Prometeo encadenado: Un prisma de la Ilustración griega

El Prometeo de Esquilo ha inspirado a los revolucionarios durante miles de años, con su mensaje de progreso humano y desafío frente a la opresión. En este artículo, Jesse Murray-Dean analiza los principales temas de la obra, el contexto histórico en el que fue escrita y la influencia que ha ejercido hasta nuestros días.


La Ilustración de la Antigua Grecia es uno de los periodos más importantes de la historia de la humanidad. Las revoluciones en la política, el pensamiento y la cultura estallaron y se entrelazaron como nunca antes había ocurrido, de una manera comparable al Renacimiento de los siglos XV y XVI y a la Ilustración del siglo XVIII.

Atenas fue el epicentro del mundo griego en los siglos V y IV a.C., célebre por sus filósofos, científicos y demócratas, así como por su original nueva forma de arte: el drama.

Cuando se estableció la constitución democrática, el festival de teatro ateniense se reorganizó para convertirse en un componente importante de la nueva democracia. Los grandes poetas dramáticos atenienses crearon sus obras con la intención de interactuar con las ideas de la sociedad y desarrollarlas.

El drama trágico Prometeo encadenado, atribuido a Esquilo en el siglo V a.C., es emblemático de este notable período. Las ideas políticas y científicas más avanzadas que circulaban en la nueva democracia ateniense se expresan a través de la más grandiosa y espectacular de las tragedias griegas conservadas.

No sólo fue una gran obra para su época, sino que también ha resonado entre los elementos más progresistas de la sociedad a lo largo de los tiempos.

Hesíodo y Esquilo

El argumento de la obra se inspira en gran medida en el mito de Prometeo de los poemas épicos atribuidos a Hesíodo en el siglo VIII a.C.. El público ateniense conocía perfectamente la obra de Hesíodo, que, junto con los poemas de Homero, puede considerarse lo más parecido a una Biblia de los antiguos griegos.

Tanto en la versión de Hesíodo como en la de Esquilo, el nuevo régimen de los dioses del Olimpo, encabezado por Zeus, acaba de llegar al poder tras derrotar al ejército de titanes de los antiguos dioses, liderado por el padre de Zeus, Cronos. 

En este período inicial del reinado de Zeus, Prometeo, un titán del antiguo orden, roba el fuego a los dioses y, ocultándolo en un tallo de hinojo, lo hace descender hasta los humanos. Por este acto, Zeus castiga a Prometeo atándolo a la cara de un acantilado que da al mar. Como Prometeo es inmortal, permanecerá aquí sufriendo eternamente.

En manos de Esquilo, este material se desarrolla en una dirección diferente a la del mito de Hesíodo, proponiendo una visión del mundo totalmente nueva.

La Teogonía y Los trabajos y los días de Hesíodo presentan la victoria de Zeus sobre Cronos como la victoria del orden sobre el caos. Aunque Zeus es duro y propenso a la ira, en última instancia es sabio y justo, y gobierna el cosmos con mano firme pero justa. Prometeo es un pícaro astuto, que fracasó al intentar burlar a Zeus y se enfrentó a las consecuencias.

El Zeus de Esquilo, sin embargo, es un usurpador ilegítimo a la cabeza de una dictadura brutal, que ejerce sus poderes de forma represiva y arbitraria. Prometeo es presentado como un mártir heroico, castigado no por sus travesuras, sino por rebelarse contra un tirano y salvar a la raza humana.

Este encuadre político es tan explícito como pertinente en los atenienses contemporáneos. La lucha de Prometeo contra Zeus se hace eco simultáneamente de la lucha de clases que dio lugar al establecimiento de la democracia ateniense, así como de sus retos actuales.

Zeus, el tirano

Esquilo utiliza de forma innovadora la nueva forma de arte dramático para transmitir su visión. Los atenienses lo consideraban el primer gran maestro trágico, seguido de Sófocles y luego de Eurípides. Aristóteles le atribuye la creación del segundo actor y el gran realce del papel del diálogo, esencialmente convirtiéndose en un pionero del arte.

La naturaleza del régimen de Zeus se transmite gráficamente en una desgarradora escena inicial que representa el aprisionamiento de Prometeo. No sólo se fijan sus extremidades al acantilado con abrazaderas metálicas y cadenas, sino que también se le atraviesa el pecho, como en la crucifixión reservada a los criminales más bajos de Atenas. Está atado al «límite del mundo» para ser golpeado por los elementos durante toda la eternidad.

Hefesto, dios olímpico de la herrería e hijo de Zeus, es obligado contra su voluntad a llevar a cabo este atroz procedimiento bajo la dirección de los secuaces de Zeus, Kratos y Bia, personificaciones de la Fuerza y la Violencia respectivamente.

La razón del castigo es doblegar a Prometeo para que «aprenda a soportar la soberanía de Zeus y abandone su disposición amante de los hombres». El tema de la rebelión contra el despotismo, así como las nuevas ideas del humanismo ilustrado, quedan así claros en las primeras líneas.

Posteriormente, el Prometeo encadenado permanece fijo en el escenario durante toda la obra, como punto focal del drama, encarnando la agonía del régimen de Zeus.

Movimiento dramático

El inequívoco encuadre político de la obra ha sido criticado por muchos clasicistas. Oliver Taplin, por ejemplo, la califica de «grandiosa y vacía»: 

«Está muy bien como visión romántica de desafío contra los poderes de la tiranía y la destructividad, pero no sirve como drama».

Estas críticas proceden claramente de un punto de vista de clase, ya que la obra lleva de hecho un movimiento dramático muy cargado, a través del cual se plantean las ideas.

Al principio parece que Prometeo está completamente aplastado, reducido a una imagen de terrible sufrimiento. Sin embargo, a lo largo de una serie de episodios en los que Prometeo es visitado sucesivamente por distintos personajes, se revela lentamente que Prometeo posee en realidad la clave de la caída de Zeus. 

A medida que se aclara la historia, nos enteramos de que Prometeo conoce una profecía secreta según la cual una mujer anónima, embarazada de Zeus, dará a luz a un hijo más poderoso que su padre. 

Así que encadenar a  Prometeo no es sólo un castigo por su crimen contra Zeus, sino también un medio para extraer los detalles de la profecía bajo tortura. Si Zeus sabe quién es la mujer, puede evitar que se cumpla la profecía.

Por tanto, el destino de Zeus está realmente en manos de Prometeo. Es casi seguro que se trata de un añadido único de Esquilo. A medida que avanza la obra, Prometeo se vuelve cada vez más audaz y desafiante. 

Casi imperceptiblemente, la obra pasa de ser un cuadro de dolor y miseria a una colisión cósmica entre una fuerza imparable y un objeto inamovible.

Prometeo inquebrantable

Mientras que los demás personajes de la obra reconocen la naturaleza tiránica de Zeus, Prometeo es el único que se opone a ella y se mantiene firme en su oposición hasta el final. 

Océano, el antiguo dios del mar, ahora sustituido en el régimen olímpico por Poseidón, visita a Prometeo por simpatía. Sin embargo, el consejo que da a Prometeo es el de un pragmático cobarde que se ha sometido al régimen. Océano se ofrece a negociar un acuerdo entre Prometeo y Zeus, para que Prometeo pueda coexistir con el régimen como han hecho muchos de los otros dioses antiguos. Sin embargo, Prometeo desprecia esta idea.

Las hijas de Océano, las Oceánidas, visitan a Prometeo y permanecen con él en el escenario, actuando como el coro de la obra, una característica de todas las obras griegas que consiste en un grupo de artistas que cantan y bailan al son de la música, además de interactuar con los demás personajes. Aunque ofrecen compasión y simpatía a Prometeo, están paralizadas por el miedo a Zeus. Cuestionan repetidamente las acciones de Prometeo y lamentan que nada pueda cambiar.

En la parte final de la obra, llega Hermes, el mensajero de Zeus y, en palabras de Prometeo, un «lacayo de los dioses», en un intento de doblegar por completo a Prometeo. Amenaza con que, si no se renuncia a la profecía, Zeus enviará una terrible tormenta que estrellará a Prometeo contra la montaña, desde donde será enviado al inframundo. Tras una larga estancia en el Tártaro, volverá a ser atado al acantilado, pero su tortura se amplificará aún más, ya que Zeus enviará un águila a arrancar y devorar cada dos días el hígado de Prometeo, que, al ser inmortal, se regenerará constantemente.

Sin embargo, Prometeo se mantiene desafiante: 

“Conocía yo el mensaje que ha vociferado; pero que un enemigo sea maltratado por enemigos, no es deshonroso. Así pues, que lance contra mí el rizo de fuego de doble filo, que el éter sea agitado por el trueno y la furia de vientos salvajes; que su soplo sacuda la tierra y la arranque de sus fundamentos con sus raíces; que la ola del mar con áspero bramido confunda las rutas de los astros celestes; que precipite mi cuerpo al negro Tártaro en los implacables torbellinos de la Necesidad.”

Como prometió, Zeus envía su tormenta, que es tan fuerte que el cielo y el mar se convierten en uno. Hermes dice al coro que deben marcharse, no sea que queden atrapadas en el mundo de dolor que está a punto de infligirse a Prometeo. Pero, en un giro sorprendente, el coro se niega:

«¿Cómo puedes obligarme a practicar villanías? Con Prometeo quiero sufrir lo que sea preciso, pues he aprendido a odiar a los traidores, y no hay peste que aborrezca más que ésta.»

Este último acto de solidaridad cierra la tragedia.

La obra termina, entonces, con un rechazo frontal del compromiso, y subraya audazmente las nuevas virtudes que habían desarrollado los demócratas radicales. La clasicista Isabel Ruffell afirma que la obra «parece cristalizar las etapas embrionarias de la teoría democrática radical».

El auge de la democracia ateniense

La democracia ateniense nació de un prolongado periodo de lucha de clases.

Durante los dos siglos anteriores se habían producido descontentos, guerras civiles y revoluciones en todo el mundo de la Antigua Grecia, que se denominaron «stasis«.

Sólo unos siglos antes, la sociedad griega se encontraba en la fase que el antropólogo Lewis Henry Morgan describiría como «fase superior de la barbarie»: estaba formada casi exclusivamente por agricultores organizados socialmente en gentes y tribus. 

En el siglo VIII a.C., una oleada de expediciones colonizadoras griegas propició el crecimiento del comercio, facilitando el desarrollo de la producción de mercancías y la nueva economía monetaria. Como las mercancías eran predominantemente agrícolas, como las aceitunas, el vino, etc., los terratenientes más acomodados empezaron a enriquecerse, apropiándose del excedente producido por el trabajo de una cantidad cada vez mayor de esclavos.

Las diferencias de clase empezaron a crecer y de la antigua organización gentilicia surgieron las primeras formas de poleis, que hemos llegado a conocer como «ciudades-estado». En la época de Hesíodo, las poleis eran aristocráticas y un puñado de las familias terratenientes más ricas monopolizaba los cargos más importantes. 

Los campesinos pobres se endeudaron con los ricos, y la carga de la deuda empezó a descontrolarse durante el siglo siguiente, alimentando la desigualdad y el resentimiento de clase.

Al mismo tiempo, empezó a surgir una nueva clase de comerciantes, muchos de los cuales no pertenecían a las familias aristocráticas. A mediados del siglo VII, al sentir su creciente peso económico en la sociedad, empezaron a desafiar el gobierno hereditario de la aristocracia. Se planteó la cuestión de la aristocracia frente al demos -término que englobaba a todos menos a los aristócratas, pero excluía a las mujeres y a los esclavos- y creció hasta alcanzar proporciones revolucionarias. 

Este tumultuoso periodo estalló con el ascenso de los tiranos griegos que eran individuos de diversos orígenes, a veces aristócratas y otras no, que usurpaban el poder político por la fuerza y dirigían el Estado con autoridad absoluta. En la obra se hace referencia explícita a Zeus como «tirano».

Estos episodios de tiranía, muy frecuentes aunque relativamente breves, asestaron golpes al orden aristocrático, además de alimentar aún más la stasis de la sociedad. A lo largo del siglo VI a.C., junto con las tiranías unipersonales, muchas aristocracias fueron sustituidas por oligarquías, en las que el gobierno hereditario fue reemplazado por el de la calificación de la propiedad.

Pero en algunas ciudades-estado, el proceso fue más allá de la oligarquía. En Atenas, Corinto, Megara y Siracusa, el demos luchó por la plena igualdad política, independientemente de criterios de propiedad, y la consiguió.

En Atenas, la constitución democrática fue establecida por Clístenes en 508 a.C. Sin embargo, éste fue sólo el comienzo de una larga serie de reformas que ampliaron la democracia y atacaron a la aristocracia durante los dos siglos siguientes.

Pero incluso tras la victoria del demos, los aristócratas seguían estando muy presentes y siempre ansiosos por retomar las riendas. 

Además, Atenas estaba rodeada por todos lados por poderosos estados hostiles a la democracia, entre los que destacaban Esparta y el despótico Imperio Persa.

El Prometeo encadenado forma parte de la lucha contra cualquier retroceso político. La obra traza una clara línea divisoria entre los valores democráticos y cualquier elemento de tiranía, no sólo el fenómeno de los tiranos griegos, sino todas las restricciones de los derechos políticos que defendían los aristócratas y oligarcas.

Los ideales revolucionarios que se habían desarrollado a lo largo de esta lucha se defienden en la obra personificados en el personaje heroico de Prometeo. Pero la obra va más allá de la mera defensa de los ideales democráticos atenienses: los vincula y los convierte en parte integrante de una cosmovisión materialista totalmente nueva.

La Ilustración griega

Sólo 100 años antes de Prometeo encadenado, en el siglo VI a.C., nació la filosofía en la ciudad-estado griega de Mileto, situada en la actual Turquía. Aquí comenzaron los primeros intentos de comprender racionalmente la naturaleza en sus propios términos, sin recurrir a mitos ni dioses.

Los filósofos de Mileto empezaron con la cuestión del origen y la composición del universo. Paralelamente al desarrollo del materialismo filosófico, se abrieron rápidamente nuevos campos científicos en el mundo griego. La biología, la historia natural, la mecánica, la meteorología, la cartografía, la geología y la medicina adquirieron una base científica.

Con el auge de la democracia a finales del siglo VI a.C., las nuevas formas de pensamiento que se desarrollaron con el estudio de la naturaleza se aplicaron ahora a las cuestiones sociales. La política, la moral, la historia, la lingüística y la lógica se convirtieron en campos de estudio. 

Semejante florecimiento de la ciencia y la cultura fue el producto de una sociedad basada en la esclavitud, que permitió a una capa dedicarse a actividades intelectuales, imprimiendo así un desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas, la tecnología y la cultura.

Prometeo encadenado reúne todas estas ideas nuevas y en desarrollo en una unidad dramática.

La «caída del hombre» de Hesíodo

Podemos ver cómo lo hace Esquilo comparando una vez más su obra con los poemas de Hesíodo. En Hesíodo, Cronos presidía la «edad de oro» del hombre, literalmente «hombre», ya que no había mujeres. Los hombres vivían en un estado de dicha divina, libres de sufrimiento y trabajo: 

Igual que dioses vivían, con el corazón libre de cuidados, lejos y a salvo de penas y aflicción. […] Bienes de toda índole estaban a su alcance: la fecunda tierra, por sí sola, producía rica y copiosa cosecha: ellos, contentos y tranquilos, vivían de sus campos entre bienes sin tasa»

El fin de la existencia idílica no fue instigado con la llegada al poder de Zeus, sino después, por la insensatez de Prometeo. 

Tras la llegada de Zeus al poder, a Prometeo se le asigna la tarea de supervisar cómo se llevarán a cabo los sacrificios del hombre a los dioses. El Prometeo de Hesíodo es un astuto embaucador y encuentra la forma de engañar a Zeus y a los olímpicos para no entregarles las mejores porciones de carne para el sacrificio. En represalia, Zeus le quita el fuego a la humanidad, pero Prometeo se lo roba y se lo devuelve al hombre, por lo que Prometeo es castigado.

Para castigar al hombre por su complicidad en este crimen, Zeus crea a la primera mujer, Pandora: 

«… había ideado esta bella cosa maligna a cambio de aquella buena [el fuego] […] Porque de ella procede la raza de las mujeres femeninas: porque de ella es la raza y tribu mortal de las mujeres, un gran infortunio para los mortales…»

Zeus preparó entonces una vasija llena de males, que Pandora abrió, dando rienda suelta a todos los males que en adelante asolarían a la humanidad.

Así comenzó la degeneración de la humanidad a través de sucesivas etapas, que culminaron en la «edad de hierro», correspondiente a los tiempos de Hesíodo, en la que los hombres «no cesarán de afanarse y angustiarse de día, ni de agotarse por el sufrimiento de noche, y los dioses les darán penosas preocupaciones».

Oda al progreso humano

El Prometeo encadenado, de Esquilo, propone el punto de vista opuesto. En lugar de que el hombre caiga en desgracia, los seres humanos (el elemento de género, «Pandora», de Hesíodo está ausente) no sólo vivían una vida más dura en el pasado, sino que en realidad llevaban originalmente una existencia animal, esclavizados por completo a las fuerzas de la naturaleza. En esta versión, es el don del fuego de Prometeo lo que instigó el desarrollo incesante e ilimitado de la humanidad y su poder sobre la naturaleza.

En una de las odas más famosas de la poesía, Prometeo enumera por orden cronológico los hitos del progreso humano, todos ellos originados por su don del fuego. 

En primer lugar, explica que los humanos no siempre tuvieron conciencia. Antes del fuego, vivíamos como las demás bestias de la Tierra, incapaces de comprender o influir en nuestro entorno:

Escuchad, en cambio, los males de los hombres, cómo de niños que eran antes he hecho unos seres inteligentes, dotados de razón. […] Al principio, miraban sin ver y escuchaban sin oír, y semejantes a las formas de los sueños en su larga vida todo lo mezclaban al azar.»

A continuación, Prometeo describe nuestro ascenso instigado por el don del fuego. Primero aprendimos a comprender el ciclo de las estaciones, lo que permitió el desarrollo de la agricultura. Prometeo enumera a continuación las matemáticas, el lenguaje, la domesticación de animales, la medicina, la navegación y la minería, siendo estas dos últimas especialmente importantes en la Atenas contemporánea, que poseía un imperio naval y minas lucrativas.

Termina con: «todas las artes para los mortales proceden de Prometeo.». Pero hay que recordar que Prometeo sólo nos dio los dones del fuego y la esperanza, tras lo cual fue castigado y no intervino más, como explica antes en la obra: 

“En el tallo de una caña me llevé la caza, el manantial del fuego robado, que es para los mortales maestro de todas artes y gran recurso. De este pecado pago ahora la pena, clavado con cadenas bajo el éter.»

Tras el impulso inicial del Titán, no hay fuerzas sobrenaturales implicadas. Son sólo los humanos y la naturaleza, y nuestras mejoras proceden de nuestro avance tecnológico y, simultáneamente, de nuestras facultades mentales. La obra propone, pues, una explicación materialista del desarrollo de los primeros seres humanos desde el reino animal hasta la civilización.

Estas ideas circulaban en la época de diversas formas. Por ejemplo, el filósofo milesio del siglo VI a.C. Anaximandro propuso la idea de que los humanos, y todos los animales, evolucionaron a partir de los peces. El filósofo Jenófanes, de los siglos V y VI a.C., propuso una visión atea del desarrollo humano: «De ningún modo los dioses intimaron todas las cosas a los mortales desde el principio, sino que con el tiempo, indagando, las descubren mejor».

La obra también podría estar haciendose eco, o ser ella misma la influencia, de la opinión del filósofo del siglo V Anaxágoras, según la cual el desarrollo de las manos humanas es «la causa de que el hombre sea, de todos los animales, el más inteligente». Esta profunda percepción de la relación dialéctica entre la mente y el cuerpo en la evolución humana ha sido demostrada por la ciencia moderna en el siglo pasado.

Hay muchos más puntos de comparación entre los puntos de vista de la obra y las ideas contemporáneas de la filosofía y las ciencias naturales. Y al exponer estas ideas en una forma dramática mitológica, la obra aporta en realidad algo original, al desarrollar estas ideas sintetizándolas en una unidad holística. 

El arte del simbolismo permite plasmar ideas filosóficas, políticas y culturales en los diversos componentes de la obra y, a través del drama, hacer que estas ideas interactúen, choquen y se combinen entre sí. 

Por ejemplo, es probable que el fuego simbolizara el concepto que los antiguos griegos llamaban «techne«, que englobaba ampliamente el acto, la habilidad o el arte de la práctica, la artesanía o la producción. 

A menudo se piensa que la figura de Prometeo simboliza la techne. Sin embargo, como veremos, el Prometeo de Esquilo no encarna un aspecto del intelecto humano, sino la condición humana en su conjunto.

Esperanza ciega

En realidad, Prometeo concede un segundo don a los humanos: la «esperanza ciega». Sin embargo, en la obra se explica que, en la era de Cronos, los humanos sabían cuándo iban a morir. El don de la «esperanza ciega» les quitó este conocimiento. Las Oceánidas están de acuerdo en que se trata de un gran don, ya que si no sabes cuándo vas a morir, tienes una razón para intentar mejorar tus circunstancias. 

Esta es también otra vuelta de tuerca a la versión de Hesíodo. En una parte bastante enrevesada de su mito de Pandora, la esperanza estaba incluida en el frasco de los males para el hombre. Pero cuando se abrió el frasco y todos los males escaparon para asolar al hombre, la esperanza se quedó atascada en el frasco y no escapó, dejándolo «sin esperanza».

El Prometeo de Esquilo, sin embargo, dota a la humanidad de esperanza, simbolizando aparentemente tanto el optimismo por el futuro como las facultades del pensamiento abstracto.

Por un lado, los dos dones del fuego y la esperanza son el núcleo de todo progreso humano, nuestro medio y motivo para elevar nuestras vidas. En este sentido, la «esperanza» encarna nuestra voluntad propia y nuestro esfuerzo por mejorar nuestras vidas.

Por otra parte, al «cegar» nuestro conocimiento divino del futuro, ahora nos vemos obligados a predecir el futuro nosotros mismos, desarrollando nuestra capacidad de razonar. Los antiguos griegos utilizaban el término «nous» para englobar ampliamente el pensamiento racional, la comprensión, la abstracción, la conceptualización, etcétera.

Por tanto, Prometeo, con sus «dones» de esperanza y fuego, representa nuestra humanidad en todos sus aspectos: nous y techne, razón y práctica, ciencia y arte, sentimiento y pensamiento. 

Unidad dialéctica

La oda de Prometeo al progreso humano no es una tangente interesante del poema, sino que es central en él, añadiendo una dimensión mucho más amplia al tema político expresado en la lucha de Prometeo contra Zeus. 

La obra plantea la idea de que todos los aspectos de la sociedad humana nacieron de la lucha y se han desarrollado gracias a ella.

Zeus encierra todos los grilletes de la sociedad humana, mientras que Prometeo representa nuestro espíritu creativo, nuestro impulso hacia adelante y nuestro optimismo en la lucha contra esos grilletes sociales y contra las fuerzas de la naturaleza.

Una visión dialéctica del cambio une todos los temas. Pero no es una visión del cambio aleatorio y caótico, sino del cambio creativo en una dirección ascendente y progresiva.

Prometeo profetiza lo que parece inimaginable, que el actual estado de cosas se transformará en su contrario: 

«Zeus […] Cuando choque con este mal, aprenderá qué diferencia hay entre mandar y ser esclavo.»

Esta noción de un universo en constante cambio, impulsado por la lucha, recuerda las ideas del filósofo del siglo VI a.C. Heráclito, padre de la dialéctica. En un fragmento, dice: 

«Homero se equivocó al decir: ‘¡Ojalá desapareciera la lucha entre dioses y hombres! No se dio cuenta de que rezaba por la destrucción del universo; porque, si su plegaria fuera escuchada, todas las cosas desaparecerían.»

Esta concepción del cambio y la contradicción («lucha») como inseparables de la realidad es una verdad profunda, y se expresa claramente desde múltiples ángulos en Prometeo encadenado. Esquilo llena esta visión dialéctica del mundo con las nuevas ideas políticas y científicas que se desarrollaron desde la época de Heráclito.

Espíritu revolucionario

Se considera que Prometeo encadenado formaba parte de una trilogía, como la Orestea de Esquilo, aunque las otras dos obras lamentablemente se han perdido. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que sabemos de las otras obras de Esquilo y la naturaleza de la sociedad ateniense de la época, es probable que en la parte final Prometeo y Zeus se reconciliaran de algún modo.

Hay que recordar que la Atenas democrática seguía siendo una sociedad de clases. El cuerpo ciudadano era, de hecho, una minoría de la población. Sólo los hombres atenienses eran ciudadanos: los extranjeros, los esclavos y todas las mujeres atenienses carecían de derechos políticos. El propio cuerpo ciudadano también estaba dividido por clases. Si bien existía igualdad política para todos los ciudadanos, no había ninguna pretensión de igualdad económica.

Por tanto, es probable que una capa de demócratas más ricos no quisiera más stasis: la lucha revolucionaria por la democracia fue necesaria y heroica, pero ahora hay que calmarse y ponerse a trabajar. El compromiso con el que concluye la llamada trilogía prometeica reflejaría por tanto este estado de ánimo.

Sin embargo, Prometeo encadenado en sí no revela mucho del lado conservador de la sociedad ateniense. Aunque la obra es en gran medida el producto de una época y un lugar concretos, su audaz defensa de la rebelión, la libertad, el progreso humano y la ilustración han llegado mucho más allá de la Atenas del siglo V a.C.

El Prometeo de Esquilo resonó con fuerza entre los artistas y radicales de la época de las revoluciones democráticas en Europa.

Percy Shelley, el revolucionario poeta romántico inglés, escribió su propia continuación de Prometeo encadenado, titulada Prometeo desencadenado, en la que no hay compromiso y vemos el final del reinado de Júpiter (el nombre romano de Zeus). En el prefacio de su poema, resume el estado de ánimo de este joven y optimista grupo de artistas: 

«… Me repugnaba una catástrofe tan débil como la de reconciliar al Campeador con el Opresor de la humanidad. […] Prometeo es, por así decirlo, el tipo de la más alta perfección de la naturaleza morall e intelectual impulsada por los motivos más puros y verdaderos hacia los fines más nobles».

El joven Goethe hizo suyas muchas de las ideas de Prometeo encadenado, e incluso escribió un poema titulado Prometeo, que puede describirse mejor como un toque de clarín al ateísmo. Beethoven compuso Las criaturas de Prometeo, un ballet que defiende el viaje de la raza humana hacia la iluminación.

Karl Marx también se inspiró en la obra. Cita a Esquilo como su poeta favorito y se refiere a Prometeo varias veces a lo largo de su obra. En su obra maestra, El Capital, Marx escribe que la producción capitalista «remacha al trabajador al capital más sólidamente que sujetan a Prometeo a las rocas las cuñas de Vulcano.»

Lo que es particularmente interesante aquí es que, para Marx, ya no es simplemente la naturaleza o la tiranía política, sino las leyes del propio sistema capitalista las que oprimen a la humanidad. Sin embargo, es esta tiranía la que impulsa la lucha de la clase obrera hacia su derrocamiento. 

Prometeo hoy

Hoy en día, las ideas de la obra han sido distorsionadas por académicos cínicos y pesimistas, sobre todo de la llamada «izquierda», que utilizan el término «prometeísmo» para referirse burlonamente a una fe ingenua en la revolución o en la ciencia. Esto no es más que una expresión de la impotencia pequeñoburguesa en la época de la decadencia senil del capitalismo.

De hecho, la clase obrera ha heredado la lucha prometeica que han librado los oprimidos contra sus opresores a lo largo de la historia.

El capitalismo no es sólo un obstáculo para la producción, sino también para la cultura, la filosofía, la ciencia y el desarrollo humano en su conjunto. Junto a la abundancia de recursos materiales, tecnología, etc., existe también un riquísimo patrimonio de ideas, arte y cultura desarrollado por los seres humanos a lo largo de los siglos.

Al igual que la lucha de los antiguos griegos contra los aristócratas y la de los radicales burgueses contra los señores feudales, la lucha de la clase obrera contra el capitalismo está ligada a una nueva ilustración.

Y al apoderarse de las inmensas fuerzas productivas acumuladas por el capitalismo, la clase obrera puede poner por primera vez a la humanidad en el camino de la verdadera libertad.

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