Desde la llegada al poder de Donald Trump en EEUU, la posición de Washington hacia la revolución cubana ha sido cada vez más beligerante en un cambio radical de política respecto a la seguida por el presidente Obama. Aunque los objetivos finales de ambos son los mismos, el derrocamiento de la revolución cubana, Obama reconoció que la política de agresión directa había fracasado y decidió intentar conseguir lo mismo por la vía de las relaciones económicas. Es decir, restaurar el capitalismo por la vía de la penetración del mercado. Trump parece estar decidido a volver a una política de agresión abierta y ha tomado una serie de medidas concretas al respecto.
El 17 de abril, coincidiendo con el aniversario de la derrotada invasión de Playa Girón, el asesor de seguridad nacional de EEUU John Bolton anunció la decisión de limitar las remesas a $1.000 por persona cada tres meses, frente a la situación anterior en la que no había límite. En el mismo discurso Bolton anunció la limitación de viajes a Cuba. Estas medidas tienen potencialmente un impacto muy negativo sobre la frágil economía cubana. Por una parte, las remesas representan una parte importante y creciente de la economía cubana. Por otra parte, cientos de miles de estadounidenses habían viajado a Cuba en los últimos años, sobretodo en cruceros, como resultado de la relajación del régimen de visas.
Finalmente, quizás la medida de más impacto fue el levantamiento de la suspensión del título III de la ley Helms-Burton que entraría plenamente en vigor el 2 de mayo. Recordemos que la ley Helms-Burton iniciada por los representantes republicanos que le dieron nombre fue firmada en 1996 por Bill Clinton y representa una parte clave de la política de embargo y bloqueo de EEUU contra la revolución cubana. El título III de la ley incluye la posibilidad de que empresas de terceros países que operan en Cuba en instalaciones o con bienes confiscados por la revolución fueran denunciadas ante tribunales de EEUU. Ante las quejas y protestas de los países europeos y Canadá que serían los más perjudicados por esta medida, EEUU aceptaron suspender la aplicación de esa parte del título III de la ley, una suspensión que se venía renovando regularmente desde hace más de 20 años.
Este título III, y toda la ley en general, representan una agresión imperialista escandalosa que además viola la misma legalidad internacional que EEUU cínicamente dicen respetar, al incluir el principio de extraterritorialidad. Es decir la posibilidad de litigar en un país (EEUU) contra empresas radicadas en otro país, por actividades realizadas en otro (Cuba). Aunque ya la Unión Europea, Canadá y otros países que se verían afectados han protestado enérgicamente y han amenazado con tomar medidas en represalia, lo cierto es que la medida puede afectar tanto a decisiones de inversión de empresas que ya están operando en Cuba como a futuras decisiones de inversión de nuevas empresas.
Esta política de amenazas, medidas concretas y la anulación de medidas que había tomado la administración Obama, se enmarca dentro de la ofensiva de Trump contra el gobierno de Maduro y la revolución bolivariana. La política de Washington parece firmemente dirigida por una coalición de oficiales vinculados al exilio contra-revolucionario cubano en Miami y sus operadores políticos sobretodo en el partido republicano con veteranos de la guerra fría, muchos de ellos implicados en la guerra sucia de Reagan en Centroamérica en los años 1980. Entre ellos se encuentran personajes como Elliot Abrams, John Bolton, Mike Pompeo y el propio Marco Rúbio. Trump necesita el apoyo de este sector de peso del partido republicano de cara a las elecciones de 2020.
Además de estas medidas, el 30 de abril, en el marco de un nuevo intento de golpe de Guaidó en Venezuela, el presidente Trump amenazó con imponer a Cuba “un embargo total y completo, junto con sanciones al más alto nivel”. Estas amenazas no son en balde y hay que tomarlas muy en serio.
Desde el colapso del estalinismo en la Unión Soviética, la economía cubana quedó totalmente a la merced del mercado mundial, en el que se inserta de manera extremadamente desigual y desfavorable. El período especial que siguió a la caída de la URSS fue una dura prueba para la revolución cubana. El hecho de que resistiera fue una muestra de que, a pesar de todo, la revolución seguía viva y mantenía un poso muy profundo de apoyo popular. Este se asentaba sobre las conquistas de la revolución en terrenos como la salud y la educación que hunden sus raíces en la propiedad nacionalizada de los medios de producción.
La situación tan extrema de colapso económico del período especial se superó finalmente con una serie de medidas de apertura al mercado y para atraer inversión extranjera, particularmente en el sector turismo. Cuba necesita captar divisas del mercado mundial, que obtiene de las remesas, la exportación de níquel y servicios médicos, y el turismo, para poder importar todas aquellas mercancías que no se producen en la isla. Obviamente el bloqueo estadounidense hace que esta necesidad se vuelva más costosa y onerosa.
Por un período de tiempo, el desarrollo de la revolución bolivariana representó un balón de oxígeno para la revolución cubana, desde el punto de vista político, pero también económico. El intercambio comercial con Venezuela era muy favorable a Cuba, que adquiría petróleo a precios subsidiados y vendía servicios médicos.
El deshielo de las relaciones con EEUU a raíz de los acuerdos con Obama a finales de 2014 permitieron pensar en una situación de mayor inversión extranjera e incluso el final del bloqueo imperialista.
En ese contexto se agudizó la presión para aumentar el papel del mercado en la economía. En este período la idea de una vía china (o vietnamita, que en la práctica es lo mismo) ganó adeptos a todos los niveles del estado y el partido. Sin embargo, las concesiones al “mercado” tienen su propia dinámica, una dinámica peligrosa que lleva a la acumulación privada de capital y posteriormente a la expresión política de esos sectores que lo han acumulado.
En China y en Vietnam el proceso llevó de unos regímenes burocráticos pero basados en la propiedad estatal de los medios de producción y la planificación de la economía a la restauración del capitalismo. Aunque es cierto que en estos países ha habido un fuerte crecimiento económico, el mismo se asienta sobre las espaldas de la sobre-explotación de la clase trabajadora que además no tiene derechos sindicales ni políticos, y además viene acompañado de una polarización de la riqueza sin precedentes. Ahora la economía china empieza a llegar a sus propios límites de desarrollo capitalista lo que va a provocar una explosión de la lucha de clases.
El panorama al que ahora se enfrenta la revolución cubana, sin embargo, es ahora muy diferente al de hace cinco años. La crisis económica en Venezuela ha provocado una disminución brusca del intercambio comercial favorable con ese país. La retirada forzosa de los médicos cubanos en Brasil a raíz de la victoria del demagogo reaccionario Bolsonaro ha venido a agravar esta situación. Y a estos factores se añade ahora la nueva ofensiva y amenazas de Trump.
Es en este marco en el que tenemos que analizar la discusión de la nueva Constitución cubana que fue aprobada con más de 6 millones de votos el 24 de febrero, después de un proceso de discusión en el que participaron millones de personas. En primer lugar hay que señalar que aunque el proceso de discusión fue amplio, en realidad la propuesta fue elaborado por “un pequeñísimo comité de altos funcionarios del Estado … a puerta cerrada” como señaló Ariel Dacal (¿A dónde van las palabras que no se quedaron?).
Por una parte se dio el debate sobre el matrimonio igualitario. El texto original (de 2002) lo describía como la unión voluntaria de “un hombre y una mujer”. La propuesta inicial que se debatió cambiaba esa formulación a “dos personas”. Este fue uno de los puntos más polémicos del debate. Todas las fuerzas reaccionarias, coordinadas por algunas iglesias, se lanzaron sobre esta cuestión para movilizar la oposición y el voto contrario a la nueva Constitución. Fue como un ensayo general para la formación de una oposición burguesa en la isla. Ante esta ofensiva, la Asamblea del Poder Popular decidió un retroceso formal, cambiando la formulación propuesta a una más ambigua: “El matrimonio es una institución social y jurídica” dejando la cuestión de quien lo constituye para una ley futura. En realidad, lo fundamental se cumplió, eliminar la descripción restrictiva de la constitución de 2002, pero se aplazó parte del debate en una concesión a aquellas fuerzas reaccionarias que se oponían a dejar establecido explícitamente en la Constitución el matrimonio igualitario.
La propuesta inicial de Constitución contenía además toda una serie de cambios que, aunque aparentemente menores o de detalle, tomados en su conjunto representaban una serie de concesiones claras que la alejaban de una concepción comunista o socialista. Por mencionar algunos:
En el preámbulo ya no se hablaba de que el sujeto de la revolución (“nosotros, ciudadanos cubanos”) estaba inspirado “por los que promovieron, integraron y desarrollaron las primeras organizaciones de obreros y de campesinos, difundieron las ideas socialistas y fundaron los primeros movimientos marxista y marxista-leninista”.
En el mismo preámbulo se eliminaba la afirmación de que “nosotros” estuvieramos “decididos … con el Partido Comunista al frente, … con el objetivo final de edificar la sociedad comunista;”.
Se eliminaban las siguientes afirmaciones: “de que los regímenes sustentados en la explotación del hombre por el hombre determinan la humillación de los explotados y la degradación de la condición humana de los explotadores; de que sólo en el socialismo y el comunismo, cuando el hombre ha sido liberado de todas las formas de explotación: de la esclavitud, de la servidumbre y del capitalismo, se alcanza la entera dignidad del ser humano”.
Aunque se mantenía la afirmación de que “El socialismo y el sistema político y social revolucionario, establecidos por esta Constitución, son irrevocables”, se eliminaba la frase que seguía: “y Cuba no volverá jamás al capitalismo”.
En el artículo 5 sobre el Partido Comunista, se eliminaba entre sus objetivos el de “el avance hacia la sociedad comunista”.
Las bases económicas de la República eran definidas en la Constitución de 2002 como “En la República de Cuba rige el sistema de economía basado en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción y en la supresión de la explotación del hombre por el hombre”. Ahora se modificaba a: “En la República de Cuba rige el sistema de economía basado en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, como forma de propiedad principal, y la dirección planificada de la economía, que considera y regula el mercado, en función de los intereses de la sociedad.” Además de los añadidos sobre el mercado, se eliminaba la afirmación acerca de “la supresión de la explotación del hombre por el hombre”.
Se reconocía además por primera vez la propiedad privada “sobre determinados medios de producción”.
Como Ariel Dacal explica muy bien en su artículo (¿A dónde van las palabras que no se quedaron?), la cuestión no es en sí si una formulación es quizás mejor o peor, sino cual es el motivo por el que se eliminan una serie de afirmaciones muy contundentes que sí estaban en las constituciones de 1976, 1992 y 2002, incluyendo por ejemplo la afirmación de que Cuba “no volverá jamás al capitalismo” introducida en la reforma constitucional de 2002 y aprobada por referéndum como respuesta a las provocaciones de Bush. No se trata tampoco de si esas afirmaciones en la Constitución se correspondían con la práctica real del estado. Lo fundamental es ¿cuál es el sentido general que subyace detrás de estas modificaciones? Claramente el de rebajar el contenido socialista y comunista de la Constitución y dar reconocimiento a la propiedad privada y el mercado. Es decir, eran un conjunto de modificaciones que trataban de adaptar la norma legal constitucional a la realidad de las concesiones al mercado que ya se hacían. Seguramente entre los partidarios de la “vía china” o vietnamita, las modificaciones eran también un intento de dar mayor seguridad jurídica al sector privado y a los potenciales inversores extranjeros.
Sin embargo, lo más interesante fue que durante el período de discusión hubo una fuerte crítica a muchas de estas propuestas y se levantó una resistencia por parte de aquellos militantes comunistas y trabajadores en general que consideraban, correctamente, que estas modificaciones representaban un retroceso y una amenaza para la revolución cubana.
Fue esa resistencia lo que finalmente llevó a la comisión encargada a revertir muchas de estas modificaciones en el texto final que se puso a votación. Así por ejemplo:
“Los que promovieron, integraron y desarrollaron las primeras organizaciones de obreros, campesinos y estudiantes; difundieron las ideas socialistas y fundaron los primeros movimientos revolucionarios, marxistas y leninistas” vuelven a reaparecer en el preámbulo.
La frase acerca “de que Cuba no volverá jamás al capitalismo como régimen sustentado en la explotación del hombre por el hombre, y que solo en el socialismo y en el comunismo el ser humano alcanza su dignidad plena” reapareció en la versión final.
Entre los objetivos del Partido Comunista se vuelve a incluir “el avance hacia la sociedad comunista”.
Otros aspectos importantes, como la propiedad privada y el papel del mercado en la economía se mantuvieron respecto a la propuesta inicial. Sin embargo, las modificaciones que se hicieron al borrador inicial son significativas y reflejo de la oposición que esas concesiones al mercado y a rebajar el carácter comunista del texto habían generado.
Finalmente, claro, un texto constitucional en realidad tiene una importancia limitada. Muchas constituciones del mundo están llenas de buenos deseos y declaraciones grandilocuentes que en realidad nunca se llevan a la práctica. Aquí lo significativo y a destacar es el contenido del debate que fue un debate entre los que quieren acelerar la marcha hacia un mayor papel del mercado (es decir, la restauración del capitalismo en última instancia) y aquellos que se oponían.
Este es un debate crucial para el futuro de la revolución cubana. Toda la experiencia desde 1959-62 demuestra que no es posible construir el socialismo en un solo país (y esa también fue la experiencia de la Unión Soviética). Ante las crecientes amenazas del imperialismo de EEUU la revolución cubana debe fortalecerse con un debate a fondo sobre lo que significa el socialismo y cómo se construye. La economía planificada no puede funcionar sin el oxígeno de la participación democrática de la clase trabajadora en la misma y tampoco es viable sin el apoyo de la revolución internacional.
Hay que volver a las enseñanzas de Lenin y Trotsky. Un estado obrero, como explicaba Lenin en su obra clásica, El Estado y la Revolución, no es sino un semi-estado que empieza a disolverse en la medida en que representa la dictadura de la mayoría sobre la minoría. Para ello, Lenin planteaba una serie de reglas básicas inspiradas en las lecciones de la Comuna de París: la elección y revocabilidad de todos los funcionarios públicos, que ningún cargo público tenga un salario mayor al de un obrero cualificado, el pueblo en armas en lugar de un ejército permanente.
El complemento necesario era una política consciente de la necesidad de la extensión de la revolución socialista, particularmente a países capitalistas más avanzados, como única garantía para evitar la burocratización de la revolución, que es el resultado inevitable de la escasez de recursos.
El proceso de concesiones al mercado ya ha generado en Cuba una creciente diferenciación social, el inicio de la polarización de la riqueza. Esto, más pronto o más tarde tendrá una expresión política. De hecho, ya la está teniendo, como hemos visto en la discusión de la constitución.
Las conquistas de la revolución, que son lo que le dan su fortaleza y capacidad de resistencia, se asientan sobre la propiedad estatal de los medios de producción, la abolición del capitalismo y no sería posible mantenerlas bajo un régimen de propiedad privada de los mismos. La única manera de luchar de forma efectiva por defender las conquistas de la revolución, es mediante el control obrero, la lucha contra la burocracia y con una perspectiva de socialismo internacional.
Texto de la Constitución cubana de 2002 (publicada en 2003)
Proyecto de constitución cubana de 2018 (aprobado por la ANPP en julio)