[Esta nota de respuesta a un artículo de Juventud Rebelde fue publicada originalmente en el blog cubano Comunistas y tuvo amplia difusión en la isla]
Cuando lo ví por primera vez no daba crédito a mis ojos. Un compañero me pasó por WhatsApp una captura de pantalla del anuncio del artículo de Juventud Rebelde “Con lupa para llegar abajo” en el Facebook de la publicación de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba.
Pensé que no era posible, debía ser un montaje para desacreditar a la publicación. Pero cual fue mi sorpresa cuando al buscarlo, llegué al artículo del 15 de diciembre de José Alejandro Rodríguez.
Voy a reproducir íntegramente las dos primeras frases, para que no quede duda al lector:
“Papá Estado se convenció definitivamente de que la familia Cuba no puede prosperar con tanta sobreprotección igualitarista, al extremo de que sus hijos laboriosos y esforzados se desgasten trabajando y no progresen como desean, para que sus hermanos vagos y extraviados vivan muchas veces mejor, del invento y el engaño medrando con las dificultades.
“El viejo paternalista comprendió que él es el máximo responsable de que la familia entera no confluya en el esfuerzo, y de muchos acomodamientos y desviaciones en una parte de su cría” (énfasis mío)
Los argumentos que el compañero José Alejandro Rodríguez utiliza para justificar las medidas del ordenamiento monetario que se están aplicando en Cuba son exactamente los mismos que utilizan los fundamentalistas liberales en países capitalistas para justificar recortes del gasto público, el desmantelamiento del llamado “estado del bienestar” y la destrucción de cualquier tipo de legislación protectora de los derechos de los trabajadores, las mujeres, los jóvenes.
La idea de que el problema de la economía es la existencia de un “papá Estado sobreprotector” que provoca que sus vegijos se vuelvan “vagos y extraviados”, y que la desaparición de esa “sobreprotección igualitarista” es el motivo de que no sean “laboriosos y esforzados”, es el argumento central que utilizan en todas partes los defensores del “libre mercado” capitalista para justificar su asalto a las conquistas que la clase obrera ha ganado en los últimos cien años de lucha y organización.
Por dar un ejemplo: como parte de las medidas para paliar el impacto de la pandemia en la economía, el gobierno español del PSOE y Unidas Podemos propuso introducir un Ingreso Mínimo Vital de entre 460 y 1015 euros para personas y familias en situación de pobreza extrema. Enseguida la derecha, desde los herederos del franquismo en el PP hasta la extrema derecha de Vox, pusieron el grito en el cielo, al igual que hicieron las organizaciones empresariales que representan los intereses de los capitalistas. ¿Su argumento? La introducción de esta “paguita” haría que la gente no quisiera trabajar. Veamos un ejemplo. El columnista de derechas Antonio Gallego, escribía en el periódico burgués El Español una columna de opinión llamada “Una paguita para todos”:
“Escucho estos días la ya clásica electoral propuesta podemita de crear una renta básica ciudadana. Una paguita para todo el mundo, trabaje o no. Sea un vago o no. A final de mes, hagas o deshagas, madrugues o no, papá Estado te dará un dinerito.” “La implementación de esta iniciativa que premia la holgazanería … incentivaría a miles de ciudadanos a trabajar más bien poquito”
¿Le parece familiar el argumento compañero Rodríguez? El dirigente del partido ultraderechista Vox Jorge Buxadé iba más allá. Para Buxadé la “paguita clientelar” propuesta por el gobierno español es una “renta básica socialcomunista” que forma parte de la “agenda chavista” del vicepresidente Pablo Iglesias y que equivale a introducir una “cartilla de racionamiento”. El articulista de Juventud Rebelde se encuentra con muy mala compañía a la hora de utilizar estos razonamientos.
De hecho, la idea de la existencia de un “papá estado” que con su “sobreprotección” hace que sus hijos sean “vagos,” una idea ultraliberal, era el centro de la argumentación de las políticas económicas de los monetaristas Chicago Boys que iniciaron el asalto al “estado del bienestar” que se había desarrollado en el período del boom de la posguerra en muchos países capitalistas avanzados. La crisis mundial del capitalismo de los años 70 no dejaba margen de maniobra a la burguesía para mantener las concesiones que el movimiento obrero había arrancado durante años de lucha. Empezaba una ofensiva privatizadora y de ataque frontal a todas las conquistas de la clase trabajadora.
Los monetaristas consideraban que todas las medidas sociales, de intervención del estado en la economía, de regulación del mercado laboral, eran impedimentos para el desarrollo de la capacidad de “emprendimiento” de los capitalistas, y por lo tanto trabas al crecimiento de la economía. Ellos fueron los que acuñaron la expresión del “estado protector” o benefactor, que a veces en inglés se denomina “the nanny state”, el estado niñera. El Chile de Pinochet fue el primer campo de experimentación de los Chicago Boys y su fundamentalismo monetarista. El Reino Unido de Thatcher fue otro ejemplo donde esas políticas se llevaron a su extremo. La sociedad no existe, era el eslógan de la Dama de Hierro.
De lo que se trataba en realidad era de destruir cualquier barrera o impedimento para la realización de los beneficios empresariales y de abrir todos los sectores de la economía al beneficio privado. El argumento era, si el estado regula un salario mínimo muy alto, los empresarios no van a contratar trabajadores, no se creará empleo, la economía no crecerá. Claro, siguiendo el argumento a sus últimas consecuencias, habría que legalizar el trabajo infantil en las minas y por un salario de hambre, con el objetivo de “estimular la economía”. Bajo estas premisas, además de destruir las leyes laborales que protegían a los trabajadores se abrieron sectores como la educación, las pensiones, la salud, al lucro privado.
Cualquier tipo de subsidio paliativo, de desempleo, a las madres solteras, a los discapacitados, se consideraban como una barrera que desincentivaba la búsqueda de trabajo. Los fanáticos del libre mercado obviaban los hechos básicos: la gran mayoría de los desempleados querían trabajar, ¡sino tenían empleo era como consecuencia de la crisis del sistema capitalista!
La política económica ultraliberal de los monetaristas no es más que una expresión de la lucha de clases. Con su organización y lucha, la clase trabajadora consigue concesiones y protecciones legales. Las mismas merman los beneficios empresariales y por lo tanto los capitalistas se resisten y pasan a la contra-ofensiva cuando se sienten con fuerza para hacerlo. Es algo que ya explicó Marx: la lucha entre la clase obrera y los capitalistas por la apropiación de la plusvalía.
Ni siquiera es cierto que los capitalistas estén en contra de la intervención del estado en la economía. Los mismos que chillan contra “papá Estado”, corren a exigir un “rescate bancario” cuando estalla la crisis, y piden al estado subsidios y subvenciones cuando entran en dificultades. Para la clase capitalista se trata de privatizar los beneficios y socializar las pérdidas. En el capitalismo la banca siempre gana.
El artículo del compañero José Alejandro en Juventud Rebelde reproduce, palabra por palabra, los mismos argumentos de los defensores a ultranza del sistema capitalista, pero los aplica a la realidad cubana. Al final del artículo, la conclusión del compañero es que en el marco de estas reformas económicas “hay que detectar y atajar a tiempo los focos de vulnerabilidad que se deriven de las propias medidas. Con lupa, para llegar abajo y hacer cumplir al pie de la letra, todos los días, ese lema avizor de que nadie quedará desamparado.” Es decir, se propone eliminar las medidas de protección universales, para aplicarlas solamente “en situaciones muy particulares”. Este planteamiento (que es calcado del que aplicaron los conservadores británicos durante el gobierno de Thatcher) es totalmente erróneo.
En otra parte he explicado en mi opinión el impacto que van a tener las medidas del ordenamiento monetario en Cuba. Los problemas de la economía cubano son varios, pero para mi los cruciales son la inserción en términos desiguales en el mercado mundial capitalista (agravada por el bloqueo); y la gestión burocrática de la economía planificada. La solución a esos problemas se encuentra en una política de internacionalismo revolucionario y la gestión democrática de la economía por parte de la clase trabajadora, manteniendo el carácter estatal de los medios de producción.
Sin embargo, las medidas que se están tomando, y que en realidad se vienen discutiendo desde hace 10 años, parten de la base de que el problema es la propia planificación estatal de la economía, y que por lo tanto es necesario introducir mecanismos de mercado en la gestión económica. La idea central que plantea el compañero comentarista de Juventud Rebelde no es suya propia, sino que viene justamente del ordenamiento, que incluye la eliminación de lo que se denomina “subsidios excesivos y gratuidades indebidas”. Poner el foco en esta cuestión es completamente incorrecto. Es un discurso que criminaliza a los pobres y a los humildes, que cuestiona si realmente necesitan ayudas sociales, les culpa de los problemas de la economía y enfrenta a la clase trabajadora con los sectores más vulnerables de la sociedad.
¿Existe en Cuba un problema con “vagos y extraviados” que viven “muchas veces mejor, del invento y el engaño medrando con las dificultades”? Ciertamente. Pero ese problema hay que cuantificarlo y identificarlo correctamente. ¿Acaso el autor está afirmando que hay gente que vive de los subsidios estatales o de la libreta por ser vagos y que viven mejor que los que trabajan? Compañero, eso es patentemente falso. ¿Que hay gente que vive y medra del engaño? Sin duda. En una economía enfrentada a grandes dificultades y escasez siempre florece el mercado negro, los especuladores, etc. Pero, ¿acaso estos elementos medran con la “sobreprotección igualitarista? Falso.
¿Acaso no sería mejor y más acertado poner el foco en los privilegios de la burocracia, que al fin y al cabo salen del trabajo del pueblo? ¿Acaso no hay corrupción y robo por parte de gerentes de empresas del sector estatal, burócratas, carreristas y nuevos ricos? El propio Fidel lo denunció abiertamente en su famoso discurso en el Aula Magna en 2005.
Esa estrategia que se ha adoptado va a llevar inevitablemente a un aumento de la desigualdad social y a la acumulación privada de capital. Va a haber ganadores, pero también perdedores, la mayoría. El problema de la economía cubana no son esos misteriosos “hijos vagos” coartados en su laboriosidad por la “sobreprotección estatal”, sino la presión asfixiante del mercado mundial capitalista dominado por el imperialismo y el despilfarro enorme y parasitario que representa la burocracia sobre la economía planificada.
Hay dos soluciones para los problemas económicos y políticos a los que se enfrenta la revolución cubana: una es una solución de mercado, que promueve el individualismo, la competencia privada y que lleva a la acumulación de riqueza por parte de una minoría. La otra es una solución colectiva, que se basa en el control y participación consciente y organizada de la población sobre la economía y el estado. Argumentos ultra-liberales como los del columnista de Juventud Rebelde contribuyen a destruir cualquier idea de una solución comunista y conducen de cabeza al pantano capitalista liberal contra el que las masas chilenas y ecuatorianas se levantaron hace un año.
Diciembre 17, 2020.