El Capital de Karl Marx es una innegable obra maestra de la economía política; un trabajo que es aún más relevante hoy que en el momento en que fue escrito. A través de sus escritos en los tres volúmenes de esta obra magna, Marx revolucionó nuestra comprensión del sistema capitalista, descubriendo y explicando sus procesos internos, leyes emergentes e inherentes contradicciones.
El Capital, sin embargo, sigue siendo un libro denso y difícil de penetrar y absorber, particularmente para aquellos que son nuevos en las ideas marxistas y en el método dialéctico del marxismo. Para guiar a los lectores a través de las páginas de El Capital y resaltar los principales temas e ideas que contiene, estamos publicando una serie de artículos que brindan un análisis capítulo por capítulo de este gran clásico marxista. Comenzamos con el primer capítulo del primer volumen, en el que Marx analiza el concepto de mercancía y la cuestión del valor.
La mercancía
El capitalismo es un sistema complejo y caótico, compuesto por una gran multitud de procesos, agentes y factores que interactúan. Por lo tanto, al igual que todos los fenómenos inexplicables de la naturaleza y la sociedad, el sistema capitalista se nos presenta inicialmente como algo misterioso e insondable; como una fuerza omnipotente, que de alguna manera existe por encima de la sociedad, y que nos impone sus leyes independientemente de nuestra voluntad.
El papel de la economía política, sin embargo, es acercarse al sistema capitalista de una manera científica: darle sentido al capitalismo mediante el estudio de su desarrollo histórico y, por lo tanto, delinear su movimiento general, tendencias y dinámicas. Esta tarea de proporcionar una explicación materialista al funcionamiento interno del capitalismo fue iniciada por los economistas clásicos Adam Smith, David Ricardo y otros; y es sobre el trabajo de estos gigantes que Marx construyó su propio análisis. No existe una gran barrera que separe la economía marxista del análisis económico de los anteriores a Marx; en cambio, Marx, utilizando el método del materialismo dialéctico, simplemente señaló las limitaciones de las teorías de los economistas clásicos mientras proporciona una explicación revolucionaria de la fuente de la ganancia − la fuerza impulsora detrás del capitalismo.
La cuestión difícil a la que se enfrentaba Marx era: ¿por dónde empieza uno al intentar analizar el aparentemente caótico sistema capitalista? Después de varios borradores de propuestas para la estructura de El Capital, Marx finalmente decidió comenzar analizando la idea de mercancía, cuya producción e intercambio constituye una de las bases principales del modo de producción capitalista.
Entonces, ¿qué define una mercancía? En términos sencillos, una mercancía es el producto del trabajo, un bien o servicio, que se produce, fabrica o conduce con el propósito de intercambiarlo, es decir, para que lo use otra persona. La producción de bienes y servicios siempre ha existido en todas las sociedades a lo largo de la historia. Sin embargo, lo que diferencia a los productos como mercancías es la cuestión de la producción para el intercambio.
En las primeras sociedades tribales, donde la producción era de propiedad y gestión social, el trabajo de varios individuos era para el bien social común, mientras que las necesidades individuales se satisfacían tomando de esta riqueza social. El intercambio entre individuos, por lo tanto, no era necesario. En relación con esto, Marx discute el papel necesario que desempeña la división del trabajo dentro de la sociedad en la formación de la producción y el intercambio de mercancías: sin la división social del trabajo, es decir, sin diferentes individuos, grupos de individuos o empresas que realizan diferentes actividades socialmente necesarias, no habría necesidad de intercambio de productos y, por lo tanto, no habría concepto de mercancías:
“En la totalidad de los diversos valores de uso o cuerpos de las mercancías se manifiesta un conjunto igualmente variado de trabajos útiles…una división social del trabajo. División que es condición de existencia de la producción mercantil… Sólo los productos de trabajos privados autónomos e independientes entre sí se contraponen recíprocamente como mercancías.” (p51, El Capital, Volumen I, Karl Marx, editorial Progreso)
En las sociedades de clases anteriores, donde existía la división del trabajo, como bajo la esclavitud o el feudalismo, el concepto de producir mercancías − es decir, producir para el intercambio − muy probablemente también existía, pero esto representaba una minoría de la riqueza producida en la sociedad; la gran mayoría de la producción involucraba productos que no eran intercambiados, sino que simplemente eran apropiados por la clase dominante de esclavistas o señores feudales. Como comenta Engels en un pasaje entre paréntesis:
“El campesino del medioevo producía el trigo del tributo para el señor feudal y el del diezmo para el cura. Pero ni el trigo del tributo ni el del diezmo se convertían en mercancía por haber sido producidos para otros. Para transformarse en mercancía, el producto debe ser transferido a otro, a quien sirve de valor de uso, a través del intercambio” (p50)
Junto a los productos de las sociedades de clases anteriores que simplemente eran apropiados, es decir, tomados sin dar nada a cambio, existía también una enorme cantidad de productos que ni se intercambiaban ni se apropiaban, sino que eran simplemente consumidos por el propio productor. Por ejemplo, los campesinos que cultivan en su propia tierra producirían predominantemente para su propio consumo, y solo una pequeña fracción de su producción se intercambiaría por los productos de otros. Como enfatiza Marx, por tanto:
“Una cosa puede ser útil y producto del trabajo humano, sin ser mercancía. Quien satisface con su producto su propia necesidad crea, por cierto, un valor de uso, pero no una mercancía. Para producir una mercancía no sólo debe producir un valor de uso, sino un valor de uso para otros, un valor de uso social.” (p50)
Si bien la producción y el intercambio de mercancías existían en sociedades anteriores, es sólo bajo el capitalismo donde la producción de mercancías representa la proporción dominante de la riqueza creada en la sociedad. Es sólo bajo el modo de producción capitalista, por lo tanto, dónde las leyes y la lógica interna de la producción y el intercambio de mercancías se convierten en las leyes dominantes dentro de la sociedad. Es la comprensión de estas leyes con la que Marx pretende comenzar su análisis.
Valor de uso
¿Qué es la riqueza? La riqueza está representada por lo que Marx llama «valores de uso»: cosas con utilidad que satisfacen las necesidades humanas. Tales cosas útiles incluyen tanto los productos del trabajo humano, ya sea para el consumo personal como para el intercambio, como también aquellas cosas que la sociedad obtiene gratis de la naturaleza: la riqueza natural de la Tierra.
Como afirma Marx en la frase inicial de El Capital, » La riqueza de las sociedades en que impera el modo de producción capitalista aparece como una ‘enorme colección de mercancías'». (p45) En otras palabras, donde la producción no es predominantemente para el consumo individual, sino para el consumo de otros a través del intercambio, identificamos la riqueza a través del valor de uso de las mercancías producidas.
Una característica definitoria de las mercancías, por lo tanto, es su posesión de «valor de uso»; de poseer propiedades útiles a la sociedad en general; de satisfacer una necesidad social. Marx, sin embargo, está dispuesto a señalar que “La naturaleza de esas necesidades, bien provengan, por ejemplo, del estómago o de la fantasía, no cambia en nada el asunto. Tampoco se trata aquí de cómo la cosa satisface la necesidad humana, si lo hace directamente, como medio de subsistencia, esto es, como objeto de disfrute, o a través de un rodeo, como medio de producción.” (p45)
Esta aclaración de Marx pone fin a todas aquellas afirmaciones hechas por los críticos del marxismo sobre su falta de relevancia en la actualidad. Cuántas veces se ha dicho que «la economía marxista no es relevante en los tiempos modernos ahora que todos somos consumidores comprando bienes de consumo que no necesitamos». Este mito sobre el marxismo asume que el análisis de Marx fue aplicable de manera única al siglo XIX, con una clase trabajadora que existía en un estado de pauperismo y con salarios que apenas alcanzaban los niveles de subsistencia. Ahora que todos somos supuestamente “clase media”, comprando televisores y iPhones, saliendo de vacaciones al extranjero y llenando nuestros armarios con marcas de diferentes diseñadores, la conclusión es que un análisis económico marxista ya no se aplica.
Marx, sin embargo, no hace tales suposiciones sobre la naturaleza de las mercancías en la sociedad. Estos pueden ser bienes como la comida, la vivienda y el vestido que satisfacen las necesidades humanas básicas; pueden ser bienes de “lujo” o de “consumo”; pueden ser servicios prestados; o pueden ser tecnologías y máquinas desarrolladas para que otros las empleen en la producción. Como enfatiza Marx, los valores de uso constituyen tanto las necesidades materiales como los deseos de la mente. El desarrollo del «consumismo», con una vasta industria publicitaria que busca crear deseos y «necesidades» artificiales, por lo tanto, no cambia nada sobre la naturaleza fundamental de las mercancías producidas e intercambiadas en la sociedad, ni sobre las leyes y dinámicas que gobiernan el modo capitalista de producción.
Valor de cambio
Sin embargo, como explica Marx, todas las mercancías contienen una naturaleza dual. No sólo son valores de uso, sino que también tienen un valor de cambio. El valor de uso de una mercancía marca su calidad como algo útil; el valor de cambio, por el contrario, marca “la relación cuantitativa, la proporción en que se intercambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra». (p46) En otras palabras, el valor de cambio expresa una relación de cuánto vale un bien en relación a otro.
Entonces, ¿cómo se determina este valor de cambio? ¿Qué aspecto de una mercancía existe que sea a la vez universal y comparable? La respuesta es el trabajo: «Ahora bien, si se hace abstracción del valor de uso de los cuerpos mercantiles, sólo les queda una propiedad, la de ser productos del trabajo.» (p47) El valor de cambio (o simple «valor»), explica Marx, se expresa por la cantidad relativa de trabajo contenida en diferentes mercancías.
Marx, sin embargo, no fue el primero en afirmar que el trabajo era la fuente del valor. Tal idea había sido planteada por los economistas clásicos (e incluso por los de la Antigüedad). Marx desarrolló esta «teoría del valor trabajo», sin embargo, considerando la cuestión no desde el punto de vista del trabajador individual, sino del trabajo en abstracto, del trabajo de la sociedad en general:
“Con el carácter útil de los productos del trabajo desaparece el carácter útil de los trabajos representados en ellos, y también desaparecen, por tanto, las diversas formas concretas de estos trabajos; ya no se distinguen más unos de otros, sino que se reducen a trabajo humano igual, a trabajo humano abstracto”. (p47-48)
La cuestión del valor, según Marx, no se trata del trabajo realizado por el productor individual. Bajo el capitalismo, donde la producción y el intercambio de mercancías son dominantes y universales, las mercancías no se intercambian simplemente entre individuos, sino que se compran y venden en el mercado. Los productores y consumidores con frecuencia nunca, y, de hecho, rara vez se encuentran. Como tal, se pierde el carácter individual de cualquier mercancía; en cambio, simplemente se convierte en un ejemplo de una multitud de valores de uso similares.
A su vez, se pierde el carácter individual del trabajo contenido en cada mercancía. A los compradores en el mercado no les importa el trabajo empleado para producir una mercancía individual, sino sólo la cantidad de trabajo que se necesita para producir tal o cual mercancía en general, en promedio. En este sentido, ya no hablamos de mercancías como producto del trabajo individual, sino como productos del trabajo humano abstracto; «una simple cristalización de trabajo humano indistinto, … [y] La cantidad misma de trabajo se mide por su tiempo de duración, y el tiempo de trabajo tiene, a la vez, su escala en determinados lapsos, tales como una hora, un día, etc.” (p47-48)
«La fuerza de trabajo total de la sociedad, representada en los valores del mundo de las mercancías, figura aquí como una misma fuerza de trabajo, aunque esté compuesta de innumerables fuerzas de trabajo individuales». (p48)
Tiempo de trabajo socialmente necesario
El valor de las mercancías, por lo tanto, no se determina examinando el trabajo gastado dentro de una mercancía individual, sino sólo mirando el trabajo requerido para producir una mercancía dada, relativamente homogénea, en general. En este sentido, Marx explicó que el valor de una mercancía no se debía simplemente al “trabajo”, como habían concluido los economistas clásicos, sino al “tiempo de trabajo socialmente necesario”, es decir, “El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para producir un valor de uso cualquiera en las condiciones de producción sociales normales y con el grado medio social de destreza e intensidad del trabajo.” (p48)
El valor, por lo tanto, no es una propiedad objetiva y atemporal de ninguna mercancía, sino una «relación que varía constantemente en el tiempo y el espacio.» (p46) dependiendo de las condiciones históricas y sociales, en el fondo, debido a la productividad del trabajo:
“Sin embargo, ésta [la productividad del trabajo] varía con cada cambio en la fuerza productiva del trabajo. Dicha fuerza se determina por múltiples circunstancias; entre otras, por el grado medio de destreza del obrero, el nivel de desarrollo de la ciencia y de su aplicación tecnológica, la combinación social del proceso de producción, el volumen y la efectividad de los medios de producción y las condiciones naturales” (p49)
A los compradores en el mercado no les importa concretamente el tiempo empleado en ningún caso particular, sino solo el tiempo de trabajo requerido en promedio. Los vendedores en el mercado, un mercado verdaderamente global en la actualidad, deben, por lo tanto, competir contra el nivel promedio de habilidad, tecnología y organización que se encuentra en su industria. «En general: Cuanto mayor sea la fuerza productiva del trabajo tanto menor será el tiempo de trabajo requerido para la producción de un artículo, tanto menor la masa de trabajo cristalizada en él y tanto menor su valor». (p50) Los productores con mayor productividad, por tanto, son los que producirán bienes de menor valor. Es este hecho el que obliga a las empresas a competir invirtiendo en nuevas maquinarias y métodos con el fin de incrementar la productividad y así vender sus productos por debajo de la media general de sus competidores.
A este respecto, Marx explicó que, a través del desarrollo cualitativo de los medios de producción, es decir, a través del desarrollo de la ciencia, la industria, la tecnología y la técnica y la consiguiente productividad creciente del trabajo, la sociedad vería una cantidad creciente de valores de uso producidos con una cantidad de trabajo cada vez menor; «Sin embargo, a una masa creciente de riqueza material puede corresponder una caída simultánea en su magnitud de valor». (p55) Así vemos la distinción entre valor de uso (riqueza) y valor (tiempo de trabajo socialmente necesario): una persona o sociedad puede ser rica (es decir, en posesión de muchos valores de uso), pero un producto es valioso, por ejemplo, al requerir una mayor cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario.
Con estas líneas, también se pueden ver claramente los factores importantes que marcó Marx y que determinan el valor. Los economistas de hoy en día en la escuela de microeconomía de la “utilidad marginal” − que conocen el precio de todo y el valor de nada − frecuentemente critican la teoría del valor trabajo citando el “ejemplo del pastel de barro”. “Si el trabajo es la fuente del valor”, dice la crítica común, “entonces seguramente si hago un pastel de barro, automáticamente será valioso. Además, si mi amigo tarda más que yo en hacer un pastel de barro, su pastel de barro será aún más valioso «.
Tal argumento, que los críticos de Marx exponen con tanta frecuencia por ignorancia, es fundamentalmente defectuoso por dos razones. En primer lugar, como afirma Marx, para que una mercancía tenga un valor de cambio, primero debe tener un valor de uso, es decir, debe haber una necesidad social de la mercancía. Si no existiera tal necesidad, la mercancía no se intercambiaría ni podría intercambiarse en absoluto y, por lo tanto, todo significado de valor desaparecería.
En segundo lugar, como explica Marx, a diferencia de sus predecesores, no se trata simplemente del tiempo de trabajo, sino del tiempo de trabajo socialmente necesario. ¿A qué comprador le importa si el productor A tarda más en fabricar un determinado producto que el productor B (o los productores C, D, E, etc.)? En un sistema de producción de mercancías, los compradores y los vendedores se enfrentan en el mercado y lo único que importa es el tiempo de trabajo promedio requerido. Si el productor A tarda más que el promedio, es su mala suerte; no pueden cobrar más simplemente en virtud de su ineficiencia y, por lo tanto, pronto se verá superado por la competencia y sin negocio.
En una nota relacionada, Marx hace una aclaración importante con respecto a los diferentes niveles de habilidad empleados en la producción de cualquier mercancía. La idea detrás del valor y el tiempo de trabajo es siempre la del trabajo promedio y homogéneo, el trabajo en general. Pero todo trabajo es concreto y particular, e implica una variedad de complejidad y habilidad. Por esta razón, Marx habla sólo de «trabajo medio simple», que «cambia, por cierto, de carácter según los diversos países y las distintas épocas culturales, pero está dado en una sociedad determinada». Nuevamente, vemos algo que no es atemporal, sino relativo y cambiante bajo condiciones históricas y sociales. «El trabajo complejo sólo cuenta como trabajo simple potenciado o más bien multiplicado, de tal modo que una cantidad menor de trabajo complejo equivale a una cantidad mayor de trabajo simple». (p53)
Con tales ejemplos, vemos el método dialéctico de Marx en acción: abstraerse constantemente de la infinita variedad de detalles para examinar las tendencias y patrones generales de la sociedad; ver propiedades como el valor, no como propiedades intrínsecas de las mercancías, sino como relaciones entre cosas; pero también, mientras tanto, comprender que tales abstracciones − de valor, tiempo de trabajo socialmente necesario y trabajo promedio simple − están en constante cambio bajo condiciones sociales e históricas.
La ley del valor
Marx dedica entonces un gran número de páginas a analizar la evolución del valor de cambio, desde el caso de los actos de cambio simples y aislados, donde el valor, es decir, la relación de los valores de uso intercambiados, parece accidental, hasta la forma general de valor, mediante la cual, a través de la gran multitud de actos de intercambio dentro de la sociedad, el valor de una mercancía puede expresarse en relación con muchas otras.
En una economía de trueque simple, puede haber cierto grado de flexibilidad sobre la cantidad de un bien intercambiado por otro en cualquier acto de intercambio individual y aislado. Las diferentes cantidades de tiempo de trabajo que se congregan dentro de las mercancías particulares son aparentemente aleatorias y, en este sentido, como se indicó anteriormente, el valor de una mercancía parece accidental. Sin embargo, a medida que el intercambio de mercancías se generaliza, cada acto de intercambio pierde su carácter individual y los diversos valores «accidentales», es decir, tiempos de trabajo, que se observan en estos actos concretos, se compensan y un valor objetivo y general, es decir, «trabajo socialmente necesario» surge.
La forma general del valor llega, por tanto, históricamente al punto en que el proceso de producción e intercambio de mercancías se ha vuelto tan universal que los valores relativos − es decir, tiempos de trabajo congelados − de las mercancías se presentan ahora, no como accidentes, sino como hechos objetivos para los compradores y vendedores en el mercado.
“…porque en las casuales y siempre oscilantes relaciones de intercambio de sus productos el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción se impone violentamente como ley natural reguladora, tal como acontece con la ley de la gravitación cuando a uno se le cae la casa encima'», La determinación de la magnitud de valor por el tiempo de trabajo es, pues, un secreto escondido bajo el movimiento manifiesto de los valores relativos de las mercancías. Su descubrimiento elimina la apariencia de la determinación puramente casual de las magnitudes de valor de los productos del trabajo, pero en modo alguno su forma material.” (p82)
Vemos, por tanto, cómo la ley del valor, como cualquier ley en la naturaleza, la historia y la sociedad, no es algo intemporal que se impone desde afuera, sino algo dialéctico que emerge de las interacciones internas. La necesidad se expresa a través del accidente. En el caso de la ley del valor, esta ley solo surge y se afirma en el punto histórico donde la producción y el intercambio de mercancías son universales y dominantes.
En este sentido, mientras que otros en sociedades precapitalistas habían buscado una explicación a la fuente del valor, ninguno pudo llegar a una comprensión completa del trabajo como fuente de valor, ya que ninguno vivió en un período histórico donde el intercambio de mercancías, y por tanto la ley del valor, era dominante. Como discute Marx, Aristóteles, el gran filósofo griego, llegó a una teoría del valor trabajo incompleta, pero estaba limitado, no por su falta de genio, sino por las condiciones históricas de la sociedad esclavista en la que vivía:
“…la sociedad griega se fundaba en la esclavitud y tenia, en consecuencia, como base natural la desigualdad de las personas y de sus fuerzas de trabajo. El secreto de la expresión de valor, la igualdad e igual validez de todos los trabajos por cuanto son trabajo humano en general, sólo podía descifrarse cuando el concepto de igualdad humana poseyese ya la firmeza de un prejuicio popular. Pero, esto sólo es posible en una sociedad en que la forma mercantil es la forma general que adquieren los productos del trabajo y, por tanto, en la cual también la relación entre los hombres, en cuanto poseedores de mercancías, es la relación social imperante. El genio de Aristóteles brilla precisamente en que descubre en la expresión de valor de las mercancías una relación de igualdad. Sólo la limitación histórica de la sociedad en que vivió le impidió revelar en qué consiste pues, «en verdad», la relación de igualdad”. (p67-68)
Finalmente, Marx llega a la forma monetaria del valor, en la que una sola mercancía, originalmente intercambiada como una mercancía por derecho propio, se convierte en un equivalente universal, es decir, una vara de medir universal con la cual se puede expresar el valor de todas las demás mercancías. Históricamente, los metales preciosos como el oro, extremadamente valioso en sí mismo debido a la dificultad de producirlo y obtenerlo, han jugado este papel. Esto se debe a razones concretas del material: los metales como el oro eran formas universales convenientes de intercambio, ya que cantidades pequeñas y fáciles de transportar del metal podían expresar una gran cantidad de valor. En lugar de llevar cestas de comida, rollos de tela o rebaños de ganado, por lo tanto, uno podría simplemente llevar pequeñas bolsas de oro o plata.
Marx desarrolla su análisis del dinero en el capítulo tres, pero simplemente señala en este punto que la forma monetaria del valor es la conclusión lógica de la producción y el intercambio de mercancías: «La forma mercantil simple es, pues, el germen de la forma de dinero». (p77)
Intercambio de valor y materias primas
El punto importante que enfatiza Marx es que el valor es, en última instancia, una relación social, una relación entre el trabajo de diferentes individuos que, bajo un sistema de producción e intercambio universal de mercancías, se expresa como una relación entre cosas. Es a través de estos actos de intercambio, por tanto, que el trabajo privado, individual, adquiere un carácter social.
“La igualdad de los trabajos humanos adquiere la forma material de la igual objetividad de los productos del trabajo en cuanto valores…”
“Sólo es la relación social determinada de los mismos hombres, la que adopta aquí para ellos la forma fantasmagórica de una relación entre cosas.”
“los objetos de uso se convierten en mercancías porque son productos de trabajos privados efectuados independientemente los unos de los otros… O sea, los trabajos privados de hecho sólo se ponen en acción, como eslabones del trabajo social total, a través de relaciones que el intercambio establece entre los productos del trabajo y, a través de ellos, entre los productores mismos.”
“Es sólo en su intercambio donde los productos del trabajo adquieren una objetividad de valores socialmente iguales, separada de su objetividad de uso, sensorialmente diversa”. (p78-79)
En este sentido, Marx ridiculiza la noción simplista de la conexión entre trabajo y valor presentada por sus predecesores, quienes veían el valor no como una relación entre cosas, sino como algo absoluto, determinado a partir de las acciones de un agente racional ideal, frecuentemente representado por el ejemplo de Robinson Crusoe. El experimento mental de Crusoe propuso que un individuo aislado, como Robinson Crusoe en su isla, podría determinar el valor de los productos simplemente observando las diversas cantidades de tiempo que dedicó a producir estas cosas.
Sin embargo, como destaca Marx, la propiedad del valor − y la naturaleza de los productos como mercancías − expresa una cantidad relativa que sólo puede adquirir un carácter objetivo a través de un proceso de interacción social, es decir, a través de un proceso general y universal de intercambio dentro de la sociedad. En este sentido, los productos de Crusoe − «constituían su producto exclusivamente personal» − no son mercancías con valores, sino simplemente «directamente objetos de consumo para sí mismo». (p84)
Este análisis y explicación de la ley del valor conduce a una conclusión importante en el argumento de Marx sobre el valor y las mercancías: el hecho de que tales formas y leyes no son atemporales, sino que están históricamente determinadas y condicionadas. Así como la producción de mercancías ha surgido para volverse universal, así un día desaparecerá, y con ella también la ley del valor.
“La forma de valor del producto del trabajo es la forma más abstracta, pero también la más general, del régimen burgués de producción, que de tal manera queda caracterizado como tipo particular de producción social y con ello, a la vez, considerado históricamente. De ahí que, si el régimen burgués de producción se ve como forma natural eterna de la producción social, se pasa por alto necesariamente lo que hay de específico en la forma de valor, o sea, en la forma de mercancía, y posteriormente en la forma de dinero, la forma de capital, etc.
“… por lo demás, [la economía vulgar] se limita a sistematizar en forma pedante y proclamar como verdades eternas las concepciones más banales y autosuficientes que se forman los miembros de la burguesía de su propio mundo, el mejor de todos.“ (Capítulo uno, nota al pie 32)
Sólo con la transformación socialista de la sociedad, cuando los medios de producción se posean comúnmente como parte de un plan de producción racional y democrático, el carácter social del trabajo de la sociedad corresponderá finalmente a una forma social de propiedad. En la medida en que aumente la propiedad común de los medios de producción, disminuirá el predominio de la producción y el intercambio de mercancías. En lugar de actos de intercambio entre individuos separados, la sociedad estará compuesta por hombres y mujeres que contribuirán a la sociedad «según su capacidad» y tomarán de la riqueza común «según sus necesidades».
Los productos del trabajo ya no se enfrentarán a la sociedad como mercancías, sino simplemente como objetos útiles; así también se disolverá la contradicción entre valor de uso y valor de cambio. Por primera vez, la relación entre las cosas será reemplazada por relaciones genuinas entre personas y hombres y las mujeres se enfrentarán entre ellos como seres humanos reales. La economía, antes una fuerza misteriosa, cuyas leyes parecían imponerse a la sociedad, ya no nos dominará; en cambio, seremos dueños de nuestro propio destino.
“Al posesionarse la sociedad de los medios de producción, cesa la producción de mercancías, y con ella el imperio del producto sobre los productores. La anarquía reinante en el seno de la producción social deja el puesto a una organización armónica, proporcional y consciente. Cesa la lucha por la existencia individual y con ello, en cierto sentido, el hombre sale definitivamente del reino animal y se sobrepone a las condiciones animales de existencia, para someterse a condiciones de vida verdaderamente humanas. Las condiciones de vida que rodean al hombre y que hasta ahora le dominaban, se colocan, a partir de este instante, bajo su dominio y su control, y el hombre, al convertirse en dueño y señor de sus propias relaciones sociales, se convierte por primera vez en señor consciente y efectivo de la naturaleza. Las leyes de su propia actividad social, que hasta ahora se alzaban frente al hombre como leyes naturales, como poderes extraños que lo sometían a su imperio, son aplicadas ahora por él con pleno conocimiento de causa y, por tanto, sometidas a su poderío. La propia existencia social del hombre, que hasta aquí se le enfrentaba como algo impuesto por la naturaleza y la historia, es a partir de ahora obra libre suya. Los poderes objetivos y extraños que hasta ahora venían imperando en la historia se colocan bajo el control del hombre mismo. Sólo desde entonces, éste comienza a trazarse su historia con plena conciencia de lo que hace. Y, sólo desde entonces, las causas sociales puestas en acción por él, comienzan a producir predominantemente y cada vez en mayor medida los efectos apetecidos. Es el salto de la humanidad del reino de la necesidad al reino de la libertad.” (Del socialismo utópico al socialismo científico, Federico Engels)