicto era golpeado o detenido.

Al día siguiente, los estudiantes de las preparatorias 1, 2 y 3 de la UNAM tomaron sus instalaciones en protesta por la brutal represión. La respuesta del Gobierno fue la del incremento desmesurado de policías golpeando, encarcelando y amenazando al movimiento. Se puede considerar al 29 de julio como el día en que se inició la huelga que, aunque sólo se dio en un primer momento en algunas Facultades y preparatorias de la UNAM y Vocacionales, se extendió como el fuego sobre un camino de pólvora. Todas las tensiones que hemos descrito más arriba se expresaron de forma unánime. Una a una las escuelas se comenzaron a ir a la huelga por decisión de asambleas. El ejército no tardó en aparecer para volar de un bazucazo la puerta de la Preparatoria 1 (30 de julio) y tomar las instalaciones de este centro educativo y de las preparatorias 2, 3 y 5, así como la Voca 5.

El fin de semana que le siguió al 26 de julio todos los grupos políticos que existían en este momento así como activistas de nueva estampa y estudiantes en general celebraron reuniones para preparar las asambleas y las huelgas.

El ambiente se transformó de forma radical, aquellos estudiantes hijos de trabajadores o campesinos que hasta algunos días antes no les interesaba nada de la política y problemas que les rodeaban a partir del 29 se vieron inmersos en una dinámica desconocida para ellos pero que rápidamente fueron aprendiendo. A partir de esta dinámica la huelga se comenzó a fortalecer. Lo que ahora necesitaba el movimiento era una coordinación y una dirección que pudiera ser la vocera y dirigente de la lucha.

El CNH y sus demandas

La conformación del Consejo Nacional de Huelga fue un paso adelante muy importante porque fue una coordinación de representantes revocables de escuelas en huelga. Esta instancia tomó el control de las movilizaciones, los pasos a dar y en que dirección; de ahí surgiría la voz de los estudiantes movilizados y las propuestas a negociar con el gobierno, es decir, su programa de lucha, su pliego petitorio. La conformación del CNH fue muy rápida dado el resultado de los veloces acontecimientos y la profundidad de estos.

En un primer momento el CNH fue integrado por estudiantes del Poli, la UNAM, las Escuelas Nacionales de Maestros, la ENAH (Escuela Nacional de Antropología e Historia) y la Escuela de Agricultura de Chapingo. Su primera reunión fue el 2 de agosto y en ella se retomó el primer pliego petitorio que se formuló por estudiantes el día 28 de Julio. Los asistentes eran miembros de las siguientes escuelas: IPN, UNAM, Escuelas Normales y de Chapingo.

Los puntos del primer pliego petitorio fueron:

  1. Desaparición de la FNET, de la “porra universitaria” y del MURO (desaparición de los grupos porriles),
  2. Expulsión de los estudiantes miembros de las citadas organizaciones y del PRI,
  3. Indemnización por parte del gobierno a los estudiantes heridos y a los familiares de los que resultaron muertos,
  4. Excarcelación de todos los estudiantes detenidos,
  5. Desaparición del cuerpo de granaderos y demás cuerpos policíacos de represión y,
  6. Derogación del artículo 145 del Código Penal

Así, desde el primer momento, la lucha tuvo tintes políticos. El 4 de agosto se modificó este pliego a partir de la experiencia de los enfrentamientos con la policía de los días 28 y 29 de julio. El nuevo pliego rebasó algunos puntos del primero planteando de forma más clara la unidad con otros sectores en lucha permanente desde la represión del movimiento de los trabajadores. Prácticamente abandonó las consignas del sector estudiantil:

  1. Libertad a los presos políticos
  2. Destitución de los Generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, así como el teniente coronel Armando Frías
  3. Extinción del cuerpo de granaderos
  4. Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal (delito de disolución social)
  5. Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos víctimas de las agresiones en los actos represivos iniciados desde el viernes 26 de julio
  6. Deslinde de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo realizado por las autoridades a través de la policía, los granaderos y el ejército

Si bien las demandas conectaban con ciertos sectores de trabajadores en realidad este programa carecía de visión política, las consignas eran meramente reformistas y en ningún momento se incluyeron demandas que pudiesen sumar a otros sectores a la lucha, principalmente a los trabajadores. Además ninguna de estas consignas llamaba a romper los marcos de la democracia burguesa. Este fue uno de los puntos más vulnerables del movimiento, el querer solo el apoyo de los trabajadores encerró a la lucha en un callejón sin salida. Si por el contrario se hubieran sumado las demandas más sentidas de los trabajadores estos se hubieran contagiado del ánimo de la juventud y la lucha hubiera trascendido del sector estudiantil para convertirse en un movimiento de los explotados contra el gobierno.

Otro punto que es importante rescatar en el debate con respecto al programa es el siguiente; si bien las libertades democráticas eran necesarias las estructuras encargadas de poder permitir esta apertura eran totalmente represoras, cerradas y despóticas, a pesar de ello el problema es más de fondo todavía; como hemos explicado, el Estado, esa súper estructura encargada de hacer respetar los privilegios de una clase, no es un árbitro entre las clases, mucho menos en el momento en que estas están en pugna. Era de esperarse que al exigir la desaparición del cuerpo de granaderos o leyes que hablaban del domino de los explotadores se cuestionaran las razones de existir del mismo Estado.

Estas consignas en realidad lo que pedían era más apertura democrática, sin embargo cuestionaban la existencia de la máquina represora en el poder. Si no se comprende esto no comprenderemos que el movimiento estaba encerrado en un callejón sin salida porque mientras que no hacía un llamado serio a los demás sectores de los explotados, principalmente a los trabajadores, y llamaba concientemente a la necesidad de derrocar al régimen, sus consignas si lo hacían. Desde nuestro punto de vista este fue uno de los factores más importantes para la derrota del movimiento, el segundo y tal vez de mayor importancia, es que no se logró atraer a los trabajadores como protagonistas principales de la lucha.

Esto lo comprendían algunos miembros del CNH que comenzaron desde mediados del mes de agosto a agitar por la vinculación del movimiento estudiantil al de los trabajadores, querían ampliar el pliego petitorio y así romper el aislamiento que el gobierno quería cernir sobre ellos. Sin embargo, en este primer momento, la dirección del CNH la tenía el bloque de centro-derecha, la cual pugnaba porque el conflicto se redujera al respeto de la autonomía reiterando que la lucha era sólo de los estudiantes. A la cabeza de ésta ala se encontraba el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, profesores de varias escuelas de la UNAM y el Poli, y estudiantes que, aunque honestos, por su corta experiencia en la lucha no habían sacado las conclusiones necesarias.

Las brigadas en las calles

El primero de agosto el rector de la Universidad, Javier Barros Sierra, encabezó una movilización de aproximadamente 100 mil personas por la muerte de la autonomía universitaria; para el 5 de ese mes salió otra manifestación respetable, en esta ocasión solo marchaban de forma organizada contingentes del Poli; y para el 13 de agosto la manifestación llenó totalmente el Zócalo de la Ciudad de México.

Eran los momentos de más empuje, miles de jóvenes se foguearon bajo este ambiente de lucha, los trabajadores comenzaban a lanzar miradas de simpatía al movimiento estudiantil, las manifestaciones venían a más y el gobierno parecía que extendía una posibilidad para el diálogo público demandado por el movimiento. Por un pequeño episodio de tiempo se podría decir que el gobierno dejó de reprimir tan brutalmente. El secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, leyó, ante la prensa, una declaración: “El gobierno de la república expresa su mejor disposición de recibir a los representantes de los maestros y estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México, del Instituto Politécnico Nacional y de otros centros educativos vinculados al problema existente, para cambiar impresiones con ellos y conocer en forma directa las demandas que formulen y las sugerencias que hagan, a fin de resolver en definitiva el conflicto… Estimamos que un diálogo franco y sereno desembocará en el esclarecimiento de los orígenes y el desarrollo de este lamentable problema, muchos de cuyos aspectos todavía aparecen confusos o contradictorios… El Poder Ejecutivo Federal considera deseable la unidad estudiantil y que tanto los maestros como los estudiantes designen con libertad a quienes los representen, apartándose de factores ajenos, en el intercambio de ideas que han propuesto por medios indirectos…»

 No obstante, los estudiantes tenían una urgencia muy importante dar una respuesta masiva a la desinformación que el gobierno vertía a partir de los medios de comunicación oficiales.

Es por estas fechas cuando se constituye la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas con la representación de los profesores de todas las escuelas del IPN y de la mayoría de las escuelas y facultades de la UNAM. La coalición hace suyos los 6 puntos del pliego petitorio del CNH y acuerda sumarse a la huelga general decretada por el movimiento estudiantil. A partir de este momento se incrementó el apoyo al movimiento estudiantil por diferentes sectores fuera del ámbito universitario.

Las brigadas estudiantiles salieron a las calles de forma increíble, eran miles de personas que realizaban asambleas relámpago, brigadeos a puertas de fábrica o mercados, realizaban pintas en el transporte público y daban una campaña sistemática de información además de que invitaban a las manifestaciones. Estas acciones representaron la expresión máxima de cohesión e ingenio de los hijos de los trabajadores. El campo de intervención no se reducían al DF, estas brigadas salieron a los estados para explicar el conflicto e invitar a las universidades a sumarse a la lucha.

El ingenio y la espontaneidad eran la sabia de estas brigadas, no solo se convirtieron en una parte de la estructura de la lucha sino que fueron el vínculo más importante con los trabajadores: “Por debajo del CNH, se agrupaban “el Comité Coordinador o Comité Central de cada institución de enseñanza”, que tenía un representante o delegado en el CNH y dirigía la lucha estudiantil en su sector. Las escuelas o Facultades se regían por Asambleas Permanentes de alumnos y Comités de Huelga o de Lucha de cada una de ellas, estructurados a semejanza del CNH, en comisiones de propaganda, brigadas políticas, finanzas, etc. Los miembros de los Comités de cada centro académicos eran nombrados directamente en las asambleas y algunos de ellos integraban también el CNH, que de esta forma quedaba constituido por entre 140 y 210 miembros, 2 o tres por cada una de las 70 escuelas que habían ido a huelga.”(Sergio Zermeño, El movimiento estudiantil del 68)

Los encargados de organizar estas brigadas eran los Comités de Lucha de las escuelas. Estos Comités eran las organizaciones básicas y de base para la supervivencia del movimiento, planificaban y coordinaban el trabajo en cada una de las escuelas, estaban conformadas por todos aquellos que querían participar más activamente en el movimiento, de los compañeros más politizados y, en general, de los más dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias de la lucha. Las brigadas y Comités de Lucha más combativos estaban conformados por los de las facultades de Humanidades de la UNAM pero principalmente por las escuelas de nivel medio superior y algunas escuelas de nivel superior, especialmente del Politécnico. Esto era por su extracción de clase más cercana a los trabajadores. Los Comités de Lucha le arrebataron desde el primer momento la dirección del estudiantado del poli a la FNET.

Cada una de estas brigadas se conformaba de 5 a 10 miembros para evitar que fueran interceptados por la policía; las brigadas monstruo, aunque excepcionales, salían en camiones y se integraban por más de 30, éstas hacían espectaculares maniobras para dar a conocer las demandas.

 El informe presidencial

El 27 de agosto se da una de las movilizaciones más grandes e importantes de esta lucha, más de medio millón de jóvenes, contingentes de trabajadores y colonos marchaban por las calles de la ciudad, el Zócalo estaba a reventar y el ambiente era electrizante. Este se contagió entre los trabajadores.

Ese mismo día los médicos residentes e internos del Hospital General se declararon en huelga de solidaridad con el movimiento estudiantil. La sección 37 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de México inició un paro en apoyo al movimiento estudiantil. Cinco escuelas de la Universidad de Puebla y la Escuela Vocacional de Enseñanza Especial decretaron un paro de diez días en apoyo. El Sindicato Mexicano de Electricistas declaró que la CIA trataba de crear el mito de que México estaba saturado de comunistas manifestando la necesidad urgente de que autoridades y auténticos estudiantes, sin intransigencia, iniciaran las pláticas.

Ya en el mitin, en la plaza central, los oradores dieron discursos bastante incendiarios, sin embargo el gobierno infiltró provocadores dentro del movimiento para dar la justificación perfecta para reprimir al movimiento. Por un lado se izó una bandera rojinegra en el asta del Zócalo mientras duró la manifestación y por el otro (un reconocido infiltrado de gobernación en el movimiento, reconocido a posteriori) Sócrates Campus Lemus hizo un llamado público para exigir que el diálogo público se realizara el primero de septiembre, día del informe presidencial. Incluso propuso que se custodiara la plaza por brigadas permanentes hasta el día mencionado.

Al término del mitin el ejército replegó a los estudiantes. El repliegue se convirtió en un estira y afloje para conquistar posiciones, los brigadistas que estaban ahí resistieron metro a metro la embestida del ejército hasta que lograron echarlos de la zona centro. Al día siguiente el gobierno quiso hacer una demostración de fuerza convocando por acarreo a los trabajadores de las dependencias del gobierno. El acto preparado para adornar al presidente Díaz Ordaz se convirtió en un mitin contra él, los trabajadores gritaban contra el gobierno y en coro repetían una y otra vez “somos borregos”. Nuevamente el ejército salió a dispersar este mitin y la represión fue brutal. Pocos días después se formó el Comité Burocrático Pro Libertades Democráticas.

Inmediatamente se desató nuevamente una ola de terror que no terminó hasta el 2 de octubre, el ejército y la policía salieron a las calles a detener a los jóvenes, las brigadas y las escuelas fueron acosadas a balazo limpio.

El primero de septiembre, Díaz Ordaz habló sobre el movimiento más de una hora, en su discurso dijo que actuaba bajo la confusión, que los jóvenes eran movidos por intereses políticos facciosos (injurias comunistas) y que querían desprestigiar a México ante la realización de los juegos olímpicos. Para terminar, Ordaz remarcó que había sido tolerante hasta excesos criticables y que entre sus atribuciones figuraba, según el Artículo 89 constitucional:

“Disponer de la totalidad de la fuerza armada permanente o sea del ejército terrestre, de la marina de guerra y de la fuerza aérea para la seguridad interior y defensa exterior de la Federación (…) No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos (…)”.

Ordaz estaba delineando el actuar de los próximos 31 días. Aunque el CNH había suspendido toda movilización y mitin para el día primero, esto no ayudó a dispensar la planificación violenta que sería utilizada por el gobierno.

El papel del PCM

Haremos una pausa y nos detendremos a analizar brevemente hasta qué punto el Partido Comunista Mexicano tenía que ver con esta movilización y su influencia general en la misma, dados los “argumentos” reiterativos por parte del gobierno.

En muchas ocasiones, principalmente cuando una organización tiene cierta influencia dentro del movimiento en lucha, los errores teóricos cuestan muy caros. El PCM era un partido burocrático a estilo y semejanza de prácticamente todos los partidos comunistas que tomaron parte de la tercera internacional y que se burocratizaron después de que el Partido Comunista de la Unión Soviética sufriera un proceso de burocratización y con él todo el Estado obrero formado a partir de la toma del poder en 1917 por parte de los trabajadores. La burocracia estalinista puso su sello muy particular en la forma brutalmente violenta de actuar de todos estos partidos, sin embargo lo que dañó de forma increíble el desarrollo de los PC fue su política de bandazos del izquierdismo al reformismo y viceversa, según el dirigente “teórico” en turno de la internacional. Desde 1924 el PCM no fue capaz de romper las ataduras estalinistas que prácticamente lo controlaban. Gracias a esto sus giros en la política nacional fueron vergonzosamente abundando de forma igualable a la consolidación del charrismo sindical, entregando organizaciones enteras bajo el control del Estado, poniéndose de lado de la patronal en muchas ocasiones y apoyando a candidatos presidenciales que después los atacaban furiosamente, el caso más emblemático de esto fue el apoyo que dio el PCM a Miguel Alemán.

Estos giros bruscos en su política se tradujeron en escisión tras escisión, pequeños grupos o grandes organizaciones obreras y sindicales se separaban de él. En particular en la década de los 60, después de su participación tan lamentable en la caracterización del Estado mexicano y la lucha de los ferrocarrileros, hubo varias escisiones que se convirtieron en un sin fin de sectas que pululaban en el ambiente. Todas atacaban de forma histérica la política del PCM pero ninguna tenia un vínculo real con el movimiento, incluso su política era de aislamiento. Estos también fomentaron un ambiente de apoliticismo entre el CNH, incluso de desprecio a los partidos políticos.

Uno de los historiadores más rigurosos del PCM, Barry Carr, describe de la siguiente forma el papel del partido dentro del movimiento del 68: “De acuerdo con el estilo antiautoritario y antiburocrático de la movilización estudiantil, no había dirección permanente ni táctica tan bien pensada para que el gobierno no lograra identificar y neutralizar a los “cabecillas”. Todos los esfuerzos por centralizar la toma de decisiones encontraron una tenaz resistencia, debido al miedo a que el movimiento fuera captado por individuos o partidos. Igualmente, los delegados estaban sujetos a destitución si no daban cuenta de sus acciones ante las asambleas. Los grupos y partidos políticos tenían prohibido nombrar representantes al CNH, lo mismo que todas las organizaciones “federalmente organizadas”. Esta norma en efecto excluyó a las corporaciones nacionales de estudiantes como la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED). Las estructuras formales de la izquierda tuvieron por tanto escasa influencia sobre el CNH o sobre el curso del movimiento mismo. Dijeran lo que dijeran el gobierno y los cuerpos de seguridad, la fuerza conductora de las movilizaciones del verano del 68 no fue el Partido Comunista ni ningún otro de los innumerables grupos de izquierda que proliferaban en las instituciones de enseñanza, aunque muchos de los militantes más destacados eran o habían sido miembros de organizaciones socialistas.

“De hecho, el Partido Comunista, que había desempeñado un papel tan importante en el resurgimiento de las organizaciones de los estudiantes en los años que siguieron a la creación de la CNED en 1963, ya estaba muy debilitado en las instituciones de enseñanza por 1968. Algunas voces en la dirección del PCM todavía consideraban la militancia estudiantil como pequeñoburguesa y divorciada del “verdadero” sujeto de la revolución: la clase obrera. Además, la CNED y la Juventud del Partido estaban en desacuerdo con la dirección nacional del PCM en torno a cuestiones de autonomía. Para mediados de 1968, los “autonomistas” habían perdido la batalla en la CNED, y la organización había quedado en manos de un joven comunista, Arturo Martínez Nateras, muy próximo a la dirección del partido. El resultado fue la renuncia o la inmovilización de gran número de jóvenes comunistas. En el Instituto Politécnico, por ejemplo, Raúl Álvarez, Ángel Verdugo y Rafael Talamantes rompieron sus vínculos con el PCM.

“En la Universidad Nacional, la Juventud Comunista estaba atravesando una grave crisis que databa de su II Congreso, en 1967. Trece “organismos de base” de la JCM en la UNAM se desbandaron en 1968 para protestar por el paternalismo y el sectarismo de la organización nacional del PCM. Aunque el partido todavía contaba como talentos como Marcelino Perello y Eduardo Valle, ni la JCM ni la CNED estaban en capacidad de ejercer una influencia significativa, y menos aún el control sobre el movimiento estudiantil cuando éste estallo en julio.” (Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX)

La represión, única respuesta del Estado (La toma de CU y el IPN)

Las aprehensiones siguieron con una intensidad cada vez más violenta, las brigadas callejeras se las tuvieron que ingeniar para poder seguir informando al pueblo y seguir recolectando dinero, este trabajo cada día se hizo más peligroso.

El debate al interior del CNH, antes del informe presidencial, se desarrollaba de manera violenta, se dibujaron dos alas muy claras par resolver el conflicto, por un lado estaban los que pensaban que el conflicto solo se podría resolver con el diálogo, incluso el rector de la UNAM, Barros Sierra, hizo un llamado a levantar la huelga. Por otro lado, el sector más duro sacaba la conclusión, correcta por cierto, de que el movimiento estudiantil solo no podría resolver este conflicto, que debería de llevarse más allá, sumar a más sectores con sus demandas a la lucha.

Este debate no se cristalizó al exterior por la represión que ejerció el gobierno al CNH. Los sectores más adelantados no quitaron el dedo del renglón, sin embargo una mayoría imponía el ritmo de la movilización antes que el debate, creían que lo que se tenía que hacer frente a la represión era doblar los esfuerzos por sacar brigadas a las calles y dejar que el debate se quedara guardado.

Incluso el ala conciliadora tampoco pudo tomar mayoría frente a las propuestas más de derecha, el llamado a levantar la huelga se consultó en las asambleas de las escuelas y todas votaron por mayoría la continuación de la huelga. Con esto, el cuadro que se vivía dentro del CNH era confuso, existían dos alas muy claras como resultado de la polarización, una conciliadora y otra de izquierda, ambas impulsaban a lados opuestos y en medio quedaba la gran mayoría de delegados que, aunque no del ala conciliadora, no tenían el suficiente nivel político para sacar las conclusiones necesarias para extender el movimiento a los trabajadores.

El 4 de septiembre el CNH ratificó su disposición al diálogo, sin embargo era claro que la iniciativa era planteada de forma diferente, la represión hacia muy difícil la coordinación de la dirección del movimiento, por unos días se generó un vacío que capitalizó el rector de la UNAM el cual sacó a la luz pública un manifiesto en el que abiertamente llamaba a que se regresara a clases porque algunas demandas habían sido resueltas: “Nuestras demandas institucionales, contenidas en la declaración del Consejo Universitario publicadas el pasado 18 de agosto, han quedado satisfechas, en lo esencial, por el ciudadano Presidente de la República, en su último informe. Cierto es que aún falta el esclarecimiento de algunos aspectos jurídicos importantes en relación con la autonomía, pero ello se logrará por las vías y métodos adecuados (…) Según mi criterio y confío en que lo comparta la gran mayoría de los universitarios (…) es necesario y urgente el retorno a la normalidad” (El Día, 10 de septiembre de 1968)

El llamado del rector fue aprovechado por el movimiento para platicar y convencer a los estudiantes que asistían a las escuelas, la postura era clara, la huelga seguiría. El CNH intentó retomar la iniciativa convocando a la movilización del silencio el 13 de septiembre. Un cronista de la prensa la describió de la siguiente manera.

“Llegaron a la Plaza de la Constitución un número de 40,000 personas, calculándose que un 10%, eran del sexo femenino, un 25 del pueblo en general, entre éstos 100 taxistas con sus familias, petroleros, ferrocarrileros, campesinos de la CCI Comunista, habitantes del poblado de Topilejo DF, comerciantes en pequeño, vendedores ambulantes, electricistas, padres de familia, etc., el resto lo formaban estudiantes de la UNAM, IPN, Nacional de Maestros, Chapingo, Universidad de Puebla, Veracruz, Iberoamericana.- La marcha desde su inicio, se realizó en todos sus aspectos en un completo orden, mediante una atinada organización, amén de que por su carácter de silenciosa, se guardó entre los integrantes de la manifestación un absoluto silencio.”

Seguramente que los manifestantes no eran 40 mil sino más de 200 mil personas, la composición de la marcha nos confirma que el movimiento tenía un apoyo muy fuerte entre los trabajadores y estudiantes de otras escuelas.

Estos nuevos acontecimientos causaron crisis en las organizaciones que participaban en la lucha, en concreto en el PCM. La política que defendía la posición en este momento era que se tenía que levantar la huelga, que las demandas no podrían ser resueltas y, en este sentido, no tenia ningún caso seguir la lucha. El 14 de septiembre se convocó a una asamblea de 150 jóvenes cuadros de Partido Comunista, el objetivo era discutir si estos jóvenes, que estaban en primera línea de batalla, tenían que llamar a que la huelga se levantara. La respuesta fue muy clara por parte de los jóvenes, NO, y a pesar de la intervención de la dirección nacional del PCM sólo se logró que la postura de estos cuadros de las Juventudes Comunistas se radicalizara. Incluso fueron ellos lo que más duramente fueron atacados encarcelado y asesinados cuando días después comenzó una ola desquiciada de violencia.

La táctica del gobierno era clara, dejar que el movimiento se ahogara entre conflictos internos, que se debatiera sobre aspectos que tendrían que debatirse en el diálogo con el gobierno y mientras tanto dar oportunidad para que el gobierno siguiera hostilizando, golpeando y torturando a la juventud. En esta dinámica, Díaz Ordaz pensaba que un golpe contundente al movimiento quebraría la voluntad del CNH. La toma de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre y después del Casco de Santo Tomás y Zacatenco del Poli, el 24 y 25 del mismo mes, fueron en esta lógica.

Más de 10 mil soldados apoyados con tanquetas incursionaron a la Universidad. Ese mismo día el CNH sesionaba y en su orden del día había un punto crucial para el movimiento, la alianza Obrero-Campesino-Estudiantil, el documento se le encargó redactarlo a una comisión y precisamente uno de los que expondría este punto fue tomado preso y refundido en las crujías de Lecumberri. Ese mismo día el ejército tomó también la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo.

Muchos de los estudiantes lograron escapar, los infortunados fueron reunidos a mitad de la explanada de CU (las islas) y fueron obligados a arrodillarse, muchos fueron cruelmente golpeados. Inmediatamente se desató una cacería de activistas, cateos y detenciones. El quitar Ciudad Universitaria a los estudiantes fue un duro golpe, sin embargo el movimiento no se paralizó, sino todo lo contrario, esto sirvió como un acicate y de inmediato las brigadas salieron a las calles. Afortunadamente algunos Comités de Lucha habían tomado medidas de seguridad y esto les permitió sacar, previamente a la invasión, mimeógrafos con los cuales no paraban de imprimir volantes.

Después de este acto, era cuestión de tiempo para que se intentara tomar el Poli, y así sucedió. El 23 miles de policías y ejército rodean la zona aledaña al Casco de Santo Tomás. Confiados de que los estudiantes no opondrían resistencia las fuerzas represivas entraron como locos a golpear estudiantes, sin embargo, se toparon con una resistencia ejemplar.

Los estudiantes organizados resistieron más de 6 horas el tiroteo tupido de los cuerpos represivos, no se tiene claro el número de muertos pero seguramente no fueron sólo de estudiantes. Al día siguiente tocó el turno a los Comités de Lucha de la zona de Zacatenco los cuáles resistieron firmemente las embestidas de represión. Otros puntos donde se intensificaron los conflictos fueron principalmente en escuelas de nivel bachillerato del Poli, los jóvenes de 13, 14 y 15 años resistieron fieramente ante cada golpe. Esos adolescentes se agigantaban.

La falta de una respuesta organizada ante una posible represión a nivel general, como la que se vivió en esos momentos, hizo que las víctimas fueran mayores. El CNH tuvo que prever esta posible salida del conflicto, desgraciadamente no se preparó para estos momentos y en muchos casos los Comités de Lucha locales improvisaron una heroica respuesta.

El apoyo se extendió de forma inmediata a otras universidades. En Baja California, Sonora, Yucatán, Nuevo León, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Sinaloa, Guerrero, Morelos e Hidalgo salieron los estudiantes a protestar por los actos de violencia en el DF. El gobierno federal mandó a rodear con batallones del ejército a otras universidades y a las escuelas Normales y Técnicas.

Los enfrentamientos se extendieron por la ciudad en barrios obreros como Iztapalapa, Tlatelolco y zonas aledañas a las escuelas, el ejército fue recibido con barricadas, agua hirviendo sobre sus cabezas y hasta balazos:

“En Iztapalapa al medio día, comenzaron a cometer desórdenes los estudiantes, en grupos de 150, mismos que fueron dispersados por la Policía destacada en ese lugar, por lo que se introdujeron al mercado, hasta donde fueron perseguidos por elementos policíacos. Allí se les sumaron otras personas, entre ellas locatarios y ya en número de 500, agredieron a este Cuerpo, con piedras, palos y botellas, tratando de apoderarse de la Comandancia del Lugar.

“De las 16:30 a las 20:00, tropas del ejército ocupan la zona adyacente a la fuente de la Diana en el Paseo de la Reforma, con el objeto de impedir que se realizara un mitin estudiantil, unidades policíacas dispersaron a estudiantes de la Vocacional 7 que intentó celebrar un mitin en el Hemiciclo a Juárez; muchos de ellos fueron detenidos.

“En la Plaza de las Tres Culturas cerca de mil estudiantes realizaron un mitin. Al finalizar trataron de marchar en manifestación rumbo al centro. Fueron disueltos por descargas al aire de fusiles y gases lacrimógenos, y detenidos 60 estudiantes.

“El 68/ 09/ 24 se efectuó un mitin, de las 17 a 19. 15 hrs. en la plaza de las Tres Culturas, de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco, con una asistencia aproximadamente de 2,000 personas, en su mayoría padres de familia y estudiantes del IPN” (reporte de la policía del DF)

Los porros también jugaron su papel totalmente reaccionario cercando la casa de lago y deteniendo a dirigentes del movimiento estudiantil para después entregarlos a la policía. Por su parte el CNH respondió con desesperación, la represión dispersó a la dirección, el rector Barros Sierra presentó su renuncia pero esta no fue aceptada por el Consejo Universitario. El 27 de septiembre hubo un mitin en la Unidad Habitacional Tlatelolco en donde se anunció otro mitin para el 2 de octubre a las 5 de la tarde por parte del CNH.

2 de octubre, el fin del movimiento

El 30 de septiembre se regresaron las instalaciones de Ciudad Universitaria. Con esto el gobierno buscaba tender la mano después de haber dado un garrotazo. Díaz Ordaz pensaba que lo que seguía era que el movimiento hubiera aprendido la lección, que la huelga se levantara y caso cerrado. Pero el tiro le salió por la culata, los estudiantes, aunque dispersos, estaban muy radicalizados.

Por la represión desatada los días anteriores muchos de los jóvenes fueron obligados por sus padres a abandonar el movimiento, otros fueron recluidos en otros estados de la república. Estas medidas que las familias tomaban para salvar a sus hijos diezmaron la participación pero la rabia y el coraje ahora eran más.

El primero de octubre se realizaron asambleas de los Comités de Lucha en las escuelas, estas votaron el seguimiento de la huelga. La capacidad de recuperación del movimiento parecía que podía levantarse de nuevo.

Por la mañana del 2 de octubre una comisión del CNH se reunió con el gobierno para negociar la solución del conflicto. La dirección del CNH no fue capaz de reconocer el engaño de ésta propuesta y a favor de la buena voluntad y disposición para negociar, canceló la marcha que tenía prevista para ese día por la tarde después del mitin en la Plaza de las Tres Culturas, el recorrido era de la plaza al Casco de Santo Tomas.

Los actos represivos que se desataron el 2 de octubre por la tarde son de todos conocidos, una bengala lanzada desde un helicóptero fue la señal para que un grupo encubierto, vestidos de civil, llamado Batallón Olimpia comenzara a disparar contra la multitud reunida en el mitin. Segundos después la intervención del ejército desató una de las masacres más nefastas de la historia de nuestro país.

¿Cuantos muertos? No se sabe exactamente pero se calculan en 500, más de 2000 heridos y cerca de 2000 detenidos además de un número inexacto de desaparecidos políticos no sólo durante la lucha sino después de ella. El ejemplo mas claro fue Héctor Jaramillo Chávez, estudiante de la ESIME, el cual fue detenido el 2 de octubre en Tlatelolco. Se le culpabilizó de querer asesinar al General Marcelino Barragán. La Dirección Federal de Seguridad ya venía reportando las actividades de este estudiante, cuando menos desde el 12 de agosto, en Hermosillo Sonora, donde fue detenido por repartir volantes. Héctor fue detenido nuevamente en la Ciudad de México el 23 de enero de 1969, desde entonces permanece como detenido desaparecido.

¿Por qué se masacró a la movilización? Esto se puede contestar con muchas variables, unos dicen que fue por la cercanía de las olimpiadas (12 de octubre), otros explican que fue debido al régimen autoritario que se cernía en el país, otros más plantean la hipótesis de que el gobierno tenía miedo de que el ambiente de lucha se extendiera entre los trabajadores y entonces hubiera pasado lo de Francia. La respuesta es una mezcla de todo.

Lo que es cierto es que esta acción no era sólo de disuasión, el ejército cargaba “equipo” suficiente para emprender una ofensiva de gran envergadura, se habían tomado medidas para que los hospitales aledaños estuvieran preparados para recibir grandes cantidades de heridos y se desocuparon previamente pabellones de diferentes cárceles para meter a los presos. Esta operación de coordinación de fuerzas represivas fue conocida como la Operación Galeana.

A pesar de la masacre, el movimiento no terminó de forma inmediata, fue un golpe definitivo, sí, pero hubo esfuerzos por la reorganización. En un ambiente de represión y persecución se realizaron asambleas en la UNAM y el IPN manteniendo la huelga en un intento de fortalecer a los Comités de Lucha. Pese a que varios estudiantes fueron asesinados al realizar pintas continuaron las brigadas de propaganda. El movimiento se encontró desarticulado en un ambiente de miedo.

El impasse que se abrió quiso ser combatido por los estudiantes, la desinformación generalizada jugó en contra del movimiento, los infiltrados comenzaron a declarar en contra de la lucha y justificando la matanza.

“Sócrates Campos Lemus, desde la cárcel, en sus declaraciones ministeriales del 5 de octubre, acusa al CNH de tener como objetivo desestabilizar el país, de manejar armas y de organizar columnas de choque para enfrentar a la policía y el ejército. El 6 de octubre en el periódico Excélsior “Revelaciones del movimiento”, se da difusión a esta versión oficialista de Campos Lemus, con la que pretendía, a toda costa, justificar la masacre”

En realidad el ambiente era muy difícil, las escuelas estaban tomadas o acordonadas por la policía, muchos estudiantes no iban a las asambleas o cualquier acto convocado por el CNH para juntar dinero para los presos por miedo a la represión.

A pesar de todo las intenciones de la dirección diezmada del CNH buscó el diálogo con el gobierno, sin embargo este sabía que el movimiento estaba agonizando y sólo alargó las pláticas.

Los días 19 y 21 de noviembre, la postura de sostener la huelga cambió por el regreso a clases. Aunque los estudiantes del IPN rechazaron la propuesta universitaria, días más tarde la decisión del levantamiento de la huelga también se tomó en las instalaciones del IPN.

El paso siguiente en la desarticulación del movimiento estudiantil fue la disolución del CNH el 6 de diciembre, en donde se acordó fortalecer los comités de lucha como último recurso del movimiento.

En muchos estudiantes, principalmente los más comprometidos y aguerridos, el ambiente era de frustración y coraje, en la última manifestación “La gran marcha de protesta” asistieron estos sectores, los cuales nuevamente se enfrentaron a la policía y porros que agredieron la manifestación, la gran mayoría de los detenidos eran chicos de vocacionales del poli.

A forma de Conclusión

Los 100 días que construyó uno de los movimientos más importantes en la historia reciente de nuestro país no pueden y no deben quedar reducidos a la masacre del 2 de octubre. Sería un error de nuestra parte decir que el asesinato de 500 compañeros es lo que ahora nos incita a luchar.

Dentro de la memoria colectiva de la juventud y los trabajadores llevamos esos muertos como símbolo de la resistencia y pundonor de la lucha.

Pero hubo más, miles de cuadros estudiantiles, formados en las excitantes batallas callejeras no sólo contra los cuerpos represivos sino contra su mismo pasado, conformaron un mosaico maravillosos de experiencia, confianza y retos.

Esos jóvenes que participaron entonces vivían en una sociedad más cerrada y represiva que en la que ahora nos movemos, esos derechos democráticos que tenemos ahora se los debemos a nuestros compañeros combativos.

Esta lucha despertó miles de aspiraciones en todos los trabajadores que se recuperaban de las rudas derrotas de la década de los 50. El movimiento estudiantil inspiró la ola de luchas conocida como la “insurgencia Obrera”, jornadas heroicas de los trabajadores setenteros que cimbraron de pies a cabeza al corporativismo obrero.

La llamada “Reforma Política” fue también fruto de esta lucha, esta reforma dio apertura política a partidos de oposición para la lucha electoral.

La experiencia de los participantes se transformó a su vez en crítica despiadada a las políticas reaccionarias del Partido Comunista estalinizado. No era para menos, en realidad una gran responsabilidad de que esta lucha hubiera fracasado fue la política del PCM.

A los jóvenes le causaba nausea escuchar hablar del PCM porque en él se encontraba el pacto con los explotadores y la traición al movimiento. Esta fue también la causa del apoliticismo de muchos participantes en la lucha y, después del 2 de octubre, de que muchos jóvenes encontraran en la guerrilla una alternativa de lucha. Se puede decir, sin quitarle responsabilidades al gobierno asesino de Díaz Ordaz, que la política estalinista llevó a un callejón sin salida a la juventud, siendo el PCM el único partido que tuvo la oportunidad de haber invertido fuerzas a favor del movimiento y, con una política correcta, haber ayudado a que la lucha no terminara en tragedia pero hizo todo lo contrario.

Lo que se rescata de esta lucha no sólo queda plasmado en el andar democrático de las nuevas generaciones en la vida de un país corrompido, podrido y autoritario, sino toda una experiencia de organización como el CNH.

En realidad esta experiencia nos ha servido a las generaciones presentes para iniciar nuevas luchas como la impulsada por el Consejo General de Huelga (CGH) en la lucha universitaria del 99-2002.

Si en algo falló, que se puede criticar a la dirección de esta lucha, fue en no integrar a la lucha a los trabajadores. Es cierto que existía un reflujo en el movimiento obrero por la represión de la década pasada, sin embargo era claro que la movilización entusiasmó a los trabajadores, cada día (especialmente en el mes de septiembre) los contingentes de obreros y campesinos asistían de forma regular al CNH, el ampliar el pliego petitorio, o programa de lucha hubiera significado el darle cause a la participación de los obreros no sólo apoyando la lucha sino integrándose a ella con demandas propias que defender.

Esto lo hemos aprendido muy bien, esta fue la misma razón por la cual derrotaron al movimiento de la UNAM en el 2000.

Cualquier problema de la juventud, incluida la educación, no se puede arreglar al margen de la problemática que viven los trabajadores. Es por eso que la vinculación con los trabajadores es tan importante. Comprender que una lucha en alguna escuela por si sola no puede solucionar definitivamente los problemas nos lleva a entender que la lucha de la juventud, por mejor educación y por libertades democráticas está íntimamente ligada a la lucha contra el sistema capitalista que hoy rige nuestras desgracias.

Las consignas que se defendían en el 68 no han cambiado mucho, hoy tenemos presos políticos (Oaxaca y Atenco), quieren reglamentar las manifestaciones, se ha aprobado una ley antiterrorista que criminaliza la lucha social, la Policía Federal Preventiva (PFP) es el grupo de choque contra los jóvenes y trabajadores que no queremos seguir viviendo en la miseria, etcétera.

Marx decía que la historia se repite, una vez como farsa y otra como tragedia, las tradiciones de las luchas pasadas volverán pero ahora con otras generaciones; en un ambiente más politizado, con graves problemas económicos y con los trabajadores dando muestras de que no están dispuestos a aguantar más, la lucha de la juventud podría incendiar la pradera.

Nuestra generación tiene la posibilidad de convertirnos en los portadores de una nueva sociedad en la cual la miseria sea desterrada y las oportunidades para la juventud sean bastas. Eso sólo se podrá lograr bajo el Socialismo.

Tenemos que ser capaces de superar todos nuestros obstáculos, tenemos que ser la memoria colectiva de nuestra clase, de la de los trabajadores. Por eso decimos este 2 de octubre:

¡Ni reír ni llorar, comprender!

¡2 de octubre no es de fiesta, es de lucha y de protesta!

¡Ni un minuto de silencio a los caídos, toda una vida de lucha revolucionaria!

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CLEP- CEDEP

26 de junio 2008 

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