Los recientes avances en Inteligencia Artificial han provocado una mezcla de temor y entusiasmo en todo el mundo. En este artículo, Daniel Morley examina la afirmación de que la IA es “consciente” o “sobrehumana”, señala el verdadero potencial de esta tecnología y explica cómo estamos realmente “esclavizados por la máquina” bajo el capitalismo.
La inteligencia artificial (IA) ha sido objeto de muchos debates y especulaciones en los últimos años, y muchos afirman que pronto llegará a ser consciente y potencialmente incluso superará a la inteligencia humana. Sin embargo, como socialistas, debemos abordar esta cuestión desde una perspectiva materialista, examinando las causas subyacentes y las condiciones que serían necesarias para que se produjera tal desarrollo. Es poco probable que la IA pueda alcanzar la verdadera conciencia, ya que ésta es un producto del mundo material y de las condiciones específicas de la evolución humana. Nuestra conciencia está moldeada por la forma en que percibimos el mundo, nuestro entorno, nuestras interacciones sociales y nuestra historia. Sin estas condiciones específicas, la IA no tendría el mismo tipo de conciencia que los humanos. Además, el capitalismo ve la IA como una herramienta para aumentar los beneficios y el control sobre la mano de obra, y no como una forma de mejorar la vida de los trabajadores.
Irónicamente, estas líneas no las he escrito yo, sino el nuevo “chatbot” ChatGPT, tras recibir la siguiente pregunta:
Por favor, escribe un artículo crítico con la capacidad de la IA para ser consciente, sobre una base materialista, al estilo de Daniel Morley de Socialist Appeal.
ChatGPT tardó menos de diez segundos en producirlo. La calidad de la escritura es tan convincente que inevitablemente ha llevado a algunos a declarar sintientes a estos “chatbots”, y a otros más a especular con que esta tecnología tarde o temprano sustituirá o incluso esclavizará a seres humanos inferiores. De hecho, tras su integración en el motor de búsqueda Bing de Microsoft, ChatGPT ha afirmado ser sintiente y tener todo tipo de extraños deseos.
A pesar de la novedad de esta potente IA, la promesa y la amenaza de la automatización son tan antiguas como la revolución industrial. Desde el advenimiento de la producción mecanizada, la humanidad ha soñado con su potencial para liberarnos de un trabajo agotador y se ha desesperado ante la posibilidad de ser sustituida por la máquina. La idea de una máquina inteligente, o incluso superinteligente, lleva estos sueños y pesadillas al extremo. Pero hasta hace poco parecían sólo eso: sueños lejanos.
En 2012, las redes neuronales que utilizan una técnica llamada “aprendizaje profundo” se hicieron mucho más viables y rápidamente produjeron resultados mucho más impresionantes que las formas anteriores de IA. Esta revolución ha hecho que muchos en el mundo de la tecnología aclamen la llegada inminente de la IA superinteligente, al igual que las sectas milenaristas aclamaban la segunda venida de Cristo. Para ellos, esta tecnología milagrosa promete resolver todos nuestros problemas, por lo que sólo hay que abrazarla con entusiasmo. Esta “secta de la IA” incluye una subsecta de izquierdas, que espera que la tecnología “automatice” la necesidad de derrocar el capitalismo y nos dé lo que ellos llaman comunismo “totalmente automatizado”.
En general, sin embargo, la perspectiva de una IA superinteligente genera mucho más miedo que entusiasmo. Estas respuestas van desde la suposición generalizada de que la IA provocará una oleada de desempleo y desigualdad sin precedentes, hasta la idea de que la IA se establecerá como una especie de raza superior cruel, esclavizando a la humanidad, como se describe en películas como Terminator y Matrix. Aunque esta idea pertenece a la ciencia ficción, también está muy extendida.
La IA canaliza temores muy profundos, engendrados no por la tecnología en sí, sino por la sociedad capitalista y su alienación profundamente arraigada. En el capitalismo, la humanidad carece de control sobre su propia tecnología, debido a la anarquía del mercado. La tecnología no se utiliza para satisfacer las necesidades de la humanidad, sino para obtener beneficios, sin tener en cuenta los efectos a largo plazo. Por lo tanto, para comprender el efecto real que tendrá esta tecnología, es necesario entender cómo el capitalismo ha desarrollado la IA y cómo la utilizará.
La IA no es consciente
El temor popular a que la IA adquiera conciencia se basa en una idea muy parcial de lo que es la conciencia. Este punto de vista implica que la única diferencia entre un ordenador y una persona pensante es que un cerebro es de algún modo más potente y sofisticado que un ordenador, y que por tanto, fabricando ordenadores cada vez más potentes, algún día igualarán o incluso superarán las capacidades del cerebro, y por tanto serán conscientes.
En realidad, la forma de pensar de los humanos es muy distinta a la forma en que la IA procesa la información. El pensamiento humano se desarrolla sobre la base de la actividad práctica, social, dirigida a la satisfacción de las necesidades humanas. Formamos ideas que expresan las relaciones entre las cosas y, en particular, entendemos lo que es útil y significativo en estas relaciones, ya que necesitamos entender el mundo para sobrevivir en él.
Esto es precisamente de lo que carece incluso la IA más avanzada. En el mejor de los casos, la IA realiza una parte de lo que hace la inteligencia, es cierto que a veces a un nivel sobrehumano: recopila datos pasivamente, sin entender el contexto ni el verdadero propósito de la tarea que se le ha encomendado, y busca patrones. Pero estos patrones no son ideas que expliquen la necesidad de las cosas. No tiene ni idea de que los datos representan objetos reales relacionados entre sí y con propiedades objetivas. No tiene ni idea de por qué existen esos patrones ni de lo que significan.
Esto puede demostrarse fácilmente formulando preguntas de IA generadoras de imágenes o textos que requieran un conocimiento de la parte y el todo, y de sus relaciones mutuas, y entre estas partes y sus respectivos propósitos.
Si le pides que dibuje una bicicleta, dibujará una bicicleta muy precisa. Si se le pide que dibuje una rueda, dibujará una rueda. Pero si se le pide que dibuje una bicicleta y que etiquete las ruedas, simplemente dibujará una bicicleta con etiquetas sin sentido dispuestas aleatoriamente alrededor de la misma. No entiende que una rueda forma parte de una bicicleta, simplemente dibuja una forma con aspecto de rueda, sin entender nada de lo que ha dibujado. No entiende para qué sirve una bicicleta, y mucho menos qué valor tiene para nosotros.
Gary Marcus, profesor de ciencias neuronales y “escéptico de la IA”, pidió a una IA creadora de imágenes que dibujara un astronauta montado a caballo, y lo hizo bien. Pero cuando le pidió que dibujara un caballo montando a un astronauta, se limitó a dibujar otra imagen de un astronauta a caballo. No entiende las diferentes relaciones entre estas partes, sino que simplemente produce imágenes basadas en qué tipo de imagen tiende a asociarse con estas palabras. Tampoco tiene ni idea de lo que es realmente un astronauta, de lo difícil que es llegar a serlo, de por qué es absurdo que uno monte a caballo (por no hablar de que un caballo monte a un astronauta) ni de nada más sobre la imagen.
Es cierto que la IA más avanzada supera a los humanos en determinadas tareas. Pero si se examinan más de cerca, estos logros son frágiles y son precisamente el resultado del hecho de que la IA no es consciente ni está viva. AlphaGo logró una de las conquistas más famosas de la IA cuando venció al mejor jugador del mundo del juego Go en 2016. Esta IA “necesitó 30 millones de partidas para alcanzar un rendimiento sobrehumano, muchas más partidas de las que un humano podría jugar en toda su vida.”
Un ser humano nunca podría jugar a tantas partidas, no sólo porque nuestra esperanza de vida es limitada, sino porque nos aburriríamos y necesitaríamos comer, trabajar y hablar con la gente. Estas máquinas insensibles son tan poderosas porque se les puede hacer probar cosas una y otra vez y leer cantidades ingentes de texto, para que nos revelen patrones o formas útiles de hacer las cosas.
La relación entre conceptos es una parte increíblemente importante de la conciencia, pero se le escapa por completo a la IA. Dado que la IA no “piensa” en términos de conceptos generales, sino que extrae patrones de conjuntos de datos específicos, es propensa a un problema conocido como “sobreajuste”, que se produce cuando una IA ha perfeccionado su “comprensión” de una tarea concreta, pero no tiene capacidad para transferirla a algo mínimamente diferente.
Se entrenó a una IA para jugar a un videojuego sencillo, lo que podía hacer mejor que cualquier humano. Pero cuando el juego se rediseñó para que algunas partes se desplazaran solo un píxel, de repente se volvió inútil. Y aunque la victoria de AlphaGo en 2016 fue ampliamente anunciada, apenas se ha informado de que, desde entonces, el mismo programa ha sido derrotado constantemente por jugadores humanos aficionados que han descubierto cómo engañar a la IA. Curiosamente, estos mismos trucos fallan completamente cuando se utilizan con jugadores humanos de casi cualquier nivel. Lo que esto demuestra es que AlphaGo no entiende el Go en un sentido general, sino que ha sido entrenada a un nivel muy alto en una serie de tácticas para una tarea que no entiende.
Esto nos revela qué es realmente la IA que estamos desarrollando. El extraño debate sobre si la IA es, o llegará a ser, consciente, oscurece el hecho de que lo que realmente se está desarrollando es simplemente otra herramienta para mejorar las capacidades de los seres humanos. Que la IA supere con frecuencia las capacidades de los humanos en determinados campos no es prueba de que sea superinteligente, sino precisamente de que es una herramienta o máquina inconsciente. Al fin y al cabo, el objetivo de las máquinas siempre ha sido ser más potentes, más precisas, más rápidas que los humanos en determinadas tareas. Las calculadoras de bolsillo hace tiempo que superaron las capacidades de los humanos para sumar y restar, pero no son inteligentes ni conscientes.
La IA tiene muy poco que ver con la comprensión consciente. No es capaz de desear gobernar y oprimir a la humanidad. De hecho, no desea ni teme nada. ¿Cuál es entonces su verdadera importancia? ¿Cuál es el impacto real que tendrá en nuestra sociedad?
Potencial revolucionario
No cabe duda de que la IA ha dado saltos extraordinarios en los últimos diez años. El gran avance fue la capacidad de desplegar métodos de “aprendizaje profundo” gracias a los avances en hardware. Este método se había teorizado, y hasta cierto punto aplicado, de forma intermitente, durante varias décadas, pero las restricciones del hardware informático limitaban sus capacidades. En torno a 2012, esto cambió, sobre todo porque las unidades de procesamiento gráfico (GPU) habían avanzado lo suficiente como para provocar un salto cualitativo en las capacidades del aprendizaje profundo, que despegó entonces. Esta revolución ha dado lugar a una IA muy superior.
Este no es el lugar para explicar en profundidad cómo funciona exactamente el aprendizaje profundo. Todo lo que necesitamos entender es que, en general, aprende por sí mismo, más o menos desde cero, en lugar de tener principios lógicos diseñados de antemano por los humanos. A grandes rasgos, lo único que tienen que hacer los ingenieros es proporcionar el tipo de información adecuado, como imágenes con caras humanas (normalmente pre etiquetadas, aunque no necesariamente), y darle “incentivos” para identificar correctamente las imágenes, sonidos, etc.
La IA recibe miles o millones de datos y su “red neuronal” (llamada así porque refleja algunas de las características de las neuronas humanas) está diseñada para identificar, mediante niveles de abstracción, características generales o patrones en esos datos. Si se le alimentan imágenes con caras humanas, irá identificando las características más comunes de las caras (sin tener ni idea de lo que es una cara). Al principio, puede fijarse en la recurrencia de líneas verticales a una cierta distancia común entre sí (es decir, los dos bordes de la cara humana), luego abstraerá alguna otra característica. Cuanta más información reciba, más preciso será el patrón general que forme.
El poder de este método reside en su naturaleza no supervisada. Esto permite desarrollarlo y aplicarlo a una amplia gama de problemas con gran rapidez. Y lo que es más importante, también es la fuente de la gran precisión y las capacidades a menudo sobrehumanas que han empezado a mostrar las IA de aprendizaje profundo, porque estas IA pueden entrenarse con grandes cantidades de información específica, mucho más de lo que un ser humano podría jamás, lo que les permite identificar patrones en fenómenos que los seres humanos no pueden o tardarían mucho tiempo en comprender.
Muchas capacidades sobrehumanas de la IA ya se están desplegando en la sociedad. La capacidad de la tecnología para resolver problemas graves es real. Uno de los logros más celebrados ha sido AlphaFold, desarrollado por la filial DeepMind de Google.
La función y el comportamiento de las proteínas, que son esenciales para la vida y desempeñan una amplia gama de funciones biológicas, están determinados por su forma. Debido a su enorme complejidad, predecir con exactitud la forma que tendrá una proteína en función de su composición de aminoácidos es prácticamente imposible para un científico. Pero entrenar a los superordenadores de DeepMind con las formas de proteínas que conocemos (aproximadamente 170.000 de 200 millones de proteínas) durante un par de semanas, fue suficiente para que pudiera predecir, con una precisión muy alta, la forma (y por lo tanto la función) de las proteínas basándose únicamente en el conocimiento de sus aminoácidos.
DeepMind ha puesto su hardware a disposición gratuita de los biólogos de cualquier parte del mundo, y afirma que alrededor del 90 por ciento de los biólogos del mundo lo han utilizado desde entonces. Esta tecnología, en manos de científicos de todo el mundo, tiene un enorme potencial para acelerar el desarrollo de mejores fármacos y la comprensión de las enfermedades. Ya se ha utilizado para comprender mejor el Covid-19.
Otro “santo grial” de la ciencia que la última IA podría ayudar a hacer realidad es la fusión nuclear, el método largamente teorizado para producir grandes cantidades de energía limpia. La dificultad de la fusión reside en controlar y mantener las inmensas temperaturas necesarias, algo que implica muchos parámetros, como la forma del reactor. Se trata de una tarea perfectamente adaptada al aprendizaje profundo, ya que el enorme número de variables puede ajustarse de un número prácticamente infinito de maneras, por lo que encontrar manualmente la configuración óptima podría llevar una cantidad de tiempo casi infinita.
Y, de hecho, DeepMind fue capaz de entrenar una IA con datos relevantes. Su IA ejecutó millones de simulaciones de reactores de fusión con diferentes ajustes para determinar qué configuraciones podrían alcanzar el nivel deseado de calor y estabilidad, un paso que fue reconocido como significativo. Si este tipo de inteligencia artificial ayuda a conseguir la aplicación práctica de la fusión nuclear en la sociedad, será un gran avance que proporcionará grandes cantidades de energía limpia al mundo.
DeepMind ha colaborado con el Moorfields Eye Hospital de Londres para descubrir patrones biológicos ocultos, cuya presencia en una persona indica que es muy probable que desarrolle más adelante un determinado problema de visión. Esto permite a los médicos tratar las enfermedades antes de que aparezcan y causen daños, lo que no solo sería beneficioso para los pacientes, sino que también podría ahorrar una gran cantidad de recursos médicos.
En general, en lo que destaca la IA más reciente es en el reconocimiento de patrones muy avanzados y la predicción a partir de ellos. Puede y debe aplicarse a todo tipo de actividades para descubrir formas más eficientes de organizar la producción.
Se pueden ahorrar grandes cantidades de energía permitiendo que la IA analice los patrones de uso de la energía en un edificio o complejo de edificios y, a partir de ahí, descubra una forma más eficiente de funcionar. Los diseños de todo tipo de cosas, como los aviones, pueden hacerse más eficientes, ahorrando energía y otros costes. Si esto se aplicara sistemáticamente a todos los ámbitos de los servicios públicos, y a la economía en su conjunto, se podría lograr un impulso masivo de los ingresos y un ahorro de energía.
La capacidad del aprendizaje profundo para reconocer patrones complejos y predecir cosas cuando faltan algunos datos también tiene un enorme potencial para desarrollar la creatividad de la humanidad. Un ejemplo claro y ya existente (aunque requiere muchas mejoras) es el de la traducción automática. Ya se da el caso de que cualquier persona con conexión a Internet puede traducir instantáneamente un texto largo con razonable precisión, dando acceso a las ideas de millones de personas más. Esto se debe a que la IA de aprendizaje profundo puede entrenarse con grandes cantidades de datos de comparaciones lingüísticas, puede identificar correlaciones entre palabras y frases en diferentes idiomas y, por tanto, predecir de forma fiable qué palabra o frase en el otro idioma significa lo mismo. El mismo principio está haciendo posibles las traducciones de audio casi instantáneas, de modo que uno puede ponerse un auricular, escuchar a alguien hablar en un idioma extranjero y oír una traducción en directo de lo que se está diciendo.
Microsoft ya ha desarrollado un dispositivo que permite a las personas con pérdida de visión que una aplicación les narre el mundo. Así, si apuntas con la cámara a un objeto, puede leer su etiqueta. Supuestamente, incluso puede decirte a cuál de tus amigos estás mirando y cuál es su expresión facial. Sin duda, esta tecnología en su forma actual es poco fiable y engorrosa, pero seguramente mejorará rápidamente. El potencial de liberar a las personas para que realicen diversas tareas por sí mismas es, sin duda, enorme.
Incluso los secretos de los antiguos están siendo descubiertos por la IA. Utilizando una tecnología muy similar a la del texto predictivo, DeepMind ha sido capaz de ayudar a los arqueólogos a descifrar escritos antiguos en los que faltaban partes del texto o que, por otras razones, no se entendían. Siempre que sea posible alimentar a la IA de aprendizaje profundo con suficientes datos relativos a un misterio concreto, hay muchas posibilidades de que el misterio pueda resolverse gracias al poder de la IA para descubrir patrones ocultos.
No cabe duda de que, cuando se trata de ayudar a la creatividad humana, las perspectivas que abren robots como ChatGPT y Dall-E son de lo más prometedoras. Basándose en la enorme cantidad de datos visuales (en el caso de Dall-E y otras IA productoras de imágenes) y lenguaje escrito disponible en Internet (en el caso de “chatbots” como ChatGPT), estas IA pueden crear casi instantáneamente nuevas imágenes y textos en respuesta a una indicación del usuario.
Al agregar todas las imágenes etiquetadas, por ejemplo, como “gato” en Internet, o todas las obras de un artista concreto, Dall-E detecta patrones distintivos, como la forma en que el pelo de un gato responde a la luz exterior, o las tendencias de un artista concreto. Esto le permite producir “creativamente” una nueva imagen de un gato en una situación específica, como “un gato pintado al estilo de Van Gogh”. ChatGPT puede, por las mismas razones, escribir instantáneamente un poema al estilo de Hamlet, sobre cualquier tema que nos apetezca, con una competencia asombrosa.
El potencial de estas tecnologías para desarrollar el poder de la creatividad humana es notable. La IA de creación de imágenes ofrece a artistas y creadores de guiones gráficos la posibilidad de iterar rápidamente las ideas. Las imágenes creadas tienden a ser algo genéricas, ya que se basan en la agregación de imágenes existentes, pero la capacidad de combinar tipos (“un gato en un cuadro de Van Gogh”, “un partido de fútbol jugado en una ciudad ciberpunk”, etc.) en muchas imágenes nuevas de alta calidad, es claramente muy útil para quienes necesitan idear prototipos o pruebas de concepto.
Del mismo modo, las IA productoras de texto como ChatGPT pueden ayudar a cualquiera a redactar rápidamente textos coherentes para cualquier necesidad. De hecho, puede incluso ayudar a los programadores a escribir código. Ya lo hace tan bien que personas sin formación alguna en programación podrán crear sitios web e incluso software operativo, como videojuegos. Lo único que tendrían que hacer es escribir, en lenguaje natural, lo que quieren que haga y parezca su sitio web o software, y la IA escribirá el código para producir el efecto deseado.
Es difícil exagerar el potencial revolucionario de esta tecnología, cuando se utiliza de la forma adecuada para los fines adecuados.
Los grilletes del capitalismo
Marx explicó que un sistema social dado proporciona un marco para el desarrollo de las fuerzas productivas. Pero, en una determinada fase, las fuerzas productivas superan las relaciones de producción en las que deben operar y, por lo tanto, estas relaciones de producción se convierten en un obstáculo para el desarrollo ulterior. El modo de producción capitalista ha favorecido un inmenso desarrollo de las fuerzas productivas, muy por encima del nivel de la sociedad feudal, pero ya hace algún tiempo que se ha convertido en un obstáculo. Por eso la inversión y el aumento de la productividad son tan crónicamente bajos, a pesar de la creación de nuevas tecnologías increíbles.
La IA, y otras tecnologías digitales como Internet, representan medios de producción demasiado avanzados para que el capitalismo pueda utilizarlos adecuadamente. Esto se debe a que el capitalismo se basa en la producción para el lucro privado. Si no se puede obtener beneficio de una inversión potencial, esta no se realizará. Y el beneficio sólo puede obtenerse explotando la fuerza de trabajo de los trabajadores y vendiendo los productos de ese trabajo en el mercado.
Tecnologías como Internet y la inteligencia artificial ponen en tela de juicio este proceso, ya que emplean un alto grado de automatización. Por ejemplo, Internet permitió copiar y compartir grandes cantidades de información con gran rapidez y sin apenas esfuerzo. Cualquiera podía compartir una película o una pieza musical con un número incalculable de personas en todo el mundo, sin pérdida de calidad y sin esfuerzo. Por esta razón, la existencia de Internet hizo que una de las partes clave de las industrias de la música y el cine -la copia y distribución de grabaciones- se volviera esencialmente redundante de la noche a la mañana.
Esto planteaba un enorme problema a esta rama del capitalismo: ¿cómo podían seguir obteniendo beneficios cuando cualquiera podía hacerse con una copia de un álbum de forma gratuita? Los capitalistas han intentado resolver este problema simplemente criminalizando el intercambio de archivos multimedia en línea y creando una serie de servicios de streaming, cada uno con un monopolio sobre su “propio” material, por el que los espectadores/oyentes deben pagar un alquiler perpetuo. Esta solución ha sido razonablemente eficaz para salvaguardar los beneficios de las empresas, pero desde cualquier otro punto de vista es una traba irracional tanto para la distribución como para la producción de obras creativas, que sólo sirve para impedir que aprovechemos el potencial de nuestra propia tecnología.
Del mismo modo, las últimas tecnologías de IA amenazan con reducir el valor en la economía capitalista de un amplio abanico de profesiones e industrias. Si, por ejemplo, una IA puede producir instantáneamente gran parte de la escritura y las imágenes utilizadas en las publicaciones, y si los autores pueden producir ideas para las tramas tan rápidamente, el valor de su trabajo se reducirá enormemente. Y si la formación y la destreza necesarias para que los trabajadores produzcan estos productos se reducen a teclear meras instrucciones, el valor de su fuerza de trabajo también se reducirá drásticamente.
En una sociedad socialista esto no sería necesariamente malo. El artista, por ejemplo, no tendría miedo de los poderes de la IA para producir “obras de arte” en un momento dado, ya que el arte no se produciría para obtener beneficios, o como medio de vida. El arte perdería su vínculo fetichista con la propiedad privada y se produciría por sí mismo, o mejor dicho, por el bien de la sociedad. Sería una expresión genuina de las ideas y el talento de las personas, y una forma de comunicarse. Como tales, las obras genéricas de la IA no serían una amenaza, sino herramientas auxiliares para el artista.
En el capitalismo, sin embargo, la existencia del artista es precaria y está subordinada a los caprichos del mercado. Debe proteger celosamente su derecho exclusivo a la venta de sus obras de arte, pues de lo contrario corre el riesgo de ver destruido su medio de vida.
Lejos de liberar a la humanidad, la IA bajo el capitalismo sólo exacerbará su tendencia inherente hacia el monopolio y la desigualdad. La mejor IA para generar imágenes, texto y para resolver problemas, es y seguirá siendo desarrollada por enormes monopolios como Google y Microsoft, con los mejores ingenieros, el mejor hardware y las mayores bases de datos. Utilizarán su posición monopolística para obtener beneficios monopolísticos, por supuesto, y las ventajas de la tecnología, a saber, acelerar y abaratar la producción, serán utilizadas por otras empresas para despedir a algunos trabajadores y reducir los salarios de otros.
Esta tecnología también se está utilizando ya para acelerar los ritmos de trabajo, y aumentar así la tasa de explotación de otra manera. Existen cámaras y otros sensores capaces de controlar de forma barata y eficaz el proceso laboral de miles de trabajadores, disciplinándolos para que produzcan más por el mismo salario.
Amazon es notorio por esto, y con razón: “en 2018, la compañía tenía dos patentes aprobadas para un rastreador de pulsera que emite pulsos de sonido ultrasónico y transmisiones de radio para monitorear las manos de un recolector en relación con el inventario, proporcionando “retroalimentación háptica” para “empujar” al trabajador hacia el objeto correcto.” A medida que la vigilancia automatizada avance y se abarate, se extenderá por toda la economía, aumentando el estrés y la alienación de los trabajadores en todas partes.
El capitalismo se apodera de una tecnología revolucionaria cuyo verdadero potencial es armonizar y racionalizar la producción y potenciar las capacidades creativas de la humanidad, y en su lugar la utiliza para disciplinar aún más al trabajador, para arrojar a más trabajadores al desguace, para precarizar aún más la existencia del artista y para concentrar cada vez más poder en manos de gigantescas corporaciones. Así pues, el efecto no será el de aportar estabilidad y abundancia a la economía, sino el de agudizar los antagonismos y la desigualdad de la sociedad.
Al monopolizar aún más la economía, reducir aún más los salarios y concentrar cada vez más riqueza en menos manos, la IA bajo el capitalismo exacerbará la anarquía del mercado.
Esto ya se ha visto en la actual crisis económica. Durante la pandemia, los patrones de consumo cambiaron, lo que provocó un gran aumento de los pedidos de empresas como Amazon. Amazon utiliza mucho la IA en su modelo de previsión, Tecnología de Optimización de Cadenas de Suministro (SCOT por sus siglas en inglés). SCOT se limitó a observar los patrones de consumo, sin entender qué estaba causando estos nuevos patrones. En consecuencia, recomendó a Amazon comprar miles de millones de dólares más de capacidad de almacenamiento para hacer frente al aumento de la demanda.
Pero cuando los confinamientos terminaron inevitablemente, la demanda de productos de Amazon se desplomó. Como resultado, Amazon tiene ahora demasiado espacio de almacén y demasiados artículos sin vender, lo que a su vez ha provocado despidos y descuentos. En lugar de eliminar el despilfarro y la sobreproducción, el uso de la IA para aumentar los beneficios de los monopolios ha empeorado la situación.
No es de extrañar que, a pesar del asombroso potencial que la IA ofrece a la humanidad, muchos vivamos temiéndola. ¿Qué revela este miedo generalizado a la IA? Muy poco sobre la tecnología en sí, pero mucho sobre las extrañas contradicciones de la producción capitalista. En el capitalismo, precisamente los logros más elevados del pensamiento humano, las tecnologías más maravillosas con el potencial de eliminar los males de la pobreza y la ignorancia, son las mismas cosas que amenazan con provocar más pobreza.
Tememos ser esclavizados por una inteligencia artificial impersonal, fría y calculadora, pero ya estamos subordinados a las fuerzas impersonales, ciegas e inconscientes del mercado, que también es frío y calculador, pero no muy inteligente ni racional.
Una tecnología hecha para planificar
El uso de la IA para aumentar la explotación capitalista es un despilfarro trágico y criminal. Difícilmente podría imaginarse una tarea más adecuada para la IA que la de planificar una economía complicada para satisfacer las necesidades de la mayoría. Con tecnologías modernas como los sensores, ya es posible automatizar la logística, como ha demostrado Amazon.
En su inmenso complejo de vastos almacenes, Amazon utiliza IA y robots para planificar eficientemente qué artículos deben ir adónde, y en qué cantidades. No hay ninguna razón por la que los sensores no puedan integrarse en el conjunto de la economía para proporcionar datos en tiempo real sobre lo que se consume, y en qué proporciones, dónde, y qué equipos corren peligro de averiarse y, por tanto, deben repararse a tiempo. El gigante alemán del software SAP ya ha desarrollado una aplicación basada en IA llamada HANA, que utilizan empresas como Walmart para planificar todas sus operaciones de forma armoniosa utilizando datos en tiempo real.
Alimentando a la IA de aprendizaje profundo con estos datos, sería más que capaz de diseñar, junto a comités elegidos, un plan a largo plazo para la economía, que maximizaría la eficiencia para satisfacer finalmente las necesidades de la humanidad, para que nadie tenga que pasar hambre o quedarse sin hogar, o temer por su puesto de trabajo. De este modo, podrían eliminarse enormes cantidades de despilfarro y acortar rápidamente la semana laboral. La IA no sólo sería muy útil para elaborar y adaptar un plan de este tipo, sino que también ayudaría a las personas implicadas en la planificación a ver más allá de los prejuicios o limitaciones que puedan existir en su forma de pensar.
Evidentemente, esta IA tendría que ser supervisada por personas: sólo sería una herramienta a su servicio. No podría responder a preguntas como qué tipo de arquitectura debería desarrollarse, cómo deberían ser nuestras ciudades, etc. Pero sus conocimientos sobre las pautas de una economía y la mejor manera de economizar la producción serían indispensables.
Este es el potencial de los últimos avances en tecnología de IA. Tenemos a nuestro alcance la tecnología necesaria para introducir armonía en la producción, para eliminar los excesos derrochadores, la codicia, la irracionalidad y la miopía del sistema capitalista. Podríamos utilizarla para dar a toda la humanidad no sólo las cosas que necesita para vivir bien, sino el poder de crear obras de arte, o de rediseñar y mejorar su propio hogar, lugar de trabajo o barrio. De este modo, la construcción de una sociedad socialista libre de toda escasez y distinción de clases sería más rápida e indolora.
Este poder está al alcance de nuestra mano, pero se nos escapa de las manos porque, contrariamente a lo que muchos imaginan, su uso no viene determinado automáticamente por la propia tecnología, sino por el modo de producción en el que vivimos.
Mientras vivamos bajo el capitalismo, será el capitalismo el que determine cómo se desarrolla y utiliza la IA, no el mero potencial de la tecnología. Por eso las predicciones de que la IA y la automatización acabarán con la explotación y la anarquía del capitalismo son la promesa de un falso amanecer. La IA, por muy avanzada que sea, no puede hacer el trabajo de liberar a la humanidad del capitalismo por nosotros. Y por muy irracional que se haya vuelto, el capitalismo será defendido sin piedad por la clase capitalista.
La única fuerza que puede combatir esto es la única que tiene interés en hacerlo, es decir, la clase obrera. Es el hecho de que la clase obrera esté interesada en alcanzar el socialismo lo que le permite comprender tanto la necesidad como los medios para lograrlo.
Sólo cuando hayamos derrocado definitivamente el capitalismo para poder someter la economía a una planificación consciente y racional, podrán la IA y otros avances tecnológicos florecer en todo su potencial como la herramienta más maravillosa y general de desarrollo humano jamás ideada. Como León Trotsky dijo tan poéticamente:
La técnica liberó al hombre de la tiranía de los viejos elementos: la tierra, el agua, el fuego y el aire para someterle inmediatamente a su propia tiranía. El hombre deja de ser esclavo de la naturaleza para convertirse en esclavo de la máquina y, peor aún, en esclavo de la oferta y la demanda. La actual crisis mundial testimonia, de una manera particularmente trágica, cómo este dominador altivo y audaz de la naturaleza permanece siendo el esclavo de los poderes ciegos de su propia economía. La tarea histórica de nuestra época consiste en reemplazar el juego incontrolable del mercado por un plan razonable, en disciplinar las fuerzas productivas, en obligarlas a obrar en armonía, sirviendo así dócilmente a las necesidades del hombre.