Las elecciones presidenciales del 7 de Octubre, que el presidente Chávez ganó de nuevo con el 55% de los votos, demostraron la vitalidad que todavía tiene la revolución bolivariana en Venezuela. En ese contexto, el intento de la oligarquía de utilizar los problemas de salud del Chávez para sacarle de la presidencia han tenido el efecto contrario, el de reactivar la fúria revolucionaria de las masas. Sin embargo, a 14 años de la victoria electoral de 1998, la revolución venezolana no ha sido completada y se enfrenta a una serie de importantes desafíos en éste año 2013.
En primer lugar hay que explicar el contexto de las elecciones del 7 de Octubre y el significado de esa victoria. Con cerca del 98% de los votos escrutados, Chávez recibió 8.062.056 votos, y el candidato de la oligarquía y del imperialismo Henrique Capriles, 6.468.450 votos. La participación fue un sorprendente 81%, superando incluso el récord anterior de las elecciones presidenciales de 2006 que tuvo una participación del 74%. Esto demuestra el carácter extremadamente polarizado de esta campaña, en la que ambos bandos movilizaron a todos sus partidarios. Una de las características principales de la jornada electoral fue precisamente el nivel masivo de participación. La campaña bolivariana había hecho un llamamiento popular para levantarse temprano e ir a votar, a fin de lograr un resultado tan claro que se anticipara a cualquier intento de la oposición reaccionaria de gritar fraude. En el momento de abrirse las mesas electorales a las 6 de la mañana, ya había largas colas de gente esperando para emitir su voto, y la situación se mantuvo así durante todo el día. Algunos centros de votación que quedaron abiertos hasta las 8.30 de la tarde, dos horas y media después de la hora establecida para su cierre para poder atender a todos los que querían votar.
La elección presidencial fue ciertamente la elección entre dos modelos. Aunque la campaña de Chávez comenzó en una línea muy suave con la consigna “Chávez es el corazón de Venezuela”, luego se hizo más radical y se llenó de un contenido de clase claro. En las últimas semanas de la campaña, Chávez se concentró en la denuncia de un documento escrito por un número de consejeros económicos de la campaña de Capriles que revelaba su verdadero plan. El documento era básicamente un paquete de austeridad masiva, incluyendo recortes en el gasto social, ataques a las jubilaciones, a los derechos laborales, etc.
Chávez advirtió correctamente de que la aplicación de dicho plan conduciría a la guerra civil (como ocurrió en 1989, cuando Carlos Andrés Pérez aplicó un paquete de recortes a instancias del FMI). En su enorme mitin de cierre, que atrajo probablemente a más de dos millones de personas, explicó que “en 1989 se inició la revolución mundial en las calles de Caracas, que ahora ha llegado a las calles de Grecia, España, Portugal y del resto del mundo.”
La reciente ola de protestas en Grecia, Portugal, y sobre todo en España, jugó un papel en la movilización de las masas bolivarianas de trabajadores, campesinos y pobres. Sabían que, más allá de la retórica de un candidato “joven de centro-izquierda”, Capriles representa los mismos ataques brutales contra las masas que Rajoy ha aplicado en España. El efecto se multiplica debido a que en Venezuela ha habido importantes logros reales de la revolución que han elevado el nivel de vida de la mayoría, en su acceso a la atención sanitaria, a la educación, y ahora también a la vivienda. Es de destacar que mientras que en España por ejemplo, se han producido 350.000 ejecuciones hipotecarias en dos años, en Venezuela en el mismo tiempo, la Gran Misión Vivienda ha entregado la misma cantidad de viviendas a familias que las necesitaban. El plan es construir otras 350,000 en el año 2013.
El hecho de que Capriles tuviera que ocultar su verdadero programa y se presentara a sí mismo como un socialdemócrata al estilo Lula, es un indicio del enorme giro a la izquierda del conjunto de la opinión pública venezolana en los últimos 14 años de revolución bolivariana. La única posibilidad de la oposición de ganar las elecciones pasaba por conseguir engañar al pueblo haciéndole creer que Capriles era partidario de los programas sociales de la revolución. Pero el pueblo no se dejó engañar.
A pesar de todas las críticas que existen entre las bases bolivarianas hacia los burócratas y arribistas que dominan las altas esferas del movimiento y las gobernaciones y municipios locales, las masas se movilizaron, una vez más, por la amenaza de que la contrarrevolución diera un avance decisivo. Vale la pena señalar que medio millón de votos al presidente Chávez fueron a través de la boleta del Partido Comunista, una pequeña expresión de ese ambiente crítico.
La victoria del 7 de Octubre sentó las bases para una nueva derrota de la oposición oligárquica en las elecciones regionales del 16 de diciembre. La base social de la oposición se había creído la propaganda de los medios de que Capriles tenía posibilidades de ganar y quedó fuertemente desmoralizada ante la magnitud de la derrota. Chávez ganó las presidenciales en 21 de los 23 Estados del país.
El hecho de que hubieran perdido incluso en estados importantes con gobernadores opositores como Zúlia y Carabobo preparó el terreno para la victoria bolivariana del 16 de diciembre.
Chávez se somete a una nueva intervención en Cuba
Las elecciones regionales fueron precedidas por el anuncio por parte de Chávez el 8 de diciembre de que tenía que someterse de nuevo a una intervención quirúrgica en Cuba. Añadió además que en caso de que él quedara inhabilitado para seguir ejerciendo, recomendaba a Nicolás Maduro como su sustituto para unas posibles elecciones presidenciales.
El anuncio fue una sorpresa para las masas bolivarianas. Esta fue la primera vez que Chávez habló sobre la elección de su sucesor en la dirección de la revolución. Decenas de miles de venezolanos salieron el día siguiente a las calles, llenando las plazas Bolívar de cada pueblo y ciudad para mostrar su apoyo al presidente.
La oligarquía venezolana y el imperialismo se lanzaron inmediatamente sobre este anuncio con un apresuramiento indecente para tratar de deshacerse de Chávez. Argumentaron que, según el artículo 234 de la Constitución, en caso de ausencia temporal del presidente, el vicepresidente Maduro debía asumir la presidencia. En realidad, ese artículo no rige en éste caso, ya Chávez ha utilizado la disposición del artículo 235 de la Constitución para solicitar la autorización de la Asamblea Nacional para ausentarse del país por más de 5 días.
Detrás de estos argumentos legalistas, y todos los que usaron luego en enero, está claro que el objetivo de la oposición es sacar a Chávez de su cargo, con la esperanza de que no pueda regresar al mismo.
Hay una buena razón por la que la oligarquía y el imperialismo están tan obsesionados con la figura de Chávez: él juega un papel clave en la revolución bolivariana. Existe una relación casi simbiótica entre el presidente y las masas bolivarianas, que son la fuerza motriz de la revolución. Chávez siempre se ha mostrado sensible a las presiones de abajo y las masas lo consideran como uno de los suyos.
Esto está en marcado contraste con muchas de las otras figuras dirigentes del movimiento bolivariano, ministros, gobernadores, alcaldes, etc. Ninguno de ellos tiene ni siquiera una fracción de la autoridad moral y política que comanda Chávez entre la clase obrera y los pobres que son la base de apoyo a la revolución. Muchos son vistos como corruptos arribistas que obtienen un lucro personal de su pretendida lealtad al movimiento bolivariano. Mientras que el pueblo revolucionario, los trabajadores, los campesinos y los pobres salieron a las calles contra el golpe de Estado en abril de 2002, muchos de los gobernadores “bolivarianos” de los estados juraron lealtad al nuevo gobierno golpista ilegítimo de Carmona, sólo para cambiar rápidamente de bando de nuevo cuando las masas derrotaron el golpe. En estados importantes como Aragua, Lara, Monagas y otros, hemos visto gobernadores “bolivarianos” abandonar el barco (saltar la talanquera) y unirse a la oposición reaccionaria.
La burocracia en las instituciones estatales, en muchos casos actúa como una barrera frente a la iniciativa revolucionaria de las masas. En muchas ocasiones, los trabajadores y los pobres han llegado directamente a Chávez por encima de las cabezas de ministros y gobernadores para conseguir sus reivindicaciones. Sólo para dar un ejemplo, está la heroica lucha de los trabajadores de SIDOR, contra el gobernador regional Rangel, quien envió a la Guardia Nacional a reprimirlos, y contra el entonces Ministro de Trabajo Ramón Rivero, y en la que finalmente consiguieron que Chávez decretara la expulsión de la multinacional y la renacionalización de esta planta siderúrgica clave en Guayana. Rivero también perdió su puesto como consecuencia de la victoria de los trabajadores.
Luego, los trabajadores de las industrias básicas de Guayana exigieron que se introdujera el control obrero, de nuevo con la oposición declarada de los gerentes, directores y ministros. Finalmente Chávez convocó una reunión para establecer el Plan Guayana Socialista y accedió a las demandas de los trabajadores, con la designación de una serie de “presidentes-trabajadores” en las empresas estatales clave de la industria básica en la región.
Hay muchos otros ejemplos como este que han solidificado la relación entre el presidente y las masas revolucionarias y al mismo tiempo han fortalecido una corriente profundamente arraigada de sospecha y desconfianza hacia los burócratas y reformistas de la cúpula del movimiento.
La clase dominante y el imperialismo están calculando que si bien Chávez es “impredecible” (lo que significa que es muy capaz de tomar decisiones audaces y asestar golpes contra sus intereses), cualquiera que lo reemplace será más fácil de derrotar en las elecciones y al mismo tiempo más susceptible de ser presionado por la opinión pública burguesa hacia la conciliación y las concesiones. El chavismo sin Chávez, ellos piensan, perdería su filo revolucionario, llegando a ser mucho más seguro para los intereses de la propiedad privada.
Las elecciones regionales del 16 de diciembre
Finalmente, en este contexto de preocupación por la salud del presidente, los candidatos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ganaron las elecciones para gobernador el 16 de diciembre en 20 de los 23 estados del país, incluyendo cinco que estaban gobernados por la opositora MUD (Mesa de Unidad Democrática). El único consuelo de la oposición reaccionaria fue que mantuvo el importante estado Miranda, donde su candidato presidencial derrotado Henrique Capriles Radonski venció al ex vicepresidente Elías Jaua.
Los candidatos bolivarianos ganaron por amplio margen en Apure (62% a 23%, y otro candidato revolucionario 14%), Cojedes (62 – 37), Delta Amacuro (75 – 22), Falcón (50 – 36 y otro candidato revolucionario 11), Guárico (73 – 26), Portuguesa (53 a 21, con otro candidato revolucionario recibiendo el 23%), Sucre (59 – 36), Trujillo (81 a 17), Yaracuy (60-38) y Vargas (73 – 25).
Muy significativas fueron las victorias de los candidatos del PSUV en 5 estados que estaban gobernados por la oposición. Esto incluyó Zulia, el estado más poblado del país que ha sido gobernado por la oposición desde el año 2000; el estado industrial clave de Carabobo, el tercero más poblado del país que estaba gobernado por el representante de la máxima familia oligarca local y una figura destacada de la oposición, Salas Feo; y Táchira, en la muy estratégica región fronteriza con Colombia. En Monagas, rico en petróleo, la candidata del PSUV Yelitze Sanataella derrotó a José Gregorio “Gato” Briceño, el gobernador local elegido en su momento dentro del movimiento bolivariano y que saltó la talanquera pasándose a la oposición.
En Nueva Esparta (Isla Margarita), el gobernador opositor Morel Rodríguez, quien había gobernado desde el 2004, fue derrotado claramente por el candidato del PSUV con un 54% frente a un 45%. Los dos únicos estados donde la oposición ganó en las elecciones presidenciales del 7 de octubre (Mérida y Táchira) fueron ganados por los candidatos del PSUV en esa contienda.
Mientras tanto, la oposición ganó en el estado escasamente poblado de Amazonas, donde el gobernador había sido elegido anteriormente dentro del campo bolivariano (Patria Para Todos) pero se sumó a la oposición y renovó su mandato el domingo. Las únicas victorias significativas para la oposición fueron en Lara, donde el gobernador Henri Falcón, había sido elegido originalmente en las listas de PPT con el apoyo de Chávez y ahora ganó ante el candidato del PSUV, Reyes Reyes (56 – 43) y Miranda donde, como hemos dicho, Capriles Radonski batió a Elias Jaua (52-47). Incluso en este caso, el PSUV tendrá la mayoría en el consejo legislativo del estado.
Pero las elecciones regionales también revelaron la profundidad del descontento entre las bases revolucionarias hacia arribistas, burócratas y reformistas en la dirección del movimiento bolivariano. En el caso del estado andino de Trujillo, el gobernador “bolivariano” Cabezas se volvió tan impopular que tuvo que ser sustituido como candidato por el presidente Chávez, ya que estuvo a punto de darse una sublevación entre las masas revolucionarias del estado cuando la decisión de volverlo a presentar fue anunciada.
El nuevo candidato del PSUV, Rangel Silva, fue visto como más cercano a la voluntad del pueblo y consiguió una aplastante victoria de 81% frente al 17% de la oposición.
Este mismo descontento llevó a la presentación de candidatos revolucionarios alternativos por parte del Partido Comunista en 4 estados (Amazonas, Portuguesa, Mérida y Bolivar), todos ellos manifestando su apoyo al presidente Chávez y a la revolución bolivariana, y en un grado u otro posicionados a la izquierda de los candidatos oficiales del PSUV. Todos fueron presentados por el Partido Comunista, a pesar de que el PCV apoyó a los candidatos del PSUV en todos los demás estados. En diferentes estados estos candidatos del PCV fueron apoyados por diversas fuerzas, como los Tupamaros, la Corriente Revolucionaria de Venezuela (CRV), etc. Además de los candidatos presentados por el PCV hubo también candidatos bolivarianos alternativos en Apure (dónde el candidato MEP-Tupamaro consiguió un 14%), en Falcón (Oswaldo R. León 11%).
En el estado andino de Mérida, el ex gobernador del estado Porras obtuvo un respetable 10% de los votos, en Amazonas, Gregorio Mirabal obtuvo un modesto 5%, mientras que en Portuguesa, el candidato alternativo del PCV obtuvo el 24% de los votos, relegando al candidato de la oposición al tercer lugar (con 21%).
Tal vez el reto más importante por la izquierda a un candidato oficial del PSUV era Bolívar, el estado sureño que es la sede de las industrias básicas estatales (aluminio, acero, etc.) Aquí, el PCV presentó a Manuel Arciniega que recibió poco más del 8% de los votos. Arciniega fue visto como el candidato que defendía a los trabajadores de las industrias básicas y su experiencia de control obrero, contra el actual gobernador “bolivariano”, Rangel Gómez, quien ha jugado un papel clave en la destrucción del Plan Guayana Socialista y en la eliminación de los trabajadorespresidentes en estas empresas. Rangel también fue uno de esos tránsfugas oportunistas que durante el golpe de abril 2002 brevemente se cuadraron con el presidente golpista Carmona, mientras parecía que tenía la sartén por el mango, para jurar lealtad a Chávez y a la revolución una vez que el golpe fue derrotado por las masas.
La campaña de Arciniega tocó la fibra sensible de un sector importante de los trabajadores industriales avanzados de la región. En el municipio Caroní, donde viven la mayoría de ellos, Arciniega recibió el 10% de los votos, con picos de 16% en la Parroquia Chirica y Parroquia Once de Abril, el 15% en Vista al Sol, y 12% en Pozo Verde y Yocoima. Estas son las parroquias con mayor concentración de trabajadores de la corporación de industrias básicas CVG y de sus familias. Durante la campaña también se llevó a cabo una concentración de miles de trabajadores en los portones de la enorme planta siderúrgica de SIDOR. Finalmente Rángel revalidó la gobernación por un margen muy estrecho.
Los resultados de estos candidatos revolucionarios alternativos mostraron la existencia de sectores avanzados de las masas y los activistas que apoyan decididamente el presidente porque lo ven como la representación de la revolución, pero están igualmente contra los burócratas y reformistas disfrazados de “revolucionarios”, precisamente porque no representan a la revolución.
La ausencia de Chávez el 10 de enero
El 10 de Enero era la fecha en la Chávez debía juramentarse como Presidente re-electo de Venezuela. Sin embargo, con la proximidad de ese día y las complicaciones que había sufrido en su recuperación de la cirugía que le habían realizado en Cuba, cada vez fue quedando más claro que no podría asistir. Desde el comienzo del año, e incluso antes, la derecha venezolana había desatado una campaña sañuda y repugnante de rumores y mentiras acerca del auténtico estado de salud del presidente Chávez, con el objetivo de sacarlo de la presidencia.
Intentaron utilizar todo tipo de trucos legales para decir que si Chávez no tomaba posesión el 10 de enero entonces todo su gobierno era ilegítimo y usurpador, etc. En el colmo del cinismo se presentaban como “defensores de la Constitución”. Estas son las mismas damas y caballeros que primero se opusieron a la Constitución Bolivariana de 1999, movilizándose contra ella, quemando copias de la misma en sus manifestaciones y luego, en la primera oportunidad que tuvieron durante el breve golpe de estado en abril de 2002, la abolieron. Ahora, su única preocupación parecía ser que la Constitución Bolivariana “debe ser respetada”. A ellos se unió en este coro de hienas la Conferencia Episcopal Venezolana – que también desempeñó un papel clave en el apoyo al golpe de abril 2002.
Su campaña histérica y repugnante (sin el menor atisbo de compasión humana por un hombre que estaba enfermo recuperándose de una intervención quirúrgica) fue acompañada por una agudización del sabotaje y el acaparamiento de productos alimentarios básicos.
Una vez más el látigo de la contra-revolución azuzó el espíritu revolucionario de las masas. El 5 de enero, decenas de miles de personas se concentraron en la Asamblea Nacional, convocados desde abajo y espontáneamente, para mostrar su repudio a la campaña de la oligarquía. Para el 10 de enero nuevamente decenas de miles marcharon al Palacio de Miraflores para mostrar su apoyo al presidente Chavez, que por motivos de salud no podía estar presente en la juramentación, y a la revolución bolivariana. De manera simbólica, fue el pueblo revolucionario el que juró el cargo ese día, con la consigna de “yo soy Chávez”.
En los días siguientes el gobierno, con la ayuda de la inteligencia popular, dio una serie de golpes certeros a los acaparadores, confiscando en apenas una semana más de 3.000 toneladas de alimentos básicos en almacenes y galpones en todo el país.
El ambiente entre la base revolucionaria era claro: la oposición, una vez más, quiere robarles sus votos con los que dieron a Chávez una clara victoria el 7 de octubre, y no van a permitir que lo hagan. Un activista revolucionario de los consejos comunales del revolucionario barrio 23 de Enero lo expresaba de la siguiente manera al ser entrevistado durante la manifestación del 5 de enero: “El pueblo de Venezuela continuará marcando el ritmo de esta Revolución, incluso si se pierde el liderazgo “, y añadió que en este escenario “el pueblo, las clases oprimidas tomaría las riendas” para continuar adelante.
La revolución en una encrucijada
Lo cierto es que la revolución bolivariana se encuentra en una encrucijada, y la
enfermedad del presidente Chávez no hace sino plantear la cuestión de una manera más aguda para los millones de trabajadores y pobres que constituyen la base social y la fuerza motriz de la misma.
Después de 14 años hay avances muy importantes, en terrenos como la salud, la educación, la lucha contra la pobreza, la vivivenda, etc. Incluso más allá de estos logros materiales, los sectores más oprimidos de la sociedad han despertado a la vida política, sienten que por primera vez cuentan para algo en el proceso político. Se ha dado un extraordinario salto adelante en el nivel de conciencia política y de organización de los trabajadores y el pueblo pobre.
Al mismo tiempo también existe un fuerte sentimiento de frustración y rabia ante muchos de los problemas que permanecen. No sólo problemas materiales (como la inflación y el crímen), sino particularmente el problema de la burocracia y el reformismo dentro de las filas de la revolución bolivariana. Los trabajadores y los sectores pobres de la población son conscientes de que esta revolución es suya, pero al mismo tiempo carecen de una organización con una estructura democrática a través de la cual se puedan expresar e imponer sus opiniones sobre el curso a seguir por la revolución. Esta necesidad se hace más aguda ante la posibilidad de que falte el presidente Chávez, con el que las masas sienten una conexión particular porque en su experiencia han visto que pueden influirle, una relación que no existe con los otros dirigentes.
Hay un sector de la dirigencia bolivariana aboga por una especie de economía mixta en la que los elementos “socialistas” se extenderían progresivamente y, finalmente, en algún momento en el futuro, superarían a los capitalistas. De esta manera, al parecer, se llegaría a una sociedad socialista sin molestar demasiado a la clase dominante ni demasiado pronto. En nuestra opinión, este es un camino suicida, porque significa que se está entorpeciendo el funcionamiento normal de la economía capitalista de mercado sin que sea reemplazada por un plan democrático de producción basado en la nacionalización de los medios de producción. Esta situación lleva a la escasez, al sabotaje, a la inflación y a la desorganización general de la economía, que golpean principalmente a los sectores más pobres, la base natural de apoyo a la revolución.
La única manera de resolver este desafío es avanzar de manera clara hacia el socialismo. Esto pasa por expropiar las palancas básicas de la economía (la banca, las grandes empresas, los monopolios y los latifundios) y ponerlos bajo el control democrático de la clase trabajadora, para poder planificar la economía en beneficio de la mayoría. Por otra parte es necesario destruir el estado burgués que, aunque debilitado, todavía existe, y reemplazarlo por un nuevo estado revolucionario basado en los consejos de trabajadores y los consejos comunales.
Para luchar por ello además, es necesario construir una fuerte corriente marxista con raíces en las fábricas y los barrios obreros que muestre el camino adelante. ¡Ni conciliación ni pactos, adelante hacia el socialismo!