Un renovado interés por la poesía: ¿qué significa?

En el contexto de un mundo en crisis, los jóvenes en particular están protagonizando un renacimiento del interés por la poesía en todas sus formas. En este artículo, Jérôme Métellus e Irene Serra explican qué es la poesía en su nivel más básico, y desde esta perspectiva consideran qué está impulsando su aumento de popularidad.


El pasado verano, el semanario cultural francés Télérama y el diario nacional Le Monde señalaban que, desde hace unos años, el pequeño mundo de la poesía ha experimentado una nueva explosión de vitalidad.

En las librerías francesas, las ventas de colecciones (de «clásicos» o no) van en aumento: 42% entre 2019 y 2022. Esta tendencia se mantiene en 2023: un 22% entre enero y mayo.

Por supuesto, la poesía sigue representando solo el 1 por ciento de las ventas, pero sin embargo el aumento es evidente. 

«Las editoriales independientes crecen en número –Seghers, Bruno Doucey, Le castor astral…- y con ellas las ganas de escribir», explica Télérama.

Es aún más evidente en las redes sociales. El hashtag «Poesía» ha sido visto 75.000 millones de veces en TikTok e Instagram tiene numerosos «Instapoetas».  Son sobre todo los jóvenes quienes están detrás de este renacimiento poético. Prueba de ello es el creciente entusiasmo por las «noches de micrófono abierto» en los bares, donde la gente acude tanto a absorber palabras como a beber una copa.

La esencia de la poesía 

Para explicar este fenómeno, hay que señalar en primer lugar que la poesía no puede abordarse simplemente como se enseña a los grandes clásicos en las escuelas.

Sin duda, Verlaine, Hugo, Baudelaire y Rimbaud, por citar sólo a estos cuatro genios de la poesía francesa del siglo XIX, tienen un lugar legítimo en los cursos de literatura. Pero un enfoque demasiado erudito es, con demasiada frecuencia, la mejor manera de malinterpretarlos y, en consecuencia, de perderse lo que constituye la esencia de la poesía, que va mucho más allá de las estanterías que se le dedican en las librerías.

Para entender qué es, fundamentalmente, la poesía, podemos considerar lo que dijo el filósofo alemán Hegel sobre ella. En su clasificación de las distintas formas de arte, incluyó en el concepto de «poesía» todo lo que hoy consideramos literatura, incluidas, por tanto, las novelas y las obras de teatro. Por supuesto, la literatura y el arte han evolucionado mucho desde Hegel. En los dos últimos siglos, las diferenciaciones internas de la literatura han reservado el término «poesía» a una forma particular de escritura. Pero debemos comprender el significado más profundo de la clasificación de Hegel. Hegel sostenía que lo que distingue a la poesía de la arquitectura, la escultura, la pintura y la música es que su «consistencia material» es el habla humana. Insistió en este punto: 

«La poesía, sin embargo, es esencialmente y según su noción, expresión sonora». 

Esta caracterización de la poesía no es tan mundana como parece a primera vista. De hecho, la poesía hablada no es un discurso al uso. Se libera de las funciones puramente instrumentales del lenguaje, de las preocupaciones cotidianas, de la preocupación por una comunicación eficaz y una lógica transparente para dar rienda suelta a los tesoros de la música y la imaginería que se esconden en lo más profundo del lenguaje, y en lo más profundo de cada uno de nosotros.

A propósito de las imágenes, Hegel explica que la poesía «pone ante nuestra vista la realidad concreta en lugar de la generalización abstracta». Y prosigue: 

«Desde el punto de vista del sentido común ordinario, entiendo por lenguaje, tanto en su impresión en el oído como en la vista, el significado en su inmediatez, es decir, sin recibir su imagen ante la mente. Las frases, por ejemplo, «el sol», o «por la mañana», poseen cada una de ellas, sin duda, un sentido distinto; pero ni el Amanecer ni el Sol se hacen ellos mismos presentes a nuestra visión. Sin embargo, cuando el poeta dice: «Cuando el Eos de la aurora se elevó hacia el cielo con sus dedos sonrosados», sin duda tenemos ante nosotros el hecho concreto. La expresión poética añade, sin embargo, todavía más, pues asocia al objeto reconocido una visión del mismo, o más bien deberíamos decir que la relación puramente abstracta del conocimiento desaparece, y la definición real ocupa su lugar».

Como muestra el ejemplo de Hegel de la metáfora de Homero, este «aún más» es producido por la imagen poética, ¡porque en el mundo real ninguna aurora posee dedos rosados! Así, irónicamente, una imagen más concreta de la cosa descrita se refleja en un lenguaje que, tomado literalmente, es falso o incluso absurdo.

Los recursos de la imaginería poética abren tantas posibilidades que la «cosa en sí» puede ser no tanto «figurada» como transfigurada.  La historia de la poesía moderna está marcada por un movimiento general en esta dirección, hasta el punto de que, con los surrealistas, la imagen deja de «figurar» la «cosa en sí» para captar sus resonancias más secretas e inconscientes.

Por ejemplo, en los siguientes versos de Paul Eluard el uso de la metáfora extendida identifica los pájaros con peces y luego con perlas.

«Un bel arbre

Ses branches sont des ruisseaux

Sous les feuilles

Ils boivent aux sources du soleil

Leurs poissons chantent comme des perles…»

En español:

«Un hermoso árbol
Sus ramas son arroyos
Bajo las hojas
Beben de tu fuente sol
Mientras cantan los peces”…».

No existe una frontera infranqueable entre la poesía y el lenguaje cotidiano. En cierto sentido, una fluye de la otra. Incluso nuestras conversaciones cotidianas más triviales están salpicadas de imágenes «poéticas» a las que la mayoría de las veces no prestamos atención. Cuando declaramos que a fulanito «se le ha fundido un fusible», estamos utilizando una metáfora. Si proponemos a un amigo que venga a «tomarse un vaso o dos», estamos utilizando una metonimia, la sustitución de una palabra por algo estrechamente asociado a ella – en este caso, la bebida contenida en el vaso. Pero el poeta utiliza estas diferentes figuras retóricas para elevar sus sentimientos, pensamientos y visión del mundo a las grandes alturas de una obra de arte.

Otro rasgo central de la poesía es la musicalidad de la palabra. Una vez más recurrimos a Hegel: 

«Comprendemos lo que significan las letras, que son puntos indicativos para la expresión articulada, por el mero acto de la vista, y sin estar obligados a escuchar su sonido. Sólo el lector analfabeto encontrará necesario pronunciar en voz alta las palabras separadas para poder comprender su sentido. Pero en el caso de la poesía justo lo que aquí parece ser la marca de la estupidez es un indicio de belleza y excelencia». 

La pronunciación del texto añade de hecho una dimensión musical.

Uno de los grandes músicos de la poesía francesa, Paul Verlaine, lo señala en el primer verso de su poema Ars Poetica:

«De la musique avant toute chose,

Et pour cela préfère l’Impair

Plus vague et plus soluble dans l’air,

Sans rien en lui qui pèse ou qui pose».

En español:

«Prefiere la música a toda otra cosa,

persigue la sílaba impar, imprecisa,

más ágil y más soluble en la brisa,

que –libre de lastre– ni pesa ni posa.

.

Los grandes poetas se distinguen por su habilidad para combinar imágenes y musicalidad, para jugar con sus conexiones. Combinan forma y fondo en una unidad armoniosa y original, que es precisamente lo que nuestro lenguaje cotidiano «funcional» nunca -o muy raramente- hace.

Revolución y poesía

Como vemos, la poesía, tal como la hemos caracterizado, no se limita a los «clásicos». Impregna constantemente novelas y obras de teatro, en diferentes grados, pero también canciones. La poesía se expresa en una gran diversidad de formas artísticas y, por supuesto, puede tener un acompañamiento musical sin dejar de ser poesía.

Pero teniendo esto en cuenta, debemos analizar el renovado interés por la poesía «pura» de estos últimos años. Por «pura» entendemos: basada únicamente en la palabra hablada, sin canto ni música. En este sentido, el «slam poetry» es una forma intermedia entre el rap y la poesía reducida a su esencia. Este movimiento de reducir la expresión poética a lo esencial es muy significativo. En efecto, no es necesario saber cantar o tocar música para escribir o recitar poesía. Como señaló Hegel 

«La necesidad [del poeta] aquí al menos es meramente la de un don para la creación imaginativa».

En otras palabras, el poeta necesita tener algo que necesite decir, que quiera que se le escuche y que sea capaz de elevar a la dignidad, a la belleza, de unas palabras que impacten y lleguen a su público.

Y los jóvenes de hoy tienen ciertamente algo que decir: contra la explotación, la opresión, la pobreza de nuestras calles, la destrucción del medio ambiente, las guerras imperialistas, el cinismo y la hipocresía que gotean de la clase dirigente, de los grandes medios de comunicación y de los discursos de todos los políticos. Una revuelta, silenciosa pero poderosa, está en el origen de esta sed de poesía que se manifiesta no sólo en quienes la escriben y la recitan, sino también en aquellos, aún más numerosos, que la leen o acuden a escucharla tomando unas copas. 

Este vínculo entre las diferentes manifestaciones de la crisis del capitalismo y la creciente vitalidad de la poesía ha sido sugerido por Olivier Barbarant, que preside la Comisión de Poesía del Centro Nacional del Libro francés: 

«los tiempos catastróficos crean una sed de sentido y de poesía. Nuestro éxito es un comentario sobre la dureza de nuestra época».

Por su parte, Julia Vergely escribe en Télérama que «si el mundo parece dirigirse irreversiblemente hacia el desastre, en cuanto a la poesía, prospera».

Todo esto es perfectamente cierto, salvo que el mundo no se dirige irreversiblemente hacia el desastre: se dirige hacia una serie de crisis revolucionarias, de cuyo desenlace depende el futuro de la humanidad. El entusiasmo actual por la poesía no es más que un precursor de ello, entre otros. En cuanto a la «sed de sentido» mencionada por Olivier Barbarant, hay que señalar que adquiere un carácter claramente político -y a menudo anticapitalista- por necesidad.

Es cierto que la poesía no puede reducirse a un discurso político. Un buen poema y un buen eslogan -o un buen programa político- deben cumplir requisitos muy diferentes. Dicho esto, la mayoría de los jóvenes que se interesan por la poesía hoy en día buscan algo más que el virtuosismo puramente formal. Buscan una poesía que, de un modo u otro, incluso mediante el humor y la ligereza, hable del desastre de este mundo, de su violencia, de su absurdo, pero también de la esperanza de un mundo mejor, más justo y humano.

Esto no quiere decir que la poesía deba tener absolutamente un carácter político para ser bella o apreciada. La buena poesía -y la buena literatura en general- debe surgir de lo más profundo del poeta, de su experiencia, de su pasión. Las alegrías y las penas más íntimas y singulares están a menudo en el corazón de las grandes obras poéticas. Esto ha sido así sobre todo desde la aparición del Romanticismo a principios del siglo XIX. La belleza de los poemas de Verlaine o Baudelaire, por ejemplo, es indisociable de sus tormentos interiores.

Y sin embargo, incluso en el caso de Verlaine y Baudelaire, se trata de obras que reflejan, en cierta medida, la sociedad en la que vivían los autores. Estos dos poetas llevan la marca de la misma profunda desilusión en las promesas del racionalismo burgués, pero también en el Romanticismo. El optimismo grandilocuente de Victor Hugo, líder del Romanticismo francés, fue pisoteado por el régimen corrupto y dictatorial de Napoleón III. En cierto sentido, la decadencia del Segundo Imperio encontró una expresión deformada -por sublimada, redirigida- en las obras maestras de Verlaine y Baudelaire: Les fleurs du mal (Las flores del mal, 1857) y los Poèmes saturniens (Poemas saturninos, 1866).

El poeta puede buscar en sus propias fuentes subjetivas, pero incluso éstas están modeladas por el mundo real, externo al artista. Como escribió Trotsky: 

«La creación artística es … una alteración, una deformación, una transformación de la realidad según las particulares leyes del arte. Por fantástico que el arte pueda ser, no dispone de ningún otro material que el que le proporciona el mundo de tres dimensiones en que vivimos y el mundo más estrecho de la sociedad de clases. Aun cuando el artista creara el cielo o el infierno, sus fantasmagorías transforman simplemente la experiencia de su propia vida, en la que incluso figura la del alquiler no pagado a su patrona.»

Hoy, cuando el capitalismo amenaza a la humanidad con una barbarie generalizada, los mejores poetas -y su público- no pueden contentarse con obras sutiles y sofisticadas, aisladas del pulso social del mundo real, de sus sufrimientos y sus luchas. Ha llegado la hora de una poesía cuyos gritos y llamas respondan, en vigorosa protesta, a los estragos de un mundo en crisis, injusto y brutal. El renovado interés por la poesía no es sólo el síntoma de una época revolucionaria; también podemos predecir que esta época producirá, por las mismas razones, grandes poetas revolucionarios.

Compra América Socialista aquí



America Socialista
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.