La lucha de Trotski por rejuvenecer el partido Bolchevique

Luego de que Lenin quedara incapacitado por un derrame cerebral en marzo de 1923, Trotski se dio a la tarea de luchar por rejuvenecer el partido Bolchevique.  Niklas Albin Svensson explica cómo surgió por primera vez el conflicto entre la futura Oposición de Izquierda contra la «troika» de Stalin, Zinóviev y Kámenev, y extrae las valiosas lecciones que contiene para los comunistas de hoy.


En 1923, la situación política de la URSS empeoró. Lenin ya no podía llevar a cabo ninguna actividad política. La NEP había proporcionado cierto alivio temporal a la devastación económica de la guerra civil, pero estaba provocando malestar en las fábricas, y varias huelgas se extendieron por todo el país. Se estaba gestando una ruptura entre los trabajadores y el Partido Bolchevique. A esto se sumó el fortalecimiento de la burocracia estatal por la NEP. 

Trotski y Lenin eran muy conscientes de la lucha a la que se enfrentaban para evitar que el partido sucumbiera a la presión de la burocracia estatal. Los últimos artículos y cartas de Lenin se dirigieron precisamente contra la burocracia estatal y sus defensores en el Partido Bolchevique. Después de que Lenin fuera incapacitado por un derrame cerebral en marzo de 1923, le correspondió a Trotski asumir la lucha por preservar las verdaderas tradiciones del bolchevismo.

La lucha sale a la luz

El primer congreso del Partido Bolchevique sin la presencia de Lenin tuvo lugar en abril de 1923. Trágicamente, Lenin nunca pudo lanzar la «bomba» que había estado preparando para este congreso, por lo que el inevitable conflicto entre los principios genuinos del leninismo y la burocracia emergente permaneció bajo la superficie.

Un importante punto álgido se produjo en octubre de 1923, cuando Trotski escribió una carta al Comité Central advirtiendo de la burocratización del partido y de la perspectiva de una crisis económica y política si la dirección no la frenaba conscientemente:

“La burocratización del aparato partidario ha alcanzado proporciones inauditas a través de la aplicación de los métodos de la selección secretarial. Aún durante las horas más crueles de la guerra civil, discutimos en las organizaciones partidarias, como también en la prensa, sobre asuntos tales como el reclutamiento de especialistas, las fuerzas partidarias versus un ejército regular, la disciplina, etc.; mientras que ahora no existe muestra alguna de un intercambio de opiniones tan abierto sobre las cuestiones que realmente preocupan al partido. Se ha creado una capa muy amplia de trabajadores en el partido que pertenecen al aparato del estado o del partido y que han renunciado totalmente a sostener opiniones políticas propias, o por lo menos a expresarlas abiertamente, como si creyeran que la jerarquía secretarial fuera el aparato apropiado para la formación de opiniones partidarias y la toma de decisiones partidarias. Bajo esta capa que renuncia a tener sus propias opiniones existe una amplia capa de masas partidarias ante las cuales cada decisión se plantea como un llamado o una orden. Dentro de este estrato de la base del partido hay un grado extraordinario de descontento que es en parte absolutamente legítimo y en parte provocado por factores incidentales…”

Trotski, con palabras muy agudas, ataca el proceso de selección de los secretarios locales del partido y cómo esto crea una camarilla burocrática en el centro del partido. Explica que esto conduce a la pasividad de la masa de los miembros del partido y de la clase obrera en su conjunto, que no tienen ninguna oportunidad de participar en los debates y decisiones del partido, sino que reciben fórmulas prefabricadas como una orden, su participación «cada vez más ilusoria».

A esta carta le siguió la «Declaración de los 46», una carta dirigida al Comité Central por un grupo de destacados bolcheviques, exigiendo, entre otras cosas, el fin de los nombramientos de secretarios desde arriba.

Ambas cartas apuntaban a los nombramientos de secretarios, ya que tenían un papel especialmente negativo en ese momento. Al nombrar secretarios desde arriba, se había creado una capa de administradores a todos los niveles que no rendían cuentas a los afiliados, sino al aparato. En el pasado, cuando el aparato era relativamente sano, esta selección no había tenido en absoluto el mismo efecto y, como señala Trotski, su alcance era mucho más limitado. Ahora, sin embargo, la selección tenía lugar sobre la base de la lealtad al aparato, acelerando la burocratización del partido. Trotski describió más tarde esto como » una organización clandestina y firrmemente articulada que se levantaba dentro del partido», donde los funcionarios del partido y del estado «se hacía ateniéndose celosísimamente a un criterio normativo: contra Trotski”

Las cartas de octubre provocaron una crisis, que se vio agravada por el fracaso de los comunistas alemanes en la toma del poder, acabando con la esperanza de un alivio por parte de Occidente. La troika preparó una reunión amañada del CC y de la Comisión Central de Control a finales de octubre en la que Trotski no pudo participar debido a una enfermedad que restringió gravemente su actividad política en los tres últimos meses de 1923.

Una resolución («Sobre la situación intrapartidaria») aprobada en la reunión seguía las líneas políticas trazadas por Lenin y Trotski, pero sólo para poder condenar a Trotski y a los 46 por «una política de división fraccional». El triunvirato seguía sintiéndose inseguro en su posición, sobre todo por la incertidumbre en torno a la salud de Lenin, y se sintió obligado a transigir.

En el espíritu de la democracia de partido, a la que la mayoría de la dirección del partido decía adherirse, la oposición llevó el debate a la opinión pública en Pravda. Al principio, el debate se limitó a cuestiones económicas, pero pasó también a cuestiones internas del partido. A finales de noviembre, Preobrazhensky (uno de los 46 autores de la carta de octubre) lanzó toda una andanada contra el partido por haber seguido una línea incorrecta sobre el régimen interno del partido. Esto reavivó el conflicto en el partido.

La troika se sintió de nuevo obligada a intentar llegar a un acuerdo con Trotski. Esto produjo la resolución del 5 de diciembre, que fue aprobada en una sesión conjunta por el Politburó y el Presídium de la Comisión Central de Control.

Políticamente, la resolución del 5 de diciembre le hacía eco a la posición de Trotski, en su explicación y análisis del problema y de la dirección general que debía tomar el partido. Sin embargo, omitía el compromiso explícito de abolir el sistema de nombramiento centralizado de los secretarios del partido y respaldaba la resolución de octubre del Comité Central, que había condenado el «faccionalismo» de Trotski, así como el «curso establecido por el Politburó para la democracia interna del partido…”. No eran concesiones decisivas por parte de Trotski, pero sin duda eran precisamente el tipo de formulaciones que la troika buscaba para protegerse de las críticas y reforzar su propia autoridad.

E.H. Carr y otros historiadores no marxistas acusan a Trotski de «ingenuo», pero esto está lejos de la verdad. Trotski conocía mejor que nadie la naturaleza de la bestia a la que se enfrentaba, pero fue precisamente su correcta estimación del problema lo que le obligó a proceder con cautela.

La base material para la burocracia

A pesar de sus límites, Trotski intentó usar la resolución al máximo. En una nueva serie de discursos y artículos de diciembre de 1923 (más tarde publicado bajo el nombre de El nuevo curso) articuló su posición sobre cómo el partido Bolchevique debía tomar el ‘nuevo curso’ en el que se encontraba. 

Trotski explicó que la burocracia no se basaba en este o aquel error en la dirección Bolchevique. Como Lenin, siempre mantuvo que la burocracia había crecido debido a las condiciones materiales y en particular el atraso de Rusia. 

La debilidad de la clase obrera en Rusia era la verdadera raíz del problema. Diezmada por la guerra mundial y la guerra civil, había sido llamada para administrar el estado. Esto llevó a que los mejores trabajadores y cuadros del partido fueran absorbidos por el aparato estatal y económico. Esto era natural porque el partido, y la clase obrera, necesitaban ejercer el control sobre el Estado:

“En todo caso, debemos prever un período aún muy largo durante el cual los miembros más experimentados y activos del partido (incluidos naturalmente los comunistas de origen proletario) serán absorbidos por diferentes funciones del aparato estatal, sindical, cooperativo y del partido. Y por eso mismo, este hecho implica un peligro, ya que es una de las fuentes del burocratismo.”

El hecho de que algunos comunistas hubieran pasado por la revolución y tuvieran una larga historia en el movimiento no era garantía contra el burocratismo. Trotski rechazó este planteamiento como «fetichismo organizativo”. Explicó además:

“Toda la práctica cotidiana del estado soviético se infiltra así en el aparato del partido e introduce en él el burocratismo. El partido, en cuanto colectividad, pierde el sentido de su poder pues no lo ejerce.”

Básicamente, la burocracia aumentaba gradual y sigilosamente en el partido, razón por la cual muchos bolcheviques fueron incapaces de detectar el proceso en ese momento. Al final, era un problema que sólo podía resolverse por el curso de la revolución en Europa y el desarrollo económico, «Pero sería un error atribuir de modo fatalista toda la responsabilidad a estos dos factores objetivos.” Lo que era necesario era exponer este proceso para que pudiera ser combatido conscientemente por el partido. Esta era la esencia del «nuevo curso» que Trotski proponía.

La juventud

El análisis de Trotski sobre el Partido Bolchevique en aquella época tiene una aplicación mucho más amplia. Sus artículos explican la relación entre la dirección y la militancia, entre centralismo y democracia, y tradición e iniciativa. También explica la necesidad de que el partido se reoriente y cambie su forma de trabajar. Son cuestiones que resonarán entre los comunistas de hoy y a las que se enfrentan en la construcción del partido.

Tanto Lenin como Trotski comprendieron que la juventud era la clave del futuro de la Unión Soviética. Al igual que todas las organizaciones revolucionarias han encontrado sus fuerzas y su energía en la juventud, así deberían hacerlo los bolcheviques en el poder. Por esa misma razón, la oposición encontró su base más fuerte entre los jóvenes.

Una de las cuestiones clave en las que Trotski hizo hincapié fue la necesidad de revitalizar el partido dando espacio a una nueva generación de miembros del partido para involucrarse en él. Esto significaba, naturalmente, dedicar tiempo y esfuerzo a integrar y elevar el nivel político de la juventud:

“Sólo por medio de una colaboración activa y constante con la nueva generación, en el marco de la democracia, la vieja guardia conservará su carácter de factor revolucionario. En caso contrario, puede cristalizarse y convertirse insensiblemente en la expresión más acabada del burocratismo.”

Traza aquí una opción clara para la generación más veterana del partido. Podrían colaborar e integrar a la nueva generación, dejándoles espacio para crecer. O bien convertirse en parte del problema.

Trotski tuvo cuidado en cómo trataba esta cuestión, porque vio como la educación y la formación se estaba convirtiendo en algo seco y formalista, apartado de la vida real. Atacó los métodos “puramente escolares, pedagógicos” de desarrollar el nivel teórico. En cambio,  argumentó que cada generación debía conquistar la teoría por sí misma:

“Por eso el medio por el cual la tradición combativa del ejército o la tradición revolucionaria del partido se trasmiten a los jóvenes tiene tanta importancia. Sin una filiación continuada, y por lo tanto sin la tradición, no puede haber progresión continua. Pero la tradición no es un canon rígido o un manual oficial; no se puede aprenderlo de memoria, aceptarlo como un evangelio, creer todo lo que dice la vieja generación ‘porque ella lo dice’. Por el contrario, es preciso conquistar de alguna manera la tradición por medio de un trabajo interno, elaborarla uno mismo de manera crítica y asimilarla. Si no, todo el edificio será construido sobre la arena.”

La resistencia de la capa más antigua de los miembros del partido no era un fenómeno nuevo, sino algo contra lo que Lenin tuvo que luchar una y otra vez, y Zinóviev, Kámenev y Stalin aparecían con frecuencia a la cabeza de esta tendencia. Lenin se refería a ellos como los «viejos bolcheviques» o los «hombres del comité», en gran medida indistintamente. En cada giro decisivo de la Revolución Rusa, estos hombres desempeñaron un papel conservador.

“Combate con puños y dientes”

“ El leninismo consiste en no mirar hacia atrás, en no dejarse influir por los precedentes, referencias y citas puramente formales.” 

La Vieja Guardia, en su lucha contra Lenin y Trotski, apelaba constantemente a las «tradiciones del Partido Bolchevique». Trotski atacó la apelación a la tradición como completamente antirrevolucionaria. Lo comparó con el Partido Socialdemócrata Alemán, que en un periodo de relativa calma en la lucha de clases se había infestado particularmente de esta enfermedad:

“Esta tradición, que no es totalmente extraña, tenía un carácter semiautomático: cada día derivaba naturalmente del precedente y, también naturalmente, preparaba el siguiente. La organización crecía, la prensa se desarrollaba y las finanzas aumentaban…

“En este automatismo se formó toda la generación que sucedió a Bebel: una generación de burócratas, filisteos, espíritus obtusos, cuya fisonomía política se puso en evidencia apenas comenzó la guerra imperialista.”

En los momentos decisivos de la historia, las tradiciones forjadas en un periodo anterior se convierten en una enorme barrera para el futuro desarrollo del partido. No es tan extraño, en realidad, que quienes quieren romper las cadenas de la vieja sociedad sobre la economía, pero también sobre las mentes y las ideas de la humanidad, tienen que luchar constantemente por liberarse de la rutina y el conservadurismo:

“Cada vez que las condiciones objetivas exigen un nuevo giro, un viraje audaz, una iniciativa creadora, la resistencia conservadora manifiesta una tendencia natural a oponer a las nuevas tareas, a las nuevas condiciones, a la nueva orientación, las -viejas tradiciones-, el pretendido “viejo bolchevismo”, en realidad la envoltura vacía de un período que acabamos de dejar atrás.”

Trotski describe cómo cada giro en la Internacional Comunista, hasta ese entonces, había requerido siempre una lucha contra las viejas fuerzas, contra los elementos conservadores, se tratara de un giro a la «izquierda», por así decirlo, o a la «derecha».

Trotski explica  cómo en 1921, en su lucha contra el ultra-izquierdismo, Lenin “salvó literalmente a la Internacional del aniquilamiento y de la disgregación con que era amenazada por el ‘izquierdismo’ automático, desprovisto de espíritu crítico, que, en un breve lapso de tiempo, se había constituido en rígida tradición.”

Sin embargo, el exitoso giro hacia el frente único que se había adoptado tras una lucha en 1921 se convirtió en un obstáculo en 1923. Trotski escribió que desempeñó «un papel muy grave en los acontecimientos del último semestre de 1923». En otras palabras, condujo a la derrota de la Revolución Alemana. Era necesario un nuevo giro:

“Si el partido comunista hubiese modificado bruscamente la orientación de su trabajo y hubiese consagrado los cinco o seis meses que le concedía la historia a una preparación directa política, orgánica y técnica de la toma del poder, el desenlace de los acontecimientos habría sido muy distinto del que se produjo en noviembre.”

Trotski describió que el leninismo «combate con puños y dientes», y es una muy buena descripción. Es precisamente en la lucha donde ponemos a prueba nuestras ideas, identificamos lo que funciona y lo que no, cotejamos nuestros planes, experiencia y teoría con la realidad:

“una vez embarcado en la lucha, no ocuparse demasiado de los modelos y de los precedentes, profundizar en la realidad tal cual es y buscar en ella las fuerzas necesarias para la victoria.”

El balance entre la democracia y el centralismo

La clave para el desarrollo de la posición correcta empieza con la dirección: 

“En este caso, la garantía esencial es una dirección justa y la atención puesta en las necesidades del momento que se reflejan en el partido y la elasticidad del aparato, que no debe paralizar sino organizar la iniciativa del partido, que no debe temer a la crítica ni tratar de frenarla, por miedo al faccionalismo.”

En aquel momento, el Partido Bolchevique empezaba a comportarse precisamente de forma opuesta. Las críticas eran tachadas de «faccionalismo», se reprimía la iniciativa, todo ello en nombre de la «unidad» y del mantenimiento de la dirección del partido. En realidad, como señaló Trotski, tales medidas no sofocaron el faccionalismo sino que, por el contrario, lo agravaron mucho más. Beneficiaron especialmente a la facción burocrática, que prosperaba en las intrigas de trastienda más que en el debate abierto.

“La democracia y el centralismo son dos aspectos de la organización del partido. Lo que hay que hacer es lograr su armonización de la manera más justa, es decir que mejor corresponda a la situación. Durante el último período, el equilibrio fue roto a favor del aparato. La iniciativa del partido estaba reducida al mínimo. Esa es la causa de la aparición de hábitos y procedimientos en la dirección que contradicen fundamentalmente el espíritu de la organización revolucionaria del proletariado..”

Lo que Trotski explica es que el equilibrio entre democracia y centralismo en una organización revolucionaria no es fijo, sino que depende de la situación. La consecuencia de un centralismo excesivo es privar a las filas del partido de su iniciativa y de su participación. En condiciones de guerra civil, por supuesto, esto era un mal necesario, pero en las condiciones de 1923, se estaba convirtiendo en algo peligroso.

No era un problema de tal o cual «desviación aislada», sino de «la política general del aparato, de su tendencia burocrática». No se trataba sólo de una cuestión organizativa, sino que inevitablemente acabaría provocando desviaciones políticas:

“En su desarrollo gradual, el burocratismo amenaza con separar a los dirigentes de la masa, con llevarlos a concentrar únicamente su atención en los problemas administrativos, en las designaciones; amenaza también con restringir su horizonte, debilitar su sentido revolucionario, es decir, provocar una degeneración más o menos oportunista de la vieja guardia o al menos de un sector considerable de ésta.”

Trotski expone aquí con precisión los problemas que iban a acosar a la Internacional Comunista durante las décadas siguientes. Aunque hubo periodos de bandazos hacia la ultraizquierda, la desviación abrumadora fue hacia la derecha, con consecuencias desastrosas.

La troika y sus partidarios desoyeron los consejos de Trotski. Mientras Lenin yacía en su lecho de muerte, en la Conferencia del Partido de enero de 1924, ellos procedieron rápidamente a cerrar el debate en Pravda y a disciplinar a la organización juvenil y a la oposición.

Políticamente, la burocratización significó el renacimiento del menchevismo, aunque ahora revestido de nuevos colores «comunistas». Resucitó la teoría de las etapas y, en lugar de la desconfianza de Lenin hacia los liberales, se abogó por una alianza con la «burguesía progresista». Y, por supuesto, se abandonó la revolución internacional en favor del «socialismo en un solo país», cuya conclusión final lógica fue la política contrarrevolucionaria de la «coexistencia pacífica» adoptada bajo Jrushchov. Todas estas ideas reflejaban la estrechez de miras de la burocracia en ascenso, que veía los movimientos, la iniciativa y el espíritu revolucionarios como una amenaza.

Los artículos del Nuevo Curso sentaron las bases teóricas de la Oposición de Izquierda y de su lucha contra la burocracia ascendente. Pero las ideas contenidas en estos escritos no son sólo de interés histórico. El espíritu y los métodos revolucionarios que Trotski defendía son la base sobre la que se construirá el futuro partido revolucionario mundial.

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