El control obrero y el socialismo internacional ausentes de la discusión
El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba tuvo lugar después de un largo retraso del 16 al 19 de abril en La Habana y discutió las Lineamientos de Política Económica y Social para el Partido y la Revolución. El Congreso fue programado para coincidir con el 50° aniversario del intento de invasión de Playa Girón en 1961, cuando Fidel Castro proclamó el “carácter socialista de la revolución”.
El destino de la revolución cubana es de enorme importancia para los revolucionarios de todo el mundo y particularmente en América Latina. La Corriente Marxista Internacional está incondicionalmente por la defensa de la revolución cubana y es precisamente por esta razón que sentimos la necesidad de comentar los debates que se dan dentro de la misma. Esta fue siempre la política de los grandes marxistas que comprendían que el movimiento contra el capitalismo tenía que ser, por su propia naturaleza, internacional y regularmente comentaron y participaron en el movimiento revolucionario de los diferentes países.
La primera observación que hay que hacer, y esto se expresa claramente en la introducción de los Lineamientos, es que la economía cubana se enfrenta a una grave crisis. Al impacto de la crisis mundial del capitalismo (con un colapso de los precios de las materias primas, una disminución de los ingresos procedentes del turismo y un aumento en el precio de los alimentos), hay que añadir los efectos devastadores de los huracanes. Todo esto se ve agravado por el bloqueo y el embargo unilateral impuesto por los Estados Unidos.
En el fondo, el principal problema es el aislamiento de la revolución en Cuba. Es imposible construir el socialismo en un solo país y esto es aún más el caso en una pequeña isla con muy pocos recursos naturales, y que por lo tanto es totalmente dependiente del mercado mundial. El colapso del estalinismo en la Unión Soviética y Europa del Este reveló esto de una manera extremadamente cruel. Por lo tanto, el debate sobre el camino a seguir para la economía cubana no tiene lugar en circunstancias ideales, sino en condiciones donde el margen de maniobra es muy limitado y existe una fuerte presión para buscar soluciones “concretas”.
Según el informe oficial del Congreso hubo un proceso muy amplio de discusión de los Lineamientos, que involucró a millones de cubanos. Esto es sorprendente ya que la sensación de estancamiento en la sociedad cubana es muy aguda. Sin embargo, pensamos que en realidad el debate estaba limitado por la misma forma en la que se planteó. En primer lugar, el Partido Comunista de Cuba estatutariamente debería de celebrar un congreso cada cinco años, pero en lugar de esto, han pasado 14 años desde el último congreso. En este período ha habido muchos debates en Cuba y se han tomado muchas decisiones, pero no ha habido ningún canal orgánico a través del cual los miembros del partido hayan podido influir en la política del partido.
En segundo lugar, el documento de Lineamientos es extremadamente limitado en su alcance. Cualquier discusión sobre el futuro de la revolución cubana debe partir de un análisis de la situación mundial, la crisis del capitalismo, el desarrollo de la revolución en América Latina con sus avances y contradicciones, el impacto de la Revolución Árabe, el re-despertar de la lucha de clases en Europa y cómo todos estos factores afectan a la revolución cubana. El documento no menciona nada de esto, excepto el impacto inmediato de la crisis del capitalismo en la economía cubana, y después de tan solo dos páginas y media de introducción, va directamente a una lista de unos 300 Lineamientos muy específicos.
De esta manera, la discusión se centró en los detalles de cada una de las diferentes medidas que se proponían, en lugar de ser una discusión más amplia sobre los problemas generales de la revolución cubana y su relación con la situación mundial de la lucha de clases.
Además, algunas de las propuestas formuladas en los Lineamientos ya habían sido anunciadas como decisiones o, incluso, implementadas antes de que el Congreso tuviera lugar, con lo que su poder real estaba en gran medida limitado. Por ejemplo, el documento habla de la necesidad de “ eliminar las plantillas infladas” en el sector estatal dominante de la economía, pero ya en septiembre del año pasado se anunció la reducción de un millón de los cinco millones de empleos en el sector estatal. La expansión de las licencias de trabajo por cuenta propia que el documento de Lineamientos también propone, de hecho ya ha tenido lugar, con la concesión de alrededor de 200.000 nuevas licencias en los últimos meses.
La orientación central de las medidas propuestas y aprobadas por el Congreso (con algunas pequeñas modificaciones) se dirige hacia la expansión del sector privado de la economía. Esto se hace a través de la expansión de las licencias de trabajo por cuenta propia, la concesión en usufructo o alquiler de pequeñas unidades económicas a sus trabajadores y la expansión de los sectores abiertos a la inversión extranjera. Con el fin de lograr una mayor eficiencia, se dará mayor autonomía a los gerentes y directores de empresas estatales para gestionarlas y estas se relacionarán entre sí y con el sector privado a través de relaciones de mercado y contratos comerciales. Como resultado de esto, las empresas de propiedad estatal con pérdidas serán cerradas.
También hay un marcado énfasis en los incentivos materiales a los trabajadores con el fin de estimular la productividad, teniendo en cuenta las diferencias salariales en general vinculadas a los aumentos de producción y la productividad. Al mismo tiempo existe una creciente campaña contra lo que se describe como “los subsidios excesivos y gratuidades indebidas a productos y servicios”, que deberán ser “eliminados gradualmente”. Se suprimirá la canasta subvencionada de alimentos básicos, que todos los cubanos reciben ahora a través de la Libreta.
Todas estas medidas tomadas en conjunto claramente provocarán un aumento de la desigualdad social en Cuba. Omar Everleny, un importante economista cubano, subdirector del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), lo plantea claramente en un artículo en Le Monde Diplomatique en el que dice que lo que se propone es un cambio “brutal”: “Sí, hay gente que va a perder con las reformas. Sí, hay gente que va a estar desocupada. Sí, las desigualdades van a aumentar. (Esas desigualdades) ya existen: lo que tenemos hoy es una falsa igualdad. Lo que hay que determinar ahora es ‘quién merece realmente estar más arriba’”. Everleny admite que él está buscando un modelo en Vietnam, “que tiene mucho que enseñarnos”.
El documento y todos los discursos oficiales en el Congreso subrayan que con estas medidas no se trata de abandonar la propiedad estatal de la economía o el principio de planificación. “Los Lineamientos definen que el sistema económico que prevalecerá continuará basándose en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción”, declara la introducción. El Lineamiento número 1, sin embargo, ya matiza la declaración: “El sistema de planificación socialista continuará siendo la vía principal para la dirección de la economía nacional,… La planificación tendrá en cuenta el mercado, influyendo sobre el mismo y considerando sus características.”
Es evidente que las declaraciones en contra del capitalismo y en defensa del socialismo reflejan un sentimiento muy arraigado entre millones de cubanos, que no quieren abandonar el sistema que ha garantizado altos niveles de atención sanitaria, educación y, en general, los logros en el terreno del bienestar social que son muy superiores al resto de la América Latina capitalista y una importante mejora en relación a la situación que existía antes de la revolución. Seamos claros acerca de esto, a pesar de todos los problemas de la burocracia y la corrupción que plagan la economía cubana, estas conquistas sociales de la revolución son el resultado directo de la abolición del capitalismo, y cualquier intento hacia la restauración de la economía de mercado conducirá a su destrucción. Uno sólo tiene que volver la mirada hacia la vecina Jamaica, la República Dominicana o Haití para hacerse una idea de lo que sería el capitalismo en Cuba.
Este ambiente fue muy acertadamente descrito en la siguiente anécdota: “El 9 de febrero, los trabajadores de una clínica del centro de la ciudad se reunieron para discutir los “Lineamientos”, el documento sometido al Congreso. Consta de 32 páginas y 291 propuestas, algunas de las cuales comprometen el futuro de todos los cubanos: salarios al mérito, legalización de los “precios de mercado”, revisión de los programas sociales. Fueron aprobadas en general en pocos minutos, por unanimidad. Pero los participantes se tomaron el tiempo de subrayar su apego a los sistemas de salud y educación cubanos. Cambiar, sí; pero eso no. El secretario de sesión, responsable de la sección sindical, anotó las observaciones, sin que nadie verdaderamente sepa si serán tomadas en cuenta y cómo.” (1)
El problema es que en una economía débil como es la cubana, cualquier apertura hacia el mercado puede desencadenar un proceso de diferenciación de clases y de penetración del capitalismo, debido a la superioridad del mercado capitalista mundial en términos de productividad del trabajo. Independientemente de las intenciones declaradas y los principios expresados en los documentos del Congreso o de la Constitución, las fuerzas de la economía de mercado en Cuba son muy poderosas, precisamente porque están respaldadas por el mercado mundial y una vez desatadas tendrán una dinámica propia y pueden ser muy difíciles de controlar. A pesar del carácter limitado de los debates del Congreso, surgieron una serie de cosas muy interesantes. Es evidente que un gran número de las enmiendas que finalmente se hicieron al texto original iban en la dirección de frenar las medidas de mercado. Por ejemplo, la abolición de la libreta de racionamiento ahora será gradual y tendrá en cuenta los niveles de ingresos de la población. La idea de reducir un millón de empleos en el sector estatal, la mitad ellos para abril de 2011, demostró ser imposible de aplicar, debido a la fuerte resistencia de los trabajadores en los distintos lugares de trabajo, en particular porque se enfrentaban a la dura realidad de que no se han ofrecido muchas alternativas viables. Todo esto demuestra que hay una resistencia instintiva y sana a cualquier intento de ir hacia el mercado y acabar con algunas de las conquistas sociales de la revolución. The Economist, portavoz de la clase dominante, mientras que aplaudía las medidas aprobadas, se quejaba amargamente de que “en la práctica el cambio se está dando lentamente”.
Además, durante el debate pre-congresual, la idea de la necesidad de participación de los trabajadores en el funcionamiento de la economía se ha discutido, aunque no de manera formal ni organizada. En enero se publicó una carta en Granma en relación a la cuestión de cómo son nombrados los administradores en las empresas estatales. El autor, E. González, señaló que, dado que los salarios de los trabajadores iban a ser vinculados a los resultados obtenidos por la empresa, los trabajadores deben tener el control sobre ellos. “A mi juicio sería prudente concebir la participación de los trabajadores en la dirección de la empresa estatal socialista a través de la elección, ratificación o renovación de los cuadros”. (2)
Comentando sobre esta carta en Havana Times, Daisy Valera escribió que “la idea de E. González en materia de control de los trabajadores, aunque brillante, no es nueva; ha sido entendida por todos aquellos que han luchado por un sistema más justo que el capitalismo”. Valera citó el “Proyecto de Reglamento para el control obrero” de Lenin y concluyó: “Por lo tanto, me permito sugerir al compañero que sustituya la palabra ‘prudente’ por otras como ‘necesario’ o ‘indispensable’ si él/ella se está refiriendo al control de los trabajadores y a la elección de sus representantes por los propios trabajadores. Esta idea es ratificada por todos los clásicos del marxismo, así como en Cuba, que tiene una constitución leninista y por lo tanto hace que sea más que justificado que el poder estuviera en manos de los trabajadores”. (3)
Esto es absolutamente correcto. De hecho, la forma más eficaz de estímulo, y la única forma eficaz de lucha contra la corrupción y la burocracia es, precisamente, el control obrero sobre la economía y la sociedad en general. Sin embargo, esto no se discutió oficialmente y no se menciona en los Lineamientos como el profesor universitario cubano Julio César Guanche señala en su valoración del Congreso: “Los Lineamientos no mencionan la participación de los trabajadores, ni profundizan en el desarrollo de formas de control ciudadano sobre la actividad mercantil “. También menciona una serie de principios según él habría que introducir como: la “rotación en los cargos, límites temporales de mandato para todo el funcionariado, electividad de los cargos estatales que cumplen funciones
públicas frente a las prácticas habituales de designación y nombramiento,… autonomía de las organizaciones sociales y de masas”. (4)
De hecho, todas estas medidas forman parte de las defendidas por Lenin en El Estado y la revolución para un Estado obrero con el fin de prevenir y luchar contra la burocracia (junto con el hecho de que ningún funcionario público debe recibir un salario más alto que el de un trabajador cualificado y la revocabilidad de los cargos públicos electos).
Esta es una parte de la ecuación: la necesidad del control y la gestión obrera de la economía, la sociedad y la política. La otra parte de la ecuación es la comprensión de que el destino de la revolución cubana está íntimamente ligado al desarrollo de la revolución mundial. En ese frente la situación ahora ha cambiado por completo en relación a la situación a la que Cuba se enfrentó en la década de 1990 después del colapso del estalinismo. Ahora es el capitalismo el que ha demostrado, a los ojos de millones de trabajadores en todo el mundo, que es un sistema fracasado.
Las masas han empezado a moverse, en primer lugar en la ola revolucionaria que se ha extendido por América Latina durante los últimos diez años. Playa Girón, hace 50 años, demostró dos cosas: una, que toda verdadera revolución nacional anti-imperialista que garantice las reformas básicas para la mayoría de la población sólo puede ser consolidada mediante la abolición del capitalismo; dos, que un pueblo en armas defendiendo una revolución puede derrotar al país imperialista más poderoso del planeta. Hoy, esas mismas conclusiones deberían ser entendidas por los revolucionarios en América Latina. En Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú, etc., sólo la expropiación de los capitalistas y los imperialistas puede garantizar las reformas que ya se han alcanzado. En última instancia, estas revoluciones sólo se pueden defender, no a través de maniobras diplomáticas, geopolítica y apaciguamiento, sino con el pueblo en armas.
Pero el movimiento no se limita a América Latina; ahora se ha extendido al mundo árabe y también a los países capitalistas avanzados, como lo demuestran los movimientos en Wisconsin, las huelgas generales en Francia, Portugal, España, etc. Más recientemente, el movimiento de la juventud en España y la rebelión del pueblo griego contra el FMI y el Banco Mundial han mostrado un creciente cuestionamiento del sistema capitalista por todas partes.
Es imperativo que los comunistas cubanos discutan estos acontecimientos en detalle y se impliquen de lleno en el debate sobre la lucha por el socialismo en todo el mundo, ya que esta es la única salida para la revolución cubana.
Notas a pie de página
- Cuba, los frijoles y la reforma, Renaud Lambert, Le Monde Diplomatique
- La empresa, los cuadros y los trabajadores, Granma, 7 enero, 2011
- Control obrero, ¿meramente prudente o indispensable?, Havana Times, 17 enero, 2011
- Alrededor de la celebración del VI Congreso del PCC – Una pasión política, América Latina en movimiento, Mayo 2011