Lenin decía que el capitalismo es horror sin fin. Estas proféticas palabras las sienten en carne viva millones de trabajadores y sus familias. La crisis orgánica del capital ha hecho que se respiren en la sociedad síntomas de barbarie. En los países ex coloniales las burguesías nacionales, sujetas por miles de hilos al imperialismo, han sido totalmente incapaces de solucionar los problemas más básicos de los trabajadores, desarrollar la industria nacional para brindar trabajo, no ofrecen alternativas para los campesinos sin tierra, ni dan créditos baratos para hacer productivo el campo. En una palabra, son simples sirvientes de las políticas emanadas de los grandes emporios internacionales.
Bases sobre las que descansa el narco
La miseria lacerante no se combate, se profundiza en interés de los capitalistas legales e ilegales. En cualquier barrio obrero no se ven las condiciones mínimas para una vida digna. El empobrecimiento en las últimas décadas ha sido tal que muchas familias obreras han pasado a formar parte del lumpenproletariado. Les es imposible encontrar trabajo, no son ejércitos de reserva, forman parte de un ejército que nunca se les empleará en la industria, no piensan como trabajadores porque nunca lo han sido, tratan de resolver de forma individual problemas sociales como el hambre, la falta de educación, de sanidad, etc. Los que tienen suerte pueden tener un pequeño negocio con el cual sobreviven, pero la mayoría de estos desempleados permanentes, presa de la desesperación y falta de alternativas, ingresan a las filas de la delincuencia, han perdido la visión de clase y en su lugar han situado un desprecio e inconsciencia para con todo lo que les rodea, incluso la vida de los demás. Aquí la batalla por la supervivencia se ha llevado a su máximo punto y sus consecuencias son claras: violencia, narcotráfico, prostitución, asesinato y robo son el pan de cada día. Es la forma de sobrevivir o en muchos casos, morir en el intento. Ésta es la carne de cañón con la que los cárteles construyen sus ejércitos privados.
Mientras que diariamente salen millones de dólares al extranjero, producto de la apropiación del trabajo no pagado a los obreros, miles de jóvenes hijos de trabajadores pasan a formar parte de cuadrillas delictivas muy bien organizadas, exponiendo sus vidas y la de sus familias, asesinando a quien se les ponga enfrente o por encargo. Estos grupos al final de cuentas se convertirán en un baluarte de la reacción en el momento en que los trabajadores salgan a las calles a luchar por transformar sus condiciones de vida.
El narcotráfico y las mafias delictivas que existen a sus alrededores son resultado de un sistema de producción decadente e incapaz de hacer avanzar la sociedad. Los que dirigen los cárteles son grandes millonarios que se dan una vida maravillosa. En muchos de los casos son socios preferentes de los banqueros, amigos íntimos de empresarios y de políticos corruptos. Son capitalistas que explotan a sus trabajadores para obtener mayores ingresos. Esta es la composición social del narco, grandes empresarios que dirigen los negocios sucios y miles de desempleados, hijos de trabajadores, de familias disfuncionales, que se emplean, a falta de una alternativa, en la delincuencia.
¿Una guerra sin cuartel?
Desde el comienzo del gobierno de Felipe Calderón se declaró una “lucha sin cuartel” a la delincuencia organizada. El supuesto objetivo era el reducir la violencia y el poder del narcotráfico, los resultados son justamente los contrarios. Desde el 2006 a la fecha hemos tenido el periodo más violento en México después de la Revolución Mexicana (1910-1917) con 40 mil muertos en lo que va de sexenio. Esta cifra se dice pronto, pero estos no son simples números, detrás de ellos hay dolor, rencor, descomposición social y mucho sufrimiento. Los sociólogos consideran que un conflicto interno se convierte en guerra civil cuando arroja mil muertos al año y eso es precisamente lo que hay, una guerra civil, no entre el ejército y las bandas del crimen organizado, sino entre los diferentes cuerpos de hombres armados (llámese ejército, marina, bandas del narcotráfico, grupos paramilitares, empresas de seguridad privadas, etc.) y los trabajadores y sus familias.
Se estima que a raíz de la violencia generalizada hoy existen más de 10 mil empresas de seguridad privadas de las cuales solamente están registradas 665 lo que quiere decir que hay más de 9 mil empresas con hombres armados dispuestos a hacer cualquier trabajo al mejor postor, muchas de ellas están vinculadas al narcotráfico, a empresarios y a ex militares. Detrás de todos los secuestros están este tipo de “empresas de seguridad” (El Universal, 24 de mayo del 2010); a esto le tenemos que sumar los miles de sicarios que forman parte de cada uno de los cárteles, los 200 mil efectivos del cuerpo castrense que participan en la “lucha anti narco”, los miles de policías ministeriales, locales y federales y por supuesto la Marina que ha pasado de ser una guardia costera con apenas unos miles a una verdadera fuerza y columna vertebral de la lucha “anti narco”.
Esta cantidad tremenda de cuerpos armados hacen imposible la vida de millones. De Ciudad Juárez, una de las ciudades más golpeadas por el narco y la lucha contra este, han emigrado aproximadamente 160 mil mexicanos (Proceso, 5 de junio 2010). Todas las campañas del ejército en esta zona no han hecho más que aterrorizar a la población que simplemente no puede vivir así. Ciudad Juárez no es el único lugar donde esto ha llegado a un límite, el gabinete de seguridad nacional, basado en un análisis de la Secretaria de Defensa Nacional (Sedena) sobre los cárteles, piensa decretar el estado de excepción en 23 municipios del país.
Esta lucha no es más que una simulación, el confrontar a un ejército que está mejor armado y motivado era simplemente un suicidio. Lejos de invertir en educación, industria, salud, escuelas y cultura, este gobierno ha invertido en armas, policías, soldados e “inteligencia”.
Esta confrontación que ahora estamos viendo se da entre los diferentes carteles los cuales utilizan los aparatos tradicionales de violencia del Estado, según hayan sido corrompidos por los narcos para enfrentar al enemigo. Existe un nivel increíble de involucramiento entre los cárteles y el ejército, la ex Agencia Federal de Investigación, la Policía Federal, la policía estatal o la policía ministerial. Reina la corrupción a todos los niveles y se han utilizado claramente estos cuerpos armados del Estado para luchar y defender, en la mayoría de los caso, al cartel de Sinaloa del Chapo Guzmán. El Secretario de la Defensa Nacional, Galván Galván, informó que del total de los narcotraficantes detenidos, 15 mil son ex militares o han recibido alguna instrucción militar.
El sagrado dinero a salvo
El punto central de la lucha contra el narco ni siquiera es tomado en cuenta por el gobierno; si quieres luchar contra la delincuencia organizada uno de los principales puntos que deberías de atacar es en su financiamiento, de eso no hay ni una sola palabra por parte de Calderón. “Según el Reporte Internacional de la Estrategia para el Control de los Narcóticos 2009, el Buró Internacional de Narcóticos y Ejecución establece que en el sistema financiero mexicano se lavan alrededor de 25 mil millones de dólares anualmente, mientras que el Grupo de Acción Financiera de la OCDE, reporta que de 2000 a 2007 los aseguramientos de la PGR vinculados al blanqueo de recursos suman 253 millones de dólares” (El Universal, 13 de febrero de 2010).
Es imposible que 25 millones de dólares (aproximadamente 325 mil millones de pesos, muy por encima de los 280 mil millones de pesos que integran el PIB por el sector agropecuario) pasen desapercibidos para el gobierno y los bancos.
En el “Estudio Binacional de Bienes Ilícitos”, realizado en EEUU, se comenta que el consumo de drogas que hace la población norteamericana les reditúa a los cárteles unos 29 mil millones de dólares y que al menos la mitad se lava en el sistema bancario mexicano (Proceso, 4 de junio 2010).
Después de esta información el gobierno no ha hecho absolutamente ni una sola declaración, a lo sumo habló de implementar un tope de cambio de divisas para controlar el lavado de dinero. Esto no soluciona en absoluto nada. Quién sí hizo un pronunciamiento sobre estos datos fue la Asociación de Banqueros de México; su presidente, Ignacio Deschamps, admitió cínicamente que “cientos de millones de dólares ingresan al sistema financiero mexicano, pero, acotó, lo hacen ‘de manera lícita’” (Proceso, 4 de junio 2010).
Está claro que los bancos están coludidos con el lavado de dinero y no tienen ningún interés en perder a sus apreciados clientes. Ésta no ha sido la única vez en que se han hecho declaraciones por parte del gobierno norteamericano con respecto al lavado de dinero. “Un dato que podría ejemplificar la omisión en que incurren los bancos es lo ocurrido en la llamada Operación Casablanca, revelada en 1998.
“Como se recordará, durante tres años la oficina antidrogas estadunidense (DEA) llevó a cabo una investigación a diversos bancos mexicanos por lavado de dinero. “El resultado culminó con la detención de 22 funcionarios de 12 bancos mexicanos, el decomiso de 157 millones de dólares y la acusación formal contra tres instituciones financieras: Bancomer (BBVA), Banca Serfín (Santander) y Confía (Citibank).
“En las conclusiones de la investigación se destaca que ‘Bancomer, Serfín y Confía alentaron el lavado de dinero sucio, aparte que funcionaros de alto nivel utilizaron sistemáticamente varias sucursales en Estados Unidos, México e Islas Caimán para actividades ilícitas’.
“El entonces presidente de la ABM, Carlos Gómez y Gómez, dijo que los banqueros desconocían los hechos pero que estarían dispuestos a cooperar con las autoridades estadunidense.
“José Ángel Gurría, a la sazón secretario de Hacienda, declaró por su parte que el gobierno mexicano cooperaría en la investigación e iría ‘hasta las últimas consecuencias’.
“Nada de ello ocurrió, pero no sólo eso, en el juicio que se realizaba en Los Ángeles, California, contra esos tres bancos (Bancomer, Santander y Citibank), éstos llegaron a “un acuerdo” en donde cada uno aceptó pagar una multa de 500 mil dólares; además, el primero aceptó la confiscación de 16 millones de dólares de sus depósitos; Serfín, el decomiso de 9.6 millones y Confía, 12 millones de dólares”. (Proceso, 4 de Junio 2010).
Dentro del sistema capitalista quienes gobiernan y deciden son los grandes propietarios, los millonarios, la burguesía en definitiva. Los grandes narcotraficantes son parte de esa gran burguesía, tienen a sus pies a bancos y gobiernos, por eso no es cierto que esta guerra sea contra el narco. Calderón no puede y no quiere luchar contra los de su clase, finge golpear al crimen organizado atrapando a mandos medios, los cuales se dan una vida de reyes en la cárcel donde ellos controlan todo. En el mejor de los casos tenemos que el gobierno golpea a bandas rivales del cartel de Sinaloa.
El Estado capitalista, corrupto y anquilosado, no puede más que hacer una gran pantomima cuando hablan de la “lucha contra el narco”. Solo un gobierno de los trabajadores pueda dar una verdadera solución a la barbarie capitalista y terminar con el narco, invirtiendo en el campo para que los campesinos puedan sembrar sus productos y el Estado garantice comprárselos a precios justos.
Para quitarle toda la base social a la delincuencia organizada se tendría que hacer un plan de desarrollo industrial, educacional y cultural. El Estado debería asegurar sueldos competitivos y una disminución de la jornada laboral para que la juventud dedique tiempo a la recreación, el arte, etc.
La incautación de los bienes del narcotráfico se tendrían que utilizar para implementar clínicas contra las adicciones en cada barrio, equipadas y con personal capacitado para acabar con la drogadicción juvenil; apoyar comités de barrio anti-drogas, conformados por trabajadores y jóvenes, los cuales puedan estar al tanto de las llamadas tienditas y cerrarlas, etc. Esa es la única salida para terminar con esta lacra. Y esto sólo es posible mediante la nacionalización de la economía bajo control de los trabajadores.
El estado, un cochinero del dinero sucio
¿Pero cómo esperar eso de este gobierno inepto o de un poder legislativo que está corroído por la corrupción? La revista Proceso ha sacado diferentes reportajes vinculando a más de 40 nombres de legislativos con el narco: “La sombra del crimen organizado planea sobre el Palacio Legislativo de San Lázaro Los nombres de 21 representantes populares -13 del PRI, 6 del PAN y 2 del PRD- han aparecido en diversos documentos oficiales de México y Estados Unidos, unas veces como sospechosos de complicidad con la delincuencia, otras como testigos o víctimas de amenazas o ataques. Cada vez más palmaria, la realidad de la narco política en el país se impone con crudeza (Proceso, 13 de Junio 2010).
En realidad el Estado, en el combate al narco, funge un papel de elemento distorsionador pues a donde llega los conflictos toman grandes dimensiones pues apoya a uno de los bandos en conflicto, esto plantea una profesionalización de los demás cárteles para poder sobrevivir. Es un juego hipócrita que sólo terminará cuando el sistema capitalista sea eliminado, mientras eso sucede podemos ver que los grandes narcotraficantes que no rebasan cier
tos límites pueden cantar ufanamente: “Los Pinos me dan la sombra, mi rancho pacas de a kilo”.
No podemos resignarnos a que estos sean hechos consumados y simplemente esperar con los brazos cruzados a ver si algún día el ejército o el gobierno explotador pueda luchar de forma decidida contra las mafias de la droga. Es como si nos pudiésemos a esperar que este gobierno nos mejore los niveles de vida o nos dé verdaderos empleos. La burguesía puso a Felipe Calderón (Fecal) en el poder porque quería resultados, estos pasan por machacar aún más la precaria vida de los trabajadores y eso es precisamente lo que hace el presidente espurio.
Es poco probable que sus campañas contra los cárteles de la droga sean serias pues los dirigentes de estas mafias son grandes millonarios que en más de una ocasión han apoyado en sus campañas electorales a candidatos del PRI, del PAN e incluso del PRD como en el caso de Quintana Roo. Son parte de la misma clase que ahora está en el poder; los grandes narcotraficantes también son burgueses y por ende su política es una política explotadora y llena de riesgos para los más necesitados que se enrolan en sus filas. Al final de cuentas, sólo capitalizan las condiciones que sus colegas crean.
El ejército
Esta lucha ha puesto a prueba al ejército. Hemos sido testigo de discusiones públicas en las cuales los militares, en tonos desafiantes contra el parlamento se pronuncian a favor de aceptar las políticas del gobierno espurio. Infiltraciones por parte de la Defensa Nacional dejaron claro que no están dispuestos a que existan limitaciones políticas para su despliegue por todo el país.
Estas pequeñas divisiones no plantean una ruptura con respecto al gobierno de Calderón, sino que reflejan el poder que tienen dentro del Estado las decisiones de los militares.
El ejército se nutre de campesinos sin tierra que no tienen ninguna posibilidad de encontrar trabajo en las ciudades, muchos de ellos engañados para enrolarse en las filas militares y al final se les mantiene encerrados, “acuartelados”, por meses enteros hasta que se les dobla la voluntad para seguir en el ejército. En el 2006 se daban cifras escandalosas de la deserción que existe, se decía que en 3 años habían descartado 95 mil efectivos, cerca del 45%. Esta puerta giratoria se ha querido frenar con los aumentos de sueldo y prestaciones pero no han tenido mucho impacto. Esto crea una fuerte debilidad pues los soldados no tienen experiencia militar suficiente para enfrentarse a enemigos que han sido adiestrados por cuerpos de elite y con entrenamiento en EEUU.
Además de estas debilidades tenemos que sumarle la corrupción que hay entre los mandos, no solo del ejército sino de todas las corporaciones policiacas, principalmente en la Policía Federal con García Luna al frente. La corrupción implica filtración de acciones, esto ha permitido emboscadas sangrientas y enfrentamientos directos entre los militares y policías locales o federales.
El papel del imperialismo en la época del neoliberalismo
Tampoco existe control legislativo ni información a la sociedad sobre los convenios de cooperación militar con otros países, en particular con Estados Unidos, transfiriéndose armas y equipo estadunidense a México con la misma discrecionalidad y secretismo. Incluso, hay iniciativas de ley en el Congreso para permitir la presencia de tropas extranjeras en territorio nacional, preparando el marco jurídico para una eventual ocupación militar de nuestros buenos vecinos para imponer la “democracia.”
Resolver el problema del narcotráfico dentro de los límites del sistema capitalista es imposible. El imperialismo ha sido históricamente responsable de potenciar el problema de la droga para sus fines colonialistas y contrainsurgentes; así por ejemplo “el cultivo masivo de amapola fue promovido por el gobierno yanqui en los años 40 del siglo XX, en plena Segunda Guerra Mundial, para abastecer de morfina a las tropas aliadas” (Rafael Barajas “El Fisgón”, Circulo de Estudios Central, 3 de julio de 2010). Uno de los primeros grandes narcotraficantes en México: Sicilia Falcón, un gusano contrarrevolucionario exiliado de Cuba, fue financiado por la CIA para financiar a grupos paramilitares en América Latina. La CIA introdujo de manera masiva el uso de drogas dentro de la juventud para idiotizar a los soldados en Vietnam y para enajenar a la juventud que se oponía a las guerras imperialistas. Más allá de los fines políticos del narco la lógica de acumulación capitalista desde el final del boom de posguerra se orientó cada vez más del sector industrial a la especulación favoreciendo el crecimiento del narcotráfico.
La relación del narco con el Estado se ha modificado, se puede decir que ha cambiado el mando. En la década de los 60 y 70 el que dirigía este flujo de enervantes y por ende el dueño del negocio era el Estado o mejor dicho un brazo del Estado que estaba inmiscuido directamente con el ejército, las policías locales, judiciales, etc. Todos aquellos que participan eran sembradores pero que necesitaban la intervención de la jefatura militar local para poder vender su yerbita.
Hay dos factores que tienen una repercusión importante en el negocio del narco en México, la entrada del llamado neoliberalismo tuvo un significado bastante importante en la composición del Estado mexicano, mucha burguesía que vivía del presupuesto del Estado se separa de él; en términos políticos también sufren un cambio, ahora esos burócratas se desincorporan del Estado y comienzan a trabajar por su cuenta, montan negocios y comienzan a buscar vínculos propios con Colombia y EEUU. Muchos agentes de la policía se incorporan a este negocio, algunos directamente y otros simplemente dan protección.
El hecho de que antes las relaciones entre el narcotráfico y el Estado fueran más claras y paternalistas era por el control bonapartista en todas las áreas políticas, militares y económicas de la sociedad. Ésta es una de las razones políticas que se debe sumar a la compleja dinámica capitalista cuando ésta decide terminar con el estado de bienestar impulsado por el Estado mexicano y dar apertura al neoliberalismo.
Este proceso se mezcló con el tratar de minar un Estado bonapartista encabezado por el PRI y que tenía uno de sus ejes en la figura presidencial. Es más, no podemos decir que es una cuestión desarticulada el hecho de quitar al Estado su peso específico económicamente hablando, también significaba el hecho de desmontar una estructura que se había alimentado de esas prebendas políticas. Es por eso que este proceso se da conjuntamente: el desgaste de esa estructura bonapartista y en ese instante es el momento en que el narco toma una dimensión diferente y se relaciona a nivel internacional gracias a la CIA.
Las incipientes bandas delictivas mexicanas y colombianas contaron con el apoyo de la CIA con tal de que estas apoyaran a la Contra nicaragüense para echar a los sandinistas del poder en los años 80. No es la primera vez que escuchamos hablar de este tipo de actividades de la CIA para tratar de financiar, adiestrar o simplemente reagrupar a esbirros que le sirvan para impulsar una política imperialista en una zona determinada.
En la lucha por la supuesta “liberación” de Afganistán de los soviéticos la CIA armó, financió y permitió el sembradío de opio por parte de los talibanes con tal de que estos sirvieran como brazos armados en contra sus enemigos políticos. Así podemos encontrar muchos otros ejemplos de cómo este órgano de inteligencia política norteamericana no ha tenido escrúpulos para utilizar todo lo que esté a su alcance para afianzar la dominación imperialista y por supuesto utilizar la droga para dominar voluntades o animar ejércitos reaccionarios.
A principios de la década de los 80 se vivía el proceso de la guerra fría, los EEUU y la URSS luchaban palmo a palmo financiando y apoyando diferentes grupos para impulsar gobiernos afines. En América Latina se desarrollaban luchas muy importantes como la del Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua, que contaba con un amplio apoyo popular al expresar en términos generales la necesidad de transformar la sociedad, mejorar los niveles de vida y que el pueblo nicaragüense fuera dueño de su destino. El movimiento de masas contagio rápidamente a otros países de Centroamérica en los cuales existían condiciones semejantes de explotación, había un riesgo latente de que el proceso revolucionario se extendiera como chispa en pradera seca.
Los EEUU intervinieron financiando en un primer momento de forma institucional (con apoyo del parlamento norteamericano) y después de forma “secreta” a la llamada Contra nicaragüense. Ronald Reagan y George H W Bush, presidente y el vicepresidente, pusieron en marcha el plan Irán-Contra (1981-1989).
De forma demagógica el gobierno republicano presentó enmiendas y votó duras resoluciones para frenar el financiamiento por parte del estado a esta política, no obstante en el año 84 se destinaron 24 millones de dólares para mantener la intervención, esto resultaba demasiado poco para armar, adiestrar y animar a sus perros de caza. El consejo de seguridad gringo alentó para que otros países pudieran financiar a la contra, sin embargo la respuesta no fue muy buena.
En 1986 estalla el escándalo Irán-Contra, el cual consistía en que con el dinero de la venta de armas a Irán se financiaba a la contra nicaragüense. Esto también implicó que la CIA se tuviera que involucrar con narcotraficantes de países como México, Panamá, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Colombia y Guatemala para obtener recursos, espacios donde entrenar a los grupos paramilitares y transporte de armas.
Así es como se entra en contacto con diferentes dirigentes del cartel del pacífico como por ejemplo Miguel Ángel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, los cuales en ese entonces solo se dedicaban al trasiego de marihuana y heroína. En este momento, aunque ya existían sembradíos de marihuana, el gobierno era prácticamente el que administraba todo el traslado del enervante.
La intervención de la CIA amplió el horizonte de estos delincuentes, gracias a narcotraficantes hondureños y estadounidenses se fortalecieron los vínculos con los colombianos, se revolucionó la forma del tráfico, las cantidades aumentaron significativamente y se estructuraron y reforzaron redes de soborno y corrupción a niveles desconocidos hasta esos días.
A partir de este momento también se comienza a traficar con cocaína en grandes cantidades y la actuación de las pandillas mexicanas tiene un papel mucho más importante en toda esta estructura criminal.
La participación del cartel de Guadalajara no solo era para dar apoyo logístico o dar dinero, apoyaba en el asesoramiento de los paramilitares, así, entre los narcotraficantes, la CIA y la DFS instalaron campos de adiestramiento armado por ejemplo en Veracruz, en uno de los ranchos de Caro Quintero.
Después de que fue descubierto todo este escándalo, el gobierno de los EEUU formó diferentes comisiones para investigar a fondo estos actos de corrupción y el involucramiento directo de parte de la CIA en el asesoramiento, organización y desarrollo de los cárteles mexicanos y colombianos. Los aviones de la misma CIA regresaban bien cargados de droga colombiana y mexicana.
Detrás de esta intervención también se dejó una estela de muerte, por ejemplo se dice que el asesinato del periodista Manuel Buendía fue porque sabía los nexos entre el gobierno mexicano, el narco y la CIA. Algo similar se comenta en el caso del agente de la DEA en México, Enrique Camarena.
Una vez que Violeta Chamorro llegó al poder en Nicaragua y que el FSLN fue derrotado, la CIA rompió la relación con los cárteles, sin embargo el camino ya estaba trazado, ahora aquellas pequeñas pandillas eran organizaciones que movían cantidad ingente de dinero, drogas y armas, toda su estructura estaba fortalecida y tenían vínculos entre los diferentes países.
Nuevamente vemos que al imperialismo norteamericano no le importó meterle droga a su juventud o armar las bandas criminales que ahora mismo están azotando violentamente nuestro país, todo para no perder su hegemonía política en América Latina. Todos los discursos del imperialismo americano al igual que los del espurio Calderón en que hablan de terminar con esta plaga son simples mentiras. El negocio de las drogas está íntimamente ligado no solo con la derecha partidista, sino con empresarios que lavan, sobornan y mantienen a los que hoy están masacrando nuestro pueblo. Terminar con esta lacra es nuestra tarea, no podemos esperar que los mismos que dan protección a una de las bandas criminales nos ayuden a terminar con ella.
Si resulta imposible acabar con el problema del narcotráfico dentro del capitalismo esto es mil veces más correcto refiriéndonos al podrido, dependiente y parasitario capitalismo en México. La desindustrialización del país ha orientado las inversiones a sectores parasitarios como la recompra y concentración de bienes e industrias ya creadas, la especulación financiera y necesariamente al narcotráfico que se alimenta de una oferta creciente de jóvenes desempleados que encuentran una vía de fuga de la horrenda realidad capitalista en el consumo de drogas o encuentran trabajo como sicarios o distribuidores. Pretender evitar la lógica objetiva del capital de orientar sus inversiones a las ramas más rentables de la economía, como el narcotráfico, es como pedirle a un tigre que se alimente de chayotes en vez de carne. La impotencia ha puesto a comentaristas a proponer la legalización de las drogas, sin embargo, esta propuesta surge de la aceptación cobarde del status quo, de la aceptación del capitalismo como único sistema posible, tratando de legalizar sus aspectos más decadentes.
Según el reciente “Estudio Binacional de Bienes Ilícitos” los ingresos producto del narcotráfico se han convertido ya en la segunda fuente de divisas en México (29 mil millones de dólares anuales) superando a las remesas (25 mil 137 millones de dólares), ingresos sólo superados por las divisas petroleras (30 mil 882 millones de dólares).
Así resulta absolutamente imposible que el Estado burgués “encabezado por el PAN como añadidura- sea capaz de desmantelar su propia narco economía, una economía que fusiona al sector bancario, financiero e industrial (por no hablar de los ríos de recursos sucios que sumergen al régimen, sus partidos y sus políticos) con los abundantes recursos del narcotráfico, esta es una de las razones que explican que la economía mexicana no haya colapsado. Ello demuestra de manera incontestable que la guerra contra el narcotráfico de Calderón (que ya ha costado una montaña de muertos y sangre inocente) es una guerra para reacomodar a los cárteles en beneficio del cartel de Sinaloa que sólo representa el 20% de las detenciones a narcos hechas por el gobierno; es una guerra para militarizar al país, justificar la intervención imperialista (Plan Mérida, refrito del Plan Colombia); en pocas palabras: es una guerra de contrainsurgencia de un gobierno débil, desacreditado y corrompido hasta el tuétano. Sólo expropiando a la burguesía (incluida la burguesía dedicada al tráfico de drogas) se podría cortar de raíz las causas socioeconómicas que condicionan a esta plaga que azota a la sociedad.
He aquí una de las grandes razones del porque los campesinos se asocian con el narco, mientras que el gobierno simplemente los ignora, margina y explota, los diferentes cárteles de la droga los utilizan para sembrar a cambio de una remuneración un poco más grande. Cuando los campesinos se niegan a sembrar marihuana son obligados bajo amenaza de muerte.
Según algunos estudios, “hay en el país 7.2 millones de hectáreas en las que se siembra marihuana y amapola. Esto es, casi la tercera parte de las 27 mil 300 hectáreas arables y de cultivo permanente que existen en el territorio nacional son utilizadas para producir cultivos ilícitos” (La Jornada, 6 de octubre 2009). Esto es escandaloso, no solo porque sea droga la que se siembra, sino porque regresamos literalmente al país de la agricultura de exportación de la época porfirista, donde la gran mayoría de la tierra era cultivable para productos de exportación.
Nuestra alternativa
La guerra que han desatado no se detendrá con más violencia; todo proceso tiene dinámicas las cuales se salen de las manos y deseos de sus impulsores para tomar cauces propios, esto está sucediendo ahora, el gobierno federal no puede controlar ni siquiera el comportamiento del mismo ejército menos el de las bandas de sicarios bien organizados y armados. Además, ¿cómo se podría confiar en que el brazo armado del Estado pueda terminar con esto, cuando ellos mismos apoyan a un ala de esta lucha? ¿Cómo pedir que las instituciones del Estado que están carcomidas por la corrupción y que están entregadas al servicio de los diferentes cárteles puedan apoyar a las familias trabajadoras?
No es posible. El terminar con esta pesadilla es nuestro trabajo, el de los jóvenes, trabajadores y todo el pueblo organizado en general, solo los mismos que sufrimos estos embates sabemos que podemos confiar en nosotros. En esto estamos de acuerdo casi todos, ahora la cuestión es hacía dónde caminamos y bajo qué consignas.
Algunos compañeros han planteado que se necesita una lucha de resistencia civil pacífica, exactamente no se dice en qué consiste esto pero de una cosa sí estamos seguros, pintando las fuentes de rojo, haciendo caminatas del silencio, haciendo misas para rezar conjuntamente para detener la violencia o hacer festivales culturales difícilmente terminaremos con el clima de sin razón.
Andrés Manuel López Obrador plantea en uno de sus 50 puntos la necesidad de la regeneración moral de país para terminar con el ambiente de descomposición social y miedo que ahora embarga las calles del país. Es cierto que necesitamos eso, un nuevo reagrupamiento político, social y moral para dar pie a una nueva sociedad más justa e igualitaria donde la violencia no sea más que un triste recuerdo.
Para lograrlo tenemos que organizarnos en comités por barrios, colonias, escuelas, sindicatos, etc. estos comités tienen que jugar un papel no solo de apoyo a los parientes afectados por esta guerra, sino que tienen que hacerse cargo de la seguridad de su comunidad. Hay ejemplos en la montaña de Guerrero donde la comunidad ha formado la policía comunitaria y en asambleas se vota quien debe de estar armado y todo mundo se inmiscuye en el cuidado colectivo de la comunidad. Si no hay confianza en la policía ni el ejército nosotros tenemos que estar preparados para asumir las tareas de seguridad más mínimas.
Estos comités deberían de organizarse a nivel de colonia, distrital, estatal e incluso nacional, vinculados a las organizaciones de la clase trabajadora, sólo así no serán presas solitarias de los sicarios, en cuanto se ataque a uno se atacará al resto y responderemos como un solo hombre a las agresiones. Representantes electos de esta organización de comités tendrán que sesionar cotidianamente para ver de qué forma se puede reforzar el trabajo, etc.
No estamos hablando de un movimiento armado para enfrentarse al narco o al ejército, sino de comités de autodefensa que en su momento con la acumulación de fuerza necesaria deberán plantearse tareas más ambiciosas. De esta forma sí se puede regenerar la sociedad pues los afectados de forma directa, los que ahora sienten miedo, se verán protegidos y participarán junto a sus vecinos, compañeros de trabajo y estudiantes, junto a su clase, por los problemas que les acosan de forma cotidiana. Sólo así se puede lograr una regeneración moral de nuestro pueblo, recobrando su dignidad frente a los que hoy se burlan y nos menosprecian.
Un “pacto social” como el que quiere impulsar Calderón simplemente serviría para justificar su política militarista y todas las propuestas de la Ley de Seguridad (propuestas que encamina al país a un estado militar) presentándolo a nombre de toda la sociedad.
No podemos tener ni un ápice de confianza en el espurio y su política, ni en el PRI-AN, ni en la oligarquía. Nuestra base de apoyo, la de los explotados que sufrimos la represión, violencia y criminalización es el Movimiento Regeneración Nacional, es nuestra clase, es nuestro pueblo.