«El cuerpo queda en la tierra, pero las ideas permanecen de pie» (Víctor Hugo)
Con enorme dolor y conmoción hemos conocido el fallecimiento de nuestro entrañable camarada Ángel Perouch, dirigente de la Organización Comunista Militante, sección argentina de la Internacional Comunista Revolucionaria. Ángel sufrió un ataque súbito al corazón en la noche del 5 de diciembre, y nada pudo hacerse para salvarle la vida. Su muerte repentina es tanto más injusta cuanto nada hacía predecir este desenlace fatal y cuando más necesitábamos su pasión y talento para los explosivos acontecimientos revolucionarios que están por venir, comenzando por Argentina.
El movimiento revolucionario argentino, y no sólo la ICR, pierde un camarada de una valía extraordinaria, cuyo compromiso y abnegación con la causa de los oprimidos eran ampliamente reconocidos por todos aquellos que compartieron con él su lucha militante, ya fuera en la esfera política, social o sindical. Desde la mañana hasta la noche, día tras día, toda su atención y dedicación estaban orientadas a la causa que lo guió durante toda su vida consciente, la lucha por el socialismo internacional.
Ángel fue trabajador bancario, y un activista sindical destacado en su gremio, La Bancaria, hasta que se jubiló hace menos de un año. Recibió su jubilación como un acto de liberación, no anhelando descanso y ocio vacío, sino para incrementar aún más su compromiso militante.
Conocí a Ángel Perouch, junto a su compañera Verónica, en la primavera del año 2005 o comienzos de 2006, no recuerdo exactamente, en su casa de Granadero Baigorria, cerca de Rosario, su ciudad natal. Los visité en su casa, acompañado de un militante veterano de Rosario que se había unido brevemente a nuestra corriente, que me lo había recomendado entusiasmado, como un militante muy capacitado, activo y conocido en Rosario.
Ellos, y un núcleo de militantes de Buenos Aires y su área metropolitana, acababan de romper con un pequeño grupo, el POR. Éste, a su vez, se había formado años atrás como consecuencia de la expulsión burocrática de más de un centenar de militantes del Partido Obrero de Jorge Altamira. Pero la militancia de Ángel se podía rastrear muchos años atrás, cuando era un estudiante adolescente antes del golpe militar de 1976, en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), una organización estudiantil vinculada al peronismo revolucionario. Posteriormente, ya durante la dictadura, entró en contacto y se vinculó a Política Obrera, un grupo trotskista que tras la caída de la dictadura cambiaría su nombre por el de Partido Obrero.
Tras semanas de conversaciones y debates, Ángel, Vero y un par de sus compañeros, decidieron ingresar a la Corriente Marxista Internacional (CMI), antecesora de la ICR, en la primavera de 2006. Esto tenía mucho mérito, porque siendo nuestro grupo muy pequeño entonces, y circunscrito a Buenos Aires, muchos activistas que se nos acercaban y que compartían nuestras ideas y programa, rehuían comprometerse al ver un aparato tan modesto como el nuestro.
Ellos se unieron por las ideas y no por la atracción de un aparato, lo que dio a su compromiso político una fuerza granítica que se ha mantenido hasta el final. Pasamos buenos y malos momentos, en una situación de extraordinario fermento en la sociedad argentina y un nivel de actividad y lucha inusitadas. No era fácil abrirse camino en aquellas circunstancias, con decenas de grupos revolucionarios de todo tipo y tamaño, marcados por el sectarismo y la ausencia de políticas de frente único, que era nuestra principal bandera de agitación.
Ángel tenía personalidad, defendía sus ideas con convicción; no aceptaba sin más una propuesta, una idea, había que batallar duro, exigía ser convencido y se proponía convencer. Era el primer militante, daba el ejemplo (en dedicar tiempo a la causa, en distribuir el material político, en conseguir recursos económicos, en desarrollar el trabajo acordado) e inspiraba a los demás a seguirle. Esa fuerza de carácter era imprescindible para dar cohesión a un grupo pequeño y aislado, en circunstancias difíciles. No obstante, no sería justo no mencionar aquí el papel de su compañera de toda la vida, Vero, que no se quedaba atrás en compromiso, militancia, personalidad y entrega. En realidad, ambos formaban un equipo y se estimulaban mutuamente, arrastrando a los demás con su determinación.
Por razones políticas, me volví al Estado español a continuar mi militancia en la primavera de 2013, y Ángel, sin trabajadores rentados por la organización, incrementó su compromiso aún más en la responsabilidad de coordinar y dirigir el grupo. Su espíritu militante no cejó un momento. Consiguieron con notable esfuerzo comprar una máquina impresora para publicar el periódico mensualmente, e incluso folletos y libros.
Tras años de trabajo dedicado, consiguieron extender la organización a nuevas zonas, que hoy está presente en Rosario, el Gran Buenos Aires, Córdoba, Santiago del Estero y también en Misiones.
Internacionalista hasta la médula, Ángel participó en las reuniones y debates de la Internacional como parte de su dirección electa y además apoyando el desarrollo del trabajo en Chile.
Tras su jubilación hace unos meses, en este lapso breve de tiempo hasta su muerte repentina, trabajó incansablemente junto a sus camaradas en el relanzamiento de la organización, que pasó a llamarse Organización Comunista Militante.
En los últimos 10 años, desde que dejé Argentina, me veía 2 o 3 veces al año con él y Vero: en reuniones internacionales de la ICR y también en Argentina a donde suelo viajar todos los años por motivos familiares. De manera que nunca perdimos el contacto, el trato y el afecto que nos teníamos, a lo largo de los años.
Lejos está de mi intención pintar un Angel sobrio y espartano. Nada más lejos de la realidad. Con ser tan grande, el Ángel militante era solo la mitad de la personalidad del hombre. Por, sobre todo, Ángel amaba la vida y disfrutar de ella. Como “bon-vivant”, le gustaba una buena comida, viajar, la tertulia con amigos y camaradas. Ángel destacaba por su vitalidad, su extraordinario sentido común y también el humor, y compartía con todo obrero argentino una enorme generosidad y amabilidad personal.
En estos momentos difíciles, queremos enviar todo nuestro cariño y solidaridad a Vero, al hijo de Ángel, León, a su hermana Patricia, y demás familiares, y a todos los camaradas argentinos.
Nos despedimos conmovidos y doloridos por la injusta partida prematura de nuestro camarada, de nuestro amigo Ángel Perouch. Luchador incansable desde la adolescencia hasta su último aliento, seguirá animando y alentando nuestra lucha revolucionaria desde el recuerdo y la memoria de su ejemplo militante ¡Nunca lo olvidaremos!