Mentiras, malditas mentiras y Netflix: la difamación contra León Trotsky

Trotsky, una reciente serie de Netflix producida por la televisión estatal rusa, es una escandalosa tergiversación tanto de la vida de Trotsky como de la Revolución de Octubre. Alan Woods y Josh Holroyd responden a este insultante retrato de Trotsky y del legado de los bolcheviques.

Cómo no celebrar la Revolución Rusa (una nota personal de Alan Woods)

«Si dices una mentira lo suficientemente grande y la dices con la suficiente frecuencia, será creída» – Josef Goebbels (ministro de propaganda de Hitler)

El 7 de noviembre de 2017, hablé en una conferencia en el Museo Trotsky de la Ciudad de México para celebrar el centenario de la Revolución de Octubre, junto con mi viejo amigo y camarada Esteban Volkov, nieto del gran revolucionario ruso León Trotsky. En la tribuna también se encontraba el entonces embajador de Rusia en México, Eduard Malayán. Durante mi discurso, señalé que era una paradoja que la Revolución de Octubre se celebrara en todos los países del mundo, excepto en Rusia.

A veces el silencio puede ser más elocuente que las palabras. El hecho de que el centenario de Octubre haya sido pasado por alto en los medios de comunicación oficiales de la Federación Rusa, con un silencio ensordecedor, nos dice todo lo que necesitamos saber sobre la actitud de la actual camarilla gobernante en el Kremlin hacia el mayor acontecimiento de la historia. Estas personas son las criaturas de la contrarrevolución capitalista y miran el pasado revolucionario de Rusia con absoluto odio y repugnancia, lo que, en última instancia, es un reflejo de su miedo profundamente arraigado.

Soldiers demonstration.February 1917

En respuesta a mis comentarios, el embajador afirmó que la Revolución Rusa no fue olvidada en su país, y que «no hay nadie en Rusia que no sepa que Trotsky fue un gran revolucionario». Para apoyar esta afirmación, explicó que la televisión rusa estaba preparando una serie sobre Trotsky.

No tuve motivos para dudar de la sinceridad de los comentarios del embajador. Me pareció un hombre honesto que tenía muy buenas relaciones con el Museo Trotsky y Esteban Volkov. Pero estaba igualmente claro para mí que, junto con la gran mayoría de los ciudadanos de la Federación Rusa, tenía muy poco conocimiento sobre las ideas y el papel de Trotsky. Incluso lo que dijo sobre Lenin y el Partido Bolchevique no fue del todo cierto. Pero para ser justos, el hombre no era un historiador sino un diplomático profesional.

Unos meses antes, Esteban Volkov había recibido una solicitud de una compañía rusa para filmar dentro del Museo Trotsky, que originalmente había sido la casa donde había vivido Trotsky y el lugar donde fue asesinado por un agente estalinista el 20 de agosto de 1940.

El objetivo de los cineastas fue descrito de la siguiente manera (cito de la correspondencia): «un documental sobre los 100 años de la Revolución de Octubre y su impacto a escala mundial».

La justificación del rodaje se suponía que era «parte de la discusión sobre la influencia de la Revolución de Octubre en América Latina». No se mencionó la verdadera naturaleza de la serie de televisión planeada sobre Trotsky.

Esteban pidió una copia del guión, que le fue enviada en ruso. El nieto de Trotsky hace tiempo que olvidó el idioma ruso, que no puede hablar ni leer, pero con la ayuda de Google Translate, pronto se hizo evidente cuál era la intención de los autores. En ese momento, no tenía idea de que este texto era el primer paso en el lanzamiento de la más monstruosa campaña de calumnias para ennegrecer la memoria de su abuelo. Pero ya sabía lo suficiente como para negarse a filmar dentro del museo.

El 3 de febrero de 2017 escribió al embajador:

«Embajador Eduard Malayán

«Estimado embajador,

«Necesito consultar con ustedes, he recibido dos peticiones de filmación, no estoy seguro de la seriedad de lo que proponen, [pero] mi obligación moral es preservar la verdad histórica.

«Le remito el guión propuesto que me enviaron. No tiene nada que ver con la verdad histórica.

«Saludos

«Esteban Volkov”

Un frente popular de falsificadores

La miniserie Trotsky, dirigida por Alexander Kott y Konstantin Statsky, apareció por primera vez en el popular Canal Uno de la Federación Rusa en noviembre de 2017. Este canal controlado por el Estado reproduce regularmente la línea del Kremlin. No puede haber duda alguna de que la decisión de lanzar una campaña contra Trotsky fue tomada con la plena aprobación de Vladimir Putin y muy probablemente por iniciativa suya.

Putin no oculta su odio hacia Lenin y los bolcheviques, a quienes acusa de haber colocado una «bomba de relojería» bajo el Estado ruso. Pero está obligado a andar con cuidado en sus ataques contra Lenin, que es venerado por millones de personas en Rusia. A regañadientes, tuvo que negar que el gobierno tuviera la intención de sacar el cuerpo de Lenin de su tumba en la Plaza Roja, advirtiendo contra «cualquier paso que pudiera dividir a la sociedad”.

Pero cuando se trata de Trotsky, el hombre del Kremlin no tiene esas limitaciones. Puede dar rienda suelta a todo su odio y su hiel contra la revolución. Ningún insulto es demasiado grosero, ninguna falsificación demasiado burda en este despiadado trabajo de verdugo. Pero lo que es muy obvio es que el verdadero objetivo no es sólo Trotsky, sino Lenin, el Partido Bolchevique y la propia Revolución de Octubre.

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A través de su control monopólico de la televisión estatal, Putin pudo introducir este veneno en los hogares de millones de ciudadanos rusos desprevenidos. Habiendo sido alimentados durante décadas con una dieta constante de mentiras sobre el papel del principal aliado de Lenin y defensor de la Revolución Rusa, no tienen medios para comprobar los hechos por sí mismos. Los falsificadores dependen en gran medida de este hecho. Pueden repetir las mentiras más increíbles con total confianza. Y saben que si arrojan suficiente lodo, algo de él se pegará. Y aquí hay suficientes cosas sucias para llenar varios carros grandes.

Eso ya era bastante malo. Pero las cosas se pusieron realmente serias cuando se anunció que la gigantesca compañía de entretenimiento estadounidense Netflix decidió transmitir la serie a nivel internacional en diferentes idiomas. Ahora, esto parece muy extraño. Desde hace algún tiempo, los medios de comunicación en Occidente han estado involucrados en una ruidosa campaña que busca culpar a Rusia por todo, desde la elección de Donald Trump hasta del mal tiempo y del resfriado común. Acusan al Estado ruso de interferir en sus asuntos internos (como si ellos no se metieran en los asuntos de nadie).

En particular, acusan a Rusia de «difundir noticias falsas» para engañar a la opinión pública. Pero ahora, como por arte de magia, todas las dudas sobre la veracidad de los medios de comunicación rusos desaparecen como pompas de jabón en el aire. Netflix saluda la serie Trotsky inspirada en el Kremlin como si fuera maná del cielo.

Aparentemente no eran noticias falsas, sino todo lo contrario, una nueva y maravillosa visión de la mente retorcida de un monstruo revolucionario. En un momento en que las ideas del socialismo (e incluso del marxismo) están haciendo una reaparición muy desagradable en la política de los Estados Unidos, esta serie es en realidad un recordatorio oportuno de los males del socialismo y del comunismo. De hecho, ¡no podría haber llegado en mejor momento!

Hace unos días, Esteban nos envió el siguiente correo electrónico:

«Queridos Alan y Ana:

«Me bastó con ver el primer capítulo de la insípida y vulgar caricatura de Trotsky inventada por Alexander Kott y Constantin Starsky para formarme una opinión clara de esta desdichada serie.

«Puedo atestiguar el hecho de que este retrato está a años luz del hombre que realmente era mi abuelo. Lo recuerdo muy bien como una persona de inteligencia excepcional cuya vida entera se caracterizó por una dedicación total y absoluta a la lucha por el socialismo. Y toda su personalidad fue moldeada en esta lucha.

«Como persona, fue generoso, considerado, siempre dispuesto a explicar y educar pacientemente a los camaradas políticamente, irradiando un espíritu de vitalidad, optimismo y con su fino sentido del humor, creaba un ambiente jovial y cálido en su entorno. Trabajador inagotable, no desperdició ni un minuto de su existencia.

«Pero lo que más me impresionó fue su convicción absoluta e inmutable de la victoria inevitable del socialismo y del futuro de la humanidad.

«En cuanto al último episodio, que trata del asesinato de mi abuelo, Kott y Statsky se presentan como los falsificadores más descarados que se haya dado en el registro histórico del cine. Y Netflix muestra una irresponsabilidad total en la difusión de esta historia falsa a gran escala.

«La falsedad total de la versión presentada en la serie fue probada hace mucho tiempo de manera precisa e irrefutable por el gobierno mexicano, que, días después del asesinato, llevó a cabo una minuciosa reconstrucción del asesinato en el jardín de la casa de León Trotsky. El detective de la policía mexicana, Jesús Vázquez, estaba sentado en una silla mientras el asesino Ramón Mercader (alias «Jacson») mostraba con un periódico enrollado en su mano derecha cómo había golpeado a León Trotsky en la cabeza por detrás. Por lo tanto, no puede haber dudas sobre los hechos del caso.

«¿De dónde sacaron Kott y Statsky la historia de la supuesta pelea en la que se suponía que Jacson había matado a Trotsky “en defensa propia”? Fue una invención de Stalin, para quien era necesario ocultar los hechos de este traicionero asesinato mediante otra infame traición. A través de sus agentes, pintó el cuadro de una lucha cara a cara con un hombre que se supone que es un defensor desilusionado de Trotsky.

«A Konstantin Umansky, que entonces era el embajador de Rusia en México, se le asignó la tarea, respaldado con una suma ilimitada de dinero, de sobornar al gobierno mexicano para que aceptara esta versión. Pero obviamente no logró su objetivo. Umansky fue relevado de su cargo en México y enviado como embajador a la pequeña República de Costa Rica. Pero nunca llegó. En la madrugada del 25 de enero de 1945, el avión en el que viajaba con su familia explotó al despegar del aeropuerto militar de la Ciudad de México. Con tales métodos Stalin recompensó el fracaso.

«Estos pocos hechos (hay muchos más) pueden servir para exponer la falsedad de esta absurda y abominable serie, que sistemáticamente ignora los hechos para presentar al mundo una criminal distorsión de la vida de un gran revolucionario.

«Kott y Statsky no sólo reviven cínicamente las tan desacreditadas falsificaciones de Stalin, sino que las incrementan, lanzando las fantasías más absurdas e inverosímiles a este brebaje venenoso. El resultado final sólo puede describirse como una verdadera obra maestra en el arte negro de la falsificación histórica cinematográfica.

«Saludos,

«Esteban Volkov-Bronstein

Museo Trotsky,

Ciudad de México, 5 de marzo de 2019”

La Corriente Marxista Internacional apoya de forma incondicional la campaña para defender el honor personal y la integridad revolucionaria de León Trotsky, una causa a la que Esteban Volkov ha dedicado toda su vida. A él dedicamos nuestra respuesta a los falsificadores y calumniadores. En palabras del hombre que junto con Lenin llevó a los trabajadores a la victoria en 1917, «La locomotora de la historia es la verdad, no la mentira».

Alan Woods, 10 de marzo de 2019

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Cómo Putin y Netflix asesinaron a Trotsky

Toda clase dirigente vive con miedo a la revolución. Incluso los recuerdos de las revoluciones pasadas la llenan con un profundo sentimiento de premonición. Los historiadores burgueses franceses reaccionarios condenaron la memoria de Robespierre y Marat casi dos siglos y medio después de la toma de la Bastilla. Y Thomas Carlisle, el célebre historiador escocés, dijo que antes de que pudiera escribir sobre el gran revolucionario del siglo XVII, Oliver Cromwell, primero tuvo que sacar su cuerpo de debajo de un montón de perros muertos. Cuando el monarca inglés Carlos II regresó de su exilio francés, ordenó que desenterraran y colgaran el cadáver de Oliver Cromwell. Ahora los oligarcas rusos y sus lacayos literarios están haciendo lo mismo.

El temor a la revolución es aún mayor para una clase relativamente reciente de advenedizos, como la que se ha enriquecido obscenamente despojando el cadáver de la Revolución Rusa. La profundidad de su miedo es directamente proporcional a la intensidad de su odio por la Revolución de Octubre y sus líderes. Ese miedo y odio, y nada más, está detrás del retrato brutal y rencoroso de León Trotsky en esta serie.

La Revolución de Octubre reunió todo lo que era progresivo, honesto y limpio en la sociedad rusa. Puso fin a un régimen podrido, corrupto y decadente, y abrió el camino a un mundo nuevo y mejor. El antiguo régimen fue personificado por Rasputín, el monje borracho y depravado que gobernó sobre el Zar y su familia. El zar Nicolás, que ahora se ha convertido en un santo de la Iglesia ortodoxa rusa, era conocido por sus contemporáneos como Nicolás el Sangriento, el campeón de los fascistas Centurias Negras que se especializaban en el asesinato y la tortura de judíos.

Hay un famoso cartel revolucionario titulado «El camarada Lenin barre el mundo de basura». Representa al líder de la Revolución rusa armado con una escoba grande, barriendo sacerdotes, banqueros y monarcas. Esta es una descripción fiel y precisa de lo que logró la Revolución Rusa hace más de cien años. La Revolución de Octubre trajo al pueblo de Rusia el progreso, la industrialización, la educación, la ciencia, la cultura y la esperanza de un futuro mejor. Pero con la restauración del capitalismo, todo se ha invertido.

Una regresión histórica

En su brillante libro La Revolución Traicionada, escrito en 1936, el gran revolucionario ruso León Trotsky predijo con asombrosa clarividencia lo que significaría para la Unión Soviética la restauración del capitalismo:

«Un colapso del régimen soviético llevaría inevitablemente al colapso de la economía planificada, y por lo tanto a la abolición de la propiedad estatal… La caída de la actual dictadura burocrática, si no fuera reemplazada por un nuevo poder socialista, significaría un retorno a las relaciones capitalistas con un declive catastrófico de la industria y la cultura”. (León Trotsky, La Revolución Traicionada, pg. 250-1)

Después de la caída de la Unión Soviética, el pueblo de Rusia fue presentado a todas las alegrías del capitalismo: la explotación despiadada, el robo y la estafa a gran escala, el crimen desenfrenado, la mafia, la drogadicción, la religión, el misticismo y la superstición. Esto significó un retroceso a los malos viejos tiempos del régimen podrido de Rasputín que fue reproducido de una forma aún más cruel.

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De la noche a la mañana, toda la riqueza producida por los esfuerzos de la clase obrera soviética durante décadas fue saqueada por un puñado de oligarcas avariciosos y parásitos. En lugar de democracia, el pueblo de Rusia se encontró con un dominio de hierro de una cleptocracia voraz. En la cúspide de esta vasta pirámide de corrupción, se encuentra el nuevo Zar, Vladimir Putin, que en su persona une todos los rasgos malignos y repulsivos de la contrarrevolución capitalista.

Vladimir Putin fue anteriormente un agente de la KGB, la odiada policía secreta del antiguo régimen estalinista. Antes de la caída de la Unión Soviética, sirvió fielmente a los intereses de la burocracia estalinista, cantando las alabanzas de lo que solía llamarse el «socialismo» soviético. El 7 de noviembre, se uniría a las celebraciones de la Revolución de Octubre, una revolución que fue traicionada por el elenco estalinista burocrático a cuyos intereses sirvió lealmente.

Hoy en día, sin embargo, Putin, como todos sus amigos, está cantando una melodía diferente. Vierte tierra sobre la memoria de la Revolución de Octubre y sus líderes, Lenin y Trotsky. Esto no es un accidente. Desde sus orígenes humildes, Putin ha prosperado participando en el saqueo del Estado soviético. Ahora defiende los intereses de ese ejército hinchado de ladrones, corruptos y estafadores que conforman la oligarquía rusa.

Como un padrino de la mafia tradicional, Putin protege a sus clientes contra la ira de las masas desposeídas. Él defiende su derecho a aferrarse a los miles de millones de dólares de propiedad que le han robado al pueblo bajo las vías de la «privatización». A cambio de sus servicios, ha sido recompensado con una gran cantidad de botín, lo que lo convierte en uno de los hombres más ricos del planeta Tierra. El sirviente se ha convertido en el amo. Mientras protege los intereses de los oligarcas, coloca sus botas bien pulidas sobre su cuello, eliminando a aquellos que no sirven sus intereses por el simple expediente del arresto y el encarcelamiento.

Putin ha asumido el poder total sobre el Estado. Se considera a sí mismo como la personificación de Rusia. Está ungido por la Santa Iglesia Ortodoxa, cuyos obispos son sus fieles perros falderos, desempeñando el papel de policía espiritual junto con los uniformados que mantienen a las masas bajo control con armas y porras. En definitiva, él es el nuevo Zar.

Pero a pesar de toda la apariencia externa de poder absoluto, el nuevo Zar no duerme tranquilo por la noche. Al igual que los oligarcas a los que representa, se siente incómodo por su nueva riqueza y poder. Estos usurpadores y advenedizossienten que el control sobre su riqueza es inseguro. El pueblo ruso tiene muchos recuerdos, y un fantasma está acechando el Kremlin, el fantasma de 1917.

«El dinero no huele”

Cuando el emperador romano Vespasiano quiso recaudar dinero imponiendo un impuesto a los baños públicos, su hijo Tito, quien evidentemente tenía algunos escrúpulos o al menos una sensibilidad olfativa aguda, protestó contra la propuesta. A modo de respuesta, su padre levantó una moneda de plata con las siguientes palabras: Non olet: «esto no huele».

Desde la caída de la Unión Soviética, ha habido un auténtico tsunami de libros, artículos y documentales televisivos que compiten entre sí para ver quién puede producir las mentiras más descaradas, las calumnias más estúpidas y los insultos más grotescos dirigidos contra la Revolución de Octubre y los bolcheviques. Un gran número de escritores e historiadores que no hace mucho eran miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética se han convertido ahora en los defensores más fervientes de la economía de mercado capitalista. Las mismas personas que pasaron toda su vida escribiendo las alabanzas más aduladoras hacia el Partido y sus alegres líderes hápticos ahora están escribiendo numerosos libros que condenan la Revolución Rusa, el socialismo y todas sus obras.

Es difícil saber qué es peor, más cínico e hipócrita: lo que escribieron entonces o lo que escriben ahora. Pero lo que es claramente obvio es que muchos de los llamados intelectuales y académicos respetables poseen conciencias altamente flexibles y principios altamente desechables. Demasiadas de estas personas consideran que su propio bienestar, carrera y privilegios personales son mucho más importantes que cualquier creencia política que hayan o no hayan profesado. Ellos también están firmemente convencidos de que el dinero no huele.

Uno podría haber imaginado que este torrente de basura no podría empeorar. Pero alguien podría estar equivocado. La nueva serie, Trotsky, producida originalmente para la televisión rusa, y que pretende describir la vida de Lev Davidovich Trotsky, marca un nuevo punto bajo en este fétido pantano de mentiras y distorsiones.

La vida de Trotsky y sus logros

Desafortunadamente, se requeriría una serie propia para responder a toda la basura sin sentido presentada en esta serie como un «drama histórico». No sería exagerado decir que cada uno de sus 400 minutos contiene al menos una mentira y, a veces, dos, por lo que debemos limitarnos a una refutación de sólo las calumnias más atroces y ridículas. Basta con decir que el único reclamo que esta serie tiene sobre el hecho histórico comienza y termina con los nombres de los personajes. Más allá de esto, es una obra de la más pura ficción, y en particular de la ficción grosera.

León Trotsky fue un gran marxista y una de las figuras más destacadas del siglo XX. De joven desempeñó un papel destacado en la Revolución rusa de 1905, cuando a la edad de 26 años fue el presidente del Soviet de Petersburgo. De su análisis marxista de ese gran movimiento fue capaz de extraer su teoría de la revolución permanente, que se demostró dramáticamente en la práctica en octubre de 1917.

Junto con Lenin dirigió la Revolución de Octubre. En ese momento, el partido bolchevique era universalmente conocido como el partido de Lenin-Trotsky. Durante la Guerra Civil, cuando Trotsky fue Comisario de Guerra (un cargo que ocupó hasta 1925), la Rusia soviética fue invadida por 21 ejércitos de intervención extranjera. De la nada, logró construir un nuevo Ejército Rojo capaz de defender a la república soviética contra una sangrienta contrarrevolución.

Trotsky desempeñó un papel destacado en la construcción de la Internacional Comunista. En los primeros cuatro congresos Trotsky escribió los manifiestos y muchas de las declaraciones políticas más importantes. Estuvo activo en el período de reconstrucción económica en el que reorganizó los sistemas ferroviarios destrozados de la URSS. Y fue el primero en defender los Planes quinquenales (que Stalin rechazó en ese momento).

Después de la muerte de Lenin, Trotsky demostró ser el único capaz de analizar la degeneración de la URSS y la naturaleza del estalinismo. Dirigió la lucha de la Oposición de Izquierda y defendió los principios de la Revolución de Octubre contra la contrarrevolución estalinista. Al final, dio su vida en la lucha por preservar las ideas y la bandera del bolchevismo para la próxima generación.

Tal figura y tal vida podrían proporcionar un amplio material para muchas películas y series, pero cualquier cosa que se aproxime al hombre real, sus ideas y los eventos que las conformaron están completamente ausentes en esta burla de una «película biográfica». Lejos de presentar algo así como un relato verdadero de la vida y las ideas de Trotsky, esta serie simplemente repite todas las viejas calumnias lanzadas a los bolcheviques, como el cansado mito del «oro alemán», que ha sido desmentido innumerables veces. No hay una sola palabra que sea novedosa en este nuevo trabajo.

Pero incluso con estos estándares bajos, esta serie es un espécimen particularmente tosco y torpe. Una y otra vez, los autores muestran su completa ignorancia del registro histórico. Nos limitaremos a dos de los ejemplos más evidentes de esto. Con respecto a las negociaciones de paz en Brest-Litovsk, se nos informa que en los días de las negociaciones se produce un motín en el puerto alemán de Kiel, lo que desató el inicio de la Revolución alemana. De hecho, la Revolución alemana tuvo lugar en noviembre de 1918, casi un año después de Brest-Litovsk.

Mejor aún, el jefe de la delegación alemana, Hoffman, anuncia que «un intento de revolución en Alemania fracasó» a un Trotsky abatido, que se ve obligado a aceptar todas las demandas del Kaiser. Cómo el general Hoffman pudo anunciar el fracaso de una revolución que aún no había tenido lugar es un misterio que sólo los autores de esta serie pueden explicar. Y la afirmación de que la Revolución alemana fracasó es una realidad en su cabeza. Lejos de fracasar, la victoriosa Revolución alemana de 1918, no sólo derrocó al Kaiser sino que terminó con la Primera Guerra Mundial. ¿Pero por qué dejar que los hechos estropeen una buena historia?

En otro episodio, se nos dice que el levantamiento anti-bolchevique en Kronstadt tuvo lugar en marzo de 1918 como resultado de las acciones de Trotsky. Entonces nos sorprende saber de un navegante revolucionario que los bolcheviques han estado usurpando el poder «durante tres años y medio». Según estas matemáticas, ¡los bolcheviques habían estado en el poder desde 1915!

La revuelta de Kronstadt contra los bolcheviques no tuvo lugar en 1918, sino en marzo de 1921. No fue llevada a cabo por los marineros revolucionarios que ayudaron a los bolcheviques a tomar el poder en 1917-18, hombres procedentes principalmente de la clase obrera, sino por capas rudas que provenían principalmente del campesinado ucraniano quienes fueron incitados contra los bolcheviques por elementos reaccionarios. Evidentemente, la única forma en que los creadores de esta serie pudieron establecer un vínculo entre Trotsky, los Marineros Rojos de 1917 y la rebelión de Kronstadt fue adelantarla durante más de tres años completos.

Misoginia y antisemitismo

Los autores muestran una actitud verdaderamente despreciable hacia las mujeres. Su descarada misoginia se puede ver en cada uno de los ocho episodios. No hay un solo personaje femenino que no se presente como algún tipo de damisela indefensa, fiel sirvienta, objeto sexual o una combinación espeluznante de los tres.

Natalia Sedova, la compañera y camarada de Trotsky durante la mayor parte de su vida, es representada primero como una dama burguesa apolítica, luego como un ama de casa sufrida y, en todo momento, como un objeto pasivo, nunca como una revolucionaria. Esta atroz actitud hacia las mujeres se destaca aún más por las tomas libres de desnudos y las escenas de sexo que dan vergüenza ajena y que suelen lanzarse a la cara del espectador.

Larissa Reisner fue una destacada revolucionaria y bolchevique. Ella había jugado un papel importante en la revolución y en las filas del Ejército Rojo, luchando en la región del Volga en la Guerra Civil. Ella también participó en la Revolución alemana. Sin embargo, para crear credibilidad, la escritora y revolucionaria pasó la mayor parte de la guerra civil rusa desnuda. Más tarde, Frida Kahlo recibe el mismo tratamiento, donde cualquier evidencia visible de su discapacidad que cargaba de por vida fue borrada, en caso de que esto distrajera la atención que da el interés pornográfico.

La expresión más descarada de este prejuicio es colocada por estos sinvergüenzas intelectuales en la boca de Trotsky, quien se supone que le dijo a Sedova: “Las masas tienen una psicología femenina (?). Ustedes son pasivas por naturaleza (!). Esperan lo que les ofrece un hombre y eligen la mejor opción. El pueblo es igual… cuando ve a un hombre fuerte y seguro, se tiende debajo de él de inmediato”

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Cualquier relación entre este delirante disparate y las ideas de León Trotsky es, por supuesto, puramente imaginaria.

Todo esto no nos dice absolutamente nada sobre los bolcheviques y sobre las revolucionarias en particular. Pero dice mucho sobre la psicología de los oligarcas parásitos y la casta degenerada de prostitutas intelectuales a su servicio, quienes la hacen reinar sobre el pueblo de Rusia hoy en día. Para los hombres que pueden aprobar leyes que permiten que los maridos abusen físicamente de sus esposas (leyes zaristas que los bolcheviques abolieron inmediatamente al tomar el poder), la idea de que una mujer podría tener su propio pensamiento político independiente está naturalmente más allá de su comprensión.

Al ver el Trotsky de Putin, no nos distanciamos mucho del oscuro mundo del antisemitismo. Trotsky casi nunca mencionó su origen judío. Cuando se le preguntaba su nacionalidad, se sabía que respondería «socialista». Pero para los creadores de esta serie, este aspecto de los antecedentes de Trotsky es de suma importancia. En cada episodio, sin falta, Trotsky recuerda su judaísmo, ya sea en forma de insultos antisemitas, o con una advertencia explícita de que la gente «temerosa de Dios» de Rusia nunca «tolerará a un judío como su líder».

Junto con esto hay una descripción constante y explícita de Trotsky como un «monstruo», un «demonio», «inhumano», etc. No se necesita un experto para ver el paralelo con la propaganda Blanca antisemita que abundó durante la guerra civil rusa. En varias escenas, la estrella roja, que se presenta en una gran cantidad de imágenes soviéticas, se transforma en algo que se parece mucho a una estrella roja de David. Los fascistas Centurias Negras describieron la Revolución de Octubre como una «conspiración judeo-bolchevique». Ahora los directores-títeres de Putin están entonando la misma canción.

Peor aún, los vendedores ambulantes de estos desagradables prejuicios buscan imponer la culpa de su propio antisemitismo sobre los hombros de los bolcheviques y los trabajadores revolucionarios. Casi todos los insultos antisemitas de la serie se ponen en la boca de un bolchevique o de un obrero revolucionario. La inferencia clara que se está haciendo es que los bolcheviques azotaron a las capas más atrasadas y perjudicadas de la sociedad y las desataron contra judíos inocentes sólo por la búsqueda del poder. Esta es una mentira indignante y exactamente lo contrario de los hechos.

Los bolcheviques siempre lucharon contra el antisemitismo, antes y después de la toma del poder. De hecho, los bolcheviques crearon grupos de defensa armados para defender a los judíos contra los pogromos antisemitas, llevados a cabo por los fascistas de las Centurias Negras y los Blancos reaccionarios que gritaban la consigna: «¡Derrotemos a los judíos y salvemos a Rusia!». Tan cerca estaba el vínculo entre el antisemitismo y la base de apoyo del Zar que el periódico Pravda publicó el titular de la primera página: «¡Estar en contra de los judíos es estar a favor del zar!».

El Partido Bolchevique luchó constantemente para erradicar el flagelo del antisemitismo, que tenía una larga y sangrienta tradición bajo los zares. No fue hasta la contrarrevolución estalinista que este veneno reaccionario comenzó a resurgir cuando la burocracia comenzó a apoyarse en las capas más atrasadas. Este hecho, por supuesto, se pasa por alto en la serie, quizás por la sencilla razón de que incluso bajo el estalinismo, el antisemitismo no alcanzó las proporciones monstruosas y explícitas como las que se ha dado en la Rusia de Putin.

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Desprecio por las masas

Esta serie no es sólo una calumnia contra León Trotsky y los bolcheviques. Es un ataque despreciable a las masas rusas en general, particularmente a los trabajadores, quienes derrocaron al anticuado monstruo zarista con siglos de antigüedad y crearon el primer Estado obrero en la historia (si excluimos a la heroica pero trágicamente corta Comuna de París).

Los autores de esta serie muestran su completo desprecio no sólo por las mujeres sino también por la clase trabajadora. Ambos son representados como elementos pasivos, ignorantes e irreflexivos, sólo aptos para ser dominados y oprimidos. En ningún momento se describe a los trabajadores como algo más que una masa semi-criminal, cuya única participación en la revolución son los potenciales pogromos y saqueos.

El peligro de las «tenebrosas masas” de Rusia es un estribillo constante en toda la serie. Lo que esto refleja es el miedo mortal a las masas que sintieron los gobernantes de Rusia antes de 1917, y que todavía los obsesiona hoy. El guardia de la prisión zarista de quien Trotsky tomó su seudónimo lo expresa perfectamente cuando se le hace decir: «Los rusos sólo pueden ser controlados, por su propio bien».

Incluso el padre de Trotsky es reclutado para este coro antagonista de la clase trabajadora. El actor que lo interpreta dice: «No puedes imaginar la bestia fea que estás liberando… ¡Es un infierno! ¡Es del demonio!” No hace falta decir que estas palabras nunca fueron pronunciadas, pero transmiten con precisión la actitud real de la camarilla dominante de Rusia hacia la masa del pueblo ruso.

Siguiendo esta línea de argumentación, la relación entre las masas y los líderes revolucionarios se describe, por supuesto, como una manada de bestias que es conducida en la acción por las consignas de unos pocos conspiradores intelectuales. Esto nos recuerda la reacción de la policía secreta zarista, que cuando se enfrentaba a los motines revolucionarios en la tropa, no podía pensar en otra explicación que no fuera la obra de «agitadores revolucionarios».

La actitud de Trotsky y Lenin hacia las masas y su papel en la revolución es igualmente falsificada. Lenin es citado diciendo: “Quiero cambiar el mundo ¿Qué tiene que ver el pueblo con eso? Las personas son una herramienta”. En la antigua Roma, la única clase productiva, los esclavos, se describían como instrumentum vocale: herramientas con voz. Para la clase dominante, los trabajadores siempre han sido considerados como herramientas, meros depositarios pasivos de plusvalía. Ese sigue siendo el caso en Rusia hoy.

El punto central de la Revolución Rusa fue que la clase obrera tomara conciencia de su poder como la fuerza motriz del progreso social. Las «herramientas» se movieron para tomar el poder en sus propias manos a través de los Soviets. Esto, sin embargo, sólo fue posible gracias a la presencia del Partido Bolchevique bajo el liderazgo de Lenin y Trotsky. La clase dominante nunca los ha perdonado por esto.

En su Historia de la Revolución Rusa, Trotsky escribió: «La historia de una revolución es para nosotros, en primer lugar, una historia de la irrupción brusca de las masas en el gobierno de su propio destino». Sobre el papel del partido también fue muy claro: «Para tomar el poder con firmeza y seguridad en sus manos, el proletariado necesita un Partido, que supera con creces a otros partidos en la claridad de su pensamiento y en su determinación revolucionaria» (En Defensa de Octubre). Son estos elementos los que finalmente determinan el curso de las revoluciones, no el «hombre fuerte y confiado» tan querido por los historiadores burgueses.

Si todo lo que se requiere para una revolución es «desatar» a las masas con llamamientos a las armas, ¿por qué los revolucionarios no tomaron el poder en febrero de 1917, o mejor aún, en 1914? La verdad es que su poder no se debió a su capacidad de «desatar» a las masas, sino a su capacidad de ganarse la confianza de grandes sectores de la clase trabajadora y de los soldados. Esto requería un partido de trabajadores marxistas dedicados, «la flor y nata de la clase progresista», sin el cual el papel fundamental desempeñado por Lenin y Trotsky en la revolución hubiera sido imposible, un hecho bien comprendido y explicado por Trotsky muchas veces.

La Revolución de Octubre

Los autores de esta obra maestra cinematográfica pueden ser acusados ​​de muchas cosas, pero la creatividad artística no está entre ellas. Ni siquiera son creativos en sus falsificaciones, simplemente repiten viejas calumnias que fueron desacreditadas hace mucho tiempo. Así que no es de extrañar que, rebuscando en el basurero, hayan sacado la vieja acusación de que la Revolución de Octubre fue un «golpe».

Se nos dice que Trotsky organizó la toma completa del poder por su cuenta, para sorpresa del resto de los bolcheviques, incluido Lenin, quien, en un sorprendente ataque de amnesia, parece haber olvidado el hecho de que había sido insistente, pidiendo que el partido tomara el poder desde septiembre. ¡Y cómo les encanta a estas personas jugar con las fechas! El Segundo Congreso de los Soviets de toda Rusia, dejado a un lado durante la mayor parte de la producción, y los debates y la votación de la toma del poder por el mismo, han sido borrados. ¿Por qué? Simplemente para dar la (falsa) impresión de que el Congreso sirvió simplemente como un mitin de victoria después de que se completó la insurrección.

La afirmación de que la Revolución de Octubre fue un golpe de estado no resiste el más mínimo examen crítico. Se debe preguntar, si Trotsky por sí solo decidió tomar el poder mediante una conspiración en octubre de 1917, ¿por qué no lo hizo en mayo, junio, o cualquier otro mes o año? Además, nos gustaría aprender esta fórmula mágica por medio de la cual una pequeña minoría de conspiradores, o incluso, como en este caso, un solo individuo, puede tomar el poder en un país de 150 millones de personas. Entonces podríamos tomar el poder el próximo lunes a las nueve de la mañana. El argumento es tan estúpido que un niño de seis años de inteligencia promedio podría identificarlo. Sin embargo, los críticos «intelectuales» del bolchevismo carecen incluso de ese nivel de comprensión.

Ussr Day of the October Revolution 1938

Pero los opositores de Octubre tienen un pequeño problema aquí. La insurrección real en Petrogrado fue prácticamente un asunto incruento. La razón de esto fue que, durante meses de paciente trabajo revolucionario, los bolcheviques lograron ganar una mayoría decisiva en los soviets de toda Rusia. Esto no se hizo en las sombras, sino abiertamente, ante las masas de trabajadores en las fábricas y de los soldados en las trincheras. Decenas de miles de trabajadores estaban armados y organizados en la Guardia Roja; y la incansable agitación de Trotsky fue un factor clave para que guarniciones enteras se alejaran del Gobierno Provisional y se pasaran al lado del Sóviet de Petrogrado.

Lo que ocurrió en octubre de 1917 no fue un golpe de estado, sino la mayor revolución popular de la historia. En un período de apenas nueve meses, las masas aprendieron de la experiencia que el partido de Lenin y Trotsky ofrecía la única forma de llevar la revolución hasta el final. Por supuesto, la idea misma de que los hombres y mujeres trabajadores normales se armen y se organicen para derrocar conscientemente a un Estado que ya había perdido toda autoridad, es incomprensible para los autores de la serie Trotsky y todos los demás enemigos del socialismo. Pero eso es exactamente lo que ocurrió el 25 de octubre de 1917, la culminación de un proceso que comenzó en febrero.

El movimiento de masas de los trabajadores y soldados bajo la dirección del Partido Bolchevique constituyó el elemento clave en la Revolución de Octubre. Pero nada de esto se muestra aquí. Toda la Revolución se reduce así a una especie de circo o melodrama con villanos pintados en los colores más negros. En lugar de explicaciones históricas, tenemos las artes negras de la conspiración. En lugar de personas reales, tenemos marionetas cuyos movimientos bruscos son dictados por las cuerdas tiradas por titiriteros sin escrúpulos. En lugar de héroes revolucionarios tenemos ridículos demonios de papel. Pero los circos y los demonios de papel son para el entretenimiento de los niños pequeños y no tienen nada que ver con la verdad histórica.

Trotsky y el Ejército Rojo

Los creadores de Trotsky querrían hacernos creer que Trotsky ganó la Guerra Civil utilizando una violencia y represión «de proporciones bíblicas». La imagen de su enorme tren blindado, arrojando un espeso humo negro, es un refrán muy repetido a lo largo de la serie, durante el cual el espectador recibe una serie de ejemplos espeluznantes y completamente ficticios de la implacabilidad de Trotsky. En un episodio vemos a Trotsky emitir una orden para que todas las unidades que huyen sean diezmadas al estilo de un general romano; en otro, observamos cómo sus tropas disparan contra una aldea entera para que puedan aprovechar las tumbas de madera de los campesinos para combustible. Estas y otras fantasías febriles se usan para promover la imagen satánica de los revolucionarios, que ha sido el inventario de los reaccionarios desde mucho antes de la Revolución Rusa.

El Estado obrero que nació en octubre de 1917 se encontró con un frente unido de reacción, que reunió a todas las fuerzas hostiles a la revolución en Rusia, junto a 21 ejércitos extranjeros. El viejo ejército ruso, que se había descompuesto incluso antes de Octubre, ya no existía. Y, sin embargo, en el transcurso de un año, Trotsky pudo construir un nuevo ejército de la nada y convertirlo en una fuerza de combate capaz de ganar impresionantes victorias contra un enemigo brutal y bien financiado. Como Lenin dijo una vez a Máxim Gorki, «Muéstreme a otro hombre capaz de crear prácticamente un ejército modelo en un año y también que se haya ganado el respeto de los especialistas militares».

Es una verdad elemental que todas las guerras involucran violencia. Eso es aún más cierto en el caso de una guerra civil en la que una pequeña minoría de explotadores se enfrenta a la rebelión de las masas explotadas. Tales guerras se caracterizan por la violencia extrema. La guerra civil rusa no fue la excepción. Pero en realidad, la represión sola nunca hubiera sido suficiente para ganarla. Si ese fuera el caso, los Blancos la hubieran ganado 10 veces. Las ejecuciones masivas, los sangrientos pogromos antisemitas y la brutal opresión de las minorías nacionales fueron características bien conocidas de los Blancos en su defensa de la «civilización».

Trotsky con la guardia roja

La sed de sangre de los Blancos era bien conocida incluso para sus aliados:

“El embajador estadounidense en Japón, Rowland Morris, informó que en toda Siberia, bajo el gobierno de Kolchak, hubo una ‘orgía de arrestos sin cargos; de ejecuciones sin la pretensión de un solo juicio; y de confiscaciones sin el color de la autoridad. El pánico y el miedo se han apoderado de todos. Los hombres se apoyan entre sí y viven con el terror constante de que algún espía o enemigo gritará ‘Bolchevique’ y los condenará a una muerte instantánea’. Entre los muertos se encontraban ex miembros de la asamblea constituyente y trabajadores ferroviarios que habían pedido salarios más altos. «En Ekaterinburg, donde los bolcheviques ejecutaron al zar Nicolás II y su familia, Kolchak permitió que los cosacos masacraran al menos a dos mil judíos, como parte de una ola de pogromos más grande». (Citado en The Russians are coming, again: The first cold war as a tragedy, the second as a farce, de Jeremy Kuzmarov y John Marciano)

¿Cuál hubiera sido el destino de Rusia si los Blancos hubieran logrado estrangular la Revolución? Esa pregunta nunca es planteada por los autores de Trotsky, y mucho menos contestada. Pero ciertamente no hubiera sido una democracia liberal y amante de la paz. ¡Todo lo contrario! Habríamos tenido el fascismo ruso, un régimen horrible que, en las condiciones de la Rusia atrasada en ese momento, habría sido un monstruo aún más cruel que el régimen de Mussolini.

Trotsky y el Ejército Rojo ganaron la guerra no porque fueran más violentos que el otro lado, sino porque tenían ideas y propaganda revolucionarias. Lucharon con rifles y bayonetas, pero también con ideas. En el campo, los bolcheviques ofrecían tierras a los campesinos, en contraste con los Blancos que representaban principalmente a los terratenientes. En resumen, el Ejército Rojo llevó la lucha de clases a su conclusión. El Ejército Rojo incluso llevó a cabo una agitación en las filas del enemigo, distribuyendo folletos en inglés y otros idiomas extranjeros, con el resultado de que había motines en cada uno de los ejércitos de intervención extranjera, que tuvieron que ser retirados.

A lo largo de la historia ha habido muchos ejemplos de revueltas de esclavos, que siempre han sido sofocadas con la mayor brutalidad. Después de la derrota de Espartaco, los romanos crucificaron a miles de esclavos a lo largo de la Vía Apia. Ese tipo de violencia es aceptable para la clase dominante y sus apologistas. Pero en la Revolución Rusa, por una vez, los esclavos se armaron, se defendieron y ganaron en contra de tremendas probabilidades. Por eso los bolcheviques nunca pueden ser perdonados por la clase dominante. Es por eso que la clase dominante demoniza al Ejército Rojo más que a cualquier otro ejército de la historia. Y es por esto que Trotsky, el hombre que construyó el Ejército Rojo y lo llevó a la victoria, es particularmente vilipendiado por Putin y la oligarquía, los descendientes lineales de los bandidos Blancos contrarrevolucionarios.

Trotsky se encuentra con el fantasma de Freud

El personaje de Trotsky tal como se presenta en la serie es un tedioso cliché de un «revolucionario» psicópata, fanático, y hambriento de poder. Para proporcionar algún tipo de justificación «científica» para estas acusaciones, fue necesario llamar a un testigo autorizado para el procesamiento ¿Y quién mejor para emitir un certificado de locura criminal que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud? En una escena, el fantasma de Freud (sí, en realidad el pobre hombre es despertado de su tumba para testificar) informa a Trotsky de que es mucho peor que un asesino en serie o un «fanático religioso».

Esta escena idiota realmente sobrepasa todos los límites de la deshonestidad intelectual. Es difícil decir quién está peor aquí: Trotsky o el desafortunado Freud, cuyo fantasma no puede descansar en paz, sino que lo sacan de su ataúd para convertir al fundador del psicoanálisis en un completo bufón.

En realidad, no es Freud quien era un bufón. Se diga lo que se diga, él fue un escrupuloso y concienzudo investigador de la psique humana. No, ese epíteto debe reservarse para las personas que ponen este disparate en la boca de un hombre que murió hace mucho tiempo y, por lo tanto, no puede responder. Pero como Sigmund Freud y su fantasma nunca se encontraron con Trotsky, difícilmente podrían estar en posición de hacer declaraciones sobre su estado mental, bueno, malo o indiferente.

Lo que es cierto es que Trotsky fue quizás el único gran teórico marxista que mostró interés en las teorías de Freud y escribió sobre ellas. En un artículo interesante, compara a Freud con el gran psicólogo ruso Pavlov. Él dice que Pavlov se parece a un hombre que mira hacia abajo a un pozo profundo desde arriba, mientras que Freud está mirando hacia arriba desde las profundidades del pozo de la conciencia humana. Es un pensamiento interesante. En cuanto a las personas que conjuraron al fantasma de Freud para sus propios propósitos, solo podemos decir que no están ni arriba del pozo ni en el fondo de él, sino que están hundidos en un abismo de ignorancia y estupidez.

Un elemento particularmente desagradable en todo esto es el cínico intento de utilizar a los hijos de Trotsky para asesinar el carácter de su padre. A lo largo de toda la serie, Trotsky es representado como un esposo y padre totalmente despreocupado y negligente, diciendo que no sintió nada ante la muerte de sus cuatro hijos. Incluso se lo acusa de ser responsable de sus muertes.

¿Cuáles son los hechos? Stalin fue un monstruo que asesinó sistemáticamente, no sólo a sus oponentes y rivales, sino también a sus esposas, hijos, familiares y amigos. Hizo que los viejos bolcheviques fueran sometidos a torturas inhumanas para obligarlos a admitir los crímenes atroces de los cuales eran completamente inocentes. Les hizo verter tierra sobre ellos mismos y luego los hizo asesinar. Pero un hombre se le escapó, y ese hombre era León Trotsky, el hombre al que más temía y al que estaba decidido a silenciar.

En busca de esta sed de venganza, rastreó, torturó y exterminó sin remordimientos a cualquiera que hubiera tenido alguna relación con Trotsky, tan grande era su miedo paranoico al hombre y a sus ideas. Uno por uno, hizo asesinar a los hijos de Trotsky. León Sedov fue asesinado en un hospital de París donde se estaba recuperando de una operación.

La primera esposa de Trotsky, Alexandra Sokolovskaia, quien le presentó las ideas del marxismo y compartió su primer exilio en Siberia, fue arrestada y enviada a un campo de concentración donde murió. Su primera hija murió de tuberculosis en la década de 1920. La segunda, Zinaida (la madre de Esteban Volkov) fue llevada al suicidio por Stalin.

Quizás el caso más trágico fue el hijo menor de Trotsky, Serguei, que no era activo en política y, por lo tanto, permaneció en la URSS cuando su padre se exilió. Stalin lo arrestó e intentó que denunciara a su padre. Se negó y fue enviado a un campo de concentración, donde fue fusilado.

Afirmar que Trotsky y su esposa fueron indiferentes al destino de sus hijos es la más monstruosa y repugnante de todas las mentiras que llenan cada capítulo de esta abominación. Trotsky se sintió tan devastado por esta noticia que en realidad consideró la posibilidad del suicidio, con la esperanza de que Stalin liberara a su hijo. Pero sabía que esto era imposible. Una vez que Serguei había caído en las garras del monstruo, su destino estaba sellado.

Acusaciones falsas

Este no es el único intento de culpar a Trotsky por los atroces crímenes de Stalin. Quizás peor es la sorprendente afirmación de que Trotsky fortaleció sus poderes con «ejecuciones en masa de distinguidos comunistas».

El llamado «Terror Rojo» se refiere a las medidas tomadas por los bolcheviques en respuesta al asesinato de destacados líderes bolcheviques y al intento de asesinato de Lenin por terroristas. Estas medidas eran de carácter defensivo y estaban dirigidas exclusivamente a los enemigos de la revolución en medio de una sangrienta guerra civil. El intento sin escrúpulos de vincular esto con los juicios y las ejecuciones en masa de Stalin cae incluso por debajo del desprecio.

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Esta mentira indignante pretende proporcionar una cobertura a las sangrientas purgas de Stalin en los años treinta. En estas purgas, miles y miles de comunistas dedicados fueron enviados a la muerte por defender las verdaderas ideas y tradiciones del bolchevismo. Como Trotsky señaló en ese momento, fueron víctimas de una guerra civil unilateral contra el Partido Bolchevique, llevada a cabo por la burocracia estalinista que ascendió al poder sobre el cadáver del partido de Lenin.

Los autores de esta calumnia desean mostrar que el estalinismo y el bolchevismo eran realmente lo mismo, porque ambos usaban métodos violentos. Para responder a esta calumnia, solo hay que preguntar, si el régimen totalitario de Stalin fue simplemente la continuación del bolchevismo, ¿por qué era necesario que Stalin exterminara físicamente a todos los líderes bolcheviques que tomaron el poder en 1917? El hecho claro es que el bolchevismo y el estalinismo, lejos de ser iguales, se excluyen mutuamente.

Stalin, la criatura de la contrarrevolución, instituyó un reinado de terror, no contra los contrarrevolucionarios, sino contra comunistas y obreros, millones de los cuales fueron enviados a prisiones de la GPU o del gulag, donde perecieron. El criminal no se detuvo ante nada para eliminar el último rastro de Octubre. Deseaba borrar la memoria de Octubre. No fue otro sino Trotsky quien combatió con valentía para defender la bandera limpia del bolchevismo. Por eso Stalin tuvo que asesinarlo a toda costa.

El ex agente de la KGB, Vladimir Putin, señala con un dedo acusador a Lenin y Trotsky, pero no tiene reservas sobre el uso de la violencia contra sus propios oponentes políticos. Su régimen se basa en la violencia organizada del Estado. La única diferencia es que el Estado del cual él es el jefe ya no es el Estado de una burocracia estalinista corrupta, sino de una oligarquía infinitamente más corrupta y degenerada de banqueros y capitalistas. Y este Estado se basa en mentiras, estafas y falsificaciones aun mayores que las de Stalin.

El asesinato

Habiendo falsificado cínicamente la vida de León Trotsky, Kott y Statsky presentan una falsificación aún más grotesca de su muerte. En el gran final, el asesino de Trotsky, Frank Jacson (el estalinista catalán cuyo nombre real era Ramón Mercader) se nos presenta bajo la luz más favorable, como un periodista honesto con simpatías comunistas que entra en una relación cercana con Trotsky, supuestamente con el fin de escribir su biografía.

Esto es falso de principio a fin. Mercader era un agente estalinista que sedujo cínicamente a una joven trotskista estadounidense a quien usó para penetrar en la casa de los Trotsky con el propósito de perpetrar un asesinato a sangre fría. Con este fin, inundó a los guardias con regalos y se ofreció para realizar todo tipo de servicios, como usar su auto para llevar a Alfred y Margarite Rosmer a Veracruz y así sucesivamente. De esta manera, poco a poco se ganó la confianza de los guardias, al tiempo que fingía no tener ningún interés en la política.

La idea de que Jacson-Mercader tenía una relación cercana con Trotsky es completamente falsa. No había tal relación. No hubo discusiones entre ellos, como las completamente ficticias que aparecen en la serie. De hecho, Trotsky lo consideraba un diletante bien intencionado pero políticamente ignorante. Él solo accedió a regañadientes a leer un artículo que le entregó por consideración a los favores que había estado haciendo a sus amigos y familiares. De hecho, comenzaba a sospechar del hombre y le dijo a su esposa, Natalia Sedova, que no lo volvería a ver. Eso fue el día del asesinato, el 20 de agosto de 1940.

A causa de la negligencia de los guardias, que eran trotskistas jóvenes e inexpertos (y no de la policía mexicana, como se presenta falsamente en la serie), en ese fatídico día, a Mercader se le permitió entrar en la casa y quedarse solo con Trotsky. Si vamos a creer la versión de Kott y Statsky, este agradable asesino (por razones que son un misterio) desarrolla repentinamente una conciencia culpable y decide ser misericordioso, decidiendo abandonar la habitación de Trotsky.
En este punto, recibe un furioso ataque de Trotsky, quien lo golpea repetidamente en la cabeza con su bastón. Mercader, actuando puramente en defensa propia, agarra un piolet que está colgado misteriosamente en la pared y golpea a Trotsky con él, matándolo. Como es habitual en esta absurda pantomima, la verdad está patas arriba. ¡La víctima se convierte en el agresor y el asesino se convierte en la víctima inocente!

¿Cuáles son los hechos? Habiendo accedido a Trotsky bajo el pretexto de corregir un artículo que había escrito, el asesino estaba detrás de su víctima indefensa, que estaba leyendo el artículo que le había dado. Cuando Trotsky estuvo lo suficientemente distraído, Mercader lo golpeó en la cabeza con toda su fuerza con un piolet de mango acortado.

Los hechos del caso no pueden ser puestos en duda. Como señaló Esteban Volkov (ver el correo electrónico anterior), la policía mexicana llevó a cabo una investigación exhaustiva en ese momento, incluida una reconstrucción detallada del asesinato en presencia del asesino. Mercader no actuó en defensa propia, sino que cometió un asesinato a sangre fría que había planeado con meses de anticipación.

El arma homicida no estaba colgada en la pared. La llevaba oculta bajo su abrigo (también tenía un cuchillo y una pistola). De hecho hubo una lucha, pero eso fue después, no antes del golpe fatal.

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Ya sea por nerviosismo o por cualquier razón, el asesino no tuvo éxito en su objetivo. Trotsky no murió instantáneamente. Luchó valerosamente, a pesar de su terrible lesión, mientras llamaba a los guardias en su ayuda. Retuvo la conciencia el tiempo suficiente para identificar a su agresor y ordenar que no lo mataran: exigiendo que debía hablar.

Un día después, el gran marxista y líder de la Revolución Rusa había muerto. Con el asesinato de Trotsky, Stalin había completado su campaña de exterminio contra el Partido Bolchevique. Había cumplido su papel de sepulturero de la revolución, tal como lo había predicho Trotsky. Con esta acción, la usurpación del poder de la clase obrera rusa por la burocracia fue completa. El poder de la burocracia estalinista parecía indiscutible.

Pero la historia se ha vengado de los estalinistas. La burocracia socavó la economía planificada a través de la estafa, la corrupción y la mala gestión a gran escala. Al final, destruyó la Unión Soviética y preparó el camino para la restauración del capitalismo y la liquidación de todas las conquistas de la Revolución de Octubre.

Hoy en día, los nietos de la vieja burocracia estalinista se han transformado en los biznesmeni(hombres de negocios, en ruso) capitalistas. Se visten con trajes elegantes, sus esposas están adornadas con joyas, viven en palacios y viajan en autos caros y aviones privados. Esta banda de arribistas adinerados se ha enriquecido a costa de la clase obrera rusa. Desean fervientemente liquidar todos los recuerdos de la Revolución de Octubre. Las infames calumnias contra Trotsky son sólo la punta fea de un vasto iceberg de mentiras y falsificación que se ha fabricado para este fin.

Pero la crisis del capitalismo está llevando a una nueva generación de trabajadores a levantarse. En todo el mundo, se pueden sentir los primeros temblores de la revolución. León Trotsky, ese gran luchador revolucionario, líder de Octubre y mártir de la clase obrera, dedicó toda su vida a la causa de la clase obrera, a la lucha por el socialismo, por un mundo nuevo y mejor.

Volvemos la espalda con desprecio a las calumnias de nuestros enemigos. Representan un orden social decrépito y senil que está destinado a ser derrocado. Nuestra fe está en el futuro y nuestra visión es la que inspiró a Lev Davidovich Trotsky a escribir su mensaje final al mundo:

«La vida es bella. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia, y la disfruten plenamente”. – León Trotsky, Ciudad de México, 27 de febrero de 1940

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