Lenin en El Estado y la revolución escribió: “Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para ‘consolar’ y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola”.
Después de su muerte, Guevara se convirtió en un icono de los movimientos revolucionarios socialistas y una figura clave de la cultura pop moderna en todo el mundo. La fotografía del Che de Alberto Korda se ha hecho famosa, aparece en camisetas y pancartas de protesta en todo el mundo. De este modo, el Che se ha convertido en un icono de nuestra época. Después de la muerte de Lenin, la camarilla dirigente de Stalin y Zinoviev crearon un culto alrededor de su figura. Contra los deseos de Krupskaya, su cuerpo fue embalsamado y expuesto al público en el mausoleo de la Plaza Roja. Más tarde Krupskaya diría: “Durante toda su vida Vladimir Ilych estuvo en contra de los iconos y ahora le han convertido a él en un icono”.
En noviembre de 2005, la revista alemana Der Spiegel escribía sobre los “revolucionarios pacíficos” de Europa a quienes describía como los herederos de Gandhi y Guevara [!]. Es una absoluta farsa. Deberíamos crear la “Sociedad para la protección del Che Guevara” frente a esas personas que no tienen nada que ver con el marxismo, la lucha de clases o la revolución socialista y que desean pintar una imagen completamente falsa del Che, como si fuera una especie de santo revolucionario, un pequeño burgués romántico, un anarquista, un pacifista gandhiano o alguna otra estupidez por el estilo.
Nuestra actitud hacia este extraordinario revolucionario es similar a la actitud que tuvo Lenin hacia Rosa Luxemburgo. No ocultaba sus críticas a los errores de Rosa Luxemburgo, pero Lenin tenía un gran concepto de Rosa Luxemburgo como revolucionaria e internacionalista. Aquí está lo que escribió sobre Rosa para defender su memoria contra los reformistas y mencheviques:
“A esto responderemos con una frase de una vieja fábula rusa: ‘Suele suceder que las águilas vuelen más bajo que las gallinas, pero una gallina jamás puede remontar vuelo como un águila’. Rosa Luxemburgo […] a pesar de sus errores fue -y para nosotros sigue siendo- un águila. Y no sólo los comunistas de todo el mundo venerarán su memoria, sino que su biografía y sus obras completas (cuya publicación los comunistas alemanes están demorando excesivamente, con la única excusa parcial de las tremendas pérdidas que están sufriendo) serán manuales útiles para la educación de muchas generaciones de comunistas de todo el mundo. ‘Desde el 4 de agosto de 1914 la socialdemocracia alemana es un cadáver putrefacto’: esa frase hará famoso el nombre de Rosa Luxemburgo en la historia del movimiento obrero. Y desde luego, en el patio de atrás del movimiento obrero, entre los montones de estiércol, las gallinas tipo Paul Levi, Scheidemann y Kautsky cacarean en torno a los errores de la gran comunista”. (Lenin. Notas de un periodista. Obras Completas. Vol. 33. p. 210. En la edición inglesa).
Sus primeros años
Ernesto Guevara de la Serna (14 de junio de 1928 – 9 de octubre de 1967), conocido como Che Guevara, fue un marxista revolucionario, argentino de nacimiento pero internacionalista hasta la médula. Sus antepasados, como de la mayoría de la población de América Latina, eran muy variados. Guevara es la forma castellanizada del vasco Gebara, que significa “de la provincia vasca de Araba (Álava)”. Uno de los nombres de su familia, Lynch, era irlandés (la familia Lynch fue una de las 14 tribus de Galway). ¡La mezcla de sangre irlandesa y vasca es explosiva!
Nacido en el seno de una familia de clase media, no sufrió la pobreza ni el hambre como otros muchos niños de América Latina. Pero sí padeció una mala salud. Su naturaleza aventurera y espíritu rebelde estaban relacionados con el hecho de que en su infancia había padecido una enfermedad asmática. Pasó toda su vida intentando superar este problema poniéndose deliberadamente al límite. Su inflexible determinación para remontar todas las dificultades también se podrían achacar a esta circunstancia.
Sus instintos humanitarios le llevaron primero al terreno de la medicina y consiguió hacerse médico. Su especialidad era la dermatología y estaba interesado particularmente en la lepra. En aquel momento, sus horizontes no eran más amplios que los de otros jóvenes de clase media: trabajar duro, graduarse en medicina, conseguir un buen empleo, quizá realizar una investigación original en la ciencia médica y un avance del conocimiento humano con algún descubrimiento asombroso. En este período de su vida escribió:
“Cuando comencé a estudiar medicina, la mayoría de los conceptos que ahora tengo como revolucionario estaban ausentes en mi arsenal de ideales. Quería triunfar, como todos. Solía soñar con ser un investigador famoso, trabajar incansablemente para conseguir algo que pudiera, indudablemente, ser puesto al servicio de la humanidad, pero en aquella época todo era sobre el triunfo personal. Yo era, como todos, un producto de mi entorno”.
Como la mayoría de los jóvenes, Ernesto amaba viajar. Estaba embargado por lo que califican los alemanes como “Wanderlust” [NdT. Ganas de conocer mundo]. Escribió lo siguiente: “Ahora sé por una coincidencia increíble del destino, que estoy destinado a viajar”. Lo lejos que viajaría y la dirección que emprendería aún era un libro sellado para él. No hay duda de que habría sido un médico concienzudo, pero el Wanderlust iba más con él. Tomó la carretera y no regresó a Argentina durante muchos años. Su naturaleza aventurera le llevó a emprender un largo viaje en motocicleta por toda Sudamérica.
El vínculo entre la medicina y sus ideales políticos surgió en un discurso que pronunció en la leprosería de San Pablo en Perú, con ocasión de su veinticuatro cumpleaños:
“Aunque somos demasiado insignificantes para ser portavoces de una causa tan noble, creemos, y esta jornada sólo ha servido para confirmar esta creencia, que la división de América en naciones inestables e ilusorias es una absoluta ficción. Sólo somos una raza mestiza con similitudes etnográficas extraordinarias, desde México hasta el Estrecho de Magallanes. Y así, en un intento de liberar todo el provincialismo intolerante, propuse un brindis por Perú y una América unida”. (Diario de una motocicleta. p. 135).
Primer despertar
Este viaje fue el principio de una prolongada odisea que lentamente le abrió los ojos a la realidad del mundo en el que vivía. Por primera vez en su vida entró en contacto directo con las masas empobrecidas y oprimidas del continente. Presenció de primera mano las espantosas condiciones en las que vivía la mayoría de la población. La pobreza tan terrible que existía en medio de toda la riqueza natural y belleza de este maravilloso continente causó en su mente una impresión profunda.
Estas contradicciones conmovieron su naturaleza apasionada y sensible, le hicieron meditar en sus causas. El Che siempre tuvo una mente viva e inquieta. Ese mismo fervor intelectual que demostró en su estudio de la medicina, lo trasladó al estudio de la sociedad. Las experiencias y observaciones que hizo durante sus viajes dejaron en su conciencia una marca duradera.
De repente, todas sus tempranas ambiciones de avance personal parecían algo pequeño y falto de interés. Al fin y al cabo, un médico puede curar a pacientes individuales, pero ¿quién puede curar la enfermedad terrible de la pobreza, el analfabetismo, la falta de techo y la opresión? No se puede curar el cáncer con una aspirina, no se pueden curar las enfermedades subyacentes de la sociedad con paliativos y paños calientes.
Poco a poco, en la mente de este joven maduró y se desarrolló una idea revolucionaria. No se convirtió inmediatamente en un marxista. ¿Qué hizo? Pensó y leyó mucho, una costumbre que no abandonaría hasta el final de su vida. Comenzó a estudiar el marxismo. De manera lenta e imperceptible, pero con una inevitabilidad inflexible, se convenció de que los problemas de las masas sólo se podrían solucionar a través de métodos revolucionarios.
Guatemala
Su conversión al marxismo consciente recibió un impulso decisivo cuando llegó a Guatemala para conocer las reformas implantadas por el presidente Jacobo Arbenz Guzmán. En diciembre de 1953 el Che llegó a Guatemala, en este país Guzmán encabezaba un gobierno reformista que intentaba llevar a cabo la reforma agraria y acabar con el sistema latifundista.
Ya antes de llegar a Guatemala, Guevara ya era un revolucionario comprometido, aunque sus ideas todavía estaban en una etapa de formación. Esta circunstancia se puede ver en una carta escrita en Costa Rica el 10 de diciembre de 1953 la que dice: “En Guatemala me perfeccionará y lograré lo que me falta para ser un auténtico revolucionario”. (Guevara Lynch, Ernesto. Aquí va un soldado de América. Barcelona. Plaza y Janés Editores. 2000. p. 26).
Pero la United Fruit Company y la CIA tenían otras ideas. Organizaron un intento de golpe de Estado encabezado por Carlos Castillo Armas, con apoyo aéreo norteamericano. Guevara, inmediatamente, se unió a la milicia armada organizada por las Juventudes Comunistas, pero se sintió frustrado por la inacción del grupo. Después del golpe, comenzaron las detenciones y el Che tuvo que buscar refugio en el consulado argentino, donde permaneció hasta que recibió un salvoconducto. Después decidió seguir su camino hacia México.
Su experiencia con el golpe apoyado por la CIA contra Arbenz, confirmaron sus ideas y le llevaron a sacar algunas conclusiones. La mente del Che Guevara se concentró en el papel de EEUU en América Latina. Era una potencia imperialista y era el baluarte de todas las fuerzas reaccionarias en el continente. Cualquier gobierno que intentara cambiar la sociedad, de modo inevitable, se enfrentaría a la oposición implacable de un enemigo poderoso y despiadado.
Después del triunfo del golpe inspirado por la CIA, el Che tuvo que huir a México donde, en 1956, se unió al revolucionario Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, que llevaba a cabo una lucha feroz contra la dictadura del general Fulgencio Batista en Cuba. Los dos hombres parece que inmediatamente entablaron una buena relación. Castro necesitaba hombres de confianza y el Che una organización y una causa por la que luchar.
El Che había visto por sus propios ojos la funesta debilidad del reformismo y le confirmó en su creencia de que el socialismo sólo se podía conseguir mediante la lucha armada. Llegó a Ciudad de México a principios de septiembre de 1954 y entró en contacto con exiliados cubanos que había conocido en Guatemala. En junio de 1955, se encontró por primera vez con Raúl Castro, y después con su hermano Fidel, que había recibido la amnistía y salido de prisión en Cuba, donde le habían encerrado después del fracaso del asalto al Cuartel de Moncada.
El Che, inmediatamente, se unió al Movimiento 26 de Julio que estaba planificando derrocar la dictadura de Fulgencio Batista. Al principio, el Che se suponía que cumpliría un papel médico, su mala salud (sufrió durante toda su vida de asma) no sugerían que tuviera una constitución de combatiente. Sin embargo, participó en el entrenamiento militar junto con los otros miembros del movimiento y demostró su valía.
Granma
El 25 de noviembre de 1956, el yate crucero Granma zarpó de Tuxpan, Veracruz, rumbo a Cuba, cargado de revolucionarios. Era un viejo barco y llevaba a más personas de las que estaba permitido. Casi se hunde con el mal tiempo y muchos de los pasajeros sufrieron mareos severos. Sólo fue el principio de sus problemas.
La expedición casi queda destruida al principio. Desembarcaron en el lugar equivocado y se quedaron atascados en los pantanos. Fueron atacados por tropas gubernamentales poco después de desembarcar y aproximadamente la mitad de los rebeldes fueron asesinados o ejecutados después de ser capturados, sólo sobrevivieron 15-20. Esta fuerza agotada y magullada de algún modo consiguió reagruparse y escapar a las montañas de Sierra Maestra, desde donde iniciaron una guerra de guerrillas contra la dictadura de Batista.
A pesar del revés inicial, los rebeldes consiguieron dar un golpe valiente que resonó en los corazones y las mentes de las masas y, especialmente, de la juventud. Sus filas mermadas se llenaron con nuevos reclutas, la guerra de guerrillas se extendió por todo el este de Cuba. El Che participaba como médico, pero en el fragor de la batalla tuvo que decidir si serviría mejor a la causa como médico o como guerrillero. Y decidió:
“Quizás esa fue la primera vez que tuve planteado prácticamente ante mí el dilema de mi dedicación a la medicina o a mi deber de soldado revolucionario. Tenía delante de mi una mochila llena de medicamentos y una caja de balas, las dos eran mucho peso para transportarlas juntas; tomé la caja de balas, dejando la mochila…”.
La fuerza principal de la rebelión residía en la debilidad crónica del viejo régimen, internamente podrido de corrupción y decadencia. A pesar del apoyo, dinero y armas del imperialismo norteamericano, Batista fue incapaz de detener el avance de la revolución. Sus soldados estaban poco dispuestos a arriesgar sus vidas para defender un régimen enfermo. Debilitados y desmoralizados por una serie de emboscadas en las cimas de Sierra Maestra, en Guisa y en los claros de Cauto, el ejército estaba totalmente desmoralizado cuando se lanzó la ofensiva final.
En esta campaña el Che se convirtió en comandante, consiguió reputación por su coraje, bravura y habilidad militar. En ese momento ya era el segundo del propio Fidel Castro. En los últimos días de diciembre de 1958, el comandante Guevara y su columna de guerrilleros se dirigieron al oeste para el avance final hacia La Habana. Esta columna llevó a cabo las tareas más peligrosas en el ataque decisivo a Santa Clara. En un discurso pronunciado en Palma Soriano el 27 de diciembre de 1958, Castro señaló la importancia de esta ofensiva:
“Establecimos nuestra línea defensiva en el río Cautillo. Teníamos rodeado Mapo pero aún quedaba Palma. Aproximadamente había 300 soldados enemigos. También estábamos ansiosos por tomar las armas que había en Palma, porque cuando dejamos La Plata, en Sierra Maestra, debido a la última ofensiva, nos quedamos con 25 soldados armados y 1.000 reclutas desarmados. Armamos a estas tropas a lo largo del camino, les armamos durante el combate, pero en realidad no terminamos totalmente de armarles hasta Palma”.
Las órdenes finales para el ejército rebelde fueron emitidas desde Palma el 1 de enero de 1959. Pero el golpe final que acabó con la dictadura fue la huelga general de los trabajadores de La Habana. Todo el edificio colapsó como un castillo de naipes. Los generales de Batista intentaron negociar una paz separada con los rebeldes. Cuando se enteró de esto, el dictador se dio cuenta de que el juego había terminado y huyó a la República Dominicana el día de Año Nuevo de 1959.
En el poder
El viejo Estado burgués fue aplastado y se formó un nuevo poder, o más bien se improvisó, sobre la base del ejército guerrillero. El poder pasó ahora a manos del ejército guerrillero. Los marxistas de todo el mundo se alegraron del triunfo de la Revolución Cubana. Fue un golpe duro para el imperialismo, el capitalismo y el latifundismo en la puerta de atrás del Estado imperialista más poderoso de la historia. Dio esperanza a las masas oprimidas en todas partes. Pero tuvo lugar de una manera diferente a la Revolución Rusa de octubre de 1917. No había soviets y la clase obrera, aunque garantizó la victoria final de la revolución mediante una huelga general, no jugó un papel de dirección.
Algunos defienden que este hecho es irrelevante, que cada revolución es diferente, que no existe un modelo aplicable a todos los casos, y otras cosas por el estilo. Hasta cierto punto es verdad. Toda revolución tiene sus propias características concretas que corresponden con condiciones determinadas diferentes, la correlación de fuerzas de clase, la historia y las tradiciones de los distintos países. Pero esta observación no agota toda la cuestión.
“La dictadura del proletariado”
Marx explicaba que los trabajadores no sólo deben controlar el viejo aparato del Estado y utilizarlo para cambiar la sociedad, desarrolló también su teoría del poder obrero en La guerra civil en Francia. Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores 1871. ¿Cuál es la esencia de la teoría? Marx explicaba que el viejo Estado no podía servir como un instrumento para cambiar la sociedad. Debía ser destruido y sustituido por un nuevo poder estatal, un Estado obrero, que sería totalmente diferente de la vieja maquinaria estatal, “el poder estatal centralizado, con sus órganos omnipresentes de ejército permanente, policía, clero y judicatura”. Sería un semi-estado, por utilizar una expresión de Marx, dedicado a su propia desaparición:
“La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento. La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera. La Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo. En vez de continuar siendo un instrumento del Gobierno central, la policía fue despojada inmediatamente de sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ella y revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios de las demás ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los servidores públicos debían devengar salarios de obreros. Los intereses creados y los gastos de representación de los altos dignatarios del Estado desaparecieron con los altos dignatarios mismos. Los cargos públicos dejaron de ser propiedad privada de los testaferros del Gobierno central. En manos de la Comuna se pusieron no solamente la administración municipal, sino toda la iniciativa ejercida hasta entonces por el Estado.
“Una vez suprimidos el ejército permanente y la policía, que eran los elementos de la fuerza física del antiguo Gobierno, la Comuna tomó medidas inmediatamente para destruir la fuerza espiritual de represión, el ‘poder de los curas’, decretando la separación de la Iglesia y el Estado y la expropiación de todas las iglesias como corporaciones poseedoras. Los curas fueron devueltos al retiro de la vida privada, a vivir de las limosnas de los fieles, como sus antecesores, los apóstoles. Todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente al pueblo y al mismo tiempo emancipadas de toda intromisión de la Iglesia y del Estado. Así, no sólo se ponía la enseñanza al alcance de todos, sino que la propia ciencia se redimía de las trabas a que la tenían sujeta los prejuicios de clase y el poder del Gobierno”. (Carlos Marx. La Guerra Civil en Francia. Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores).
Estas ideas no guardan ninguna relación con el régimen totalitario burocrático de la Rusia estalinista donde el Estado era un monstruoso poder opresor situado por encima de la sociedad. Incluso la palabra “dictadura” en la época de Marx tenía una connotación totalmente diferente a la que hoy tiene. Después de la experiencia de Stalin, Hitler, Mussolini, Franco y Pinochet, la palabra dictadura significa campos de concentración, Gestapo y la KGB. Pero, en realidad, Marx tenía en mente la dictadura de la República Romana, mediante la cual en un Estado de excepción (normalmente la guerra) los mecanismos habituales de la democracia temporalmente se suspendían y un dictador gobernaban durante un tiempo temporal con poderes excepcionales.
Lejos de un monstruo totalitario, la Comunica de París era una forma muy democrática de gobierno popular. Era un Estado construido que pretendía desaparecer, un semi-estado, por utilizar la expresión de Engels. Lenin y los bolcheviques modelaron el Estado soviético en las mismas líneas tras la Revolución de Octubre. Los trabajadores tomaron el poder a través de los soviets, que eran los órganos más democráticos de representación popular que se han inventado jamás.
A pesar de las terribles condiciones de atraso que existían en Rusia, la clase obrera disfrutaba de derechos democráticos. El programa del partido de 1919 especificaba lo siguiente: “todas las masas trabajadoras sin excepción deben ser inducidas a tomar parte en el trabajo de la administración del Estado”. La dirección de la economía planificada principalmente estaba en manos de los sindicatos. Este documento fue traducido inmediatamente a todas las lenguas principales del mundo y distribuido ampliamente. Sin embargo, cuando llegaron las purgas de 1936 fue considerado un documento peligroso y todas las copias se eliminaron silenciosamente de todas las bibliotecas y librerías de la URSS.
En cualquier revolución donde el papel dirigente no lo juega la clase obrera sino otras fuerzas, inevitablemente fluyen determinadas situaciones. Siempre existe una tendencia a que el Estado se eleve por encima del resto de la sociedad e incluso que las personas más dedicadas puedan ser corrompidas o perder el contacto con las masas en determinadas circunstancias. Por esa razón Lenin planteó sus famosas cuatro condiciones para el poder obrero:
- Elecciones libres y democráticas con derecho a revocación de todos los funcionarios.
- Ningún funcionario puede recibir un salario superior al de un trabajador cualificado.
- No al ejército permanente sino el pueblo en armas.
- Gradualmente, todas las tareas de administración de la sociedad deben ser hechas por todos a turnos (cuando todos son burócratas nadie es un burócrata).
Estas condiciones no eran un capricho o una idea arbitraria de Lenin. En una economía nacionalizada planificada es absolutamente necesario garantizar el máximo de participación de las masas en la dirección de la industria, la sociedad y el Estado. Sin eso, inevitablemente aparecerán tendencias hacia el burocratismo, la corrupción y la mala gestión, que, al final, pueden socavar y destruir la economía planificada desde dentro. Eso es lo que ocurrió en la URSS. Los puntos planteados por Lenin tienen importancia con relación a los acontecimientos en Cuba y en la propia evolución del Che.
Ministro revolucionario
El Che ocupó varios puestos en la administración revolucionaria. Trabajó en el Instituto Nacional de Reforma Agraria, fue presidente del Banco Nacional de Cuba, cuando firmó los billetes con su apodo: “Che”. En todo este período, Guevara, se negó a cobrar el salario oficial y recibió únicamente el bajo salario de comandante del ejército.
Este es un pequeño detalle que nos dice mucho sobre el hombre. Decía que lo hacía para dar “ejemplo revolucionario”. En realidad, seguía la letra del principio establecido por Lenin en El Estado y la revolución, que ningún funcionario recibiera un salario superior al de un trabajador cualificado. Era una medida antiburocrática. Lenin, como Marx, era bien consciente del peligro del Estado elevándose sobre la sociedad y que este peligro también existía en un Estado obrero.
Tomando como punto de partida el análisis de Marx y Engels de la Comuna de París, Lenin planteó cuatro puntos clave para luchar contra la burocracia en un Estado obrero en 1917 al que nos hemos referido anteriormente:
“Reduciremos a los funcionarios del Estado a ser simples ejecutores de nuestras directivas, ‘inspectores y contables’ responsables, amovibles y modestamente retribuidos (en unión, naturalmente, de técnicos de todas clases, de todos los tipos y grados): he ahí nuestra tarea proletaria, he ahí por dónde se puede y se debe empezar al llevar a cabo la revolución proletaria”. (Lenin. El Estado y la revolución).
Durante los primeros meses de gobierno soviético, el salario de un Comisario del Pueblo (incluido el mismo Lenin) sólo era dos veces el salario mínimo de subsistencia para un ciudadano corriente. En los siguientes años, los precios y el valor del rublo con frecuencia cambiaban muy rápidamente y los salarios se alteraban de acuerdo con estas subidas. Algunas veces, las cifras eran asombrosas, cientos de miles y millones de rublos. Pero incluso en esta condiciones, Lenin garantizó que la relación entre los salarios más bajos y los más altos en las organizaciones estatales no superaran el límite fijado, mientras vivió el diferencial parece que nunca fue superior a 1:5.
Por supuesto, en unas condiciones de atraso, se tuvieron que hacer muchas excepciones que representaban una amenaza de los principios de la Comuna de París. Para convencer a los “especialistas burgueses” (spetsy) y que trabajaran para el Estado soviético, era necesario pagarles salarios más elevados. Estas medidas eran necesarias hasta que la clase obrera creara a su propia intelectualidad. Además, se pagaban tipos especiales al “trabajador de choque” en ciertas categorías fabriles y oficinas.
Sin embargo, estos acuerdos no se aplicaban a los comunistas. Estaba prohibido estrictamente recibir más que un trabajador cualificado. Cualquier ingreso que recibieran y que superara esa cifra debía ser pagado al partido. El presidente del Consejo de Diputados del Pueblo recibía 500 rublos, comparables a los ingresos de un trabajador cualificado. Cuando el gerente del Consejo de Diputados del Pueblo, V. D. Bonch-Bruevich, pagó más a Lenin en mayo de 1918, recibió una “severa reprimenda” por parte de Lenin, que lo describió como un aumento “ilegal”.
Debido al aislamiento de la revolución y la necesidad de emplear a especialistas y técnicos burgueses, el diferencial aumentó para estos trabajadores, que podían ganar un 50% más de lo que recibían los miembros del gobierno. Lenin denunció esta situación como una “concesión burguesa” que debería reducirse lo antes posible.
No sólo en la teoría, sino también en la práctica, el Che siguió principios revolucionarios similares.
El Che contra el estalinismo
El Che Guevara era un revolucionario instintivo. Personalmente era incorruptible y detestaba la burocracia, el arribismo y los privilegios. Tenía la moralidad austera y puritana del luchador revolucionario. Por esa razón, le repelían las manifestaciones de burocracia y servilismo que observaba después del triunfo de la revolución.
El Che con frecuencia expresó opiniones contrarias a las posiciones oficiales del Partido Comunista de la Unión Soviética dirigido por Nikita Kruschev. Se opuso a la “teoría” de coexistencia pacífica, no le gustaba la actitud servil de algunos cubanos hacia Moscú y su ideología. Sobre todo, le repelían la burocracia, el arribismo y el privilegio. Sus visitas a Rusia y Europa del Este le conmocionaron y profundizaron su sentimiento de desilusión con el estalinismo. La burocracia, los privilegios y el conformismo asfixiante le disgustaban hasta lo más profundo de su ser.
Cada vez era más crítico con la Unión Soviética y sus dirigentes. Por eso, al principio, se inclinó hacia China en la disputa chino-soviética. Pero presentar al Che como un maoísta es hacerle una injusticia. No hay razón para creer que se hubiera sentido más cómodo en la China de Mao que en la Rusia de Kruschev. La razón por la que parece que se inclinó sobre China fue que los chinos criticaron la decisión de Moscú de retirar los misiles soviéticos de Cuba, un acto que el Che consideró una traición.
Es imposible llegar a una clasificación cuidadosa del Che Guevara, tenía un carácter complejo con un cerebro fértil que siempre a la búsqueda de la verdad. Los dogmas del estalinismo eran la antítesis absoluta de su forma de pensamiento. Rechazaba el servilismo burocrático y el conformismo, detestaba el privilegio de cualquier tipo. Estas ideas le convirtieron en objeto de sospecha para los dignatarios “comunistas” de Europa y el Bloque del Este. Los dirigentes estalinistas del Partido Comunista Francés eran particularmente hostiles con él e incluso lanzaron una campaña de calumnias contra el Che, describiéndole como un “aventurero pequeño burgués”.
Ministro de Industria
Guevara más tarde sirvió como Ministro de Industria, en ese puesto tuvo que hacer frente a los problemas de la edificación de una economía socialista planificada en las condiciones difíciles que afrontaba la Revolución Cubana. Mi buen amigo y compañero León Ferrer, el veterano trotskista cubano, trabajó con el Che en el ministerio y mantuvo muchas discusiones con él sobre Trotsky y el trotskismo. Le dio libros de Trotsky para que los leyera y mostró interés en ellos. Pero había un punto que no entendía: “Trotsky escribe mucho sobre la burocracia, pero qué significa”, León se lo explicó lo mejor que pudo después el Che dijo: “Sí, creo que ya comprendo lo que quieres decir”.
Al día siguiente, el Che y León se reunieron para cortar caña de azúcar en los campos. En medio de este trabajo matador, León vio un gran coche negro que avanzaba lentamente por el campo. Se volvió al Ché y le dijo: “Comandante, parece que tienes una visita”. El Che miró sorprendido y vio la limusina. Después su cara mostró una sonrisa y le dijo a León: “¡Mira lo que va a suceder!”
El coche se detuvo y un funcionario sudoroso con traje y corbata se bajó y comenzó a caminar hacia el Che. Antes de pudiera abrir la boca el Che le gritó: “¿Qué hace aquí? ¡Fuera! ¡Aquí no queremos burócratas!” El funcionario avergonzado regresó al coche y el Che se volvió hacia León y le dijo con una sonrisa triunfal: “¡Ves!
Cuando el trotskista cubano fue detenido, el Che en persona intervino para garantizar su liberación. (Más tarde dijo que había sido un error). También propuso estudiar los escritos de León Trotsky, a quien consideraba como uno de los marxistas no ortodoxos. Esta actitud es muy diferente a la postura de los seguidores de Mao Tse Tung que describían a Trotsky como un contrarrevolucionario y enemigo del socialismo.
Estas ideas las expresó el Che Guevara en una carta a Armando Hart Dávalos, publicada en Cuba en diciembre de 1997 en Contracorriente Nº 9. La carta fue escrita en Dar-es-Salaam, Tanzania, el 4 de diciembre de 1965, durante la expedición africana del Che. En ella se expresa en términos muy críticos sobre la filosofía soviética y el seguidismo servil de algunos cubanos:
“En este largo período de vacaciones le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer. Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya que el partido lo hizo por ti y tú debes digerir. Como método, es lo más antimarxista, pero además suelen ser muy malos.
“Si le das un vistazo a sus publicaciones [en Cuba] podrás ver la profusión de autores soviéticos y franceses que tiene. Esto se debe a comodidad en la obtención de traducciones y a seguidismo ideológico. Así no se da cultura marxista al pueblo, a lo más, divulgación marxista, lo que es necesario, si la divulgación es buena (no es este el caso), pero insuficiente”.
Propone un plan extenso de formación política que incluye el estudio de las obras completas de Marx, Engels, Lenin, Stalin y “y otros grandes marxistas. Nadie ha leído nada de Rosa Luxemburgo, por ejemplo, quien tiene errores en su crítica de Marx (tomo III) pero murió asesinada, y el instinto del imperialismo es superior al nuestro en estos aspectos. Faltan también pensadores marxistas que luego se salieron del carril, como Kautsky y Hilfering (no se escribe así) [el Che hace referencia al marxista austríaco Rudolf Hilferding] que hicieron aportes y muchos marxistas contemporáneos, no totalmente escolásticos”.
Y añade en broma: “y debía estar tu amigo Trotsky, que existió y escribió, según parece”. Su interés en las ideas de Trotsky aumentaba en el mismo grado que se desilusionaba con los regímenes burocráticos de Rusia y Europa del Este. El Che Guevara era un lector ávido y en su última campaña en Bolivia llevaba muchos libros con él. Entre ellos, significativamente, había libros de Trotsky: La revolución permanente e Historia de la Revolución Rusa.
Dadas las condiciones extremadamente difíciles de la guerra de guerrillas en las montañas y la jungla, un guerrillero sólo llevaba consigo lo que consideraba absolutamente necesario. Esta circunstancia nos dice mucho sobre el pensamiento del Che en esa época. No dudamos de que si hubiera vivido, habría girado hacia el trotskismo y, en realidad, ya lo estaba haciendo poco antes de que su vida se truncara.
La campaña contra el Che
El cuarenta aniversario del asesinato del Che Guevara ha sido la señal para una campaña ruidosa en su contra. Los ataques al Che no sólo proceden de la derecha. Hay ataques constantes de anarquistas, libertarios y todo tipo de “demócratas”. Las críticas al Che de Regis de Bray son particularmente desagradables, ese miserable renegado y cobarde, que jugó un papel pernicioso en la última campaña del Che en Bolivia y que más tarde se convirtió en reformista y asesor de Mitterand, ahora es un fiel servidor de la burguesía y el imperialismo.
Otros “intelectuales” como Jon Lee Anderson, que escribió un libro conocido sobre el Che, Jorge Castañeda y Octavio paz se han unido al coro de renegados y sinvergüenzas que compiten entre sí por “desmitificar” al Che, es decir, echar basura sobre su memoria. Esta desagradable campaña de calumnias cuenta con el apoyo de muchos en la “izquierda” de América Latina, que es sólo una indicación de la degeneración de la intelectualidad “democrática” en el período de decadencia senil del capitalismo.
El escritor Paul Breman, nos dice que el “culto moderno al Che” oscurece la obra de los disidentes y lo que él cree es una “lucha social tremenda” que actualmente se está realizando en Cuba. Sí hay una tremenda lucha social en Cuba, una lucha entre la revolución y la contrarrevolución, una lucha entre los que desean defender las conquistas de la revolución cubana y los que, bajo la falsa bandera de la “democracia” quieren arrastrar a Cuba hacia la esclavitud capitalista, como ya ha ocurrido en Rusia. En esta lucha no es posible ser neutral, y estos “intelectuales demócratas” se han puesto abiertamente al lado de la contrarrevolución capitalista.
Otro de estos sinvergüenzas, el autor Christopher Hitchens, que antes se consideraba como un socialista y seguidor de la Revolución Cubana, ahora, como otros muchos en un tiempo amigos de Cuba, han cambiado de idea. Escribe lo siguiente sobre el legado del Che Guevara: “La situación de icono del Che quedó garantizada porque fracasó. Su historia fue la de la derrota y el aislamiento, y por eso resulta tan seductor. Si hubiera vivido, el mito del Che hace mucho que ya hubiese muerto.»
No, mi amigo Che Guevara no ha muerto sino que está muy vivo, y será recordado mucho después de que toda esta tribu miserable de fariseos burgueses haya sido olvidada. Sí, el Che fue derrotado, pero al menos tuvo el coraje de intentar luchar, y es mil veces mejor intentar luchar y caer honorablemente en la batalla por una causa justa, que parlotear, quejarse y gimotear desde los márgenes de la historia y hacer precisamente nada.
La cuestión de la violencia revolucionaria
La principal acusación contra el Che es que fue responsable de una represión brutal innecesaria. ¿Cuáles son los hechos? Después del derrocamiento, al Che Guevera se la asignó el papel de “fiscal supremo”, supervisando los juicios y ejecuciones de cientos de criminales de guerra sospechosos del régimen anterior. Como comandante de la prisión de La Cabaña, supervisó el juicio y la ejecución de antiguos funcionarios del régimen de Batista y miembros del “Buró para la Represión de las Actividades Comunistas” (una unidad policial secreta conocida por su acrónimo español BRAC). Esta fue la excusa para una serie de ataques violentos contra él por parte de los enemigos de la revolución. Hemos visto toda una serie de artículos con títulos que hacen referencia al Che como un “carnicero” y otras cosas por el estilo.
En su libro sobre el Che, Jon Lee Anderson escribe:
“Durante todo enero, sospechosos criminales de guerra fueron capturados y llevados diariamente a La Cabaña. En su mayor parte, éstos no eran los altos secuaces del antiguo régimen, la mayoría había escapado antes de que los rebeldes asumieran el control de la ciudad y detenido el tráfico aéreo y marítimo, o permanecían escondidos en las embajadas. La mayoría eran diputados, chivatos de la base y torturadores policiales. Los juicios comenzaban a los ocho o nueve de la noche, y con frecuencia, se llegaba a un veredicto a las dos o tres de la mañana. Duque de Estrada, cuya tarea era conseguir pruebas, tomar testimonios y reparar los juicios, también se sentaba con el Che, el ‘fiscal supremo’, en el banco de apelación, donde el Che tomaba la decisión final sobre el destino de los hombres”. (Anderson, Jon Lee. Che Guevara: A Revolutionary Live. Nueva York. 1997. Grove Press. pp. 386-387).
José Vilasuso, un fiscal que trabajó con Guevara, dijo que estos eran “procedimientos ilegales” donde “se juzgaban los hechos sin ninguna consideración con los principios judiciales generales”. Vilasuso describía un proceso donde “las declaraciones del investigador constituían una prueba irrefutable de maldad” y donde “había parientes de las víctimas del régimen anterior que fueron nombrados como jurado del acusado”.
Solón de Atenas, que escribió la Constitución ateniense y sabía una o dos cosas sobre las leyes, dijo lo siguiente: “Las leyes son semejantes a las telas de araña: contienen lo débil y lo ligero, y son deshechas y traspasadas por lo fuerte y lo poderoso”. La ley nunca ha sido superior a los intereses de clase que hay detrás de ella. La burguesía se oculta detrás de la llamada imparcialidad de la ley para enmascarar la dictadura de los grandes bancos y monopolios. Cuando ya no conviene a sus intereses de clase, apartan a un lado estas leyes y ejercen abiertamente la dictadura.
Las personas que fueron ejecutadas en La Cabaña eran, como reconoce la cita anterior, conocidos seguidores de la dictadura de Batista que torturaron y asesinaron a muchas personas sin juicio, informadores que espiaban a la población y que fueron responsables de su encarcelamiento, tortura y muerte, y los propios torturadores. Estas personas son las que fueron llevadas ante los pelotones revolucionarios. ¿Se supone que debemos levantar con horror las manos por esto? ¿Se supone que debemos conmocionarnos cuando la revolución ajusta las cuentas con sus enemigos?
Los mismos fariseos de clase media que gimotean por estas ejecuciones son los que apoyan la “reconciliación y paz” en lugares como Chile, Argentina o Sudáfrica. Son los autores de la obscena farsa de “comisiones de la verdad” donde los asesinos y los torturadores se reúnen cara a cara con sus víctimas, con las viudas y huérfanos, con personas que sufrieron torturas indescriptibles o años de prisión por sus ideas. Al final, se supone que deben reconciliarse y estar “en paz”. Sí, ¿cómo los muchos otros que están “en paz” en fosas anónimas o en el fondo del Río de la Plata con las manos destrozadas?
Esta paz y reconciliación no es otra cosa que un engaño cruel y las llamadas comisiones de la verdad una evasión cobarde de la verdad: nunca puede haber paz y reconciliación entre los asesinos y los torturadores, con sus víctimas que piden justicia incluso desde la tumba. Es absolutamente intolerable que hoy conocidos asesinos y torturadores caminen por las calles de Santiago, Buenos Aires y Johannesburgo, y sus víctimas obligadas a vivir con este hecho. En España, los reformistas y los estalinistas suscribieron un vergonzoso fraude llamado “transición”. Los carniceros fascistas responsables de la muerte de más de un millón de personas quedaron sin castigo por ello. Los reformistas en Chine y en otras partes siguieron este ejemplo.
¿Es algo bueno permitir a Pinochet morir tranquilamente de viejo en su cama? ¿No habría sido más justo que este carnicero de masas hubiese sido juzgado por las familias de sus víctimas? Los fariseos dicen ¡una violación de los principios de la legalidad! Nosotros respondemos: ¡un acto de justicia revolucionaria! Predicar el amor y la reconciliación en medio de la lucha de clases es una forma de crimen, siempre se espera que el débil y el indefenso muestren amor y olvido, mientras que el rico y el poderoso siempre escapan a las consecuencias de sus crímenes.
El Che Guevara fue un humanitario que tenía un profundo amor por los pobres y los oprimidos y, por consiguiente, sentía un profundo odio hacia los opresores y explotadores. Escribió lo siguiente:
“El odio es un elemento de lucha, el odio implacable del enemigo que nos impulsa a ir más allá de los límites naturales de los hombres y transformarnos en máquinas efectivas, violentas, selectivas y asesinos fríos. Nuestros soldados deben ser así, una persona sin odio no puede derrotar a un enemigo brutal”.
¿Palabras crueles? Sí, pero la lucha de clases es cruel y las consecuencias de la derrota son mortíferas. Cuba está sólo a 90 millas de la nación imperialista más poderosa de la tierra. Poco después de estos acontecimientos el imperialismo norteamericano organizó una invasión con la ayuda de los agentes de Batista que el Che no consiguió llevar ante los pelotones de fusilamiento.
La hipocresía de los imperialistas
Los ataques de los enemigos de la revolución están motivados por el rencor y la hipocresía. Una revolución tiene que defenderse de sus enemigos, tanto internos como externos. Una revolución, que por su propia naturaleza derriba todas las viejas leyes, reglas y regulaciones, no se puede esperar que opere bajo la base de la legalidad burguesa. Tiene que inventar nuevas leyes y una nueva legalidad, y la única ley que conoce es la inventada hace mucho por Cicerón: salus populi suprema lex est (la salvación del pueblo es la ley suprema). Para los revolucionarios, la salvación de la revolución es la ley suprema. La idea de que una revolución debe bailar el minueto de la legalidad burguesa es sólo una estupidez.
A lo largo de la historia, ha habido muchos levantamientos de los oprimidos desamparados contra sus amos. Los anales de la historia humana están llenos de rebeliones esclavas derrotadas y tragedias similares. En cada caso, encontramos que los esclavos fueron derrotados porque no mostraron suficiente determinación y fueron demasiado suaves y confiados, mientras que la clase dominante siempre está dispuesta a emplear los métodos más brutales y sangrientos para mantener su dominio de clase.
La historia está repleta de ejemplos de la brutalidad de la clase dominante. Después de la derrota de Espartaco, los romanos crucificaron a miles de esclavos a lo largo de la Vía Apia. En junio de 1848, el general Cavaignac había prometido perdón y masacró a los trabajadores. El burgués Thiers había jurado la ley y dio al ejército carta blanca para la masacre. Después de la derrota de la Comuna, los carniceros de Versalles se vengaron de manera terrible de los proletarios de parís. Lissagaray (Historia de la Comuna de París de 1871 escribe lo siguiente:
“Las masacres masivas duraron hasta los primeros días de junio y las ejecuciones sumarísimas hasta mediados de ese mes. Durante un largo período, en el Bois de Boulogne se representaban dramas misteriosos. Nunca se conocerán el número exacto de víctimas de la Semana Sangrienta. El jefe de la justicia militar admitió 17.000 ejecutados, el consejo municipal de París pagó los gastos de enterramiento de 17.000 cadáveres, pero un gran número fueron asesinados fuera de París o quemados. No es una exageración decir que por lo menos fueron 20.000.
“Muchos campos de batalla han registrado más muertes, pero al menos éstos han caído en el fragor del combate. El siglo no ha presenciado una carnicería de esta magnitud después de la batalla, no hay nada igual en a historia de nuestras guerras civiles. El día de San Bartolomé, junio de 1848, el 2 de diciembre, formarían sino un episodio de las masacres de mayo. Incluso los grandes ejecutadores de Roma y de los tiempos modernos palidecen ante el Duque de Magenta. Las hecatombes de las victorias asiáticas, sólo las fiestas de Dahomey podrían dar alguna idea de esta matanza de proletarios”.
Hay otros muchos más ejemplos recientes. Después del derrocamiento del gobierno elegido democráticamente de Arbenz, los gobernantes de Guatemala desataron una guerra genocida sangrienta contra su propio pueblo con la ayuda de la CIA. Pinochet asesinó y torturó a decenas de miles. En Argentina, con la Junta hubo una gran carnicería. En el caso de Cuba, el títere norteamericano Batista, asesinó y torturó a innumerables opositores.
Todo forma parte del registro histórico. Los llamados demócratas en EEUU y en la Unión Europea pretenden estar conmocionados ante la violencia revolucionaria de la Revolución Cubana contra sus enemigos, pero estas mismas personas están dispuestas a cerrar los ojos ante los crímenes de los déspotas contrarrevolucionarios que eran amigos del imperialismo norteamericano. Como dijo el presidente Franklin D. Roosevelt sobre el dictador nicaragüense Somoza: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.
Bahía de Cochinos
La burguesía aborda la cuestión de la violencia desde un punto de vista de clase y práctico. La clase obrera también debería hacerlo. La idea de que es posible derrotar al enemigo de clase dándoles lecciones de moralidad es algo ingenuo e insensato. La verdadera razón de los lamentos hipócritas de escándalo moral contra las revoluciones cubana (y rusa) es que aquí al menos los esclavos lucharon contra los esclavistas, pero ganaron.
Al principio, Castro no planteó una perspectiva socialista y no nacionalizó nada. El Che, por otro lado, insistía en que la revolución cubana debía ser una revolución socialista. La revolución pronto entró en conflicto con el imperialismo estadounidense, que intentó sabotear sus intentos de poner en práctica la reforma agraria y otras medidas destinadas a mejorar las condiciones de vida de las masas. Las grandes empresas norteamericanas intentaron sabotear la economía cubana. Castro respondió con la nacionalización de toda la propiedad estadounidense en Cuba. La revolución cruzó el Rubicón. Había expropiado a los terratenientes y capitalistas, colisionado con Washington.
Era la confirmación absoluta de la teoría de la revolución permanente de Trotsky, una teoría en la que estaba interesado el Che y se llevó con él una copia del libro en su última expedición a Bolivia. Trotsky explica que en las condiciones modernas, las tareas de la revolución democrático burguesa en los países coloniales y ex – coloniales no las puede realizar la burguesía, que sólo se pueden conseguir a través de la expropiación de los terratenientes y capitalistas, y con el comienzo de la transformación socialista de la sociedad.
Los “demócratas” imperialistas respondieron organizando una invasión de Cuba. La CIA armó y entrenó a mercenarios cubanos, dispuestos a efectuar el derrocamiento violento del gobierno revolucionario. La revolución se defendió, movilizando y armando a los trabajadores y campesinos. Las fuerzas imperialistas fueron derrotadas en la Bahía de Cochinos, era la primera vez que el imperialismo sufría una derrota militar en América Latina. La revolución había triunfado.
Si los reaccionarios hubieran conseguido recuperar el poder, ¿qué habrían hecho? ¿Habrían invitado a los trabajadores y campesinos cubanos a unirse con ellos en una celebración universal de hermandad y reconciliación? ¿Habrían creado una comisión de la verdad e invitado al Che y Fidel Castro a participar? Habrían llenado no una Cabaña, sino cien, con sus víctimas. Sólo un ciego no comprendería este hecho, pero no hay más ciego que el que no quiere ver.
El Che y la revolución mundial
La Revolución Cubana estaba en peligro. ¿Cómo se podía salvar? El Che Guevara tenía la idea correcta, y se encaminaba en la dirección correcta antes de que su joven vida acabara de manera brutal. Se opuso radicalmente a la burocracia, la corrupción y los privilegios, que hoy son la mayor amenaza para la Revolución Cubana y, si no se corrigen, prepararán el camino para la restauración capitalista. Sobre todo, comprendía que la única manera de preservar la Revolución Cubana era extendiendo la revolución socialista al resto del mundo, comenzando con América Latina.
Sus discursos contra la burocracia y sus críticas de la Unión Soviética eran más abiertos en la medida que crecía la influencia de la Unión Soviética en Cuba. En general, cada vez era más escéptico con la Unión Soviética. Públicamente, acusó a Moscú de traicionar la revolución colonial. En febrero de 1965, el Che hizo lo que se convertiría en su última aparición en la escena internacional cuando pronunció un discurso en el Segundo Seminario Económico sobre Solidaridad Afro-asiática en Argel. En el curso de su discurso declaró:
“No hay fronteras en esta lucha a muerte. No podemos permanecer indiferentes frente a lo que ocurre en cualquier parte del mundo. Una victoria en cualquier país contra el imperialismo es nuestra victoria, como una derrota en un país es nuestra derrota”. Y continúa: “Los países socialistas tienen el deber moral de liquidar su complicidad tácita con los países explotadores de Occidente”.
Era una condena muy explícita de la política de coexistencia pacífica aplicada por Moscú. Consideraba que la retirada de los misiles soviéticos del territorio cubano sin consultar a Castro era una traición. Apoyó de forma entusiasta al pueblo vietnamita en su guerra de liberación contra el imperialismo norteamericano. Llamó a los pueblos oprimidos de otros países a que tomaran las armas y crearan “cien Vietnam”. Estas palabras horrorizaban a Kruschev y a la burocracia moscovita.
En su mente maduraba lentamente la idea de que la única forma de salvar la revolución cubana era extiendo la revolución a escala mundial. Esta idea era fundamentalmente correcta. El aislamiento de la Revolución Cubana era la mayor amenaza para su supervivencia. El Che no era un hombre que siguiera una idea para dejarla sobre el papel, decidió ponerla en acción. El Che Guevara abandonó Cuba en 1965 para participar en las luchas revolucionarias en África. Primero fue a Congo-Kinshasa, aunque su paradero permaneció en secreto durante los dos años siguientes.
El Che escribió una carta en la que reafirmaba su solidaridad con la Revolución Cubana pero declaró su intención de abandonar Cuba e ir al extranjero a luchar por la causa de la revolución. Decía lo siguiente “Otras naciones del mundo requieren mis modestos servicios” y, por tanto, decidió ir y luchar como un guerrillero “en nuevos campos de batalla”. Para no perjudicar al gobierno cubano y dar excusas a los imperialistas para que atacaran Cuba, anunció su dimisión de todos sus cargos en el gobierno, en el partido y en las fuerzas armadas, renunció a su ciudadanía cubana que le había sido concedida en 1959 como reconocimiento a sus esfuerzos en nombre de la revolución.
“Esta es la historia de un fracaso”
En aquel momento África estaba en una situación de fermento. Los colonialistas franceses habían sido expulsados de Argelia y los imperialistas belgas habían tenido que abandonar el Congo. Pero los imperialistas estaban organizando una acción obstinada en la retaguardia en alianza con el régimen del apartheid sudafricano y elementos reaccionarios de diferentes países. En juego estaba la inmensa riqueza mineral de África, también era el principal campo de batalla entre la Unión Soviética y EEUU.
El Che llegó a la conclusión de que ese era el mejor lugar para luchar. Ben Bella, presidente de Argelia, había mantenido discusiones con Guevara y dijo: “La situación que domina África, que parecía tener un enorme potencial revolucionario, hizo que el Che llegara a la conclusión de que África era el eslabón débil del imperialismo. Decidió que debía dedicar sus esfuerzos a África”.
El Congo acababa de conseguir la independencia, los imperialistas belgas y franceses sabotearon el gobierno de izquierdas de Patrice Lumumba creando un caos que sirviera de pretexto para una intervención militar. Con la colaboración activa de la CIA, los reaccionarios encabezados por Mobutu asesinaron a Lumumba y tomaron el poder en Leopoldville (Kinshasa). Los seguidores de Lumumba iniciaron una guerra de guerrillas. La operación cubana se llevó a cabo con el apoyo de los rebeldes al mando de Laurent Kabila. De modo asombroso, Guevara a sus 37 años de edad no tenía una formación miltar formal (su asma le impidió cumplir el servicio militar en Argentina), pero tenía la experiencia de la Revolución Cubana y eso era suficiente. De la misma forma, Trotsky tampoco tenía formación militar cuando formó el Ejército Rojo, pero los soldados rojos, armados con el fervor revolucionario, derrotaron a los ejércitos extranjeros lanzados contra ellos.
Napoleón dijo hace mucho que en la guerra la moral siempre es el factor decisivo. Sin embargo, el Che rápidamente se desilusionó de sus aliados congoleños. Tenía poca consideración por la capacidad de Kabila. “Nada me hace creer que es el hombre de la hora” escribía. Los revolucionarios rusos y cubanos luchaban por una causa en la que creían. Pero en el Congo, la lucha antiimperialista se mezclaba con las divisiones tribales, ambiciones personales y corrupción. Este hecho se pudo ver en los acontecimientos posteriores. En mayo de 1997, Laurent Kabila derrocó a Mobutu y se convirtió en presidente de la República Democrática de El Congo. En ese puesto, en el que estuvo hasta su asesinato en 2001, se comportó como un tirano corrupto. Fue sucedido en la presidencia por su hijo, igualmente corrupto, Joseph Kabila.
La CIA y los mercenarios sudafricanos trabajaban con las fuerzas de Mobutu para derrotar a los rebeldes. Pronto se dieron cuenta de que luchaban contra un enemigo muy serio, aunque al principio no conocían la presencia del Che. Sin embargo, la CIA alerto de su presencia a los sudafricanos. En Diario de El Congo, el Che habla de la incompetencia, estupidez y luchas internas en las fuerzas congoleñas locales. Esa fue la principal razón del fracaso de la revuelta, sin la ayuda cubana habría sido derrotada mucho antes.
Después de siete meses de frustraciones, sufriendo de asma, disentería y desilusionado con sus aliados, el Che abandonó el Congo con los supervivientes de su fuerza de afro-cubanos. Más tarde, cuando escribía sobre su misión en el Congo, declaró con amargura: “Es la historia de un fracaso”.
Bolivia
Después del fracaso en África, el Che decidió intentar abrir un nuevo frente revolucionario en América Latina. Parece que eligió Bolivia por su situación estratégica, un país fronterizo con varios países importantes, incluido Argentina. Adoptó el disfraz de un empresario uruguayo con gafas gruesas y cabeza rapada. Era tan perfecto que cuando dio el adiós final a su pequeña hija ella no le reconoció. Sin embargo, no eran tan fácil engañar a los imperialistas.
El Che cometió un error al intentar organizar una guerra de guerrillas en Bolivia, un país con una poderosa clase obrera con grandes tradiciones revolucionarias. Calculó mal en varios de los terrenos. Esperaba enfrentarse a un ejército boliviano escasamente formado y equipado. Pero, como ya hemos señalado, los imperialistas aprendieron la lección en Cuba y estaban preparados. El Che murió sólo once meses después del inicio de la operación guerrillera. Sólo cinco hombres consiguieron escapar de la trampa preparada para ellos por el ejército boliviano y sus “asesores” norteamericanos.
Leer hoy el Diario de Bolivia del Che es una experiencia conmovedora y trágica. Los sufrimientos físicos y mentales de este pequeño grupo de hombres son indescriptibles. Su destino final es desgarrador. Estableció su base en la jungla de la remota región de Ñancahuazú. Pero construir un ejército guerrillero en estas condiciones demostró ser extremadamente difícil, como muestra su diario boliviano. Comenzar la revolución en las junglas de Bolivia era desde el principio una aventura imposible. La fuerza guerrillera era aproximadamente sólo de unos cincuenta. Sufrieron unas enormes dificultades a la hora de reclutar entre la población local, que ni siquiera hablaba español. Las guerrillas habían aprendido quechua, pero el idioma local era el tupí-guaraní.
A pesar de todo, las guerrillas demostraron un tremendo valor y determinación, consiguieron varios éxitos tempranos contra los soldados regulares bolivianos en las montañas Camiri. Sin embargo, en septiembre, el ejército consiguió eliminar a dos grupos guerrilleros, asesinando a uno de los dirigentes. Desde este momento, luchaban una batalla que estaba perdida de antemano. Además, según seguía la campaña, la salud del Che se deterioraba. Sufría unos ataques de asma severos y debilitantes.
Las autoridades bolivianas finalmente alertadas sobre la presencia de Guevara cuando las fotografías tomadas por los rebeldes cayeron en sus manos tras un enfrentamiento con el ejército boliviano en marzo de 1967. Dicen que después de verlas, el presidente René Barrientos exclamó que quería la cabeza de Guevara en una pica en el centro de La Paz. Aquí tenemos una auténtica expresión del pacifismo humanitario de la burguesía: las mismas personas que critican a los revolucionarios por la violencia.
A pesar de los intentos de presentarle como un monstruo sanguinario (¿qué dirigente revolucionario no ha sido presentado así?), el Che en realidad era una persona muy humanitaria. En un pasaje conmovedor de su Diario de Bolivia, recuerda el momento en que pudo disparar a un joven soldado pero le fue imposible apretar el gatillo.
¡Esta no es la conducta de un hombre cruel y sanguinario! El Che personalmente dio tratamiento médico a los soldados bolivianos heridos hechos prisioneros por las guerrillas y después les dejaba libres. Este comportamiento humano contrasta con el tratamiento brutal que él mismo recibió cuando cayó en manos del ejército boliviano. Incluso se dice que, cuando fue capturado, se ofreció a tratar a algunos soldados bolivianos heridos en combate. El oficial boliviano al cargo rechazó este ofrecimiento.
Traición estalinista
Los hombres del Che se enfrentaron a innumerables obstáculos, no sólo el idioma, el clima (casi siempre llovía) y el terreno. Bajo la dirección pro-estalinista de Moscú, Mario Monje, del Partido Comunista Boliviano, era tremendamente hostil a Guevara y le molestaba su presencia en Bolivia. Los estalinistas bolivianos se negaron a cumplir sus compromisos con las guerrillas, decían que no existían condiciones para iniciar una ofensiva revolucionaria en Bolivia. Fidel Castro, en su introducción al Diario de Bolivia del Che, respondía muy bien a esta idea:
“Es notable, como se verá en el Diario, que uno de esos especímenes revolucionarios que ya van siendo típicos en América Latina, Mario Monje, esgrimiendo el título de Secretario del Partido Comunista de Bolivia, pretendió discutirle al Che la jefatura política y militar del movimiento. Y puesto que alegó, además, el propósito de renunciar previamente para ello a su cargo partidista, a su juicio, por lo visto, le bastaba el título de haberlo sido para reclamar tal prerrogativa.
“Mario Monje, por supuesto, no tenía ninguna experiencia guerrillera ni había librado jamás un combate, sin que por otro lado su autoconceptuación de comunista lo obligase siquiera a prescindir del grosero y mundano chovinismo que ya habían logrado superar los próceres que lucharon por la primera independencia.
“Con semejante concepto de lo que debe ser la lucha antiimperialista en este continente, tales ‘jefes comunistas’ no han rebasado siquiera el nivel internacionalista de las tribus aborígenes que sojuzgaron los colonizadores europeos en la época de la conquista.
“Así, el jefe del Partido Comunista de un país que se llama Bolivia, y su capital histórica, Sucre, en honor de sus primeros libertadores que eran venezolanos uno y otro, que tuvo la posibilidad de contar para la definitiva liberación de su pueblo con la cooperación del talento político, organizador y militar de un verdadero titán revolucionario, cuya causa por demás no se limitaba a las fronteras estrechas, artificiales e incluso injustas de ese país, no hizo otra cosa que entrar en vergonzosos, ridículos e inmerecidos reclamos de mando”. (Ernesto Che Guevara. Diario de Bolivia. Una introducción necesaria por Fidel Castro).
Y Castro continúa con su devastadora acusación de Monje y los dirigentes del PC boliviano:
“Pero Monje, no satisfecho del resultado, se dedicó a sabotear el movimiento, interceptando en La Paz a militantes comunistas bien entrenados que iban a unirse a las guerrillas. Estos hechos demuestran cómo existen en las filas revolucionarias hombres bien dotados de todas las condiciones necesarias para la lucha, cuyo desarrollo es criminalmente frustrado por dirigentes incapaces, charlatanes y maniobreros”. (Ibíd.,)
“A finales de enero el Che escribía en su diario:
“Como lo esperaba, la actitud de Monje fue evasiva en el primer momento y traidora después.
“Ya el partido está haciendo armas contra nosotros y no sé donde llegará, pero eso no nos frenará y quizás, a la larga, sea beneficioso (casi estoy seguro de ello). La gente más honesta y combativa estará con nosotros, aunque pasen por crisis de conciencia más o menos graves.
“Guevara, hasta ahora, ha respondido bien. Veremos cómo se portan él y su gente en el futuro.
“Tania partió pero los argentinos no han dado señales de vida, ni ella tampoco. Ahora comienza la etapa propiamente guerrillera y probaremos la tropa; el tiempo dirá qué da y cuales son las perspectivas de la revolución boliviana.
“De todo lo previsto, lo que más lentamente anduvo fue la incorporación de combatientes bolivianos”. (Ibíd.,)
Aquellos militantes del partido que se unieron o apoyaron al Che Guevara lo hicieron en contra de los deseos de la dirección del partido. El Diario de Bolivia del Che, muestra cómo los problemas con el Partido Comunista Boliviano llevaron a que las guerrillas tuvieran una fuerza significativamente más pequeña de lo que al principio se pensaba. Este hecho supuso un golpe mortal para las oportunidades de éxito de la guerrilla.
Regis Drebray
Un papel lamentable en toda esta situación lo jugó Regis Debray, un hombre que posteriormente hizo carrera explotando su supuesta relación con el Che Guevara. Con frecuencia se afirma que él “luchó con el Che en Bolivia” y que fue “camarada del Che”. Es completamente falso. Debray nunca luchó y, en realidad, provocó serios problemas a las guerrillas. El Che le consideraba un intelectual pequeño burgués con merecido desprecio. Su diario contiene frecuentes referencias a esta “compañía de viaje” no bienvenida y ninguna de ellas es halagadora.
Debray y el pintor argentino Ciro Bustos, aparecieron en el campamento del Che como turistas revolucionarios y no provocaron nada más que problemas. Se supone que ayudarían a desarrollar los contactos con el mundo exterior. Al final, consiguieron hacer mucha publicidad de sí mismos a costa de las guerrillas. El diario demuestra que el Che sospechó de Debray desde el principio:
“El francés planteó con demasiada vehemencia lo útil que podría ser fuera”. (Ibíd.,)
Las sospechas del Che pronto estuvieron justificadas. Incapaz de tolerar las duras condiciones insistieron al Che que les permitiera salir. Pronto fueron capturados por el ejército y le dieron información que era incalculable para la caza de los rebeldes. Bustos traicionó a las guerrillas y se convirtió en un vulgar informador. Incluso entregó fotografía para que el ejército pudiera reconocerlos. El juicio a Regis Debray atrajo la atención de los medios de comunicación mundiales, pero desvió la atención de las guerras que eran las que realmente estaban luchando. Este juicio sin duda avergonzó al gobierno boliviano, pero también endureció su actitud hacia las guerrillas. Es posible que una de las razones por las que Barrientos decidió asesinar a Guevara fuera el evitar una repetición del circo mediático que provocó este juicio.
El capítulo final
Barrientos ordenó al ejército boliviano capturar a Guevara. Pero sólo seguía las órdenes de sus jefes en Washington, que hacía mucho habían puesto precio a la cabeza de su enemigo más odiado. Tan pronto como Washington descubrió su localización, enviaron a la CIA y a las fuerzas especiales a Bolivia que se encargaron de la operación.
Los asesores norteamericanos llegaron el 29 de abril y formaron un programa de entrenamiento contra la insurgencia que duraba 19 semanas para el 2º Regimiento de Exploradores bolivianos. El curso intensivo incluía formación en armamento, combate individual, tácticas de pelotón y escuadrón, patrulla y contrainsurgencia. El ejército boliviano fue entrenado y armado por asesores norteamericanos y las fuerzas especiales. Incluía también el recién creado batallón de exploradores con formación especial en operaciones en la selva.
Desde finales de septiembre, el enemigo seguía sus pasos. Las fuerzas especiales bolivianas fueron avisadas por un informador de la localización del campamento guerrillero de Guevara. Lo rodearon el 8 de octubre y el Che fue capturado después de una breve escaramuza. Cuando las fuerzas bolivianas se acercaron a él, se supone que gritó: “¡No disparéis! Soy el Che Guevara y se supone que valgo más vivo que muerto”. Con estas palabras sólo pretenden presentarle como un cobarde. Es otra de las calumnias utilizadas por los reaccionarios para intentar ennegrecer la memoria de este hombre, que siempre demostró un gran valor y absoluta indiferencia hacia su seguridad personal.
Barrientos no perdió el tiempo y ordenó la ejecución del Che Guevara. Emitió la orden tan pronto como fue informado de su captura. No quería malgastar el tiempo en sutilizas legales. Lo hizo con pleno conocimiento y consentimiento de los “demócratas” de Washington. Ninguno de ellos quería correr el riesgo de un juicio donde el Che Guevara pudiera defenderse y, como sería inevitable, pasara a la contraofensiva, denunciando las injusticias sociales que justificaban su lucha. ¡No! Esta voz debía ser silenciada de una vez por todas.
En enero de 1919, en Berlín, los Junkers capturaron a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, tampoco tenían intención de permitirles llegar a un tribunal. No consultaron su libro de leyes antes de machacar sus cabezas. El Che Guevara fue llevado a una escuela en ruinas en la aldea cercada de La Higuera, donde permaneció prisionero toda la noche. ¡Qué pensamientos pasarían por su cabeza en esa última noche terrible cuando estaba solo como un cordero entre lobos hambrientos! ¡Solo y aislado del mundo, de su familia, amigos y compañeros, esperando el amanecer y la muerte inevitable!
A primera hora de la mañana sacaron al Che Guevara de la escuela. A la 1,10 de la tarde del 9 de octubre de 1967 fue ejecutado por Mario Teran, un sargento del ejército boliviano. Para intentar ocultar que había sido ejecutado a sangre fría, recibió múltiples disparos en las piernas para simular heridas de combate. Antes de su ejecución dijo lo siguiente al verdugo: “Sé que estás aquí para matarme. Dispara cobarde, sólo están asesinando a un hombre”. Esta es la voz del verdadero Che Guevara, no la de un cobarde suplicando por su vida.
El cadáver fue atado a los patines de aterrizaje de un helicóptero y llevado a la vecina Vallegrande, donde fue puesto en cubo de ropa sucia en el hospital local y expuesto para los caballeros de la prensa para que le fotografiaran. En un acto macabro de profanación, un médico militar le amputó las manos, oficiales del ejército boliviano trasladaron el cadáver de Guevara a un lugar desconocido.
El hombre que dirigió la búsqueda de Guevara fue Félix Rodríguez, un agente de la CIA infiltrado en Cuba para preparar una insurrección contra Castro que coincidiera con la invasión de Bahía de Cochinos. Fue Rodríguez el que informó a sus maestros en Washington y Virginia de la muerte del Che. Como un vulgar ladrón, le quitó al Che su Rolex y otros objetos personales que después mostraba a los reporteros mientras fanfarroneaba con sus proezas. El nombre de Félix Rodríguez entrará en los anales de la historia marcado por la infamia. Pero la memoria del hombre a quién asesinó cruelmente, vivirá para siempre como un adalid de los pobres y oprimidos, un luchador, un héroe revolucionario y un mártir por la causa del socialismo mundial.
La cuestión de la guerra de guerrillas
Como cualquier persona, el Che tenía su lado fuerte y su lado débil. Sin duda cometió un error al intentar presentar el modelo cubano de guerra de guerrillas como una táctica de aplicación general. Los marxistas siempre hemos concebido la guerra campesina como un auxiliar de los trabajadores en la lucha por el poder. Esa postura fue desarrollada primero por Marx durante la revolución alemana de 1848, cuando defendía que la revolución alemana sólo podría triunfar como una segunda edición de la guerra campesina. Es decir, el movimiento de los trabajadores en las ciudades tendría que arrastrar tras de sí a las masas campesinas.
No es correcto decir que esta postura sólo se aplica a los países capitalistas desarrollados. Antes de la revolución rusa, la clase obrera industrial no representaba a más del 10% de la población, pero Lenin y los bolcheviques siempre defendieron que la clase obrera debía situarse al frente de la nación y dirigir a las masas campesinas y otros sectores oprimidos. El proletariado jugó el papel dirigente en la revolución rusa, arrastrando a los millones de campesinos pobres, el aliado natural del proletariado.
La única clase capaz de dirigir una revolución socialista victoriosa es la clase obrera. No por razones sentimentales, sino debido al lugar que ocupan en la sociedad y el carácter colectivo de su papel en la producción. En los escritos de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, no se puede encontrar ninguna referencia o insinuación a la posibilidad de que el campesinado lleve consigo una revolución socialista. La razón es la extrema heterogeneidad del campesinado como clase. Está dividida entre muchas capas, desde los trabajadores agrícolas sin tierra (en realidad proletarios rurales) a los campesinos ricos que emplean a otros campesinos como asalariados. No tienen un interés común y, por tanto, no pueden jugar un papel independiente en la sociedad. Históricamente, han apoyado a diferentes grupos o clases en las ciudades.
Por su propia naturaleza, la guerra de guerrillas es el arma clásica del campesinado, no de la clase obrera. Es adecuada para las condiciones de lucha armada en zonas rurales inaccesibles, montañas, jungla, etc., donde la dificultad del terreno hace complicado el despliegue de tropas regular y donde el apoyo de las masas rurales suministra el apoyo logístico necesario y encubre a las guerrillas.
En el transcurso de la revolución en un país atrasado con una población campesina considerable, la guerra de guerrillas puede actuar como un arma auxiliar útil para la lucha de los trabajadores en las ciudades. Pero a Lenin nunca se le ocurrió defender la idea del guerrillerismo como un sustituto del movimiento consciente de la clase obrera. Las tácticas guerrilleras, desde un punto de vista marxista, sólo son permisibles como una parte subordinada y auxiliar de la revolución socialista.
Esa fue precisamente la postura de Lenin en 1905. No tenía nada en común con el tipo de tácticas terroristas individuales puestas en práctica por Narodnaya Volya y sus herederos, el Partido Socialista Revolucionario, con tácticas aún más locas del terrorismo moderno y las organizaciones de “guerrilla urbana” que son la antítesis de una verdadera política leninista. Lenin insistía en que la lucha armada debe ser parte del movimiento revolucionario de masas y especificaba las condiciones en que era permisible:
“1) tener en cuenta el Estado de ánimo de las grandes masas; 2) tomar en consideración las condiciones del movimiento obrero local; 3) preocuparse de no gastar inútilmente las fuerzas del proletariado”.
Y también dejaba claro que, lejos de ser una panacea, la guerra de guerrillas “es una forma inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección”. (Lenin. La guerra de guerrillas. 30 de septiembre de 1906).
El peligro de degeneración inherente a tal actividad queda absolutamente en evidencia cuando los grupos guerrilleros se quedan aislados del movimiento de masas. En el período que siguió a 1906, cuando el movimiento de trabajadores entró en declive y los revolucionarios sufrieron toda una serie de golpes, las organizaciones guerrilleras mostraron cada vez más signos de que habían dejado de ser un órgano auxiliar útil del partido revolucionario, para transformarse en grupos de aventureros, o aún peor. Incluso aunque defendían la posibilidad de tácticas guerrillas como una especie de acto de retaguardia contra la reacción en un momento en que él esperaba aún que el movimiento revolucionario se reactivara, Lenin avisó contra el “anarquismo, blanquismo, el antiguo terrorismo, actos de individuos aislados de las masas que desmoralizan a los obreros, que apartan de ellos a los amplios círculos de la población, desorganizan el movimiento y perjudican a la revolución”, añadía además que “en los hechos comunicados todos los días por los periódicos se encuentran, sin dificultad, ejemplos para confirmar este juicio”. (Ibíd.,)
En el período de 1905 a 1906, el movimiento revolucionario incluía un elemento de “guerra de guerrillas”, con destacamentos guerrilleros, expropiaciones armadas y otras formas de lucha armada. Pero los escuadrones de lucha siempre estaban estrechamente unidos a las organizaciones obreras. Por ejemplo, el comité militar de Moscú incluía no sólo a militantes del RSDLP, sino también a social-revolucionarios, sindicalistas (impresores) y estudiantes. Como hemos visto, los grupos guerrilleros eran utilizados con el objetivo de defenderse contra los pogromos y las Centurias Negras. También ayudaban a proteger las reuniones frente a las redadas policiales, donde la presencia de destacamentos de trabajadores armados con frecuencia eran un factor importante para evitar la violencia.
Entre otras tareas estaban conseguir armas, el asesinato de espías y agentes policiales y también atracaos a bancos para obtener fondos. La iniciativa de crear estos grupos guerrilleros con frecuencia partía de los propios trabajadores. Los bolcheviques lucharon para conseguir la dirección de estos grupos, para darles una forma disciplinada y organizada, para dotarlos de un plan de acción claro. Por supuesto que implicaba serios riesgos. En estos grupos se podían mezclar todo tipo de aventureros, elementos desclasados y dudosos, que, una vez aislados del movimiento de las masas, tendían a degenerar en líneas criminales hasta el punto de no distinguirse de simples grupos de bandidos.
Además, también había una gran infiltración de provocadores. Como norma, es más fácil para los agentes del Estado infiltrarse en organizaciones militaristas y terroristas que en auténticos partidos revolucionarios, especialmente donde están formados por cuadros educados unidos por fuertes lazos ideológicos, aunque incluso estos últimos no son inmunes a la infiltración. Lenin era consciente de los peligros de degeneración que implicaba la existencia de grupos armados. Contra estas tendencias era necesario un control firme y disciplinado, y la existencia de cuadros revolucionarios con experiencia. Pero el único control real era el movimiento revolucionario de masas.
Mientras las unidades guerrilleras actuaban como auxiliares del movimiento de masas (es decir, en el curso de un auge revolucionario), ellas jugaban un papel útil y progresista. Pero, allí donde los grupos guerrilleros se separaban del movimiento revolucionario de masas, inevitablemente tendían a degenerar. Por esa razón, Lenin consideraba absolutamente inadmisible prolongar su existencia, una vez se había establecido claramente que el movimiento revolucionario había entrado en un declive irreversible. Una vez llegada a esta etapa, inmediatamente defendió la disolución de todos los grupos guerrilleros.
La guerra de guerrillas
El Che escribió varios artículos y libros sobre la teoría y práctica de la guerrilla. La experiencia del derrocamiento del gobierno Arbenz le causó una profunda impresión. Llegó a la conclusión de que la clase dominante debe ser derrocada mediante la insurrección armada, una idea que era bastante correcta. La historia demuestra que ninguna clase dominante ha entregado jamás su poder y privilegios sin luchar. Ningún demonio se deja cortar las garras. Los marxistas no somos pacifistas. Las masas deben estar preparadas para luchar y utilizar cualquier fuerza necesaria para desarmar a la clase dominante. En palabras de Marx, la fuerza es la partera de la historia.
Su conocido libro La guerra de guerrillas, toma el modelo de revolución cubano como un modelo aplicable a los demás países. En este modelo, un pequeño grupo (foco) de guerrillas lleva adelante la insurrección armada sin la necesidad de organizaciones amplias para organizar a las masas. Esta idea era un error serio, como trágicamente demostraron los acontecimientos posteriores. La Revolución Cubana pilló a los imperialistas por sorpresa. No esperaban que las guerrillas triunfaran con tanta facilidad. Incluso cuando lo hicieron, la clase dominante estadounidense estaba dividida sobre cómo reaccionar. Un sector pedía una política agresiva, pero otro era favorable a una actitud cautelosa.
Los imperialistas cometieron un error, pero también estudian y aprenden de la experiencia. Después de la experiencia de la Revolución Cubana, a los imperialistas ya no se les pilló más por sorpresa. Estudiaron la teoría de la guerra de guerrillas, incluido los escritos de Che Guevara. Ellos estaban preparados y a la espera. Tanto pronto como se formaba un foco guerrillero, intervenían para aplastarlo. No dieron tiempo a las guerrillas para que pudieran establecer una base en la población rural. Eso es lo que ocurrió en Bolivia, eso selló el destino del Che y de sus compañeros, como de muchos otros más tarde.
Una de las grandes tragedias de la historia revolucionaria es que durante toda una generación de jóvenes valientes en América Latina y en otras partes, perdieron su vida como resultado de un inútil intento de copiar una táctica que triunfó en Cuba debido a una concatenación peculiar de circunstancias, pero que no se podían trasplantar de manera artificial a otros países con condiciones distintas.
La guerra de guerrillas tiene algún sentido en una sociedad atrasada, predominantemente agrícola, como China antes de 1949. Pero no tiene sentido alguno en países como Chile o Argentina, donde el campesinado es una minoría y la mayoría decisiva vive en las ciudades. Incluso en la Rusia zarista, como hemos visto, Lenin insistía en que el papel dirigente de la revolución lo debía jugar el proletariado y que la guerra de guerrillas debían ser vista como un auxiliar del movimiento revolucionario de masas y, sobre todo, de la clase obrera.
En Argentina, Uruguay, México, Venezuela y otros países, el intento de imitar de modo mecánico los métodos de las guerrillas en Cuba, llevó a derrotas sangrientas. Particularmente negativa fue la idea del denominado “guerrillerismo urbano, que sólo es la vieja idea del terrorismo individual con una nueva máscara. Aquellos que defendieron esta táctica desastrosa pensaban que habían inventado algo totalmente nuevo. En realidad, sólo repetían los errores de los viejos terroristas rusos de Narodnaya Volya, contra los que Lenin llevó a cabo una lucha implacable.
En cada caso, estas tácticas terminaron en una derrota sangrienta y en la reacción salvaje. El movimiento perdió miles de cuadros jóvenes que podían haber jugado un papel importante en el desarrollo de un movimiento revolucionario de masas en las fábricas, barrios obreros y pueblos. Fue un error muy serio que se debe rectificar si se desea el triunfo de la revolución socialista. Es el aspecto negativo del legado del Che, que es tomado por los ultraizquierdistas incapaces de comprender el verdadero legado positivo de este gran revolucionario y sólo repiten sus errores. Esta es la peor injusticia que se puede imaginar a la memoria del Che.
El mensaje real del Che Guevara que debemos guardar y aprender es su internacionalismo: la idea correcta de que la revolución socialista no es un acto nacional aislado, sino parte de una cadena que sólo se puede completar con la victoria del socialismo a escala mundial. El movimiento revolucionario actual en América Latina demostró que él tenía razón.
El internacionalismo del Che Guevara
La revolución cubana desde el principio se inspiró en el internacionalismo revolucionario que estaba personalizado en el Che Guevara, que fue un dirigente excepcional de la revolución cubana. Pero en realidad, era un verdadero internacionalista y un ciudadano del mundo. Como Bolívar, tenía la perspectiva de una revolución latinoamericana.
Después de su trágica muerte, hubo muchos intentos de convertir al Che Guevara en un icono inocuo, una cara sobre una camiseta. La burguesía le presenta como un romántico bienintencionado, un idealista utópico. ¡Esto es algo indigno para la memoria de un gran revolucionario! El Che Guevara no era un soñador desesperado sino un revolucionario realista. No fue casualidad que el Che intentara extender la revolución a otros países, no sólo en América Latina sino también en África. Comprendía muy bien que, en última instancia, el futuro de la revolución cubana estaría determinada por este hecho.
Desde el principio, el destino de la revolución cubana estaba vinculado a los acontecimientos a escala mundial. ¿Cómo podía ser de otra manera cuando la revolución estaba amenazada desde su nacimiento por el Estado imperialista más poderoso sobre el planeta? La revolución cubana, como la revolución rusa, tuvo un impacto internacional tremendo, sobre todo en América Latina y el Caribe. Hoy se aplica la misma situación. El Che intentó encender la chispa que pusiera en llamas todo el continente. Quizá cometió un error sobre cómo iniciarla, pero nadie cuestiona sus intenciones y su idea fundamental era correcta: que la única manera de salvar a la revolución cubana era con su extensión a América Latina.
El Che ayudó a organizar expediciones revolucionarias en el extranjero, pero todas fracasaron. El primer intento lo hizo en Panamá, otra en República Dominicana ya en 1959. Desgraciadamente, de la experiencia cubana sacó algunas conclusiones equivocadas. El intento de exportar el modelo de guerra de guerrillas y los focos, llevó a una derrota terrible tras otra. Para ello hay varias razones. En primer lugar, como hemos visto, la insurgencia cubana pilló por sorpresa al imperialismo norteamericano, pero pronto aprendió las lecciones y cada vez que aparecía un “foco” conseguían aplastarlo rápidamente antes de que pudiera extenderse.
Un dato más importante fue que la mayoría de la población de América Latina ahora vive en las ciudades. La guerra de guerrillas es un método típico de lucha del campesinado. Por lo tanto, aunque la guerra de guerrillas puede jugar un papel importante como auxiliar, no pude representar el papel principal. Este papel está reservado para la clase obrera en las ciudades y, por tanto, las tácticas deben estar de acuerdo con esta circunstancia.
Se puede ver en la experiencia de Venezuela, donde el intento de organizar un movimiento guerrillero fue un absoluto fracaso. La revolución venezolana se desarrolla como una revolución en esencia urbana, basada en las masas en las ciudades y apoyada por el campesinado. El movimiento bolivariano de Hugo Chávez ha utilizado la lucha parlamentaria de manera muy efectiva para movilizar a las masas, se ha podido ver cómo el movimiento de las masas ha derrotado la contrarrevolución en tres ocasiones.
El destino de la revolución cubana está orgánicamente unido al de la revolución venezolana. Se determinarán entre sí. Si la revolución venezolana es derrotada, la revolución cubana estará en un grave peligro. Se deben hacer todos los esfuerzos para evitar esa situación. Pero debemos aprender de la historia, la revolución venezolana ha conseguido milagros, pero todavía no ha acabado.
Como la revolución cubana, la revolución venezolana ha comenzado como una revolución democrático nacional. En las primeras etapas, el programa defendido por Hugo Chávez era el programa de la democracia burguesa avanzada. Pero la experiencia ha demonstrado que la oligarquía y el imperialismo son enemigos mortales de la democracia. Nada les detendrá para destruir la revolución. Por lo tanto, cualquier intento de limitar la revolución bolivariana a las tareas democrático burguesas, es decir, detener la revolución, preparará el camino para la derrota inevitable de la revolución.
¿Por qué el imperialismo estadounidense está tan decidido a destruir las revoluciones cubana y venezolana? Debido al efecto que tienen a escala continental, los imperialistas están aterrorizados ante la posibilidad de que Cuba y Venezuela actúen como focos. Por esa razón están decididos a liquidarlas.
La idea del Che era abrir veinte Vientam en América Latina. No era una mala idea, pero en aquel momento no era posible, en parte, porque las condiciones no habían madurado lo suficiente pero, principalmente, debido al modelo equivocado de guerra de guerrillas que siguió. Pero ahora las cosas son diferentes. La crisis del capitalismo ha tenido efectos devastadores en América Latina y ha tenido consecuencias revolucionarias. Las condiciones para la revolución maduran en todas partes. En realidad, en el momento actual, no hay un solo régimen capitalista estable desde Tierra de Fuego a Río Grande. Con una dirección correcta, no hay razón para que en uno o varios países de América Latina no haya revoluciones proletarias triunfantes en el próximo período. Lo que hace falta no es el nacionalismo ni los bloques con la burguesía reaccionaria, sino un programa socialista revolucionario y el internacionalismo proletario revolucionario.
Londres, 9, de octubre de 2007